#Cuéntalo: El libro como memoria colectiva de la violencia contra mujeres

#Cuéntalo: El libro como memoria colectiva de la violencia contra mujeres

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La periodista española Cristina Fallarás publicó un libro sobre el movimiento #Cuéntalo, que le dio eco a las denuncias de violencia de millones de mujeres alrededor del mundo.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Cuando inició el acuartelamiento de Madrid, Cristina Fallarás, autora de Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama, 2018), le fue inevitable pensar en el riesgo que corren algunas mujeres que viven casos de violencia y están obligadas a permanecer entre las mismas paredes que sus agresores, como consecuencia de esta pandemia. En México, según la Red Nacional de Refugios, desde que inició la cuarentena por el Covid-19, las llamadas por violencia de género aumentaron en 60% y las peticiones de asilo en 30. La narradora, periodista y activista originaria de Zaragoza, España, no se limita denunciar: “Pensé que es horrible, hay varios cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. A esa mujer la estás encerrando con el agresor. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos”.A Fallarás, como a muchas mujeres españolas y del resto del mundo, le indignó la ridícula sentencia a “La Manada”, esos cinco hombres que violaron a una mujer durante los sanfermines de 2016: la Audiencia Provincial de Navarra consideró que se trató solo de un “abuso sexual continuado” y no de violación. Cuando se enteró del fallo no puedo alejarse: “Se dice que la periodista debe alejarse del sujeto sobre el que informa. Pero yo pensaba: No estoy informando. No soy periodista. No quiero alejarme. Soy ella. Soy esa mujer”, escribió en Ahora contamos nosotras. #Cuéntalo: una memoria colectiva de la violencia (Anagrama, 2019) un libro en el que narra distintos episodios de violencia sexual, sufridos por ella y por otras mujeres, así como la historia que generó un movimiento.Unas horas después soltó el hashtag de #Cuéntalo y la respuesta que obtuvo la sorprendió. En menos de diez días, más de tres millones de mujeres respondieron a su llamado, es decir, empezaron a contar los abusos, el acoso, la violencia, que habían sufrido por parte de esposos, jefes, padres, novios, tíos, primos, amigos, colegas y por supuesto, desconocidos.Diez años antes, cuando usó también las redes para denunciar, con nombres y apellidos, a quienes la habían despedido de un importante diario a los ocho meses de embarazo, e instó a las colegas periodistas que habían pasado por situaciones similares a que denunciaran, no obtuvo respuesta. Ni una sola se atrevió. ¿Qué había cambiado en una década? se le pregunta a la también autora de la novela Las niñas perdidas (Roca Editorial, 2011), y responde: “Las redes sociales, tanto en el caso de las mujeres como de los otros colectivos silenciados, de repente abren una puerta”.

"#Cuéntalo la consiguió prender la llama. Las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable."

En 2008, cuando Fallarás fue echada a la calle de un día para el otro, sin ningún tipo de compensación económica, y con el único argumento de que: “Es que luego vas a pedir todos los permisos esos que pedís las mujeres cuando tenéis hijos”, las redes todavía no eran lo que son hoy. Ahora cualquiera (que tenga acceso a internet, desde luego) puede hacerse oír en redes sociales. Entonces, ¿qué sucede? A Cristina, como buena periodista, le gustan las preguntas, y se responde ella misma: “Que aquellos colectivos a los que normalmente la sociedad les ha negado la voz, entre ellos a las mujeres, de repente las toman por asalto”, dice desde su casa de Madrid donde ha pasado la cuarentena.Hay algo más con lo que no contaban estos hombres blancos y ricos que pasaría una vez que los colectivos usualmente silenciados empezaran a hacerse escuchar: el enunciar en primera persona. Decir: a mí me pasó, y yo no soy una cifra, un dato o una abstracción. Esto hizo #Cuéntalo, y así lo explica su impulsora: “Es imposible que una sociedad como la española o la mexicana no hablen de asesinatos de mujeres. Es imposible de que no se hable de cómo se ha callado a grupos republicanos o a grupos indígenas, pero ¿cómo se ha hecho? Se ha utilizado la abstracción. Se ha hablado de memoria histórica, de restitución a lo indígena, de violencia de género. Bien, eso es una abstracción. Los medios de comunicación, para no pecar de silencio, construyen abstracciones que como tales impiden el reconocimiento, los mecanismos de identificación”.Para crear memoria colectiva, advierte Fallarás, hay que oponer el relato personal a esa abstracción. “Si una mujer publica en sus redes ‘mi papá me violaba cuando tenía ocho años’, todas las mujeres cuyo papá las violaba cuando tenían ocho años, van a decir: ‘a mí también’. Si una mujer dice ‘a mí, mi jefe me obligaba a hacerle una felación para subir de cargo’, todas las mujeres cuyo jefe les obligaba, lo van a decir”. En la experiencia de #Cuéntalo, esa narración fue la que consiguió prender la llama de otras. “Porque las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable”.

"Hay cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos."

Al relato en primera persona empezaron a surgir otros, de aquellas que hablaban por las que ya no están: “Escribo esto porque mi hija ya no puede”. “Cuento esto porque mi madre ya no está para decirlo”. Las palabras de las ausentes, de las que no pudieron enunciar su relato en primera persona, en las voces de las presentes, de las que se quedaron para asegurarse de que sus historias no caigan en el olvido, como flores de jacaranda pisoteadas en el adoquinado pasada la primavera. Después de esto, como sucedió con el #MeToo, muchas de quienes se atrevieron a hablar, incluida Fallarás, han pagado el precio: a la denuncia siguió el ciberacoso. En el caso de Fallarás, con amenazas de muerte incluidas.Fallarás vuelve al tema de la pandemia. Desde un Madrid acuartelado —donde sólo su marido sale una vez por semana a comprar alimentos, y lo hace con guantes, cubrebocas y todo el miedo del mundo—, Cristina Fallarás pregunta cómo la estamos viviendo en México y cuenta que ellos, en España, cumplen ya un mes en cuarentena (desde el 14 de marzo), y que las cosas están “mal, muy mal”: “Acaban de crear una morgue en el Palacio de Hielo para conservar los cadáveres porque mueren 800 al día y no caben ya en ningún crematorio. Y ahora hay otra morgue en el Palacio de la Justicia; la cosa está siendo brutal. Se supone que el 70% de los habitantes de Madrid acabaremos contagiados en las próximas semanas”.Cariñosamente, advierte:“No deben tomarse ustedes a la ligera todo esto porque van para allá. Nosotros nos tomamos a la ligera el caso de lo que pasó en China, después el paso a Italia, se tomó a la ligera el paso de Italia a España y estamos viendo cómo Europa se descompone”.

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La periodista española Cristina Fallarás publicó un libro sobre el movimiento #Cuéntalo, que le dio eco a las denuncias de violencia de millones de mujeres alrededor del mundo.

Cuando inició el acuartelamiento de Madrid, Cristina Fallarás, autora de Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama, 2018), le fue inevitable pensar en el riesgo que corren algunas mujeres que viven casos de violencia y están obligadas a permanecer entre las mismas paredes que sus agresores, como consecuencia de esta pandemia. En México, según la Red Nacional de Refugios, desde que inició la cuarentena por el Covid-19, las llamadas por violencia de género aumentaron en 60% y las peticiones de asilo en 30. La narradora, periodista y activista originaria de Zaragoza, España, no se limita denunciar: “Pensé que es horrible, hay varios cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. A esa mujer la estás encerrando con el agresor. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos”.A Fallarás, como a muchas mujeres españolas y del resto del mundo, le indignó la ridícula sentencia a “La Manada”, esos cinco hombres que violaron a una mujer durante los sanfermines de 2016: la Audiencia Provincial de Navarra consideró que se trató solo de un “abuso sexual continuado” y no de violación. Cuando se enteró del fallo no puedo alejarse: “Se dice que la periodista debe alejarse del sujeto sobre el que informa. Pero yo pensaba: No estoy informando. No soy periodista. No quiero alejarme. Soy ella. Soy esa mujer”, escribió en Ahora contamos nosotras. #Cuéntalo: una memoria colectiva de la violencia (Anagrama, 2019) un libro en el que narra distintos episodios de violencia sexual, sufridos por ella y por otras mujeres, así como la historia que generó un movimiento.Unas horas después soltó el hashtag de #Cuéntalo y la respuesta que obtuvo la sorprendió. En menos de diez días, más de tres millones de mujeres respondieron a su llamado, es decir, empezaron a contar los abusos, el acoso, la violencia, que habían sufrido por parte de esposos, jefes, padres, novios, tíos, primos, amigos, colegas y por supuesto, desconocidos.Diez años antes, cuando usó también las redes para denunciar, con nombres y apellidos, a quienes la habían despedido de un importante diario a los ocho meses de embarazo, e instó a las colegas periodistas que habían pasado por situaciones similares a que denunciaran, no obtuvo respuesta. Ni una sola se atrevió. ¿Qué había cambiado en una década? se le pregunta a la también autora de la novela Las niñas perdidas (Roca Editorial, 2011), y responde: “Las redes sociales, tanto en el caso de las mujeres como de los otros colectivos silenciados, de repente abren una puerta”.

"#Cuéntalo la consiguió prender la llama. Las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable."

En 2008, cuando Fallarás fue echada a la calle de un día para el otro, sin ningún tipo de compensación económica, y con el único argumento de que: “Es que luego vas a pedir todos los permisos esos que pedís las mujeres cuando tenéis hijos”, las redes todavía no eran lo que son hoy. Ahora cualquiera (que tenga acceso a internet, desde luego) puede hacerse oír en redes sociales. Entonces, ¿qué sucede? A Cristina, como buena periodista, le gustan las preguntas, y se responde ella misma: “Que aquellos colectivos a los que normalmente la sociedad les ha negado la voz, entre ellos a las mujeres, de repente las toman por asalto”, dice desde su casa de Madrid donde ha pasado la cuarentena.Hay algo más con lo que no contaban estos hombres blancos y ricos que pasaría una vez que los colectivos usualmente silenciados empezaran a hacerse escuchar: el enunciar en primera persona. Decir: a mí me pasó, y yo no soy una cifra, un dato o una abstracción. Esto hizo #Cuéntalo, y así lo explica su impulsora: “Es imposible que una sociedad como la española o la mexicana no hablen de asesinatos de mujeres. Es imposible de que no se hable de cómo se ha callado a grupos republicanos o a grupos indígenas, pero ¿cómo se ha hecho? Se ha utilizado la abstracción. Se ha hablado de memoria histórica, de restitución a lo indígena, de violencia de género. Bien, eso es una abstracción. Los medios de comunicación, para no pecar de silencio, construyen abstracciones que como tales impiden el reconocimiento, los mecanismos de identificación”.Para crear memoria colectiva, advierte Fallarás, hay que oponer el relato personal a esa abstracción. “Si una mujer publica en sus redes ‘mi papá me violaba cuando tenía ocho años’, todas las mujeres cuyo papá las violaba cuando tenían ocho años, van a decir: ‘a mí también’. Si una mujer dice ‘a mí, mi jefe me obligaba a hacerle una felación para subir de cargo’, todas las mujeres cuyo jefe les obligaba, lo van a decir”. En la experiencia de #Cuéntalo, esa narración fue la que consiguió prender la llama de otras. “Porque las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable”.

"Hay cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos."

Al relato en primera persona empezaron a surgir otros, de aquellas que hablaban por las que ya no están: “Escribo esto porque mi hija ya no puede”. “Cuento esto porque mi madre ya no está para decirlo”. Las palabras de las ausentes, de las que no pudieron enunciar su relato en primera persona, en las voces de las presentes, de las que se quedaron para asegurarse de que sus historias no caigan en el olvido, como flores de jacaranda pisoteadas en el adoquinado pasada la primavera. Después de esto, como sucedió con el #MeToo, muchas de quienes se atrevieron a hablar, incluida Fallarás, han pagado el precio: a la denuncia siguió el ciberacoso. En el caso de Fallarás, con amenazas de muerte incluidas.Fallarás vuelve al tema de la pandemia. Desde un Madrid acuartelado —donde sólo su marido sale una vez por semana a comprar alimentos, y lo hace con guantes, cubrebocas y todo el miedo del mundo—, Cristina Fallarás pregunta cómo la estamos viviendo en México y cuenta que ellos, en España, cumplen ya un mes en cuarentena (desde el 14 de marzo), y que las cosas están “mal, muy mal”: “Acaban de crear una morgue en el Palacio de Hielo para conservar los cadáveres porque mueren 800 al día y no caben ya en ningún crematorio. Y ahora hay otra morgue en el Palacio de la Justicia; la cosa está siendo brutal. Se supone que el 70% de los habitantes de Madrid acabaremos contagiados en las próximas semanas”.Cariñosamente, advierte:“No deben tomarse ustedes a la ligera todo esto porque van para allá. Nosotros nos tomamos a la ligera el caso de lo que pasó en China, después el paso a Italia, se tomó a la ligera el paso de Italia a España y estamos viendo cómo Europa se descompone”.

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La periodista española Cristina Fallarás publicó un libro sobre el movimiento #Cuéntalo, que le dio eco a las denuncias de violencia de millones de mujeres alrededor del mundo.

Cuando inició el acuartelamiento de Madrid, Cristina Fallarás, autora de Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama, 2018), le fue inevitable pensar en el riesgo que corren algunas mujeres que viven casos de violencia y están obligadas a permanecer entre las mismas paredes que sus agresores, como consecuencia de esta pandemia. En México, según la Red Nacional de Refugios, desde que inició la cuarentena por el Covid-19, las llamadas por violencia de género aumentaron en 60% y las peticiones de asilo en 30. La narradora, periodista y activista originaria de Zaragoza, España, no se limita denunciar: “Pensé que es horrible, hay varios cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. A esa mujer la estás encerrando con el agresor. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos”.A Fallarás, como a muchas mujeres españolas y del resto del mundo, le indignó la ridícula sentencia a “La Manada”, esos cinco hombres que violaron a una mujer durante los sanfermines de 2016: la Audiencia Provincial de Navarra consideró que se trató solo de un “abuso sexual continuado” y no de violación. Cuando se enteró del fallo no puedo alejarse: “Se dice que la periodista debe alejarse del sujeto sobre el que informa. Pero yo pensaba: No estoy informando. No soy periodista. No quiero alejarme. Soy ella. Soy esa mujer”, escribió en Ahora contamos nosotras. #Cuéntalo: una memoria colectiva de la violencia (Anagrama, 2019) un libro en el que narra distintos episodios de violencia sexual, sufridos por ella y por otras mujeres, así como la historia que generó un movimiento.Unas horas después soltó el hashtag de #Cuéntalo y la respuesta que obtuvo la sorprendió. En menos de diez días, más de tres millones de mujeres respondieron a su llamado, es decir, empezaron a contar los abusos, el acoso, la violencia, que habían sufrido por parte de esposos, jefes, padres, novios, tíos, primos, amigos, colegas y por supuesto, desconocidos.Diez años antes, cuando usó también las redes para denunciar, con nombres y apellidos, a quienes la habían despedido de un importante diario a los ocho meses de embarazo, e instó a las colegas periodistas que habían pasado por situaciones similares a que denunciaran, no obtuvo respuesta. Ni una sola se atrevió. ¿Qué había cambiado en una década? se le pregunta a la también autora de la novela Las niñas perdidas (Roca Editorial, 2011), y responde: “Las redes sociales, tanto en el caso de las mujeres como de los otros colectivos silenciados, de repente abren una puerta”.

"#Cuéntalo la consiguió prender la llama. Las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable."

En 2008, cuando Fallarás fue echada a la calle de un día para el otro, sin ningún tipo de compensación económica, y con el único argumento de que: “Es que luego vas a pedir todos los permisos esos que pedís las mujeres cuando tenéis hijos”, las redes todavía no eran lo que son hoy. Ahora cualquiera (que tenga acceso a internet, desde luego) puede hacerse oír en redes sociales. Entonces, ¿qué sucede? A Cristina, como buena periodista, le gustan las preguntas, y se responde ella misma: “Que aquellos colectivos a los que normalmente la sociedad les ha negado la voz, entre ellos a las mujeres, de repente las toman por asalto”, dice desde su casa de Madrid donde ha pasado la cuarentena.Hay algo más con lo que no contaban estos hombres blancos y ricos que pasaría una vez que los colectivos usualmente silenciados empezaran a hacerse escuchar: el enunciar en primera persona. Decir: a mí me pasó, y yo no soy una cifra, un dato o una abstracción. Esto hizo #Cuéntalo, y así lo explica su impulsora: “Es imposible que una sociedad como la española o la mexicana no hablen de asesinatos de mujeres. Es imposible de que no se hable de cómo se ha callado a grupos republicanos o a grupos indígenas, pero ¿cómo se ha hecho? Se ha utilizado la abstracción. Se ha hablado de memoria histórica, de restitución a lo indígena, de violencia de género. Bien, eso es una abstracción. Los medios de comunicación, para no pecar de silencio, construyen abstracciones que como tales impiden el reconocimiento, los mecanismos de identificación”.Para crear memoria colectiva, advierte Fallarás, hay que oponer el relato personal a esa abstracción. “Si una mujer publica en sus redes ‘mi papá me violaba cuando tenía ocho años’, todas las mujeres cuyo papá las violaba cuando tenían ocho años, van a decir: ‘a mí también’. Si una mujer dice ‘a mí, mi jefe me obligaba a hacerle una felación para subir de cargo’, todas las mujeres cuyo jefe les obligaba, lo van a decir”. En la experiencia de #Cuéntalo, esa narración fue la que consiguió prender la llama de otras. “Porque las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable”.

"Hay cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos."

Al relato en primera persona empezaron a surgir otros, de aquellas que hablaban por las que ya no están: “Escribo esto porque mi hija ya no puede”. “Cuento esto porque mi madre ya no está para decirlo”. Las palabras de las ausentes, de las que no pudieron enunciar su relato en primera persona, en las voces de las presentes, de las que se quedaron para asegurarse de que sus historias no caigan en el olvido, como flores de jacaranda pisoteadas en el adoquinado pasada la primavera. Después de esto, como sucedió con el #MeToo, muchas de quienes se atrevieron a hablar, incluida Fallarás, han pagado el precio: a la denuncia siguió el ciberacoso. En el caso de Fallarás, con amenazas de muerte incluidas.Fallarás vuelve al tema de la pandemia. Desde un Madrid acuartelado —donde sólo su marido sale una vez por semana a comprar alimentos, y lo hace con guantes, cubrebocas y todo el miedo del mundo—, Cristina Fallarás pregunta cómo la estamos viviendo en México y cuenta que ellos, en España, cumplen ya un mes en cuarentena (desde el 14 de marzo), y que las cosas están “mal, muy mal”: “Acaban de crear una morgue en el Palacio de Hielo para conservar los cadáveres porque mueren 800 al día y no caben ya en ningún crematorio. Y ahora hay otra morgue en el Palacio de la Justicia; la cosa está siendo brutal. Se supone que el 70% de los habitantes de Madrid acabaremos contagiados en las próximas semanas”.Cariñosamente, advierte:“No deben tomarse ustedes a la ligera todo esto porque van para allá. Nosotros nos tomamos a la ligera el caso de lo que pasó en China, después el paso a Italia, se tomó a la ligera el paso de Italia a España y estamos viendo cómo Europa se descompone”.

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La periodista española Cristina Fallarás publicó un libro sobre el movimiento #Cuéntalo, que le dio eco a las denuncias de violencia de millones de mujeres alrededor del mundo.

Cuando inició el acuartelamiento de Madrid, Cristina Fallarás, autora de Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama, 2018), le fue inevitable pensar en el riesgo que corren algunas mujeres que viven casos de violencia y están obligadas a permanecer entre las mismas paredes que sus agresores, como consecuencia de esta pandemia. En México, según la Red Nacional de Refugios, desde que inició la cuarentena por el Covid-19, las llamadas por violencia de género aumentaron en 60% y las peticiones de asilo en 30. La narradora, periodista y activista originaria de Zaragoza, España, no se limita denunciar: “Pensé que es horrible, hay varios cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. A esa mujer la estás encerrando con el agresor. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos”.A Fallarás, como a muchas mujeres españolas y del resto del mundo, le indignó la ridícula sentencia a “La Manada”, esos cinco hombres que violaron a una mujer durante los sanfermines de 2016: la Audiencia Provincial de Navarra consideró que se trató solo de un “abuso sexual continuado” y no de violación. Cuando se enteró del fallo no puedo alejarse: “Se dice que la periodista debe alejarse del sujeto sobre el que informa. Pero yo pensaba: No estoy informando. No soy periodista. No quiero alejarme. Soy ella. Soy esa mujer”, escribió en Ahora contamos nosotras. #Cuéntalo: una memoria colectiva de la violencia (Anagrama, 2019) un libro en el que narra distintos episodios de violencia sexual, sufridos por ella y por otras mujeres, así como la historia que generó un movimiento.Unas horas después soltó el hashtag de #Cuéntalo y la respuesta que obtuvo la sorprendió. En menos de diez días, más de tres millones de mujeres respondieron a su llamado, es decir, empezaron a contar los abusos, el acoso, la violencia, que habían sufrido por parte de esposos, jefes, padres, novios, tíos, primos, amigos, colegas y por supuesto, desconocidos.Diez años antes, cuando usó también las redes para denunciar, con nombres y apellidos, a quienes la habían despedido de un importante diario a los ocho meses de embarazo, e instó a las colegas periodistas que habían pasado por situaciones similares a que denunciaran, no obtuvo respuesta. Ni una sola se atrevió. ¿Qué había cambiado en una década? se le pregunta a la también autora de la novela Las niñas perdidas (Roca Editorial, 2011), y responde: “Las redes sociales, tanto en el caso de las mujeres como de los otros colectivos silenciados, de repente abren una puerta”.

"#Cuéntalo la consiguió prender la llama. Las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable."

En 2008, cuando Fallarás fue echada a la calle de un día para el otro, sin ningún tipo de compensación económica, y con el único argumento de que: “Es que luego vas a pedir todos los permisos esos que pedís las mujeres cuando tenéis hijos”, las redes todavía no eran lo que son hoy. Ahora cualquiera (que tenga acceso a internet, desde luego) puede hacerse oír en redes sociales. Entonces, ¿qué sucede? A Cristina, como buena periodista, le gustan las preguntas, y se responde ella misma: “Que aquellos colectivos a los que normalmente la sociedad les ha negado la voz, entre ellos a las mujeres, de repente las toman por asalto”, dice desde su casa de Madrid donde ha pasado la cuarentena.Hay algo más con lo que no contaban estos hombres blancos y ricos que pasaría una vez que los colectivos usualmente silenciados empezaran a hacerse escuchar: el enunciar en primera persona. Decir: a mí me pasó, y yo no soy una cifra, un dato o una abstracción. Esto hizo #Cuéntalo, y así lo explica su impulsora: “Es imposible que una sociedad como la española o la mexicana no hablen de asesinatos de mujeres. Es imposible de que no se hable de cómo se ha callado a grupos republicanos o a grupos indígenas, pero ¿cómo se ha hecho? Se ha utilizado la abstracción. Se ha hablado de memoria histórica, de restitución a lo indígena, de violencia de género. Bien, eso es una abstracción. Los medios de comunicación, para no pecar de silencio, construyen abstracciones que como tales impiden el reconocimiento, los mecanismos de identificación”.Para crear memoria colectiva, advierte Fallarás, hay que oponer el relato personal a esa abstracción. “Si una mujer publica en sus redes ‘mi papá me violaba cuando tenía ocho años’, todas las mujeres cuyo papá las violaba cuando tenían ocho años, van a decir: ‘a mí también’. Si una mujer dice ‘a mí, mi jefe me obligaba a hacerle una felación para subir de cargo’, todas las mujeres cuyo jefe les obligaba, lo van a decir”. En la experiencia de #Cuéntalo, esa narración fue la que consiguió prender la llama de otras. “Porque las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable”.

"Hay cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos."

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Cuando inició el acuartelamiento de Madrid, Cristina Fallarás, autora de Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama, 2018), le fue inevitable pensar en el riesgo que corren algunas mujeres que viven casos de violencia y están obligadas a permanecer entre las mismas paredes que sus agresores, como consecuencia de esta pandemia. En México, según la Red Nacional de Refugios, desde que inició la cuarentena por el Covid-19, las llamadas por violencia de género aumentaron en 60% y las peticiones de asilo en 30. La narradora, periodista y activista originaria de Zaragoza, España, no se limita denunciar: “Pensé que es horrible, hay varios cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. A esa mujer la estás encerrando con el agresor. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos”.A Fallarás, como a muchas mujeres españolas y del resto del mundo, le indignó la ridícula sentencia a “La Manada”, esos cinco hombres que violaron a una mujer durante los sanfermines de 2016: la Audiencia Provincial de Navarra consideró que se trató solo de un “abuso sexual continuado” y no de violación. Cuando se enteró del fallo no puedo alejarse: “Se dice que la periodista debe alejarse del sujeto sobre el que informa. Pero yo pensaba: No estoy informando. No soy periodista. No quiero alejarme. Soy ella. Soy esa mujer”, escribió en Ahora contamos nosotras. #Cuéntalo: una memoria colectiva de la violencia (Anagrama, 2019) un libro en el que narra distintos episodios de violencia sexual, sufridos por ella y por otras mujeres, así como la historia que generó un movimiento.Unas horas después soltó el hashtag de #Cuéntalo y la respuesta que obtuvo la sorprendió. En menos de diez días, más de tres millones de mujeres respondieron a su llamado, es decir, empezaron a contar los abusos, el acoso, la violencia, que habían sufrido por parte de esposos, jefes, padres, novios, tíos, primos, amigos, colegas y por supuesto, desconocidos.Diez años antes, cuando usó también las redes para denunciar, con nombres y apellidos, a quienes la habían despedido de un importante diario a los ocho meses de embarazo, e instó a las colegas periodistas que habían pasado por situaciones similares a que denunciaran, no obtuvo respuesta. Ni una sola se atrevió. ¿Qué había cambiado en una década? se le pregunta a la también autora de la novela Las niñas perdidas (Roca Editorial, 2011), y responde: “Las redes sociales, tanto en el caso de las mujeres como de los otros colectivos silenciados, de repente abren una puerta”.

"#Cuéntalo la consiguió prender la llama. Las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable."

En 2008, cuando Fallarás fue echada a la calle de un día para el otro, sin ningún tipo de compensación económica, y con el único argumento de que: “Es que luego vas a pedir todos los permisos esos que pedís las mujeres cuando tenéis hijos”, las redes todavía no eran lo que son hoy. Ahora cualquiera (que tenga acceso a internet, desde luego) puede hacerse oír en redes sociales. Entonces, ¿qué sucede? A Cristina, como buena periodista, le gustan las preguntas, y se responde ella misma: “Que aquellos colectivos a los que normalmente la sociedad les ha negado la voz, entre ellos a las mujeres, de repente las toman por asalto”, dice desde su casa de Madrid donde ha pasado la cuarentena.Hay algo más con lo que no contaban estos hombres blancos y ricos que pasaría una vez que los colectivos usualmente silenciados empezaran a hacerse escuchar: el enunciar en primera persona. Decir: a mí me pasó, y yo no soy una cifra, un dato o una abstracción. Esto hizo #Cuéntalo, y así lo explica su impulsora: “Es imposible que una sociedad como la española o la mexicana no hablen de asesinatos de mujeres. Es imposible de que no se hable de cómo se ha callado a grupos republicanos o a grupos indígenas, pero ¿cómo se ha hecho? Se ha utilizado la abstracción. Se ha hablado de memoria histórica, de restitución a lo indígena, de violencia de género. Bien, eso es una abstracción. Los medios de comunicación, para no pecar de silencio, construyen abstracciones que como tales impiden el reconocimiento, los mecanismos de identificación”.Para crear memoria colectiva, advierte Fallarás, hay que oponer el relato personal a esa abstracción. “Si una mujer publica en sus redes ‘mi papá me violaba cuando tenía ocho años’, todas las mujeres cuyo papá las violaba cuando tenían ocho años, van a decir: ‘a mí también’. Si una mujer dice ‘a mí, mi jefe me obligaba a hacerle una felación para subir de cargo’, todas las mujeres cuyo jefe les obligaba, lo van a decir”. En la experiencia de #Cuéntalo, esa narración fue la que consiguió prender la llama de otras. “Porque las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable”.

"Hay cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos."

Al relato en primera persona empezaron a surgir otros, de aquellas que hablaban por las que ya no están: “Escribo esto porque mi hija ya no puede”. “Cuento esto porque mi madre ya no está para decirlo”. Las palabras de las ausentes, de las que no pudieron enunciar su relato en primera persona, en las voces de las presentes, de las que se quedaron para asegurarse de que sus historias no caigan en el olvido, como flores de jacaranda pisoteadas en el adoquinado pasada la primavera. Después de esto, como sucedió con el #MeToo, muchas de quienes se atrevieron a hablar, incluida Fallarás, han pagado el precio: a la denuncia siguió el ciberacoso. En el caso de Fallarás, con amenazas de muerte incluidas.Fallarás vuelve al tema de la pandemia. Desde un Madrid acuartelado —donde sólo su marido sale una vez por semana a comprar alimentos, y lo hace con guantes, cubrebocas y todo el miedo del mundo—, Cristina Fallarás pregunta cómo la estamos viviendo en México y cuenta que ellos, en España, cumplen ya un mes en cuarentena (desde el 14 de marzo), y que las cosas están “mal, muy mal”: “Acaban de crear una morgue en el Palacio de Hielo para conservar los cadáveres porque mueren 800 al día y no caben ya en ningún crematorio. Y ahora hay otra morgue en el Palacio de la Justicia; la cosa está siendo brutal. Se supone que el 70% de los habitantes de Madrid acabaremos contagiados en las próximas semanas”.Cariñosamente, advierte:“No deben tomarse ustedes a la ligera todo esto porque van para allá. Nosotros nos tomamos a la ligera el caso de lo que pasó en China, después el paso a Italia, se tomó a la ligera el paso de Italia a España y estamos viendo cómo Europa se descompone”.

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#Cuéntalo: El libro como memoria colectiva de la violencia contra mujeres

#Cuéntalo: El libro como memoria colectiva de la violencia contra mujeres

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La periodista española Cristina Fallarás publicó un libro sobre el movimiento #Cuéntalo, que le dio eco a las denuncias de violencia de millones de mujeres alrededor del mundo.

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Cuando inició el acuartelamiento de Madrid, Cristina Fallarás, autora de Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama, 2018), le fue inevitable pensar en el riesgo que corren algunas mujeres que viven casos de violencia y están obligadas a permanecer entre las mismas paredes que sus agresores, como consecuencia de esta pandemia. En México, según la Red Nacional de Refugios, desde que inició la cuarentena por el Covid-19, las llamadas por violencia de género aumentaron en 60% y las peticiones de asilo en 30. La narradora, periodista y activista originaria de Zaragoza, España, no se limita denunciar: “Pensé que es horrible, hay varios cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. A esa mujer la estás encerrando con el agresor. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos”.A Fallarás, como a muchas mujeres españolas y del resto del mundo, le indignó la ridícula sentencia a “La Manada”, esos cinco hombres que violaron a una mujer durante los sanfermines de 2016: la Audiencia Provincial de Navarra consideró que se trató solo de un “abuso sexual continuado” y no de violación. Cuando se enteró del fallo no puedo alejarse: “Se dice que la periodista debe alejarse del sujeto sobre el que informa. Pero yo pensaba: No estoy informando. No soy periodista. No quiero alejarme. Soy ella. Soy esa mujer”, escribió en Ahora contamos nosotras. #Cuéntalo: una memoria colectiva de la violencia (Anagrama, 2019) un libro en el que narra distintos episodios de violencia sexual, sufridos por ella y por otras mujeres, así como la historia que generó un movimiento.Unas horas después soltó el hashtag de #Cuéntalo y la respuesta que obtuvo la sorprendió. En menos de diez días, más de tres millones de mujeres respondieron a su llamado, es decir, empezaron a contar los abusos, el acoso, la violencia, que habían sufrido por parte de esposos, jefes, padres, novios, tíos, primos, amigos, colegas y por supuesto, desconocidos.Diez años antes, cuando usó también las redes para denunciar, con nombres y apellidos, a quienes la habían despedido de un importante diario a los ocho meses de embarazo, e instó a las colegas periodistas que habían pasado por situaciones similares a que denunciaran, no obtuvo respuesta. Ni una sola se atrevió. ¿Qué había cambiado en una década? se le pregunta a la también autora de la novela Las niñas perdidas (Roca Editorial, 2011), y responde: “Las redes sociales, tanto en el caso de las mujeres como de los otros colectivos silenciados, de repente abren una puerta”.

"#Cuéntalo la consiguió prender la llama. Las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable."

En 2008, cuando Fallarás fue echada a la calle de un día para el otro, sin ningún tipo de compensación económica, y con el único argumento de que: “Es que luego vas a pedir todos los permisos esos que pedís las mujeres cuando tenéis hijos”, las redes todavía no eran lo que son hoy. Ahora cualquiera (que tenga acceso a internet, desde luego) puede hacerse oír en redes sociales. Entonces, ¿qué sucede? A Cristina, como buena periodista, le gustan las preguntas, y se responde ella misma: “Que aquellos colectivos a los que normalmente la sociedad les ha negado la voz, entre ellos a las mujeres, de repente las toman por asalto”, dice desde su casa de Madrid donde ha pasado la cuarentena.Hay algo más con lo que no contaban estos hombres blancos y ricos que pasaría una vez que los colectivos usualmente silenciados empezaran a hacerse escuchar: el enunciar en primera persona. Decir: a mí me pasó, y yo no soy una cifra, un dato o una abstracción. Esto hizo #Cuéntalo, y así lo explica su impulsora: “Es imposible que una sociedad como la española o la mexicana no hablen de asesinatos de mujeres. Es imposible de que no se hable de cómo se ha callado a grupos republicanos o a grupos indígenas, pero ¿cómo se ha hecho? Se ha utilizado la abstracción. Se ha hablado de memoria histórica, de restitución a lo indígena, de violencia de género. Bien, eso es una abstracción. Los medios de comunicación, para no pecar de silencio, construyen abstracciones que como tales impiden el reconocimiento, los mecanismos de identificación”.Para crear memoria colectiva, advierte Fallarás, hay que oponer el relato personal a esa abstracción. “Si una mujer publica en sus redes ‘mi papá me violaba cuando tenía ocho años’, todas las mujeres cuyo papá las violaba cuando tenían ocho años, van a decir: ‘a mí también’. Si una mujer dice ‘a mí, mi jefe me obligaba a hacerle una felación para subir de cargo’, todas las mujeres cuyo jefe les obligaba, lo van a decir”. En la experiencia de #Cuéntalo, esa narración fue la que consiguió prender la llama de otras. “Porque las mujeres se identifican con la voz del resto de las mujeres, y ahí se crea una memoria colectiva que sí es imborrable”.

"Hay cientos de miles de mujeres agredidas habitualmente por su pareja. Ahora las hemos dejado, como sociedad, encerradas en sus casas, a las víctimas con sus verdugos."

Al relato en primera persona empezaron a surgir otros, de aquellas que hablaban por las que ya no están: “Escribo esto porque mi hija ya no puede”. “Cuento esto porque mi madre ya no está para decirlo”. Las palabras de las ausentes, de las que no pudieron enunciar su relato en primera persona, en las voces de las presentes, de las que se quedaron para asegurarse de que sus historias no caigan en el olvido, como flores de jacaranda pisoteadas en el adoquinado pasada la primavera. Después de esto, como sucedió con el #MeToo, muchas de quienes se atrevieron a hablar, incluida Fallarás, han pagado el precio: a la denuncia siguió el ciberacoso. En el caso de Fallarás, con amenazas de muerte incluidas.Fallarás vuelve al tema de la pandemia. Desde un Madrid acuartelado —donde sólo su marido sale una vez por semana a comprar alimentos, y lo hace con guantes, cubrebocas y todo el miedo del mundo—, Cristina Fallarás pregunta cómo la estamos viviendo en México y cuenta que ellos, en España, cumplen ya un mes en cuarentena (desde el 14 de marzo), y que las cosas están “mal, muy mal”: “Acaban de crear una morgue en el Palacio de Hielo para conservar los cadáveres porque mueren 800 al día y no caben ya en ningún crematorio. Y ahora hay otra morgue en el Palacio de la Justicia; la cosa está siendo brutal. Se supone que el 70% de los habitantes de Madrid acabaremos contagiados en las próximas semanas”.Cariñosamente, advierte:“No deben tomarse ustedes a la ligera todo esto porque van para allá. Nosotros nos tomamos a la ligera el caso de lo que pasó en China, después el paso a Italia, se tomó a la ligera el paso de Italia a España y estamos viendo cómo Europa se descompone”.

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