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Como desde hace 25 años, estas son las páginas del pasado de <i>Gatopardo</i>: el aliciente para seguir explorando los confines de un territorio.
A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. En esta edición presentamos algunos más.
Cumplimos 25 años de vida. Todo 2025 es de celebración para nosotros. Gatopardo nació con el milenio: un tiempo propicio para la renovación. Pero esta revista no inventó nada. Potenciar la escritura de periodismo con un catálogo amplio de recursos y ambición literarios, con la esperanza de impregnar de forma duradera la memoria de los lectores, ha sido la marca de numerosos y connotados editores y reporteros a lo largo de dos décadas en Latinoamérica. Lo que distinguió a Gatopardo desde el inicio fue una mezcla de amor al oficio y temperamento aventurero que resultaba inconfundible, incluso intrigante, para los lectores. Amor al oficio: se expresa en el esmero puesto al recorrer el camino que lleva a la página impresa. Temperamento aventurero: entiéndase como la inclinación a rastrear lo excepcional y convertirlo en una historia disfrutable en la pluma de los autores más talentosos.
A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. Los periodistas, escritores y fotógrafos que escapan de la monotonía de los medios tradicionales han encontrado aquí un espacio de libertad. Ojalá no se lean estas líneas como producto de la autocomplacencia o la vanidad. Sí, hay un elemento de orgullo, pero sobre todo de autoexigencia. Quienes hacemos Gatopardo fuimos en algún tiempo sus lectores. Fuimos parte del grupo de los seducidos, y mantener el hechizo (y seguir siendo un imán para los nuevos talentos) es nuestro principal interés. Nuestro trabajo consiste en mantenernos despiertos, detectar las historias e imaginar la manera más sugestiva de contarlas. Siempre habrá nuevas voces con ganas de reinventar el periodismo; nosotros seguiremos siendo guardianes de uno de los oficios más antiguos del mundo: saber contar historias.
A veces se arranca con algo con facha de hipérbole, como una “demanda histórica”, y un dato: 15 000 millones de dólares. Es el monto de la reparación del daño fijado en la demanda del Gobierno mexicano a las empresas fabricantes y distribuidoras de armas en Estados Unidos. Casi cuatro años después de que un equipo jurídico de la Secretaría de Relaciones Exteriores lanzara ese tremendo “nos vemos en tribunales”, todo se sigue interpretando en clave de escaramuza política, reanimada por los terremotos recientes que han alterado la relación entre los dos países vecinos. Es verdad, el litigio es histórico, pero no ver más allá del gesto de David frente a Goliat desdibuja su importancia. Y es que por primera vez, que tengamos memoria, un país latinoamericano argumenta, ante la comunidad internacional y con los mejores instrumentos de la razón, que en la crisis de violencia letal que lo desangra no hay responsabilidades únicas. Y en el camino se creó un antídoto para la diplomacia del descontón y el chantaje que, independientemente de la suerte que corra en los juzgados (al cierre de esta edición, la demanda estaba siendo escuchada en la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos), podrá ser de provecho si otros países, entes, organizaciones o ciudadanos lo usan con sabiduría. Laura Sánchez Ley nos da un recorrido por el conjunto de voces de las personas que le dieron forma a la demanda, sus motivaciones y las memorias de cada uno.
Hay actos de justicia que miran hacia adelante y otros que deben ponerse al día a marchas forzadas. Hace 17 años publicamos El rastro en los huesos, una inmersión en el trabajo del equipo argentino de antropología forense que nació con la misión de identificar a las víctimas de la última dictadura en aquel país, y cuyos servicios y ethos se habían extendido por el mundo. Hoy, de la mano de Felipe Gacitúa Rubio, publicamos una reverberación al otro lado de la cordillera de los Andes de aquella manera de mirar a los que mantienen viva la memoria. A raíz de la dictadura de Augusto Pinochet, en Chile hay miles de personas que todavía esperan y algunas que buscan. Los dos grupos deben cruzar el abismo de 50 años en el que fueron arrojados los desaparecidos. Nuestra conversación en estas páginas con quienes ejecutan la búsqueda, los integrantes del Programa de Derechos Humanos, revela una fuerza de voluntad y una fortaleza de espíritu conmovedores que creemos que pueden servir de ejemplo a todos aquellos que están decididos a poner las bases de la reconciliación y la concordia en el continente.
Una pareja de mecenas “amasó”, en la segunda mitad del siglo XX, una colección de arte que terminó por convertirse en el guion fiel de la modernidad de México. Tamayo, Orozco, Izquierdo, Kahlo, Rivera, Siqueiros, Gerzso, Mérida, Toledo, Soriano, Zárraga…, un acervo invaluable destinado a mostrarse ante las futuras generaciones de mexicanos, según el deseo expresado en el testamento de Natasha, la última en morir de la pareja Gelman. Pero ¿será que nada es realmente invaluable? En noviembre del año pasado cayó como balde de agua fría la noticia de que varias obras de la colección habían salido a subasta en Nueva York, hecho que redondea una trama de intriga, ambición, engaño y manipulación que puede considerarse clásica, detectivesca. Para contarla era necesario agitar datos y recuerdos que se creían estancados, y retrazar las líneas de relación entre personajes novelescos. Así lo hizo Judith Amador.
Hay dos maneras de acercarse a un archivo histórico. Se puede abrir con un sentido reverencial, tomarlo con pinzas, aislar sus partes y usarlo como pasto de la nostalgia. O se puede concebir como un documento total en el que está trazada la ruta de un largo viaje, en el que se pueden leer las decisiones tomadas por las personas que estuvieron aquí antes, y recrearse en ellas. Un mapa de la memoria, pues. Esas son las páginas del pasado de Gatopardo: el aliciente para seguir explorando los confines de un territorio. Como desde hace 25 años, gracias por leer.
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A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. En esta edición presentamos algunos más.
Cumplimos 25 años de vida. Todo 2025 es de celebración para nosotros. Gatopardo nació con el milenio: un tiempo propicio para la renovación. Pero esta revista no inventó nada. Potenciar la escritura de periodismo con un catálogo amplio de recursos y ambición literarios, con la esperanza de impregnar de forma duradera la memoria de los lectores, ha sido la marca de numerosos y connotados editores y reporteros a lo largo de dos décadas en Latinoamérica. Lo que distinguió a Gatopardo desde el inicio fue una mezcla de amor al oficio y temperamento aventurero que resultaba inconfundible, incluso intrigante, para los lectores. Amor al oficio: se expresa en el esmero puesto al recorrer el camino que lleva a la página impresa. Temperamento aventurero: entiéndase como la inclinación a rastrear lo excepcional y convertirlo en una historia disfrutable en la pluma de los autores más talentosos.
A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. Los periodistas, escritores y fotógrafos que escapan de la monotonía de los medios tradicionales han encontrado aquí un espacio de libertad. Ojalá no se lean estas líneas como producto de la autocomplacencia o la vanidad. Sí, hay un elemento de orgullo, pero sobre todo de autoexigencia. Quienes hacemos Gatopardo fuimos en algún tiempo sus lectores. Fuimos parte del grupo de los seducidos, y mantener el hechizo (y seguir siendo un imán para los nuevos talentos) es nuestro principal interés. Nuestro trabajo consiste en mantenernos despiertos, detectar las historias e imaginar la manera más sugestiva de contarlas. Siempre habrá nuevas voces con ganas de reinventar el periodismo; nosotros seguiremos siendo guardianes de uno de los oficios más antiguos del mundo: saber contar historias.
A veces se arranca con algo con facha de hipérbole, como una “demanda histórica”, y un dato: 15 000 millones de dólares. Es el monto de la reparación del daño fijado en la demanda del Gobierno mexicano a las empresas fabricantes y distribuidoras de armas en Estados Unidos. Casi cuatro años después de que un equipo jurídico de la Secretaría de Relaciones Exteriores lanzara ese tremendo “nos vemos en tribunales”, todo se sigue interpretando en clave de escaramuza política, reanimada por los terremotos recientes que han alterado la relación entre los dos países vecinos. Es verdad, el litigio es histórico, pero no ver más allá del gesto de David frente a Goliat desdibuja su importancia. Y es que por primera vez, que tengamos memoria, un país latinoamericano argumenta, ante la comunidad internacional y con los mejores instrumentos de la razón, que en la crisis de violencia letal que lo desangra no hay responsabilidades únicas. Y en el camino se creó un antídoto para la diplomacia del descontón y el chantaje que, independientemente de la suerte que corra en los juzgados (al cierre de esta edición, la demanda estaba siendo escuchada en la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos), podrá ser de provecho si otros países, entes, organizaciones o ciudadanos lo usan con sabiduría. Laura Sánchez Ley nos da un recorrido por el conjunto de voces de las personas que le dieron forma a la demanda, sus motivaciones y las memorias de cada uno.
Hay actos de justicia que miran hacia adelante y otros que deben ponerse al día a marchas forzadas. Hace 17 años publicamos El rastro en los huesos, una inmersión en el trabajo del equipo argentino de antropología forense que nació con la misión de identificar a las víctimas de la última dictadura en aquel país, y cuyos servicios y ethos se habían extendido por el mundo. Hoy, de la mano de Felipe Gacitúa Rubio, publicamos una reverberación al otro lado de la cordillera de los Andes de aquella manera de mirar a los que mantienen viva la memoria. A raíz de la dictadura de Augusto Pinochet, en Chile hay miles de personas que todavía esperan y algunas que buscan. Los dos grupos deben cruzar el abismo de 50 años en el que fueron arrojados los desaparecidos. Nuestra conversación en estas páginas con quienes ejecutan la búsqueda, los integrantes del Programa de Derechos Humanos, revela una fuerza de voluntad y una fortaleza de espíritu conmovedores que creemos que pueden servir de ejemplo a todos aquellos que están decididos a poner las bases de la reconciliación y la concordia en el continente.
Una pareja de mecenas “amasó”, en la segunda mitad del siglo XX, una colección de arte que terminó por convertirse en el guion fiel de la modernidad de México. Tamayo, Orozco, Izquierdo, Kahlo, Rivera, Siqueiros, Gerzso, Mérida, Toledo, Soriano, Zárraga…, un acervo invaluable destinado a mostrarse ante las futuras generaciones de mexicanos, según el deseo expresado en el testamento de Natasha, la última en morir de la pareja Gelman. Pero ¿será que nada es realmente invaluable? En noviembre del año pasado cayó como balde de agua fría la noticia de que varias obras de la colección habían salido a subasta en Nueva York, hecho que redondea una trama de intriga, ambición, engaño y manipulación que puede considerarse clásica, detectivesca. Para contarla era necesario agitar datos y recuerdos que se creían estancados, y retrazar las líneas de relación entre personajes novelescos. Así lo hizo Judith Amador.
Hay dos maneras de acercarse a un archivo histórico. Se puede abrir con un sentido reverencial, tomarlo con pinzas, aislar sus partes y usarlo como pasto de la nostalgia. O se puede concebir como un documento total en el que está trazada la ruta de un largo viaje, en el que se pueden leer las decisiones tomadas por las personas que estuvieron aquí antes, y recrearse en ellas. Un mapa de la memoria, pues. Esas son las páginas del pasado de Gatopardo: el aliciente para seguir explorando los confines de un territorio. Como desde hace 25 años, gracias por leer.
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Como desde hace 25 años, estas son las páginas del pasado de <i>Gatopardo</i>: el aliciente para seguir explorando los confines de un territorio.
A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. En esta edición presentamos algunos más.
Cumplimos 25 años de vida. Todo 2025 es de celebración para nosotros. Gatopardo nació con el milenio: un tiempo propicio para la renovación. Pero esta revista no inventó nada. Potenciar la escritura de periodismo con un catálogo amplio de recursos y ambición literarios, con la esperanza de impregnar de forma duradera la memoria de los lectores, ha sido la marca de numerosos y connotados editores y reporteros a lo largo de dos décadas en Latinoamérica. Lo que distinguió a Gatopardo desde el inicio fue una mezcla de amor al oficio y temperamento aventurero que resultaba inconfundible, incluso intrigante, para los lectores. Amor al oficio: se expresa en el esmero puesto al recorrer el camino que lleva a la página impresa. Temperamento aventurero: entiéndase como la inclinación a rastrear lo excepcional y convertirlo en una historia disfrutable en la pluma de los autores más talentosos.
A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. Los periodistas, escritores y fotógrafos que escapan de la monotonía de los medios tradicionales han encontrado aquí un espacio de libertad. Ojalá no se lean estas líneas como producto de la autocomplacencia o la vanidad. Sí, hay un elemento de orgullo, pero sobre todo de autoexigencia. Quienes hacemos Gatopardo fuimos en algún tiempo sus lectores. Fuimos parte del grupo de los seducidos, y mantener el hechizo (y seguir siendo un imán para los nuevos talentos) es nuestro principal interés. Nuestro trabajo consiste en mantenernos despiertos, detectar las historias e imaginar la manera más sugestiva de contarlas. Siempre habrá nuevas voces con ganas de reinventar el periodismo; nosotros seguiremos siendo guardianes de uno de los oficios más antiguos del mundo: saber contar historias.
A veces se arranca con algo con facha de hipérbole, como una “demanda histórica”, y un dato: 15 000 millones de dólares. Es el monto de la reparación del daño fijado en la demanda del Gobierno mexicano a las empresas fabricantes y distribuidoras de armas en Estados Unidos. Casi cuatro años después de que un equipo jurídico de la Secretaría de Relaciones Exteriores lanzara ese tremendo “nos vemos en tribunales”, todo se sigue interpretando en clave de escaramuza política, reanimada por los terremotos recientes que han alterado la relación entre los dos países vecinos. Es verdad, el litigio es histórico, pero no ver más allá del gesto de David frente a Goliat desdibuja su importancia. Y es que por primera vez, que tengamos memoria, un país latinoamericano argumenta, ante la comunidad internacional y con los mejores instrumentos de la razón, que en la crisis de violencia letal que lo desangra no hay responsabilidades únicas. Y en el camino se creó un antídoto para la diplomacia del descontón y el chantaje que, independientemente de la suerte que corra en los juzgados (al cierre de esta edición, la demanda estaba siendo escuchada en la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos), podrá ser de provecho si otros países, entes, organizaciones o ciudadanos lo usan con sabiduría. Laura Sánchez Ley nos da un recorrido por el conjunto de voces de las personas que le dieron forma a la demanda, sus motivaciones y las memorias de cada uno.
Hay actos de justicia que miran hacia adelante y otros que deben ponerse al día a marchas forzadas. Hace 17 años publicamos El rastro en los huesos, una inmersión en el trabajo del equipo argentino de antropología forense que nació con la misión de identificar a las víctimas de la última dictadura en aquel país, y cuyos servicios y ethos se habían extendido por el mundo. Hoy, de la mano de Felipe Gacitúa Rubio, publicamos una reverberación al otro lado de la cordillera de los Andes de aquella manera de mirar a los que mantienen viva la memoria. A raíz de la dictadura de Augusto Pinochet, en Chile hay miles de personas que todavía esperan y algunas que buscan. Los dos grupos deben cruzar el abismo de 50 años en el que fueron arrojados los desaparecidos. Nuestra conversación en estas páginas con quienes ejecutan la búsqueda, los integrantes del Programa de Derechos Humanos, revela una fuerza de voluntad y una fortaleza de espíritu conmovedores que creemos que pueden servir de ejemplo a todos aquellos que están decididos a poner las bases de la reconciliación y la concordia en el continente.
Una pareja de mecenas “amasó”, en la segunda mitad del siglo XX, una colección de arte que terminó por convertirse en el guion fiel de la modernidad de México. Tamayo, Orozco, Izquierdo, Kahlo, Rivera, Siqueiros, Gerzso, Mérida, Toledo, Soriano, Zárraga…, un acervo invaluable destinado a mostrarse ante las futuras generaciones de mexicanos, según el deseo expresado en el testamento de Natasha, la última en morir de la pareja Gelman. Pero ¿será que nada es realmente invaluable? En noviembre del año pasado cayó como balde de agua fría la noticia de que varias obras de la colección habían salido a subasta en Nueva York, hecho que redondea una trama de intriga, ambición, engaño y manipulación que puede considerarse clásica, detectivesca. Para contarla era necesario agitar datos y recuerdos que se creían estancados, y retrazar las líneas de relación entre personajes novelescos. Así lo hizo Judith Amador.
Hay dos maneras de acercarse a un archivo histórico. Se puede abrir con un sentido reverencial, tomarlo con pinzas, aislar sus partes y usarlo como pasto de la nostalgia. O se puede concebir como un documento total en el que está trazada la ruta de un largo viaje, en el que se pueden leer las decisiones tomadas por las personas que estuvieron aquí antes, y recrearse en ellas. Un mapa de la memoria, pues. Esas son las páginas del pasado de Gatopardo: el aliciente para seguir explorando los confines de un territorio. Como desde hace 25 años, gracias por leer.
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A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. En esta edición presentamos algunos más.
Cumplimos 25 años de vida. Todo 2025 es de celebración para nosotros. Gatopardo nació con el milenio: un tiempo propicio para la renovación. Pero esta revista no inventó nada. Potenciar la escritura de periodismo con un catálogo amplio de recursos y ambición literarios, con la esperanza de impregnar de forma duradera la memoria de los lectores, ha sido la marca de numerosos y connotados editores y reporteros a lo largo de dos décadas en Latinoamérica. Lo que distinguió a Gatopardo desde el inicio fue una mezcla de amor al oficio y temperamento aventurero que resultaba inconfundible, incluso intrigante, para los lectores. Amor al oficio: se expresa en el esmero puesto al recorrer el camino que lleva a la página impresa. Temperamento aventurero: entiéndase como la inclinación a rastrear lo excepcional y convertirlo en una historia disfrutable en la pluma de los autores más talentosos.
A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. Los periodistas, escritores y fotógrafos que escapan de la monotonía de los medios tradicionales han encontrado aquí un espacio de libertad. Ojalá no se lean estas líneas como producto de la autocomplacencia o la vanidad. Sí, hay un elemento de orgullo, pero sobre todo de autoexigencia. Quienes hacemos Gatopardo fuimos en algún tiempo sus lectores. Fuimos parte del grupo de los seducidos, y mantener el hechizo (y seguir siendo un imán para los nuevos talentos) es nuestro principal interés. Nuestro trabajo consiste en mantenernos despiertos, detectar las historias e imaginar la manera más sugestiva de contarlas. Siempre habrá nuevas voces con ganas de reinventar el periodismo; nosotros seguiremos siendo guardianes de uno de los oficios más antiguos del mundo: saber contar historias.
A veces se arranca con algo con facha de hipérbole, como una “demanda histórica”, y un dato: 15 000 millones de dólares. Es el monto de la reparación del daño fijado en la demanda del Gobierno mexicano a las empresas fabricantes y distribuidoras de armas en Estados Unidos. Casi cuatro años después de que un equipo jurídico de la Secretaría de Relaciones Exteriores lanzara ese tremendo “nos vemos en tribunales”, todo se sigue interpretando en clave de escaramuza política, reanimada por los terremotos recientes que han alterado la relación entre los dos países vecinos. Es verdad, el litigio es histórico, pero no ver más allá del gesto de David frente a Goliat desdibuja su importancia. Y es que por primera vez, que tengamos memoria, un país latinoamericano argumenta, ante la comunidad internacional y con los mejores instrumentos de la razón, que en la crisis de violencia letal que lo desangra no hay responsabilidades únicas. Y en el camino se creó un antídoto para la diplomacia del descontón y el chantaje que, independientemente de la suerte que corra en los juzgados (al cierre de esta edición, la demanda estaba siendo escuchada en la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos), podrá ser de provecho si otros países, entes, organizaciones o ciudadanos lo usan con sabiduría. Laura Sánchez Ley nos da un recorrido por el conjunto de voces de las personas que le dieron forma a la demanda, sus motivaciones y las memorias de cada uno.
Hay actos de justicia que miran hacia adelante y otros que deben ponerse al día a marchas forzadas. Hace 17 años publicamos El rastro en los huesos, una inmersión en el trabajo del equipo argentino de antropología forense que nació con la misión de identificar a las víctimas de la última dictadura en aquel país, y cuyos servicios y ethos se habían extendido por el mundo. Hoy, de la mano de Felipe Gacitúa Rubio, publicamos una reverberación al otro lado de la cordillera de los Andes de aquella manera de mirar a los que mantienen viva la memoria. A raíz de la dictadura de Augusto Pinochet, en Chile hay miles de personas que todavía esperan y algunas que buscan. Los dos grupos deben cruzar el abismo de 50 años en el que fueron arrojados los desaparecidos. Nuestra conversación en estas páginas con quienes ejecutan la búsqueda, los integrantes del Programa de Derechos Humanos, revela una fuerza de voluntad y una fortaleza de espíritu conmovedores que creemos que pueden servir de ejemplo a todos aquellos que están decididos a poner las bases de la reconciliación y la concordia en el continente.
Una pareja de mecenas “amasó”, en la segunda mitad del siglo XX, una colección de arte que terminó por convertirse en el guion fiel de la modernidad de México. Tamayo, Orozco, Izquierdo, Kahlo, Rivera, Siqueiros, Gerzso, Mérida, Toledo, Soriano, Zárraga…, un acervo invaluable destinado a mostrarse ante las futuras generaciones de mexicanos, según el deseo expresado en el testamento de Natasha, la última en morir de la pareja Gelman. Pero ¿será que nada es realmente invaluable? En noviembre del año pasado cayó como balde de agua fría la noticia de que varias obras de la colección habían salido a subasta en Nueva York, hecho que redondea una trama de intriga, ambición, engaño y manipulación que puede considerarse clásica, detectivesca. Para contarla era necesario agitar datos y recuerdos que se creían estancados, y retrazar las líneas de relación entre personajes novelescos. Así lo hizo Judith Amador.
Hay dos maneras de acercarse a un archivo histórico. Se puede abrir con un sentido reverencial, tomarlo con pinzas, aislar sus partes y usarlo como pasto de la nostalgia. O se puede concebir como un documento total en el que está trazada la ruta de un largo viaje, en el que se pueden leer las decisiones tomadas por las personas que estuvieron aquí antes, y recrearse en ellas. Un mapa de la memoria, pues. Esas son las páginas del pasado de Gatopardo: el aliciente para seguir explorando los confines de un territorio. Como desde hace 25 años, gracias por leer.
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Como desde hace 25 años, estas son las páginas del pasado de <i>Gatopardo</i>: el aliciente para seguir explorando los confines de un territorio.
A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. En esta edición presentamos algunos más.
Cumplimos 25 años de vida. Todo 2025 es de celebración para nosotros. Gatopardo nació con el milenio: un tiempo propicio para la renovación. Pero esta revista no inventó nada. Potenciar la escritura de periodismo con un catálogo amplio de recursos y ambición literarios, con la esperanza de impregnar de forma duradera la memoria de los lectores, ha sido la marca de numerosos y connotados editores y reporteros a lo largo de dos décadas en Latinoamérica. Lo que distinguió a Gatopardo desde el inicio fue una mezcla de amor al oficio y temperamento aventurero que resultaba inconfundible, incluso intrigante, para los lectores. Amor al oficio: se expresa en el esmero puesto al recorrer el camino que lleva a la página impresa. Temperamento aventurero: entiéndase como la inclinación a rastrear lo excepcional y convertirlo en una historia disfrutable en la pluma de los autores más talentosos.
A lo largo de cinco lustros, en estas páginas no han faltado motivos, guiños, argumentos e imágenes para que los lectores detengan su rutina por un momento y se dejen absorber. Los periodistas, escritores y fotógrafos que escapan de la monotonía de los medios tradicionales han encontrado aquí un espacio de libertad. Ojalá no se lean estas líneas como producto de la autocomplacencia o la vanidad. Sí, hay un elemento de orgullo, pero sobre todo de autoexigencia. Quienes hacemos Gatopardo fuimos en algún tiempo sus lectores. Fuimos parte del grupo de los seducidos, y mantener el hechizo (y seguir siendo un imán para los nuevos talentos) es nuestro principal interés. Nuestro trabajo consiste en mantenernos despiertos, detectar las historias e imaginar la manera más sugestiva de contarlas. Siempre habrá nuevas voces con ganas de reinventar el periodismo; nosotros seguiremos siendo guardianes de uno de los oficios más antiguos del mundo: saber contar historias.
A veces se arranca con algo con facha de hipérbole, como una “demanda histórica”, y un dato: 15 000 millones de dólares. Es el monto de la reparación del daño fijado en la demanda del Gobierno mexicano a las empresas fabricantes y distribuidoras de armas en Estados Unidos. Casi cuatro años después de que un equipo jurídico de la Secretaría de Relaciones Exteriores lanzara ese tremendo “nos vemos en tribunales”, todo se sigue interpretando en clave de escaramuza política, reanimada por los terremotos recientes que han alterado la relación entre los dos países vecinos. Es verdad, el litigio es histórico, pero no ver más allá del gesto de David frente a Goliat desdibuja su importancia. Y es que por primera vez, que tengamos memoria, un país latinoamericano argumenta, ante la comunidad internacional y con los mejores instrumentos de la razón, que en la crisis de violencia letal que lo desangra no hay responsabilidades únicas. Y en el camino se creó un antídoto para la diplomacia del descontón y el chantaje que, independientemente de la suerte que corra en los juzgados (al cierre de esta edición, la demanda estaba siendo escuchada en la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos), podrá ser de provecho si otros países, entes, organizaciones o ciudadanos lo usan con sabiduría. Laura Sánchez Ley nos da un recorrido por el conjunto de voces de las personas que le dieron forma a la demanda, sus motivaciones y las memorias de cada uno.
Hay actos de justicia que miran hacia adelante y otros que deben ponerse al día a marchas forzadas. Hace 17 años publicamos El rastro en los huesos, una inmersión en el trabajo del equipo argentino de antropología forense que nació con la misión de identificar a las víctimas de la última dictadura en aquel país, y cuyos servicios y ethos se habían extendido por el mundo. Hoy, de la mano de Felipe Gacitúa Rubio, publicamos una reverberación al otro lado de la cordillera de los Andes de aquella manera de mirar a los que mantienen viva la memoria. A raíz de la dictadura de Augusto Pinochet, en Chile hay miles de personas que todavía esperan y algunas que buscan. Los dos grupos deben cruzar el abismo de 50 años en el que fueron arrojados los desaparecidos. Nuestra conversación en estas páginas con quienes ejecutan la búsqueda, los integrantes del Programa de Derechos Humanos, revela una fuerza de voluntad y una fortaleza de espíritu conmovedores que creemos que pueden servir de ejemplo a todos aquellos que están decididos a poner las bases de la reconciliación y la concordia en el continente.
Una pareja de mecenas “amasó”, en la segunda mitad del siglo XX, una colección de arte que terminó por convertirse en el guion fiel de la modernidad de México. Tamayo, Orozco, Izquierdo, Kahlo, Rivera, Siqueiros, Gerzso, Mérida, Toledo, Soriano, Zárraga…, un acervo invaluable destinado a mostrarse ante las futuras generaciones de mexicanos, según el deseo expresado en el testamento de Natasha, la última en morir de la pareja Gelman. Pero ¿será que nada es realmente invaluable? En noviembre del año pasado cayó como balde de agua fría la noticia de que varias obras de la colección habían salido a subasta en Nueva York, hecho que redondea una trama de intriga, ambición, engaño y manipulación que puede considerarse clásica, detectivesca. Para contarla era necesario agitar datos y recuerdos que se creían estancados, y retrazar las líneas de relación entre personajes novelescos. Así lo hizo Judith Amador.
Hay dos maneras de acercarse a un archivo histórico. Se puede abrir con un sentido reverencial, tomarlo con pinzas, aislar sus partes y usarlo como pasto de la nostalgia. O se puede concebir como un documento total en el que está trazada la ruta de un largo viaje, en el que se pueden leer las decisiones tomadas por las personas que estuvieron aquí antes, y recrearse en ellas. Un mapa de la memoria, pues. Esas son las páginas del pasado de Gatopardo: el aliciente para seguir explorando los confines de un territorio. Como desde hace 25 años, gracias por leer.
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