Ana Katz y la mujer tribal
Con su cuarto largometraje, “Mi amiga del parque”, la cineasta argentina Ana Katz cuestiona la idealización de la maternidad y los tipos de familia.
Al nacer su primer hijo, Liz, la protagonista de Mi amiga del parque (Katz, 2015), vive entre la euforia de ser madre primeriza y el pánico abrumador de no contar con un instinto materno automático. Este largometraje, el cuarto de la cineasta argentina Ana Katz, es una reflexión intensa sobre la maternidad y las expectativas personales y sociales que vienen con la transición a tener un primer hijo. Esta cinta se proyectó durante la primera edición de la Fiesta del Cine en San Luis Potosí, donde su guionista y directora participó como mentora en la Residencia de Guion Catorce, espacio de encuentro entre cineastas mexicanos que preparan sus próximos proyectos bajo la tutoría de figuras internacionales como la misma Katz y el español Ray Loriga.
“La historia tiene que ver con el estado de máxima revolución y vulnerabilidad generado en Liz a partir de la llegada de su primer hijo”, explica Ana Katz en exclusiva para Gatopardo. La directora cuenta que el origen de Mi amiga del parque está en su propia experiencia como madre de dos hijos que “inspiraron ese primer sentimiento de asombro, de novedad y de emoción absolutas y a la vez de no saber qué hacer, cómo manejarse y de advertir esa responsabilidad y ese amor que en un comienzo no se sabe bien cómo llevar adelante”.
Para Ana Katz era importante contar la historia de Liz –interpretada por Julieta Zylberberg (Relatos salvajes)– desde una perspectiva íntima y muy personal, ya que se trata de una protagonista que subvierte las convenciones de la maternidad en el cine. Liz, una mujer creativa y trabajadora, está aterrada ante la responsabilidad de cuidar sola a su hijo –su esposo Gustavo está lejos, filmando un documental–. En sus primeros pasos como madre, conoce a Rosa –interpretada por Katz– y Renata, las “hermanas Erre”, cuya reputación en el barrio de clase media alta en el que viven no es la mejor. Sus conocidas, madres ideales que pasean a sus críos en un parque cercano a su casa, relacionan a Rosa y Renata con actividades sospechosas y hasta con un robo de auto. Pero esas dos mujeres se convierten en la verdadera red de apoyo de Liz, cada día más estresada, más histérica y más preocupada por su falta de instinto materno.
La maternidad como la plantea Mi amiga del parque –y como, según Katz, ha sido para ella– es una oportunidad de recorrer de nuevo la propia infancia a partir de la vida de los hijos. “Siento que mis hijos me ampliaron la mirada infinitamente… Me hacen sentir que el tiempo no existe”, asegura. “Hace poco escuché que la infancia es una lluvia que no deja de caer y me pareció una imagen preciosa”. Pero para no perderse a sí mismas y a sus pasiones en este laberinto y poder desarrollar su trabajo y su vida, las mujeres “necesitamos armar una tribu, de la que tanto hombres como mujeres formen parte y que esa alianza no sólo se genere pagando”.
Con un manejo de cámara brusco y una edición que se siente, por momentos, abrupta, Mi amiga del parque evoluciona junto con su protagonista y cobra fuerza psicológica rumbo a un final abierto a interpretaciones. “En broma decimos que es un thriller doméstico, pero que en el fondo expresa un estado de unión femenina que colabora con esta nueva realidad que es la más feliz y la más atemorizante a la vez”, cuenta Ana Katz, quien co escribió la cinta con la uruguaya Inés Bortagaray, con quien ya había trabajado en La novia errante (2007). Ambas trabajaron el guion durante tres años, cuidando especialmente no caer en los extremos del espectro: no querían idealizar la maternidad ni exponer una reacción a eso. “Eso también es como cliché y lo que queríamos era centrarnos en las preguntas, más que en la respuestas”.
Tanto Liz como Rosa y Renata representan a madres que se salen del margen habitual: la primera es una joven trabajadora que no se ve a sí misma como ama de casa, la segunda es más bien la madre sustituta de su sobrina y la tercera es una madre soltera que depende de su hermana para el cuidado de su hija. Ellas y sus decisiones contrastan con su círculo cercano: familias de clase media, suburbanas, perfectas, que van a cursos de estimulación temprana y que están compuestas por parejas heterosexuales. La mirada de la familia diversa también es importante para Ana Katz: “No estamos cerca de una respuesta, para nada, pero sí me interesa la posibilidad de que desde un lugar tan pequeño como es el arte –porque a veces pienso que en lo social es pequeño– poder aportar un granito de arena en esta búsqueda de unión y libertad para crear familias distintas a la clásica de fotografía con el abuelo sentado en el sillón. Familias que pueden ser de amigos, de amigas, de una pareja gay…”.
Mi amiga del parque no sólo explora esa manera tribal de construir una familia que va más allá de los vínculos habituales; también abre una ventana para las mujeres que se sienten solas e impotentes ante cualquier reto. “Liz tiene la fortaleza de haber dado un paso que es pequeño pero que es enorme para cualquier mujer: ponerse en movimiento. Son temas muy centrales que hasta se vuelven secretos porque en general lo doméstico ocurre puertas adentro. Entonces hacer que lo doméstico se expanda a una zona donde pueda compartirse, ya es revolucionario para mí”, concluye Ana Katz.
Recomendaciones Gatopardo
Más historias que podrían interesarte.