Britney Spears y la escritura que la ayudó a recuperar su voz

Recuperar el relato propio: el libro de Britney Spears

El libro de Britney Spears, La mujer que soy, acumula casi dos millones y medio de copias vendidas en todo el mundo. Este lanzamiento se inscribe en un género al que han recurrido muchas otras celebridades de los años ochenta y noventa que, luego de haber sido explotadas o maltratadas por la prensa y la opinión pública, intentan recuperar el relato de lo que sus carreras fueron.

Tiempo de lectura: 8 minutos

En 2003 la periodista Diane Sawyer entrevistó a la cantante Britney Spears, quien por entonces rozaba el pico de su fama a nivel global, en el salón de la casa de la artista. Sawyer, una de las periodistas más respetadas de Estados Unidos, fruncía el ceño y amonestaba a Spears, mostrándole reproducciones de varias portadas de revistas que recién había protagonizado, mientras le decía “¿Qué pasó con la ropa que llevas? ¿De qué se trata esto? ¿Se trata de ‘escandalizar’ a la gente?”. La artista, que aparecía en esas portadas en actitud sensual y mostrando orgullosa su cuerpo, se defendía de la periodista, pero Sawyer seguía amonestándola con frases como “Todos pensábamos que tenías una relación diferente con las niñas más jóvenes”.  

La cantante, visiblemente molesta, le responde: “Ahora todo el mundo mira atrás y dice ‘¿Qué pasó con la imagen dulce que tenías?’, y yo pienso ‘Pero cuando aparecí pensaron también que era demasiado provocadora’. Es como si una nunca pudiera ganar”. Como si una nunca pudiera ganar. Más adelante, en la entrevista para la cadena ABC, Sawyer dice que tiene que preguntarle por un tema incómodo: su separación de Justin Timberlake. “Él está apareciendo en televisión diciendo que le rompiste el corazón. Hiciste algo que le causo mucho dolor. Mucho sufrimiento. ¿Qué es lo que hiciste?”.

Han pasado veinte años desde aquella escena y Britney Spears todavía la recuerda con dolor. Es uno de los momentos claves de la autobiografía que acaba de publicar, La mujer que soy (Plaza & Janés, 2023), traducida a veintiséis idiomas y que, de momento, acumula casi dos millones y medio de copias vendidas en todo el mundo

En el libro, Britney Spears define la entrevista como “totalmente humillante” y dice: “No quería compartir nada privado con el mundo. No les debía a los medios ni un detalle de mi ruptura. No deberían haberme obligado a hablar en televisión nacional, forzada a llorar delante de esa desconocida, una mujer que me estaba acosando implacablemente con una pregunta dura tras otra. En cambio, sentí que me estaban explotando, presa en una trampa ante el mundo entero. Aquella entrevista supuso un punto de inflexión en mi interior; habían dado a un interruptor. Sentí cómo algo oscuro penetraba mi cuerpo. Como un hombre lobo, sentí cómo me transformaba en una Mala Persona”. Como si una nunca pudiera ganar.

Sawyer  le dice a Britney Spears que tiene que preguntarle por un tema incómodo: Justin Timberlake. “Él está apareciendo en TV diciendo que le rompiste el corazón. Hiciste algo que le causo dolor. Mucho sufrimiento. ¿Qué es lo que hiciste?”.

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Britney Spears

Fotografía de Eliot Blondet / Reuters.

La mujer que soy es el intento de Spears por finalmente ganar. Por recuperar su voz y adueñarse del relato que todos, su familia, la prensa, exparejas, extrabajadores, amigos, e incluso varios documentales, vienen contando de ella desde hace muchos años. Desde que, con diecisiete años, en 1999, se convirtió en la primera mujer en debutar con un single y un disco homónimo –“…Baby One More Time”– que fueron número uno de los charts de Billboard.

En esa canción, una pequeña obra maestra de la música pop compuesta por el productor sueco Max Martin y cantada por Britney Spears con una seguridad y amplitud de registro poco habitual para una artista tan joven, ya podemos encontrar la famosa dualidad —ángel y demonio— que signó el inicio de su carrera y que, al parecer, dio carta blanca a muchos —prensa, público, managers y su propia familia— para intentar controlar los designios de su carrera y vida personal. “Mis agentes y asesores de prensa llevaban tiempo presentándome como la virgen eterna: daba igual que Justin y yo viviéramos juntos y que hubiera estado manteniendo relaciones sexuales desde los catorce”, cuenta Britney Spears en un momento del libro, para luego decir que “como adolescente le seguí la corriente a ese relato porque todo el mundo estaba haciendo una montaña de aquello”.

Britney Spears no es la primera artista en jugar con esa obsesión ridícula por la virginidad que, muchas veces, se le impone a mujeres famosas desde la cultura pop, pero, sin duda, debe ser una de las que más ha sufrido la cárcel que esa imagen conlleva. En el libro describe con hastío y hasta repugnancia las múltiples formas en que ese relato la perjudicó: “Fue bastante estúpido por parte de los demás que describieran mi cuerpo de aquella manera, que me señalaran y dijeran: ‘¡Miren! ¡Una virgen!’. No era asunto de absolutamente nadie. Y desviaba la atención de mi trabajo como música y artista. Ponía mucho esfuerzo en mi música y mis actuaciones sobre el escenario. Pero a ciertos periodistas solo se les ocurría preguntar si mis pechos eran naturales (efectivamente, lo eran) y si tenía el himen intacto”.

La mujer que soy se inscribe dentro de un género de memorias, ya sea a través de un libro autobiográfico, una película o serie documental, protagonizado por una celebridad que en algún momento de su carrera, por lo general cuando era muy joven, se convirtió en una figura ineludible de la cultura popular global y pasó luego a ser explotada, vilipendiada o maltratada, casi siempre de forma injusta y hasta incomprensible, por aquella misma prensa y público que muy poco antes la habían colocado en la cima del mundo.

Hay algunos ejemplos masculinos, como el del famosísimo actor de Friends, Matthew Perry, que publicó un año antes de morir uno de estos libros de memorias —Friends, Lovers, and the Big Terrible Thing— donde buscaba explicar los tormentos de la fama y sus problemas con el alcohol y las drogas que hicieron que, fuera del éxito enorme de la serie que protagonizó, su carrera no fuera la que se esperaba. Pero Perry, recién fallecido el pasado 28 de octubre, más allá de esa carrera algo trunca y los reproches de algunos colegas que narra en el libro, no tuvo que enfrentar un oprobio o abuso equiparables a los que se han visto sometidas sus pares mujeres.

Pamela Anderson, por ejemplo, la famosa modelo y actriz protagonista de ese gigantesco hit noventero que fue la serie Baywatch, volvía hace poco a ponerse frente a una cámara para protagonizar Pamela Anderson, a Love Story. En ese documental, Anderson narra su meteórico ascenso al estrellato luego de que fuera “descubierta” por la revista Playboy, y cómo el personaje de C.J. Parker la convirtió en una de las actrices mejor pagadas del planeta y un símbolo sexual. Anderson cuenta también cómo el famoso video erótico que grabó con su entonces marido, el músico Tommy Lee, fue robado de una caja fuerte en su casa y luego distribuido sin su consentimiento. Como consecuencia de la distribución masiva de esa cinta, probablemente el primer video viral de la historia de internet, Anderson se convirtió en una suerte de chiste fácil para comediantes y público en general, una imagen de la que su carrera nunca consiguió recuperarse. El documental muestra a una Anderson que se siente cómoda y feliz lejos de los reflectores que acompañaron su juventud.

Algo similar podemos ver en Jagged, documental que narra la historia de éxito juvenil de la cantante Alanis Morissette a la vez que denuncia de manera oblicua el abuso al que fue sometida por los poderosos de la industria del espectáculo, así como en Pretty Face, la miniserie documental sobre Brooke Shields, la modelo y actriz que inició su carrera a los once años a finales de los setenta y desde entonces fue sexualizada por una industria que la coronó como la “mujer más hermosa del mundo” cuando era solo una niña. En la serie sobre Shields podemos ver un desfile inagotable de hombres mayores, periodistas, directores y demás, obsesionados con la belleza de esa niña y adolescente que acosan con preguntas y la ponen en situaciones que serían incómodas incluso para una mujer adulta. Shields, hoy una mujer de 58, reflexiona a la distancia sobre las dificultades y peligros que tuvo que enfrentar en ese ambiente del que su madre, una mujer alcohólica que aprovechaba feliz la creciente fama de su hija, nunca la protegió. 

A diferencia de lo que ocurre con Anderson, Morissette o Shields, que en esas producciones parecen ya dueñas de sus relatos —aún cuando Morissette se distanció del documental poco después de que se estrenara, acusando a los productores de tener una agenda salaz—, en La mujer que soy Spears todavía parece estar luchando por encontrar su propia voz.

Por supuesto, hay un factor extra que desestabiliza la historia de Britney Spears: la tutela (“curatela” en la traducción española del libro) sobre su vida personal, carrera profesional y finanzas que su padre ejerció durante trece años. Esa tutela, objeto de una disputa legal que concluyó recién en 2021, cuando la cantante recuperó su “libertad” y el control sobre sí misma, es el otro gran tema del libro y es descrito como una herida profunda y no cicatrizada una y otra vez: “Al inicio de la tutela me abrumaron con un montón de citas médicas. Médico tras médico tras médico venían a mi casa, seguramente unos doce a la semana. Y aun así mi padre no me dejó ir al médico cuando quise pedir cita para sacarme el DIU”, escribe Spears.

Britney Spears fue una celebridad que, en algún momento de su carrera, se convirtió en una figura ineludible de la cultura popular global y pasó luego a ser explotada o maltratada, de forma injusta y hasta incomprensible, por aquella misma prensa y público que la habían colocado en la cima del mundo.

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Britney Spears

Fotografía de Mike Blake / Reuters.

No es la primera vez que ese tema se aborda en un producto cultural de gran alcance. En 2021, The New York Times produjo Framing Britney Spears, documental que dio visibilidad global al movimiento #FreeBritney, que abogaba por el final de esa tutela legal. Sin embargo, si bien esa pieza periodística consiguió que muchísima gente viera y entendiera el sufrimiento por el que Spears estaba atravesando, la cantante nunca sintió que la historia ahí retratada fuera suya. No era su voz, ella nunca había autorizado esa exposición. Spears dice en el libro que, pese a entender las “buenas intenciones” de quienes produjeron o participaron en ese y otros documentales sobre ella, le “dolió” ver a “viejos amigos hablando con cineastas sin consultarme a mí primero”. En esos retratos, escribe, “había demasiadas suposiciones sobre lo que yo pensaba o sentía”.

A propósito de la tutela que su padre ejercía sobre ella, Britney Spears profundiza en el libro: “Todo estaba muy controlado, había guardaespaldas por todas partes. Mi vida entera cambió de una manera que parecía más segura para mí a nivel físico, pero que resultó desastrosa para mi felicidad y mi creatividad. Mucha gente cree que me salvaron la vida. Pero en realidad no fue así. Depende de cómo se mire. Es una cuestión de perspectiva. Mi música era mi vida, y la curatela fue mortal en ese aspecto; me aplastó el alma”.

De acuerdo con el relato de la artista, ese régimen opresivo fue muy beneficioso para su padre y socios: “Yo era altamente funcional. Acababa de hacer el mejor álbum de mi carrera. Estaba haciendo ganar mucho dinero a mucha gente, especialmente a mi padre, que según descubrí se asignó un salario superior al que me pagaba, y cobró más de seis millones de dólares, a la vez que hizo ganar a otros allegados suyos decenas de millones de dólares más”.

Además de quebrarle el alma, la tutela supuso el quiebre total con su familia. En las páginas finales de La mujer que soy, escribe: “Hoy en día intento no pensar demasiado en mi familia, pero sí me pregunto qué opinarán de este libro. Tras haber sido silenciada durante trece años, me pregunto si cuando me oyen hablar se les pasa por la cabeza: ‘A lo mejor tiene razón’”.

Al terminar el libro, la cantante habla del tiempo y esfuerzo que le costó sentirse lista para contar su historia, y de cómo “desde que soy libre, he tenido que construir toda una identidad distinta”. Ese, en el fondo, es el gran tema del libro de Britney Spears, así como de este nuevo género memorialístico que viene siendo utilizado por íconos populares, sobre todo mujeres: la construcción y exposición de una identidad enfrentada a la imagen, muchas veces injusta y distorsionada, que el mundo entero se ha hecho de ellas. 

Está pendiente por ver, sobre todo en el caso de Britney Spears que ya ha insinuado un segundo volumen de memorias, cuán exitoso resulta el esfuerzo y si la libertad y paz que dice estar encontrando en esta nueva etapa de su vida, sirven para rehabilitar una carrera prodigiosa como pocas. Ojalá. 

Britney Spears

Fotografía de Mario Anzuoni / Reuters.

 


DIEGO SALAZAR. Es periodista. Su trabajo ha aparecido en medios como The Washington Post, The New York Times, El País, Foreign Policy, Etiqueta Negra y Radio Ambulante. En 2018 ganó el Premio Nacional de Periodismo de Perú en la categoría de Reportaje. Es autor de los libros No hemos entendido nada. Qué ocurre cuando dejamos el futuro de la prensa a merced de un algoritmo y ¿Ahora qué? Apuntes urgentes para entender una campaña interminable. Acaba de publicar, como editor, la colección de ensayos Populismos. Una ola autoritaria amenaza Hispanoamérica. En la actualidad reside en la Ciudad de México. 


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