Sinéad O’Connor, rara debutante rapada, hechizó los ojos y los oídos del mundo con la incomparable “Nothing Compares 2 U”. Luego rompería una foto del papa en televisión. ¿Su carrera musical se hizo pedazos entre sus manos, como aquel retrato de Juan Pablo II? David Miklos, su contemporáneo, recuerda plenamente a la cantante y sus aspiraciones, que iban muchísimo más allá de la música.
I. Debut y contexto: la leona y la cobra (1966-1989)
“Who’s that girl?”, quién es esa chica, cantaba Madonna en 1987, después de lanzar tres discos seminales en menos de un lustro, reinventar el pop y crucificar a la música disco, y yo no puedo dejar de pensar en que esa chica no era otra sino Sinéad O’Connor, cuyo disco debut, The Lion and the Cobra, apareció el 4 de noviembre de ese mismo año, precedido por su primer sencillo, “Troy”, una literal canción de guerra íntima.
A diferencia de Madonna, que, a través de sus canciones y coreografías pegajosas, encarnaba la sensualidad y el deseo devenida un icono de la moda con sede en Nueva York, Sinéad se manifestó como su antítesis: una mujer de apenas veinte años, rapada, que cantaba su orfandad y ser víctima de abuso familiar con tierna y desbocada violencia frente a las llamas, hija preclara del punk y de Dublín, Irlanda.
Para más contexto, debemos recordar que 1987 no es un año cualquiera para la música en inglés, y basta con enlistar algunos de sus lanzamientos, además de ese otro enorme debut femenino, Whitney, el primero de Whitney Houston, de la mano de un consolidado Michael Jackson con Bad, el Tango in the Night de Fleetwood Mac, el Appetite for Destruction de Guns and Roses, el Hysteria de Def Leppard, el Murmur de R.E.M. y el Pleased to Meet Me de The Replacements, el Solitude Standing de Suzanne Vega, el Darklands de The Jesus and Mary Chain y el Floodland de The Sisters of Mercy, el Actually de los Pet Shop Boys, el Tunnel of Love de Bruce Springsteen y la despedida de The Smiths con Strangeways, Here We Come, así como por lo menos siete obras monumentales: Faith de George Michael, Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me, disco doble de The Cure, The Joshua Tree de los también dublineses U2 en su enamoramiento con Estados Unidos, Sign “O” the Times de Prince, Kick de INXS y, acaso el más grande de tan grande año, Music for the Masses de Depeche Mode, así como Substance, la primera compilación de New Order, y los Cloud Nine y Never Let Me Down, de los ya clásicos George Harrison y David Bowie.
Es obligado anotar que en México, además, estaba en pleno apogeo el fenómeno de “Rock en tu idioma”, extensivo de ida y vuelta a América Latina, y en Argentina Charly García lanzaba su Parte de la religión, un cuarto disco perfecto al hilo, y aún sonaba el revelador Signos de Gustavo Cerati y Soda Stereo en su disco en vivo de ese año, Ruido blanco, mientras que los Caifanes preparaban su debut para el año siguiente con “Mátenme porque me muero” y su ópera prima.
¿Cómo sobrevivir, cómo destacar entre tanta música de primer orden, no solo de grupos y cantantes más o menos noveles, sino de literales leyendas del rock y del pop, Madonna con una gira mundial entre ellos?
Aunque no fue su disco más, digamos, grande ni determinante, Sinéad O’Connor lo logró con The Lion and the Cobra, un disco distinto a cualquiera que hubiéramos escuchado antes, no solo a nivel musical, sino gracias a sus letras confesionales, dolorosas, aguerridas, como si el punk se hubiera reinventado en clave íntima, como puede escucharse en “Mandinka”, segundo y último sencillo de la obra, pero también, y sobre todo, en “Jerusalem”, en donde nos damos un primer encontronazo con el catolicismo de la cantante, esa chica nacida en Dublín, como ya anoté, el 8 de diciembre de 1966. (8 de diciembre: la fecha en la que, catorce años después, asesinarían al finalmente deconstruido John Lennon en Nueva York.)
Grabado en Londres, The Lion and the Cobra, producido por Kevin Moloney y la propia cantante, embarazada y a pocos meses de dar a luz a su primer hijo, el disco fue publicado por Ensign, sello independiente en su origen (ahí apareció el debut homónimo de The Boomtown Rats con Bob Geldof al frente) y que desde 1984 era parte de la disquera Chrysalis, y mostraba a una quintaesencial Sinéad con los brazos contra el pecho y captada en pleno rugido o ataque de serpiente, mientras que en Estados Unidos, quizá temerosos por las ventas de esa rara debutante pelona, se recurrió a una fotografía de la misma serie realizada por Haysi Fantayzee, en la cual Sinéad mira hacia abajo, las manos igualmente en cruz contra el pecho, contenida y, en apariencia, pacífica.
Para más datos, The Lion and the Cobra toma su título del salmo 91, que en su versículo 13 habla de “andar sobre (entre) el león y la cobra (o el basilisco)”, y podemos escucharlo en voz de Enya, otra cantante irlandesa que aún no era famosa (y vaya que lo fue, vaya que lo es) al inicio de “Never Get Old”. El disco, no sobra decirlo, no tuvo un éxito contundente (no en listas, reflejo de las ventas, medidor último de la industria), pero sí definitivo: Sinéad no solo se volvió una figura visible, precursora del grunge, sino que firmó contrato para una segunda, incomparable obra.
II. Nada ni nadie se compara con Sinéad (1990-1991)
Basta un sencillo para hacer historia y ese sencillo fue, en el caso de Sinéad O’Connor, “Nothing Compares 2 U”, canción original de Prince (aparecida en 1985 en el único disco de su proyecto homónimo, The Family), lanzado el 8 de enero de 1990, sepultura definitiva de los años 80. El año inolvidable de la disolución de la URSS, para más señas.
Canción romántica de duelo (¿la pérdida revisitada de la madre, muerta en un accidente automovilístico cuando Sinéad era niña?, ¿el abandono de una pareja o amante?), “Nothing Compares 2 U” realmente no se compara con nada y se desmarca de todo aquello producido en el prolífico 1990, comenzando por el Violator de Depeche Mode y su primer sencillo, “Personal Jesus”, lanzado de avanzada a finales del verano de 1989, ese mismo Jesús al que Sinéad intenta rescatar, una canción tras otra, de las manos de su némesis: la Iglesia católica, señalada por múltiples, innumerables casos de acoso y abuso infantil por parte de sus autoridades, sobre todo en la muy católica Irlanda.
El sencillo fue precedido en octubre del año anterior por “Jump in the River”, que más bien parecía una canción huérfana de The Lion and the Cobra (apareció en la banda sonora de Casada con la mafia, película de 1988 de Jonathan Demme), y sucedido por el segundo disco de Sinéad, lanzado el 20 de marzo: I Do Not Want What I Haven’t Got, es decir, no quiero aquello que no tengo.
En su portada, ahora con fondo negro y no blanco, Sinéad aparece retratada en un macro close-up, rapada, los ojos azulísimos y la mirada perdida más allá de todo, aun de sí misma, su boca en la penumbra, reflejo del video de “Nothing Compares 2 U”, en donde la vemos cantar la canción en primer plano, de principio a fin: ella y su voz y nada más.
El éxito fue rotundo y nunca jamás Sinéad volvió a tener un disco tan omnipresente y celebrado, además de, claro, vendido. A su canción de marras le siguieron los sencillos “The Emperor’s New Clothes” el 5 de junio (que parecía predecir la aparición del Nevermind de Nirvana en 1991 y la explosión definitiva del grunge a nivel mundial) y “Three Babies” el 8 de octubre, una de sus más dolorosas obras.
III. Ruptura y eternidad: la espada de Sinéad (1992-2023)
Siempre rebelde, en 1992 Sinéad O’Connor no lanzó un tercer disco ni convencional ni que prolongaba sus exploraciones musicales vertidas en sus obras previas, como puede verse desde la portada: aún rapada, la cantante luce un escotado little black dress y unos taconazos de plataforma, mira hacia el lado opuesto que su rodilla derecha, las piernas abiertas, las pantorrillas sin depilar.
¿Su título? Am I Not Your Girl?, es decir, ¿no soy yo tu chica? ¿El contenido? Básicamente standards y versiones de canciones con las que Sinéad creció, entre el jazz, la balada, los musicales, su interpretación última de las voces de divas y cantantes múltiples, evidentes y no tanto, como el primer sencillo del disco: “Success Has Made a Failure of Our Home”, canción de Johnny Mullins, un compositor norteamericano nacido en 1923.
Titulada “Success” originariamente e interpretada primero por Loretta Lynn, luego por Elvis Costello, la canción en voz de Sinéad no es distinta en esencia de su obra y preocupaciones previas, si bien convive, entre otras, con las acaso más reconocidas “Bewitched, Bothered and Bewildered” de Richard Rodgers y Lorenz Hart, “Gloomy Sunday” del poeta húngaro László Jávor (musicalizado por Rezső Seress) y “Don’t Cry for Me Argentina” de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice.
No olvidemos, obligado paréntesis, que 1992 es el año en el que Madonna lanzó su Erotica, después del abrumador, cimentador éxito de Like a Prayer en 1989 (en 1990 nos ofreció “I’m Breathless”, música basada en su aparición en la película Dick Tracy, algo parecido a lo que ocurrió en 1987 con Who’s That Girl, banda sonora también de una película).
Al final de Am I Not Your Girl?, después de una coqueta versión instrumental y reprise de “Don’t Cry for me Argentina”, la voz de Sinéad se manifiesta en un track escondido, un mensaje hablado sobre el dolor, en el que anuncia su eterno enojo con la Iglesia católica, basada en el episodio en el que Jesús corre a los cambistas de dinero del templo, que abre diciendo:
I am not a liar, and I’m not full of hatred
But I hate lies and so the liars hate me
The same who can’t stand the sight of a starving baby?
y remata:
They told us lies to take us away from God
So yeah, I am angry
But I’m not full of hate
I am full of love
God said “I bring not peace, I bring a sword”.
No sobra decir que este disco de Sinéad no fue en realidad exitoso, si bien 1992 fue el año que resultó la piedra angular de su historia y sus intenciones vitales, que iban mucho, muchísimo más allá de la música. Y así como en 1990 hizo historia con “Nothing Compares 2 U”, este año la hizo aún más.
Después de ofrecer su versión de “War” de Bob Marley en el programa estadounidense Saturday Night Live, segunda canción que cantaba esa noche, y como en una portada animada de alguno de sus discos, Sinéad dijo con imperturbable seriedad “We have confidence in the victory of good over evil”, es decir, tenemos confianza en la victoria del bien sobre el mal, y pasó a romper en pedazos una fotografía del papa Juan Pablo II, para terminar de hacer historia.
El activismo político y religioso de Sinéad no fue bienvenido por el poder de la industria musical, así como por muchos de los espectadores de la industria mediática. Poco después, y como consolidación de una bofetada moral, Sinéad fue abucheada en un concierto homenaje a Bob Dylan en el Madison Square Garden, sin que el cantante hiciera algo por evitarlo o contenerlo.
Entre uno y otro evento, muchas personas marcan la caída en desgracia de Sinéad, así como el final de su carrera, cosa muy alejada de la realidad, pero no del prejuicioso imaginario colectivo.
La carrera de Sinéad siguió hasta el último de sus días y, posterior a su condenatoria walk of shame en Manhattan, fue abrazada por muchas y muchos de sus colegas, quienes no dejaron de invitarla a compartir escenarios, como ocurrió el 24 de septiembre de 1993 en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México, en donde vi a Sinéad aparecer como una nebulosa, luego encarnada epifanía, para sumarse al canto de “Come Talk to Me” de Peter Gabriel.
Entre 1994 y 2014 Sinéad O’Connor lanzó siete discos más: desde el Universal Mother (1994), en el que le hace una notable versión de “All Apologies” a Nirvana y nos ofrece la enternecedora “Thank You for Hearing Me” (primer sencillo del disco, aún con Chrysalis, luego de la debacle), así como la nuevamente aguerrida, incendiaria “Fire On Babylon” hasta el I’m not Bossy, I’m the Boss, en cuya portada aparece como una diva vestida de látex, con pelo lacio, corto, negrísimo, y abrazada a una guitarra negra, acaso burlándose de lo que la gente esperaba de ella en su debut de 1987, círculo cerrado.
En 2018 Sinéad O’Connor devino Shuhada Davitt, luego Shuhada Sadaqat, tras convertirse al islam, en sus palabras: “La conclusión natural del viaje de cualquier teóloga inteligente”. Diecinueve años antes, en 1999 Sinéad fue ordenada como cura por una iglesia rebelde en Francia, evento no reconocido por la Iglesia católica, que no acepta que las mujeres sean curas. Se autonombró la madre Bernadette Mary, luego de donar dinero al cardenal que orquestó la ceremonia, y se disculpó por haber roto la fotografía del papa. La disculpa fue abierta, a través de la BBC, y dijo que seguramente el papa era una persona encantadora, que no lo conocía, que lo suyo, irrespetuoso, había sido la expresión de su frustración. En 2010, sin embargo, Sinéad dijo en una entrevista a The Guardian: “¿Necesitamos un pendejo papa?, ¿por qué necesitamos un papa? Cristo no necesita un representante”; y volvió a acusar a la Iglesia católica de sus abusos sexuales. Y en agosto de 2018, a través de una carta abierta al papa Francisco, pidió a la Iglesia católica que la excomulgara. Posteriormente, Sinéad dijo que había comprendido que toda su vida había sido musulmana.
En suma, religión aparte, Sinéad O’Connor grabó 33 sencillos. El último, “Trouble of the World”, no asociado a ningún disco pero sí a su perenne activismo, apareció en octubre de 2020, una versión de la obra de Mahalia Jackson, como parte de las protestas del movimiento “Black Lives Matter”.
Tu muerte me lleva a poner tu música, tus canciones, y el recuerdo omnipresente de tu voz abre mi memoria: allá voy, bajando por la carretera México-Toluca, cantando “Nothing Compares 2 U” a todo pulmón, y conduzco a toda la velocidad que mis veinte años me lo permiten, hecho, como se dice en mi país, la mocha, salgo de la universidad, quiero llegar a casa, escucharte allá.
Han pasado algunas horas y once días desde que supe y supimos de tu muerte, Sinéad, el 26 de julio de 2023, pero tu amor permanece entre nosotras, entre nosotros, así como el brillo de tu incansable espada. Siempre serás esa chica.