Una comunista para Estados Unidos y una traidora para Cuba, pero su reino era la salsa
En Cuba, en Nueva York, en Miami, en México, en África o en los aires. Los comunistas, los castrenses y los estadounidenses. Todos por igual, sin importar la geografía o ideología, lamentaron la muerte de Celia Cruz el 16 de julio de 2003.
Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz es considerada como una de las voces más importantes del siglo XX. Antes de que la salsa fuese un género musical, su voz puso a bailar a toda latinoamérica.
Aunque las canciones que interpretaba estaban llenas de sabor y sus presentaciones en vivo eran energéticas, Celia enfrentó problemas entre las naciones que la vieron nacer musicalmente.
En Cuba, era la «Guarachera» de esa nación, hasta que Fidel Castro la desterró de su país. En México, era la actriz de telenovelas y la intérprete de clásicos nacionales que llevaron su voz al resto del continente americano. En Estados Unidos, pasó de ser una espía comunista a ser la «Reina de la Salsa». Después de su muerte fue nombrada por el Museo de Historia de América de la Smithsonian Institution como un ícono de Estados Unidos, gracias sus contribuciones musicales.
La guarachera de Cuba
Celia Cruz nació el 21 de octubre de 1925 en el barrio de Santos Suárez de La Habana. Ella estudió voz, piano y teoría en el Conservatorio Nacional de Música de la Habana y para finales de los 40, su cantar era conocido entre los productores y músicos cubanos. Gracias a su talento, Celia se integró a un grupo de baile llamado Las Mulatas del Fuego con el que salió de gira por América Latina.
Su carrera tuvo un impulso cuando se convirtió en la cantante estelar de la orquesta más importante de Cuba, la Sonora Matancera. Su paso por la Sonora fue crucial para la historia de los boleros, los sones y cha cha chás. Específicamente, la grabación de la canción «Cao, cao maní picao» en 1950 fue la razón por la cual es la Guarachera de Cuba. Celia además era parte del creciente atractivo internacional en la vida nocturna de La Habana.
Durante una gira, Celia Cruz permanecía en México para dar conciertos, pero al ver que la Revolución Cubana estaba en pleno auge, decidió no regresar a la isla. Aunque se hizo de una carrera musical y televisiva en México, ella decidió migrar a Estados Unidos junto con Pedro Knight, el trompetista de la Sonora Matancera. Cruz era tan querida y admirada en Cuba, que cuando Fidel Castro supo de su decisión, le prohibió regresar a Cuba y ella nunca lo hizo. Además, se prohibió la distribución y reproducción de su música en ese país.
Originalmente, Celia Cruz no podía entrar a EUA porque su visa fue denegada por las autoridades norteamericanas al inicio de los 50. En 2004 se publicaron documentos de la inteligencia estadounidense en los que Celia Cruz era conocida como una «famosa cantante comunista y estrella del escenario» durante los 40, de acuerdo con el Miami Herald. Todo era cierto, menos la parte del comunismo.
La única explicación para relacionar a Celia con actividades comunistas era por su trabajo en la estación de radio Mil Diez de Cuba, donde dio un concierto (como todos los artistas cubanos) en 1944. Aunque la estación emitía datos sobre la teoría marxista, era también una emisora que priorizaba la música sobre la política, de acuerdo con la investigación de 2004 del periódico de Miami. Los artistas se presentaban con frecuencia en la estación, pero eso no implicaba que existiera un vínculo con el comunismo.
La inteligencia estadounidense también la señaló de usar un concierto suyo en 1953 para un encuentro secreto con comunistas venezolanos.
Sin embargo, nada de esto pudo ser comprobado y cuando Celia solicitó en 1960 su visa para residir en Estados Unidos, las autoridades del país cambiaron de parecer. Para ellos les resultaba conveniente atraer a la población afrocubana como una declaración anticomunista.
«En el exilio, Cruz se estableció en Nueva York —nunca se mudó al políticamente volátil Miami— se casó con Knight y se reinventó de la Guarachera de Cuba a la Queen of Salsa», relata el diario de Miami sobre la distinción que hizo Celia a partir de entonces.
Queen of salsa
En Nueva York, Celia se hizo amiga de la comunidad de habla hispana y fue parte de la Orquesta de Tito Puente. El auge de la música latina apenas comenzaba y en esa ciudad convergieron los distintos géneros musicales de Puerto Rico, República Dominicana, Cuba y otros países del Caribe y Latinoamérica que resultarían en un nuevo género musical denominado como «salsa».
Aunque ella decía que la salsa era toda la música cubana, en realidad el género toma elementos del son cubano y a su vez, de las raíces africanas, pero también nace de la combinación de la rumba, el cha cha chá, mambo, guaguancó, son montuno, entre otros sonidos. Sin embargo, Celia Cruz era la única mujer entre los músicos latinos de esta nueva escena neoyorquina y su presencia en el escenario le ganó el nombre de la Queen of Salsa.
En 1974, Celia Cruz llegó a Zaire (hoy Congo) para el concierto en el que estaban programados B.B. King, James Brown y todo el conjunto de la Fania All Stars al que ella pertenecía. La salsa y otros ritmos latinos pusieron a bailar a más de 80 mil asistentes, quienes verían la pelea entre George Foreman y Muhammad Ali.
Aunque ella dejó las confrontaciones políticas a un lado de su música, Cruz interpretaba canciones dedicadas a México y a Cuba. Cantaba junto a Willie Colón sobre pertenecer a la comunidad latina en Estados Unidos y retomaba elementos africanos y afrocubanos en su personalidad. Su famosa vestimenta era la bata cubana anaranjada, diseñada para ella por José Arteaga y que vistió para sus conciertos en Carnegie Hall y en el Harlem. La inspiración de esta bata se remite a los vestidos de mujeres en el siglo XIX que combinan influencias españolas, francesas y africanas.
Además, su famoso grito «¡Azúcar!» hacía alusión a la historia cubana y a la violencia de la esclavitud, pues la recolección de caña en Cuba era una labor relegada a los esclavos hasta inicios del siglo XX.
Celia tampoco discutía sobre política, pero lo único que pidió para su muerte fue que la enterraran con tierra que ella trajo de la base naval de Guantánamo durante una presentación que hizo en 1990. El 16 de julio de 2003, cuando falleció por cáncer, así se hizo.
«Soy una artista y cuando entra la política en una discusión, el arte sale por la ventana. Aprendí eso hace mucho tiempo», dijo Celia Cruz a Ana Cristina Reymundo, coautora de las memorias de Celia Cruz.
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