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Planetina aparece en el episodio tres de la temporada cinco de la serie, titulado “A Rickconvenient Mort”. El episodio está plagado de claves contemporáneas que construyen un discurso ecocrítico bien fundamentado tanto en la historia como en la cultura popular.
<i>Rick & Morty</i> reconstruye el discurso medioambiental del optimismo bienintencionado del Capitán Planeta, pero convirtiéndolo en un pesimismo violento como la única alternativa para detener las crisis ecológicas.
There is only one solution for Earth’s pollution: You!
En los años noventa se transmitió por televisión una caricatura bastante peculiar: El Capitán Planeta y los planetarios, drama de aventuras que narraba la historia de un superhéroe cuya misión era salvar al mundo de la polución. En cada capítulo, los niños observábamos a un grupo de jóvenes no mayores a nosotros embarcarse en distintas cruzadas ecológicas: eran Kwame, el chico de África que dominaba la Tierra; Wheeler, el estadounidense pelirrojo que controlaba el fuego; Linka, la rubia rusa que hacía soplar el viento; Gi, la chica asiática que amaba los cuerpos de agua, y, finalmente, Ma-Ti, el sudamericano que —agotados los elementos de Empédocles— ponía el corazón como elemento invocador del Capitán.
Los planetarios se enfrentaban semana a semana con un nuevo villano que se ufanaba en destruir el medioambiente. Cada antagonista representaba una advertencia sobre los peligros de la contaminación, o del uso descontrolado de los recursos naturales y —en la mente infantil de un servidor— funcionaban también como los jinetes de un apocalipsis que parecía vaticinado para desencadenarse tarde o temprano: el grotesco Cerdonio, un empresario que promovía la sobreexplotación de recursos naturales en las zonas agrestes; la Dra. Blight, la mujer con cicatrices en el rostro cuyos inventos tecnológicos ponían en problemas a nuestros héroes; qué decir de Duke Nukem, el mutante radiactivo cuyo sueño era convertir el mundo en un santuario de la energía nuclear. Cuando la lucha llegaba a su clímax, los planetarios unían sus anillos —amuletos de poder, entregados por la diosa Gaia— para invocar al héroe quien, sin dilación, confrontaba a los villanos y restauraba el orden en el ecosistema. Los niños asistíamos a aquel espectáculo de esperanza con la convicción de que, sin importar cuán complicada fuera la hazaña, el Capitán Planeta sabría descifrarla y rescatar el ecosistema por el bien de todos.
Pasaron más de dos décadas desde la última transmisión de aquel programa y, al observar el mundo actual, puedo decir que las peores pesadillas del Capitán Planeta se han manifestado. A los terribles problemas de deforestación, la crisis hídrica en la mayoría de las grandes urbes del mundo, las inmensas islas de basura que flotan en el océano Pacífico, habría que sumar nuevas preocupaciones que el amable Capitán, en su ingenua esperanza de fin de siglo, ni siquiera era capaz de concebir: el cambio climático que año tras año es más evidente, los problemas derivados de la sobrepoblación y esa pandemia que se propagó en cuestión de días y que puso de cabeza el mundo civilizado. Ante estas nuevas realidades, uno no puede evitar preguntarse: ¿en qué condiciones se encontraba el mundo que defendía el Capitán Planeta? ¿Qué tanto se ha deteriorado en el paso de un cuarto de siglo?
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La respuesta a esta pregunta es difícil de enunciar y, por desgracia, corre el riesgo de volverse el ceremonial sermón que antecede a todas las explicaciones sobre los problemas del medioambiente. No obstante, en años recientes una de las series más populares de la animación contemporánea, Rick & Morty, la usó como pretexto para recrear al emblemático héroe de la infancia y transformarlo en una nueva versión, menos benévola pero mucho más crítica, del mundo civilizado: la bella —y temible— Planetina. Este personaje constituye una actualización —bastante pesimista, por cierto— del destino ecológico que la humanidad ha planteado para sí misma: los guionistas de Rick & Morty reconstruyen el discurso medioambiental partiendo del optimismo bienintencionado del Capitán Planeta, pero convirtiéndolo en un pesimismo violento que, en ciertos momentos, parece ser la única alternativa realista para detener la crisis ecológicas.
Planetina: diosa de la Tierra
Planetina aparece en el episodio tres de la temporada cinco de la serie, titulado “A Rickconvenient Mort”. Al principio del capítulo, vemos a Rick y Morty saliendo de una tienda de souvenirs, orgullosos de unas camisas promocionales que acaban de adquirir; su plan se ve pronto frustrado por una lluvia ácida que cae sobre la ciudad y cuyo causante se revela rápido: se trata del temible Diesel Weasel, quien advierte que su lluvia ácida destruirá todas las cosas verdes y naturales. Ante el caos sembrado por este peculiar villano —cuyo nombre es ya un dardo a la nostalgia de los antiguos fans del Capitán Planeta—, vemos aparecer la figura de Planetina que, armada con los poderes de la naturaleza, así como por una serie de diálogos musicales que terminan en rima, no tarda en derrotar a Diesel Weasel y en enunciar el slogan que resonará en momentos clave del capítulo: “Solo hay una solución para la polución: ¡Tú!”, exclama al tiempo que observa a la cámara y le guiña un ojo al espectador. A partir de este momento, el capítulo nos embarcará en una historia de amor, pues Morty, que ha presenciado todo, queda prendado al instante de aquella chica protectora del mundo natural.
La aparición de Planetina en Rick & Morty es un acierto ecocrítico por diversas razones. Primero, porque su forma de hablar, y aquellos villanos caricaturescos de motivos aparentemente inocentes —hacen el mal porque es lo que saben hacer, sin un propósito moral de por medio— apelan a la nostalgia colectiva de toda una generación: los que, como yo, nacimos en los años ochenta o noventa y fuimos educados con la bandera de que los pequeños actos cotidianos podrían cambiar el mundo. En segundo lugar, es necesario destacar que la transformación de Planetina a lo largo del capítulo resume en apenas unos minutos todo el desencanto generacional en torno a la crisis ecológica presente, ante la cual, sin importar cuántos miles de pequeños actos logramos sumar, no pudimos hacer gran cosa.
El episodio está plagado de claves contemporáneas que construyen un discurso ecocrítico bien fundamentado tanto en la historia como en la cultura popular. El título es ya una referencia relevante: “A Rickconvenient Mort” alude a uno de los documentales más importantes del discurso medioambiental contemporáneo: An inconvenient truth (2006), basado en una serie de conferencias homónimas impartidas por el expresidente de los Estados Unidos, Al Gore. En el documental, Gore se dedica a explicar cómo las emisiones descontroladas de dióxido de carbono a la atmósfera tuvieron efectos determinantes en el clima global, evidenciadas por el aumento en la temperatura. La advertencia de la película es clara: si no se hace algo para detener o, por lo menos, controlar las emisiones, eventualmente se alcanzará un punto de no retorno, y la temperatura global aumentará tanto que veremos consecuencias ambientales catastróficas.
El argumento de Gore tiene un carácter moral: la causa del cambio climático somos los seres humanos que, al hacer caso omiso a la evidencia científica, hemos continuado con nuestras prácticas de sobreexplotación de los recursos naturales, promoviendo aquellas situaciones que desequilibran el medioambiente. Según expresa Orietta Marquina en su artículo, “Una verdad incómoda” (2009):
[...] somos los causantes directos. Nuestra actividad puede agravar, aún más, el problema. No hacer nada es dejar que nuestros hijos sufran las consecuencias de nuestra inacción. La situación es tan grave que ellos no tendrían la oportunidad de contrarrestarlas. Pero, por otro lado, nuestra acción al ser planteada como causa, también se erige como la solución al problema. Como todos somos causa y solución al mismo tiempo, es que podemos hacer algo para revertir el calentamiento global. (p. 8)
En pleno 2006, la aparición de un documental como este venía acompañado por tintes esperanzadores, y cumplía con un doble objetivo: por un lado, explicar la importancia del desarrollo sustentable entre la población y, por otro, promover el cumplimiento de ciertos acuerdos internacionales de control de polución, tales como el Protocolo de Kioto firmado y adoptado en 1997, y en vigor desde 2005, cuyo objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); o bien los compromisos signados en la Carta de la Tierra, escrita en el año 2000 y que establece los valores fundamentales para promover un desarrollo sostenible, justo y pacífico en el mundo.
La motivación ética que condujo al equipo de The Climate Project a desarrollar la película An inconvenient truth es la misma que llevó al estudio de DIC Enterprises y Hanna-Barbera a desarrollar El Capitán Planeta: la idea central es que el humano tiene la capacidad de revertir el daño, y de encaminar la sociedad hacia un futuro sustentable. Lo he dicho antes: se trata de crear conciencia sobre el poder salvador de los pequeños actos cotidianos.
Planetina, al principio del capítulo, se inserta en esta misma lógica. Por eso es que apela a la conciencia del espectador y trata de hacerlo partícipe de su cruzada en pos del medioambiente. He ahí la importancia de su slogan. No obstante, esta es apenas la parte inicial del capítulo y, conforme ella y Morty van profundizando en los problemas ambientales contemporáneos, Planetina descubre que su postura sobre la salvación del medioambiente no da resultados porque los verdaderos villanos son mucho más complejos que el siniestro Diesel Weasel.
En este punto, los guionistas (Justin Roiland, Dan Harmon y Rob Schrab) emplean un elemento provocador para establecer cuánto ha decaído la preocupación medioambiental desde los noventa. Para hacerlo, nos muestran a los “niños de Planetina”, los Tina-Teers, que han invocado a la heroína desde los noventa y ya no son los jóvenes esperanzados por salvar el ecosistema. Los Tina-Teers son cuatro, y también ostentan el poder de uno de los cuatro elementos; al igual que en la serie del Capitán Planeta, cada uno representa un continente. La ausencia del quinto miembro —el corazón— se hace notar: los Tina-Teers son adultos desencantados que solo piensan en el beneficio económico —usan sus poderes para chantajear— y hacen dinero con la publicidad de la marca “Planetina”. Ellos fueron completamente consumidos por la realidad consumista.
En el episodio, los Tina-Teers pretenden vender a Planetina a un empresario de apariencia árabe de quien solo sabemos que ostenta una pecera llena de focas bebé a quienes les tiene preparado un destino funesto. Ante esta situación, Morty —quien es, por supuesto, el miembro que pone el “corazón”— aparece en la escena y, luego de asesinar a todos los Tina-Teers, libera a Planetina de la prisión mercantil donde es sometida. Con esto, le permite manifestarse de forma libre para explorar el mundo contemporáneo.
Y las cosas que Planetina verá a continuación serán combustible para transformar al personaje en la diosa vengativa de la Naturaleza.
Planetina: la furia de la Tierra
De acuerdo con la tradición más antigua de la mitología india, se considera a Kali como la diosa del tiempo, la fertilidad, la destrucción y la muerte. Sus representaciones pictóricas suelen mostrarla como una mujer de piel azulada que lleva un collar de cabezas y una falda de brazos, todos ellos obtenidos de los demonios que ha matado. En sus varias manos —usualmente cuatro— sostiene una cimitarra cubierta de sangre, la cabeza cortada de un demonio y un cuenco para contener su sangre y que de esta forma el demonio no se regenere; en algunos casos, una de sus manos muestra el Abhayamudra (mudra de bendición) como una señal de protección para sus devotos. A sus pies, se encuentra el dios Shiva (su esposo), que se ha colocado en esa posición de sometimiento y tranquilidad para apelar a los instintos bondadosos y maternales de la diosa. Según la tradición, cuando Kali se percató que yacía sobre el pecho de Shiva, cesó su furia.
De acuerdo con Mark Cartwright, autor de la entrada “Kali” (2013) en la World History Encyclopedia, el nombre Kali deriva del sánscrito, y quiere decir “la que es negra” o bien, “la que es la muerte”:
Como encarnación del tiempo, Kali devora todas las cosas, es irresistiblemente atractiva para los mortales y los dioses, y también puede representar (particularmente en tradiciones posteriores) la benevolencia de una diosa madre.
Esta dualidad de su carácter me resulta esencial para comprender su culto: la furia de Kali no es gratuita, sino que obedece a una necesidad de proteger a los suyos o, en su caso, de acabar con los demonios que amenazan el mundo.
Kali existe como la shakti (energía) liberada del dios masculino Shiva, quien forma parte de la trinidad divina junto a Brahma y Vishnu. Shiva es también el dios de la destrucción, pero una destrucción que precede a la reconstrucción y renovación del mundo. En este punto, me parece evidente considerar a Planetina una manifestación de Kali. Al igual que la diosa india, es una representación femenina del poder destructivo del Capitán Planeta, una vengadora de los espacios naturales que, sin embargo, poco o nada se interesa en la renovación del mundo humano. Su contacto con la humanidad no le da razones para ello.
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En el capítulo observamos cómo Morty acompaña a su amada en una cruzada ambientalista, pero pronto los actos salvadores de la heroína comienzan a resemblar vandalismo —poncha las llantas de miles de vehículos, incendia la casa de un senador— hasta que llegamos al momento en que Planetina libera su furia por completo; ambos llegan a una mina y tienen una confrontación con los mineros que están a punto de ingresar al subsuelo:
Planetina ¡Salgan ya! Todos ustedes, ¡salgan de ahí! ¡Están matando el planeta!
Minero Tu gente no consiguió los votos. Váyanse o haré que los arresten.
Planetina Son ustedes a los que deberían arrestar: ¡destripando la tierra, envenenando el aire que respiran sus hijos! ¿No pueden ver lo que están haciendo?
Minero Fácil para ti decirlo. ¡Tú puedes vivir como quieras! Nosotros necesitamos los trabajos. (A los mineros.) Vengan chicos, no pueden detenernos.
Morty Los detendremos la próxima vez…
Planetina ¡Ya no hay tiempo! ¿No puedes oír los gritos de la Tierra? ¡Sucios asesinos! ¡Solo hay una solución para la polución!
En este punto, la transformación queda completa. Planetina se (tras)torna en una diosa furibunda, su cuerpo se cubre de un aura flamígera y procede a asesinar a todos los presentes en la mina, excepto, por supuesto, a su amado Morty.
El enemigo en las sombras
La discusión planteada en la serie con respecto a la responsabilidad ambiental me resulta notable y muy pertinente con nuestros tiempos. De acuerdo con la autora Susanne C. Knittel, autora del artículo “Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus” (2023), la actual crisis ambiental es equiparable a los procesos que conducen a un genocidio. En este caso, no obstante, nos encontramos en una situación que no solo afecta a las personas vivas en toda la Tierra, sino que además plantea una violencia contra aquellos que aún no nacen o no son lo suficientemente adultos como para asumir una responsabilidad ecológica. La palabra clave aquí es responsabilidad, ¿quién es el responsable de esta crisis creciente? Sigue la autora:
Puede resultar difícil señalar a un culpable específico o establecer la causalidad o la intención, o incluso reconocer lo que está sucediendo como violencia. En el caso de ciertas formas de ecocidio, puede resultar relativamente claro quiénes son los perpetradores y las víctimas de actos específicos, pero en los casos de ‘violencia lenta’ (Nixon, 2011), donde las causas y los efectos están más separados o suceden en diferentes escalas, puede resultar difícil o imposible rastrear estos efectos hasta llegar a causas singulares.
A pesar de esto, es innegable que alguien debe pagar. Para Planetina, un ser que trasciende la humanidad y que roza lo divino, los culpables del ecocidio somos los humanos. No le cabe la menor duda al respecto, mientras se transforma en Kali y barre, con su espada flamígera, a todos los demonios que maltratan a su propia madre, la Tierra. Si bien esta idea puede resultar exagerada —además de que contiene un evidente sesgo dramático— considero que su perspectiva no se aleja de la visión ambiental tradicional.
Esperanzador y optimista como solía ser, el discurso ecológico de los noventa se caracterizaba por recomendar al ciudadano común llevar a cabo prácticas en pro del medioambiente. Al final de cada episodio, el Capitán Planeta aparecía para proveer a los televidentes las directrices “para salvar a nuestro mundo”: separar la basura, reciclar plásticos o vidrios o papel, apagar las luces cuando no se usaban y, por supuesto, cuidar el agua. ¡Cuidar el agua porque es nuestro bien más preciado! Cada una de estas acciones es importante, y no es mi intención insinuar que no vale la pena que, desde nuestra propia trinchera, cuidemos el medioambiente. Por el contrario, estoy convencido de que, a estas alturas, cada mínimo esfuerzo es importante.
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Hago esta acotación para señalar algo que me parece vital acerca del discurso ecológico recibido por mi generación: la responsabilidad ética de la contaminación se ha colocado a lo largo de los años en los hombros del ciudadano común y en sus pequeños actos cotidianos. Sin embargo, la realidad nos revela al verdadero enemigo del medioambiente y no es cada uno de nosotros, sino algo mucho más grande que nos somete por completo: el problema es nuestra cultura de consumo y, por supuesto, la industria neoliberal que día tras día clava sus fauces hambrientas en la carne de la Tierra.
Cuán difícil ha sido para alguien educado en los noventa darse cuenta de que reciclar una botella de plástico en poco o nada afecta el proceso de la contaminación, sobre todo porque sabemos que, de acuerdo con el Programa de Medio Ambiente de la ONU, cada año se producen alrededor de 430 millones de toneladas de plástico. Qué complejo contarle a la persona que lleva décadas reutilizando el agua de su lavadora para bajarle al inodoro o para regar su jardín, que sus litros ahorrados son nimios comparados con los casi 55 812 691 000 millones de litros de agua que Coca-Cola —tan solo esa refresquera— extrae del subsuelo cada año, según datos arrojados por el estudio “En México no falta agua, sobra chatarra”, de Karina Velázquez. Es terrible tener que confesarle al niño que fuimos que aquella esperanza del capitán azul carecía de un sustento real o —acaso— posible.
Cuando termina el capítulo, el horrorizado Morty todavía recibe una última visita de su diosa enamorada:
Morty Por favor, vete. Y ya no quiero verte.
Planetina ¿Ni siquiera quieres que intentemos hacer que funcione? Estuvimos tan cerca.
Morty Mataste a 300 personas.
Planetina Y tú mataste a mis niños.
Morty Te iban a vender para siempre. Eddie intentó matarme. Esos mineros eran inocentes…
Planetina Esos mineros “inocentes” votaron para poner en el poder a hombres que protegerían sus preciados trabajos para que pudieran comprar más basura plástica y comer los cadáveres de animales torturados. ¡El sistema está roto, Morty! Esta es la única forma en que puedo salvar la Tierra…, la única forma en que puedo salvarte.
Morty Si esa es la única forma, entonces no quiero que me salves. Por favor, vete.
Luego de este intercambio, los personajes se despiden. Nosotros, los espectadores, nos quedamos llenos de preguntas.
Hay cierta amargura que no puedo ocultar al terminar un ensayo como este, en el cual no existen los finales felices. A lo largo de los años, algunas imágenes me han remitido al Capitán Planeta y al reciente personaje de Planetina. Pensé en la diosa furibunda, por ejemplo, en aquellas tardes en que manejaba por las carreteras del sur de Jalisco, y contemplaba las miles de hectáreas de bosque sacrificadas al fuego solo con el propósito de promover el cambio de uso de suelo para la siembra de agave o aguacate. La inmensa nube de humo asesino cubrió el sol de Tlayolan por completo y dejó a mi pueblo en las sombras. ¿Quién es culpable de estas señales que preceden el fin del mundo? ¿Cuánta de esa responsabilidad me pertenece individualmente?
Imaginé a Planetina destruyendo los convoyes de camionetas llenas de gasolina que suben a las regiones más profundas de la Sierra del Tigre para regar los árboles y encender un fuego que arderá por días y dolerá por décadas. Y si bien, al igual que Morty, estoy convencido de que la salvación del medioambiente no puede estar supeditada a la extinción de la especie humana, no puedo sino asumir, con nostalgia y vergüenza, que después de todos estos años fuimos derrotados, y los villanos ganaron la batalla contra el Capitán Planeta: el Cerdonio ruin de nuestros tiempos es probablemente un cacique agroindustrial, dueño de algunos bancos y con fuertes sumas invertidas en las oficinas de gobierno correctas porque “el sistema está roto”.
Desconozco si alguna vez veremos a la diosa Gaia surgir de entre las entrañas de la Tierra convertida en la indómita Kali. Si sus fauces poderosas devorarán por igual al oficinista que gasta 365 envases de agua embotellada al año que al empresario que envenena el campo con plaguicidas. Ante esto me resta seguir haciendo actos cotidianos: vaciar el mar de lixiviado que es nuestro siglo con el cuenco trémulo de la mano.
Al final solo me queda la pregunta: si la diosa terrestre empieza a buscar responsables, ¿cuántos de nosotros esconderemos la mano?
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Referencias
Adult Swim. (2021). A Rickconvenient Mort (Temporada 5, Episodio 3) [Serie de televisión]. En D. Harmon & J. Roiland (Productores), Rick and Morty. Adult Swim.
Cartwright, M. (2013). Kali. En World History Encyclopedia. https://www.worldhistory.org/Kali/
Guggenheim, D. (2006). An Inconvenient Truth. Paramount Vantage.
Knittel, S.C. (2023). Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus. Memory Studies, 16(6), 1563-1578. https://doi.org/10.1177/17506980231202747
Marquina, O. (2009). Una verdad incómoda. Educación, 18(34), 7-18.
O’Keefe, N. (Productor). (1990–1996). El Capitán Planeta y los planetarios [Serie de televisión]. DIC Enterprises; Hanna-Barbera Productions; Turner Program Services.
Velázquez, K. (2021). "En México no falta agua, sobra chatarra". Bocado, febrero. https://bocado.lat/en-mexico-no-falta-agua-sobra-chatarra/
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<i>Rick & Morty</i> reconstruye el discurso medioambiental del optimismo bienintencionado del Capitán Planeta, pero convirtiéndolo en un pesimismo violento como la única alternativa para detener las crisis ecológicas.
There is only one solution for Earth’s pollution: You!
En los años noventa se transmitió por televisión una caricatura bastante peculiar: El Capitán Planeta y los planetarios, drama de aventuras que narraba la historia de un superhéroe cuya misión era salvar al mundo de la polución. En cada capítulo, los niños observábamos a un grupo de jóvenes no mayores a nosotros embarcarse en distintas cruzadas ecológicas: eran Kwame, el chico de África que dominaba la Tierra; Wheeler, el estadounidense pelirrojo que controlaba el fuego; Linka, la rubia rusa que hacía soplar el viento; Gi, la chica asiática que amaba los cuerpos de agua, y, finalmente, Ma-Ti, el sudamericano que —agotados los elementos de Empédocles— ponía el corazón como elemento invocador del Capitán.
Los planetarios se enfrentaban semana a semana con un nuevo villano que se ufanaba en destruir el medioambiente. Cada antagonista representaba una advertencia sobre los peligros de la contaminación, o del uso descontrolado de los recursos naturales y —en la mente infantil de un servidor— funcionaban también como los jinetes de un apocalipsis que parecía vaticinado para desencadenarse tarde o temprano: el grotesco Cerdonio, un empresario que promovía la sobreexplotación de recursos naturales en las zonas agrestes; la Dra. Blight, la mujer con cicatrices en el rostro cuyos inventos tecnológicos ponían en problemas a nuestros héroes; qué decir de Duke Nukem, el mutante radiactivo cuyo sueño era convertir el mundo en un santuario de la energía nuclear. Cuando la lucha llegaba a su clímax, los planetarios unían sus anillos —amuletos de poder, entregados por la diosa Gaia— para invocar al héroe quien, sin dilación, confrontaba a los villanos y restauraba el orden en el ecosistema. Los niños asistíamos a aquel espectáculo de esperanza con la convicción de que, sin importar cuán complicada fuera la hazaña, el Capitán Planeta sabría descifrarla y rescatar el ecosistema por el bien de todos.
Pasaron más de dos décadas desde la última transmisión de aquel programa y, al observar el mundo actual, puedo decir que las peores pesadillas del Capitán Planeta se han manifestado. A los terribles problemas de deforestación, la crisis hídrica en la mayoría de las grandes urbes del mundo, las inmensas islas de basura que flotan en el océano Pacífico, habría que sumar nuevas preocupaciones que el amable Capitán, en su ingenua esperanza de fin de siglo, ni siquiera era capaz de concebir: el cambio climático que año tras año es más evidente, los problemas derivados de la sobrepoblación y esa pandemia que se propagó en cuestión de días y que puso de cabeza el mundo civilizado. Ante estas nuevas realidades, uno no puede evitar preguntarse: ¿en qué condiciones se encontraba el mundo que defendía el Capitán Planeta? ¿Qué tanto se ha deteriorado en el paso de un cuarto de siglo?
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La respuesta a esta pregunta es difícil de enunciar y, por desgracia, corre el riesgo de volverse el ceremonial sermón que antecede a todas las explicaciones sobre los problemas del medioambiente. No obstante, en años recientes una de las series más populares de la animación contemporánea, Rick & Morty, la usó como pretexto para recrear al emblemático héroe de la infancia y transformarlo en una nueva versión, menos benévola pero mucho más crítica, del mundo civilizado: la bella —y temible— Planetina. Este personaje constituye una actualización —bastante pesimista, por cierto— del destino ecológico que la humanidad ha planteado para sí misma: los guionistas de Rick & Morty reconstruyen el discurso medioambiental partiendo del optimismo bienintencionado del Capitán Planeta, pero convirtiéndolo en un pesimismo violento que, en ciertos momentos, parece ser la única alternativa realista para detener la crisis ecológicas.
Planetina: diosa de la Tierra
Planetina aparece en el episodio tres de la temporada cinco de la serie, titulado “A Rickconvenient Mort”. Al principio del capítulo, vemos a Rick y Morty saliendo de una tienda de souvenirs, orgullosos de unas camisas promocionales que acaban de adquirir; su plan se ve pronto frustrado por una lluvia ácida que cae sobre la ciudad y cuyo causante se revela rápido: se trata del temible Diesel Weasel, quien advierte que su lluvia ácida destruirá todas las cosas verdes y naturales. Ante el caos sembrado por este peculiar villano —cuyo nombre es ya un dardo a la nostalgia de los antiguos fans del Capitán Planeta—, vemos aparecer la figura de Planetina que, armada con los poderes de la naturaleza, así como por una serie de diálogos musicales que terminan en rima, no tarda en derrotar a Diesel Weasel y en enunciar el slogan que resonará en momentos clave del capítulo: “Solo hay una solución para la polución: ¡Tú!”, exclama al tiempo que observa a la cámara y le guiña un ojo al espectador. A partir de este momento, el capítulo nos embarcará en una historia de amor, pues Morty, que ha presenciado todo, queda prendado al instante de aquella chica protectora del mundo natural.
La aparición de Planetina en Rick & Morty es un acierto ecocrítico por diversas razones. Primero, porque su forma de hablar, y aquellos villanos caricaturescos de motivos aparentemente inocentes —hacen el mal porque es lo que saben hacer, sin un propósito moral de por medio— apelan a la nostalgia colectiva de toda una generación: los que, como yo, nacimos en los años ochenta o noventa y fuimos educados con la bandera de que los pequeños actos cotidianos podrían cambiar el mundo. En segundo lugar, es necesario destacar que la transformación de Planetina a lo largo del capítulo resume en apenas unos minutos todo el desencanto generacional en torno a la crisis ecológica presente, ante la cual, sin importar cuántos miles de pequeños actos logramos sumar, no pudimos hacer gran cosa.
El episodio está plagado de claves contemporáneas que construyen un discurso ecocrítico bien fundamentado tanto en la historia como en la cultura popular. El título es ya una referencia relevante: “A Rickconvenient Mort” alude a uno de los documentales más importantes del discurso medioambiental contemporáneo: An inconvenient truth (2006), basado en una serie de conferencias homónimas impartidas por el expresidente de los Estados Unidos, Al Gore. En el documental, Gore se dedica a explicar cómo las emisiones descontroladas de dióxido de carbono a la atmósfera tuvieron efectos determinantes en el clima global, evidenciadas por el aumento en la temperatura. La advertencia de la película es clara: si no se hace algo para detener o, por lo menos, controlar las emisiones, eventualmente se alcanzará un punto de no retorno, y la temperatura global aumentará tanto que veremos consecuencias ambientales catastróficas.
El argumento de Gore tiene un carácter moral: la causa del cambio climático somos los seres humanos que, al hacer caso omiso a la evidencia científica, hemos continuado con nuestras prácticas de sobreexplotación de los recursos naturales, promoviendo aquellas situaciones que desequilibran el medioambiente. Según expresa Orietta Marquina en su artículo, “Una verdad incómoda” (2009):
[...] somos los causantes directos. Nuestra actividad puede agravar, aún más, el problema. No hacer nada es dejar que nuestros hijos sufran las consecuencias de nuestra inacción. La situación es tan grave que ellos no tendrían la oportunidad de contrarrestarlas. Pero, por otro lado, nuestra acción al ser planteada como causa, también se erige como la solución al problema. Como todos somos causa y solución al mismo tiempo, es que podemos hacer algo para revertir el calentamiento global. (p. 8)
En pleno 2006, la aparición de un documental como este venía acompañado por tintes esperanzadores, y cumplía con un doble objetivo: por un lado, explicar la importancia del desarrollo sustentable entre la población y, por otro, promover el cumplimiento de ciertos acuerdos internacionales de control de polución, tales como el Protocolo de Kioto firmado y adoptado en 1997, y en vigor desde 2005, cuyo objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); o bien los compromisos signados en la Carta de la Tierra, escrita en el año 2000 y que establece los valores fundamentales para promover un desarrollo sostenible, justo y pacífico en el mundo.
La motivación ética que condujo al equipo de The Climate Project a desarrollar la película An inconvenient truth es la misma que llevó al estudio de DIC Enterprises y Hanna-Barbera a desarrollar El Capitán Planeta: la idea central es que el humano tiene la capacidad de revertir el daño, y de encaminar la sociedad hacia un futuro sustentable. Lo he dicho antes: se trata de crear conciencia sobre el poder salvador de los pequeños actos cotidianos.
Planetina, al principio del capítulo, se inserta en esta misma lógica. Por eso es que apela a la conciencia del espectador y trata de hacerlo partícipe de su cruzada en pos del medioambiente. He ahí la importancia de su slogan. No obstante, esta es apenas la parte inicial del capítulo y, conforme ella y Morty van profundizando en los problemas ambientales contemporáneos, Planetina descubre que su postura sobre la salvación del medioambiente no da resultados porque los verdaderos villanos son mucho más complejos que el siniestro Diesel Weasel.
En este punto, los guionistas (Justin Roiland, Dan Harmon y Rob Schrab) emplean un elemento provocador para establecer cuánto ha decaído la preocupación medioambiental desde los noventa. Para hacerlo, nos muestran a los “niños de Planetina”, los Tina-Teers, que han invocado a la heroína desde los noventa y ya no son los jóvenes esperanzados por salvar el ecosistema. Los Tina-Teers son cuatro, y también ostentan el poder de uno de los cuatro elementos; al igual que en la serie del Capitán Planeta, cada uno representa un continente. La ausencia del quinto miembro —el corazón— se hace notar: los Tina-Teers son adultos desencantados que solo piensan en el beneficio económico —usan sus poderes para chantajear— y hacen dinero con la publicidad de la marca “Planetina”. Ellos fueron completamente consumidos por la realidad consumista.
En el episodio, los Tina-Teers pretenden vender a Planetina a un empresario de apariencia árabe de quien solo sabemos que ostenta una pecera llena de focas bebé a quienes les tiene preparado un destino funesto. Ante esta situación, Morty —quien es, por supuesto, el miembro que pone el “corazón”— aparece en la escena y, luego de asesinar a todos los Tina-Teers, libera a Planetina de la prisión mercantil donde es sometida. Con esto, le permite manifestarse de forma libre para explorar el mundo contemporáneo.
Y las cosas que Planetina verá a continuación serán combustible para transformar al personaje en la diosa vengativa de la Naturaleza.
Planetina: la furia de la Tierra
De acuerdo con la tradición más antigua de la mitología india, se considera a Kali como la diosa del tiempo, la fertilidad, la destrucción y la muerte. Sus representaciones pictóricas suelen mostrarla como una mujer de piel azulada que lleva un collar de cabezas y una falda de brazos, todos ellos obtenidos de los demonios que ha matado. En sus varias manos —usualmente cuatro— sostiene una cimitarra cubierta de sangre, la cabeza cortada de un demonio y un cuenco para contener su sangre y que de esta forma el demonio no se regenere; en algunos casos, una de sus manos muestra el Abhayamudra (mudra de bendición) como una señal de protección para sus devotos. A sus pies, se encuentra el dios Shiva (su esposo), que se ha colocado en esa posición de sometimiento y tranquilidad para apelar a los instintos bondadosos y maternales de la diosa. Según la tradición, cuando Kali se percató que yacía sobre el pecho de Shiva, cesó su furia.
De acuerdo con Mark Cartwright, autor de la entrada “Kali” (2013) en la World History Encyclopedia, el nombre Kali deriva del sánscrito, y quiere decir “la que es negra” o bien, “la que es la muerte”:
Como encarnación del tiempo, Kali devora todas las cosas, es irresistiblemente atractiva para los mortales y los dioses, y también puede representar (particularmente en tradiciones posteriores) la benevolencia de una diosa madre.
Esta dualidad de su carácter me resulta esencial para comprender su culto: la furia de Kali no es gratuita, sino que obedece a una necesidad de proteger a los suyos o, en su caso, de acabar con los demonios que amenazan el mundo.
Kali existe como la shakti (energía) liberada del dios masculino Shiva, quien forma parte de la trinidad divina junto a Brahma y Vishnu. Shiva es también el dios de la destrucción, pero una destrucción que precede a la reconstrucción y renovación del mundo. En este punto, me parece evidente considerar a Planetina una manifestación de Kali. Al igual que la diosa india, es una representación femenina del poder destructivo del Capitán Planeta, una vengadora de los espacios naturales que, sin embargo, poco o nada se interesa en la renovación del mundo humano. Su contacto con la humanidad no le da razones para ello.
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En el capítulo observamos cómo Morty acompaña a su amada en una cruzada ambientalista, pero pronto los actos salvadores de la heroína comienzan a resemblar vandalismo —poncha las llantas de miles de vehículos, incendia la casa de un senador— hasta que llegamos al momento en que Planetina libera su furia por completo; ambos llegan a una mina y tienen una confrontación con los mineros que están a punto de ingresar al subsuelo:
Planetina ¡Salgan ya! Todos ustedes, ¡salgan de ahí! ¡Están matando el planeta!
Minero Tu gente no consiguió los votos. Váyanse o haré que los arresten.
Planetina Son ustedes a los que deberían arrestar: ¡destripando la tierra, envenenando el aire que respiran sus hijos! ¿No pueden ver lo que están haciendo?
Minero Fácil para ti decirlo. ¡Tú puedes vivir como quieras! Nosotros necesitamos los trabajos. (A los mineros.) Vengan chicos, no pueden detenernos.
Morty Los detendremos la próxima vez…
Planetina ¡Ya no hay tiempo! ¿No puedes oír los gritos de la Tierra? ¡Sucios asesinos! ¡Solo hay una solución para la polución!
En este punto, la transformación queda completa. Planetina se (tras)torna en una diosa furibunda, su cuerpo se cubre de un aura flamígera y procede a asesinar a todos los presentes en la mina, excepto, por supuesto, a su amado Morty.
El enemigo en las sombras
La discusión planteada en la serie con respecto a la responsabilidad ambiental me resulta notable y muy pertinente con nuestros tiempos. De acuerdo con la autora Susanne C. Knittel, autora del artículo “Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus” (2023), la actual crisis ambiental es equiparable a los procesos que conducen a un genocidio. En este caso, no obstante, nos encontramos en una situación que no solo afecta a las personas vivas en toda la Tierra, sino que además plantea una violencia contra aquellos que aún no nacen o no son lo suficientemente adultos como para asumir una responsabilidad ecológica. La palabra clave aquí es responsabilidad, ¿quién es el responsable de esta crisis creciente? Sigue la autora:
Puede resultar difícil señalar a un culpable específico o establecer la causalidad o la intención, o incluso reconocer lo que está sucediendo como violencia. En el caso de ciertas formas de ecocidio, puede resultar relativamente claro quiénes son los perpetradores y las víctimas de actos específicos, pero en los casos de ‘violencia lenta’ (Nixon, 2011), donde las causas y los efectos están más separados o suceden en diferentes escalas, puede resultar difícil o imposible rastrear estos efectos hasta llegar a causas singulares.
A pesar de esto, es innegable que alguien debe pagar. Para Planetina, un ser que trasciende la humanidad y que roza lo divino, los culpables del ecocidio somos los humanos. No le cabe la menor duda al respecto, mientras se transforma en Kali y barre, con su espada flamígera, a todos los demonios que maltratan a su propia madre, la Tierra. Si bien esta idea puede resultar exagerada —además de que contiene un evidente sesgo dramático— considero que su perspectiva no se aleja de la visión ambiental tradicional.
Esperanzador y optimista como solía ser, el discurso ecológico de los noventa se caracterizaba por recomendar al ciudadano común llevar a cabo prácticas en pro del medioambiente. Al final de cada episodio, el Capitán Planeta aparecía para proveer a los televidentes las directrices “para salvar a nuestro mundo”: separar la basura, reciclar plásticos o vidrios o papel, apagar las luces cuando no se usaban y, por supuesto, cuidar el agua. ¡Cuidar el agua porque es nuestro bien más preciado! Cada una de estas acciones es importante, y no es mi intención insinuar que no vale la pena que, desde nuestra propia trinchera, cuidemos el medioambiente. Por el contrario, estoy convencido de que, a estas alturas, cada mínimo esfuerzo es importante.
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Hago esta acotación para señalar algo que me parece vital acerca del discurso ecológico recibido por mi generación: la responsabilidad ética de la contaminación se ha colocado a lo largo de los años en los hombros del ciudadano común y en sus pequeños actos cotidianos. Sin embargo, la realidad nos revela al verdadero enemigo del medioambiente y no es cada uno de nosotros, sino algo mucho más grande que nos somete por completo: el problema es nuestra cultura de consumo y, por supuesto, la industria neoliberal que día tras día clava sus fauces hambrientas en la carne de la Tierra.
Cuán difícil ha sido para alguien educado en los noventa darse cuenta de que reciclar una botella de plástico en poco o nada afecta el proceso de la contaminación, sobre todo porque sabemos que, de acuerdo con el Programa de Medio Ambiente de la ONU, cada año se producen alrededor de 430 millones de toneladas de plástico. Qué complejo contarle a la persona que lleva décadas reutilizando el agua de su lavadora para bajarle al inodoro o para regar su jardín, que sus litros ahorrados son nimios comparados con los casi 55 812 691 000 millones de litros de agua que Coca-Cola —tan solo esa refresquera— extrae del subsuelo cada año, según datos arrojados por el estudio “En México no falta agua, sobra chatarra”, de Karina Velázquez. Es terrible tener que confesarle al niño que fuimos que aquella esperanza del capitán azul carecía de un sustento real o —acaso— posible.
Cuando termina el capítulo, el horrorizado Morty todavía recibe una última visita de su diosa enamorada:
Morty Por favor, vete. Y ya no quiero verte.
Planetina ¿Ni siquiera quieres que intentemos hacer que funcione? Estuvimos tan cerca.
Morty Mataste a 300 personas.
Planetina Y tú mataste a mis niños.
Morty Te iban a vender para siempre. Eddie intentó matarme. Esos mineros eran inocentes…
Planetina Esos mineros “inocentes” votaron para poner en el poder a hombres que protegerían sus preciados trabajos para que pudieran comprar más basura plástica y comer los cadáveres de animales torturados. ¡El sistema está roto, Morty! Esta es la única forma en que puedo salvar la Tierra…, la única forma en que puedo salvarte.
Morty Si esa es la única forma, entonces no quiero que me salves. Por favor, vete.
Luego de este intercambio, los personajes se despiden. Nosotros, los espectadores, nos quedamos llenos de preguntas.
Hay cierta amargura que no puedo ocultar al terminar un ensayo como este, en el cual no existen los finales felices. A lo largo de los años, algunas imágenes me han remitido al Capitán Planeta y al reciente personaje de Planetina. Pensé en la diosa furibunda, por ejemplo, en aquellas tardes en que manejaba por las carreteras del sur de Jalisco, y contemplaba las miles de hectáreas de bosque sacrificadas al fuego solo con el propósito de promover el cambio de uso de suelo para la siembra de agave o aguacate. La inmensa nube de humo asesino cubrió el sol de Tlayolan por completo y dejó a mi pueblo en las sombras. ¿Quién es culpable de estas señales que preceden el fin del mundo? ¿Cuánta de esa responsabilidad me pertenece individualmente?
Imaginé a Planetina destruyendo los convoyes de camionetas llenas de gasolina que suben a las regiones más profundas de la Sierra del Tigre para regar los árboles y encender un fuego que arderá por días y dolerá por décadas. Y si bien, al igual que Morty, estoy convencido de que la salvación del medioambiente no puede estar supeditada a la extinción de la especie humana, no puedo sino asumir, con nostalgia y vergüenza, que después de todos estos años fuimos derrotados, y los villanos ganaron la batalla contra el Capitán Planeta: el Cerdonio ruin de nuestros tiempos es probablemente un cacique agroindustrial, dueño de algunos bancos y con fuertes sumas invertidas en las oficinas de gobierno correctas porque “el sistema está roto”.
Desconozco si alguna vez veremos a la diosa Gaia surgir de entre las entrañas de la Tierra convertida en la indómita Kali. Si sus fauces poderosas devorarán por igual al oficinista que gasta 365 envases de agua embotellada al año que al empresario que envenena el campo con plaguicidas. Ante esto me resta seguir haciendo actos cotidianos: vaciar el mar de lixiviado que es nuestro siglo con el cuenco trémulo de la mano.
Al final solo me queda la pregunta: si la diosa terrestre empieza a buscar responsables, ¿cuántos de nosotros esconderemos la mano?
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Referencias
Adult Swim. (2021). A Rickconvenient Mort (Temporada 5, Episodio 3) [Serie de televisión]. En D. Harmon & J. Roiland (Productores), Rick and Morty. Adult Swim.
Cartwright, M. (2013). Kali. En World History Encyclopedia. https://www.worldhistory.org/Kali/
Guggenheim, D. (2006). An Inconvenient Truth. Paramount Vantage.
Knittel, S.C. (2023). Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus. Memory Studies, 16(6), 1563-1578. https://doi.org/10.1177/17506980231202747
Marquina, O. (2009). Una verdad incómoda. Educación, 18(34), 7-18.
O’Keefe, N. (Productor). (1990–1996). El Capitán Planeta y los planetarios [Serie de televisión]. DIC Enterprises; Hanna-Barbera Productions; Turner Program Services.
Velázquez, K. (2021). "En México no falta agua, sobra chatarra". Bocado, febrero. https://bocado.lat/en-mexico-no-falta-agua-sobra-chatarra/
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Planetina aparece en el episodio tres de la temporada cinco de la serie, titulado “A Rickconvenient Mort”. El episodio está plagado de claves contemporáneas que construyen un discurso ecocrítico bien fundamentado tanto en la historia como en la cultura popular.
<i>Rick & Morty</i> reconstruye el discurso medioambiental del optimismo bienintencionado del Capitán Planeta, pero convirtiéndolo en un pesimismo violento como la única alternativa para detener las crisis ecológicas.
There is only one solution for Earth’s pollution: You!
En los años noventa se transmitió por televisión una caricatura bastante peculiar: El Capitán Planeta y los planetarios, drama de aventuras que narraba la historia de un superhéroe cuya misión era salvar al mundo de la polución. En cada capítulo, los niños observábamos a un grupo de jóvenes no mayores a nosotros embarcarse en distintas cruzadas ecológicas: eran Kwame, el chico de África que dominaba la Tierra; Wheeler, el estadounidense pelirrojo que controlaba el fuego; Linka, la rubia rusa que hacía soplar el viento; Gi, la chica asiática que amaba los cuerpos de agua, y, finalmente, Ma-Ti, el sudamericano que —agotados los elementos de Empédocles— ponía el corazón como elemento invocador del Capitán.
Los planetarios se enfrentaban semana a semana con un nuevo villano que se ufanaba en destruir el medioambiente. Cada antagonista representaba una advertencia sobre los peligros de la contaminación, o del uso descontrolado de los recursos naturales y —en la mente infantil de un servidor— funcionaban también como los jinetes de un apocalipsis que parecía vaticinado para desencadenarse tarde o temprano: el grotesco Cerdonio, un empresario que promovía la sobreexplotación de recursos naturales en las zonas agrestes; la Dra. Blight, la mujer con cicatrices en el rostro cuyos inventos tecnológicos ponían en problemas a nuestros héroes; qué decir de Duke Nukem, el mutante radiactivo cuyo sueño era convertir el mundo en un santuario de la energía nuclear. Cuando la lucha llegaba a su clímax, los planetarios unían sus anillos —amuletos de poder, entregados por la diosa Gaia— para invocar al héroe quien, sin dilación, confrontaba a los villanos y restauraba el orden en el ecosistema. Los niños asistíamos a aquel espectáculo de esperanza con la convicción de que, sin importar cuán complicada fuera la hazaña, el Capitán Planeta sabría descifrarla y rescatar el ecosistema por el bien de todos.
Pasaron más de dos décadas desde la última transmisión de aquel programa y, al observar el mundo actual, puedo decir que las peores pesadillas del Capitán Planeta se han manifestado. A los terribles problemas de deforestación, la crisis hídrica en la mayoría de las grandes urbes del mundo, las inmensas islas de basura que flotan en el océano Pacífico, habría que sumar nuevas preocupaciones que el amable Capitán, en su ingenua esperanza de fin de siglo, ni siquiera era capaz de concebir: el cambio climático que año tras año es más evidente, los problemas derivados de la sobrepoblación y esa pandemia que se propagó en cuestión de días y que puso de cabeza el mundo civilizado. Ante estas nuevas realidades, uno no puede evitar preguntarse: ¿en qué condiciones se encontraba el mundo que defendía el Capitán Planeta? ¿Qué tanto se ha deteriorado en el paso de un cuarto de siglo?
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La respuesta a esta pregunta es difícil de enunciar y, por desgracia, corre el riesgo de volverse el ceremonial sermón que antecede a todas las explicaciones sobre los problemas del medioambiente. No obstante, en años recientes una de las series más populares de la animación contemporánea, Rick & Morty, la usó como pretexto para recrear al emblemático héroe de la infancia y transformarlo en una nueva versión, menos benévola pero mucho más crítica, del mundo civilizado: la bella —y temible— Planetina. Este personaje constituye una actualización —bastante pesimista, por cierto— del destino ecológico que la humanidad ha planteado para sí misma: los guionistas de Rick & Morty reconstruyen el discurso medioambiental partiendo del optimismo bienintencionado del Capitán Planeta, pero convirtiéndolo en un pesimismo violento que, en ciertos momentos, parece ser la única alternativa realista para detener la crisis ecológicas.
Planetina: diosa de la Tierra
Planetina aparece en el episodio tres de la temporada cinco de la serie, titulado “A Rickconvenient Mort”. Al principio del capítulo, vemos a Rick y Morty saliendo de una tienda de souvenirs, orgullosos de unas camisas promocionales que acaban de adquirir; su plan se ve pronto frustrado por una lluvia ácida que cae sobre la ciudad y cuyo causante se revela rápido: se trata del temible Diesel Weasel, quien advierte que su lluvia ácida destruirá todas las cosas verdes y naturales. Ante el caos sembrado por este peculiar villano —cuyo nombre es ya un dardo a la nostalgia de los antiguos fans del Capitán Planeta—, vemos aparecer la figura de Planetina que, armada con los poderes de la naturaleza, así como por una serie de diálogos musicales que terminan en rima, no tarda en derrotar a Diesel Weasel y en enunciar el slogan que resonará en momentos clave del capítulo: “Solo hay una solución para la polución: ¡Tú!”, exclama al tiempo que observa a la cámara y le guiña un ojo al espectador. A partir de este momento, el capítulo nos embarcará en una historia de amor, pues Morty, que ha presenciado todo, queda prendado al instante de aquella chica protectora del mundo natural.
La aparición de Planetina en Rick & Morty es un acierto ecocrítico por diversas razones. Primero, porque su forma de hablar, y aquellos villanos caricaturescos de motivos aparentemente inocentes —hacen el mal porque es lo que saben hacer, sin un propósito moral de por medio— apelan a la nostalgia colectiva de toda una generación: los que, como yo, nacimos en los años ochenta o noventa y fuimos educados con la bandera de que los pequeños actos cotidianos podrían cambiar el mundo. En segundo lugar, es necesario destacar que la transformación de Planetina a lo largo del capítulo resume en apenas unos minutos todo el desencanto generacional en torno a la crisis ecológica presente, ante la cual, sin importar cuántos miles de pequeños actos logramos sumar, no pudimos hacer gran cosa.
El episodio está plagado de claves contemporáneas que construyen un discurso ecocrítico bien fundamentado tanto en la historia como en la cultura popular. El título es ya una referencia relevante: “A Rickconvenient Mort” alude a uno de los documentales más importantes del discurso medioambiental contemporáneo: An inconvenient truth (2006), basado en una serie de conferencias homónimas impartidas por el expresidente de los Estados Unidos, Al Gore. En el documental, Gore se dedica a explicar cómo las emisiones descontroladas de dióxido de carbono a la atmósfera tuvieron efectos determinantes en el clima global, evidenciadas por el aumento en la temperatura. La advertencia de la película es clara: si no se hace algo para detener o, por lo menos, controlar las emisiones, eventualmente se alcanzará un punto de no retorno, y la temperatura global aumentará tanto que veremos consecuencias ambientales catastróficas.
El argumento de Gore tiene un carácter moral: la causa del cambio climático somos los seres humanos que, al hacer caso omiso a la evidencia científica, hemos continuado con nuestras prácticas de sobreexplotación de los recursos naturales, promoviendo aquellas situaciones que desequilibran el medioambiente. Según expresa Orietta Marquina en su artículo, “Una verdad incómoda” (2009):
[...] somos los causantes directos. Nuestra actividad puede agravar, aún más, el problema. No hacer nada es dejar que nuestros hijos sufran las consecuencias de nuestra inacción. La situación es tan grave que ellos no tendrían la oportunidad de contrarrestarlas. Pero, por otro lado, nuestra acción al ser planteada como causa, también se erige como la solución al problema. Como todos somos causa y solución al mismo tiempo, es que podemos hacer algo para revertir el calentamiento global. (p. 8)
En pleno 2006, la aparición de un documental como este venía acompañado por tintes esperanzadores, y cumplía con un doble objetivo: por un lado, explicar la importancia del desarrollo sustentable entre la población y, por otro, promover el cumplimiento de ciertos acuerdos internacionales de control de polución, tales como el Protocolo de Kioto firmado y adoptado en 1997, y en vigor desde 2005, cuyo objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); o bien los compromisos signados en la Carta de la Tierra, escrita en el año 2000 y que establece los valores fundamentales para promover un desarrollo sostenible, justo y pacífico en el mundo.
La motivación ética que condujo al equipo de The Climate Project a desarrollar la película An inconvenient truth es la misma que llevó al estudio de DIC Enterprises y Hanna-Barbera a desarrollar El Capitán Planeta: la idea central es que el humano tiene la capacidad de revertir el daño, y de encaminar la sociedad hacia un futuro sustentable. Lo he dicho antes: se trata de crear conciencia sobre el poder salvador de los pequeños actos cotidianos.
Planetina, al principio del capítulo, se inserta en esta misma lógica. Por eso es que apela a la conciencia del espectador y trata de hacerlo partícipe de su cruzada en pos del medioambiente. He ahí la importancia de su slogan. No obstante, esta es apenas la parte inicial del capítulo y, conforme ella y Morty van profundizando en los problemas ambientales contemporáneos, Planetina descubre que su postura sobre la salvación del medioambiente no da resultados porque los verdaderos villanos son mucho más complejos que el siniestro Diesel Weasel.
En este punto, los guionistas (Justin Roiland, Dan Harmon y Rob Schrab) emplean un elemento provocador para establecer cuánto ha decaído la preocupación medioambiental desde los noventa. Para hacerlo, nos muestran a los “niños de Planetina”, los Tina-Teers, que han invocado a la heroína desde los noventa y ya no son los jóvenes esperanzados por salvar el ecosistema. Los Tina-Teers son cuatro, y también ostentan el poder de uno de los cuatro elementos; al igual que en la serie del Capitán Planeta, cada uno representa un continente. La ausencia del quinto miembro —el corazón— se hace notar: los Tina-Teers son adultos desencantados que solo piensan en el beneficio económico —usan sus poderes para chantajear— y hacen dinero con la publicidad de la marca “Planetina”. Ellos fueron completamente consumidos por la realidad consumista.
En el episodio, los Tina-Teers pretenden vender a Planetina a un empresario de apariencia árabe de quien solo sabemos que ostenta una pecera llena de focas bebé a quienes les tiene preparado un destino funesto. Ante esta situación, Morty —quien es, por supuesto, el miembro que pone el “corazón”— aparece en la escena y, luego de asesinar a todos los Tina-Teers, libera a Planetina de la prisión mercantil donde es sometida. Con esto, le permite manifestarse de forma libre para explorar el mundo contemporáneo.
Y las cosas que Planetina verá a continuación serán combustible para transformar al personaje en la diosa vengativa de la Naturaleza.
Planetina: la furia de la Tierra
De acuerdo con la tradición más antigua de la mitología india, se considera a Kali como la diosa del tiempo, la fertilidad, la destrucción y la muerte. Sus representaciones pictóricas suelen mostrarla como una mujer de piel azulada que lleva un collar de cabezas y una falda de brazos, todos ellos obtenidos de los demonios que ha matado. En sus varias manos —usualmente cuatro— sostiene una cimitarra cubierta de sangre, la cabeza cortada de un demonio y un cuenco para contener su sangre y que de esta forma el demonio no se regenere; en algunos casos, una de sus manos muestra el Abhayamudra (mudra de bendición) como una señal de protección para sus devotos. A sus pies, se encuentra el dios Shiva (su esposo), que se ha colocado en esa posición de sometimiento y tranquilidad para apelar a los instintos bondadosos y maternales de la diosa. Según la tradición, cuando Kali se percató que yacía sobre el pecho de Shiva, cesó su furia.
De acuerdo con Mark Cartwright, autor de la entrada “Kali” (2013) en la World History Encyclopedia, el nombre Kali deriva del sánscrito, y quiere decir “la que es negra” o bien, “la que es la muerte”:
Como encarnación del tiempo, Kali devora todas las cosas, es irresistiblemente atractiva para los mortales y los dioses, y también puede representar (particularmente en tradiciones posteriores) la benevolencia de una diosa madre.
Esta dualidad de su carácter me resulta esencial para comprender su culto: la furia de Kali no es gratuita, sino que obedece a una necesidad de proteger a los suyos o, en su caso, de acabar con los demonios que amenazan el mundo.
Kali existe como la shakti (energía) liberada del dios masculino Shiva, quien forma parte de la trinidad divina junto a Brahma y Vishnu. Shiva es también el dios de la destrucción, pero una destrucción que precede a la reconstrucción y renovación del mundo. En este punto, me parece evidente considerar a Planetina una manifestación de Kali. Al igual que la diosa india, es una representación femenina del poder destructivo del Capitán Planeta, una vengadora de los espacios naturales que, sin embargo, poco o nada se interesa en la renovación del mundo humano. Su contacto con la humanidad no le da razones para ello.
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En el capítulo observamos cómo Morty acompaña a su amada en una cruzada ambientalista, pero pronto los actos salvadores de la heroína comienzan a resemblar vandalismo —poncha las llantas de miles de vehículos, incendia la casa de un senador— hasta que llegamos al momento en que Planetina libera su furia por completo; ambos llegan a una mina y tienen una confrontación con los mineros que están a punto de ingresar al subsuelo:
Planetina ¡Salgan ya! Todos ustedes, ¡salgan de ahí! ¡Están matando el planeta!
Minero Tu gente no consiguió los votos. Váyanse o haré que los arresten.
Planetina Son ustedes a los que deberían arrestar: ¡destripando la tierra, envenenando el aire que respiran sus hijos! ¿No pueden ver lo que están haciendo?
Minero Fácil para ti decirlo. ¡Tú puedes vivir como quieras! Nosotros necesitamos los trabajos. (A los mineros.) Vengan chicos, no pueden detenernos.
Morty Los detendremos la próxima vez…
Planetina ¡Ya no hay tiempo! ¿No puedes oír los gritos de la Tierra? ¡Sucios asesinos! ¡Solo hay una solución para la polución!
En este punto, la transformación queda completa. Planetina se (tras)torna en una diosa furibunda, su cuerpo se cubre de un aura flamígera y procede a asesinar a todos los presentes en la mina, excepto, por supuesto, a su amado Morty.
El enemigo en las sombras
La discusión planteada en la serie con respecto a la responsabilidad ambiental me resulta notable y muy pertinente con nuestros tiempos. De acuerdo con la autora Susanne C. Knittel, autora del artículo “Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus” (2023), la actual crisis ambiental es equiparable a los procesos que conducen a un genocidio. En este caso, no obstante, nos encontramos en una situación que no solo afecta a las personas vivas en toda la Tierra, sino que además plantea una violencia contra aquellos que aún no nacen o no son lo suficientemente adultos como para asumir una responsabilidad ecológica. La palabra clave aquí es responsabilidad, ¿quién es el responsable de esta crisis creciente? Sigue la autora:
Puede resultar difícil señalar a un culpable específico o establecer la causalidad o la intención, o incluso reconocer lo que está sucediendo como violencia. En el caso de ciertas formas de ecocidio, puede resultar relativamente claro quiénes son los perpetradores y las víctimas de actos específicos, pero en los casos de ‘violencia lenta’ (Nixon, 2011), donde las causas y los efectos están más separados o suceden en diferentes escalas, puede resultar difícil o imposible rastrear estos efectos hasta llegar a causas singulares.
A pesar de esto, es innegable que alguien debe pagar. Para Planetina, un ser que trasciende la humanidad y que roza lo divino, los culpables del ecocidio somos los humanos. No le cabe la menor duda al respecto, mientras se transforma en Kali y barre, con su espada flamígera, a todos los demonios que maltratan a su propia madre, la Tierra. Si bien esta idea puede resultar exagerada —además de que contiene un evidente sesgo dramático— considero que su perspectiva no se aleja de la visión ambiental tradicional.
Esperanzador y optimista como solía ser, el discurso ecológico de los noventa se caracterizaba por recomendar al ciudadano común llevar a cabo prácticas en pro del medioambiente. Al final de cada episodio, el Capitán Planeta aparecía para proveer a los televidentes las directrices “para salvar a nuestro mundo”: separar la basura, reciclar plásticos o vidrios o papel, apagar las luces cuando no se usaban y, por supuesto, cuidar el agua. ¡Cuidar el agua porque es nuestro bien más preciado! Cada una de estas acciones es importante, y no es mi intención insinuar que no vale la pena que, desde nuestra propia trinchera, cuidemos el medioambiente. Por el contrario, estoy convencido de que, a estas alturas, cada mínimo esfuerzo es importante.
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Hago esta acotación para señalar algo que me parece vital acerca del discurso ecológico recibido por mi generación: la responsabilidad ética de la contaminación se ha colocado a lo largo de los años en los hombros del ciudadano común y en sus pequeños actos cotidianos. Sin embargo, la realidad nos revela al verdadero enemigo del medioambiente y no es cada uno de nosotros, sino algo mucho más grande que nos somete por completo: el problema es nuestra cultura de consumo y, por supuesto, la industria neoliberal que día tras día clava sus fauces hambrientas en la carne de la Tierra.
Cuán difícil ha sido para alguien educado en los noventa darse cuenta de que reciclar una botella de plástico en poco o nada afecta el proceso de la contaminación, sobre todo porque sabemos que, de acuerdo con el Programa de Medio Ambiente de la ONU, cada año se producen alrededor de 430 millones de toneladas de plástico. Qué complejo contarle a la persona que lleva décadas reutilizando el agua de su lavadora para bajarle al inodoro o para regar su jardín, que sus litros ahorrados son nimios comparados con los casi 55 812 691 000 millones de litros de agua que Coca-Cola —tan solo esa refresquera— extrae del subsuelo cada año, según datos arrojados por el estudio “En México no falta agua, sobra chatarra”, de Karina Velázquez. Es terrible tener que confesarle al niño que fuimos que aquella esperanza del capitán azul carecía de un sustento real o —acaso— posible.
Cuando termina el capítulo, el horrorizado Morty todavía recibe una última visita de su diosa enamorada:
Morty Por favor, vete. Y ya no quiero verte.
Planetina ¿Ni siquiera quieres que intentemos hacer que funcione? Estuvimos tan cerca.
Morty Mataste a 300 personas.
Planetina Y tú mataste a mis niños.
Morty Te iban a vender para siempre. Eddie intentó matarme. Esos mineros eran inocentes…
Planetina Esos mineros “inocentes” votaron para poner en el poder a hombres que protegerían sus preciados trabajos para que pudieran comprar más basura plástica y comer los cadáveres de animales torturados. ¡El sistema está roto, Morty! Esta es la única forma en que puedo salvar la Tierra…, la única forma en que puedo salvarte.
Morty Si esa es la única forma, entonces no quiero que me salves. Por favor, vete.
Luego de este intercambio, los personajes se despiden. Nosotros, los espectadores, nos quedamos llenos de preguntas.
Hay cierta amargura que no puedo ocultar al terminar un ensayo como este, en el cual no existen los finales felices. A lo largo de los años, algunas imágenes me han remitido al Capitán Planeta y al reciente personaje de Planetina. Pensé en la diosa furibunda, por ejemplo, en aquellas tardes en que manejaba por las carreteras del sur de Jalisco, y contemplaba las miles de hectáreas de bosque sacrificadas al fuego solo con el propósito de promover el cambio de uso de suelo para la siembra de agave o aguacate. La inmensa nube de humo asesino cubrió el sol de Tlayolan por completo y dejó a mi pueblo en las sombras. ¿Quién es culpable de estas señales que preceden el fin del mundo? ¿Cuánta de esa responsabilidad me pertenece individualmente?
Imaginé a Planetina destruyendo los convoyes de camionetas llenas de gasolina que suben a las regiones más profundas de la Sierra del Tigre para regar los árboles y encender un fuego que arderá por días y dolerá por décadas. Y si bien, al igual que Morty, estoy convencido de que la salvación del medioambiente no puede estar supeditada a la extinción de la especie humana, no puedo sino asumir, con nostalgia y vergüenza, que después de todos estos años fuimos derrotados, y los villanos ganaron la batalla contra el Capitán Planeta: el Cerdonio ruin de nuestros tiempos es probablemente un cacique agroindustrial, dueño de algunos bancos y con fuertes sumas invertidas en las oficinas de gobierno correctas porque “el sistema está roto”.
Desconozco si alguna vez veremos a la diosa Gaia surgir de entre las entrañas de la Tierra convertida en la indómita Kali. Si sus fauces poderosas devorarán por igual al oficinista que gasta 365 envases de agua embotellada al año que al empresario que envenena el campo con plaguicidas. Ante esto me resta seguir haciendo actos cotidianos: vaciar el mar de lixiviado que es nuestro siglo con el cuenco trémulo de la mano.
Al final solo me queda la pregunta: si la diosa terrestre empieza a buscar responsables, ¿cuántos de nosotros esconderemos la mano?
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Referencias
Adult Swim. (2021). A Rickconvenient Mort (Temporada 5, Episodio 3) [Serie de televisión]. En D. Harmon & J. Roiland (Productores), Rick and Morty. Adult Swim.
Cartwright, M. (2013). Kali. En World History Encyclopedia. https://www.worldhistory.org/Kali/
Guggenheim, D. (2006). An Inconvenient Truth. Paramount Vantage.
Knittel, S.C. (2023). Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus. Memory Studies, 16(6), 1563-1578. https://doi.org/10.1177/17506980231202747
Marquina, O. (2009). Una verdad incómoda. Educación, 18(34), 7-18.
O’Keefe, N. (Productor). (1990–1996). El Capitán Planeta y los planetarios [Serie de televisión]. DIC Enterprises; Hanna-Barbera Productions; Turner Program Services.
Velázquez, K. (2021). "En México no falta agua, sobra chatarra". Bocado, febrero. https://bocado.lat/en-mexico-no-falta-agua-sobra-chatarra/
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<i>Rick & Morty</i> reconstruye el discurso medioambiental del optimismo bienintencionado del Capitán Planeta, pero convirtiéndolo en un pesimismo violento como la única alternativa para detener las crisis ecológicas.
There is only one solution for Earth’s pollution: You!
En los años noventa se transmitió por televisión una caricatura bastante peculiar: El Capitán Planeta y los planetarios, drama de aventuras que narraba la historia de un superhéroe cuya misión era salvar al mundo de la polución. En cada capítulo, los niños observábamos a un grupo de jóvenes no mayores a nosotros embarcarse en distintas cruzadas ecológicas: eran Kwame, el chico de África que dominaba la Tierra; Wheeler, el estadounidense pelirrojo que controlaba el fuego; Linka, la rubia rusa que hacía soplar el viento; Gi, la chica asiática que amaba los cuerpos de agua, y, finalmente, Ma-Ti, el sudamericano que —agotados los elementos de Empédocles— ponía el corazón como elemento invocador del Capitán.
Los planetarios se enfrentaban semana a semana con un nuevo villano que se ufanaba en destruir el medioambiente. Cada antagonista representaba una advertencia sobre los peligros de la contaminación, o del uso descontrolado de los recursos naturales y —en la mente infantil de un servidor— funcionaban también como los jinetes de un apocalipsis que parecía vaticinado para desencadenarse tarde o temprano: el grotesco Cerdonio, un empresario que promovía la sobreexplotación de recursos naturales en las zonas agrestes; la Dra. Blight, la mujer con cicatrices en el rostro cuyos inventos tecnológicos ponían en problemas a nuestros héroes; qué decir de Duke Nukem, el mutante radiactivo cuyo sueño era convertir el mundo en un santuario de la energía nuclear. Cuando la lucha llegaba a su clímax, los planetarios unían sus anillos —amuletos de poder, entregados por la diosa Gaia— para invocar al héroe quien, sin dilación, confrontaba a los villanos y restauraba el orden en el ecosistema. Los niños asistíamos a aquel espectáculo de esperanza con la convicción de que, sin importar cuán complicada fuera la hazaña, el Capitán Planeta sabría descifrarla y rescatar el ecosistema por el bien de todos.
Pasaron más de dos décadas desde la última transmisión de aquel programa y, al observar el mundo actual, puedo decir que las peores pesadillas del Capitán Planeta se han manifestado. A los terribles problemas de deforestación, la crisis hídrica en la mayoría de las grandes urbes del mundo, las inmensas islas de basura que flotan en el océano Pacífico, habría que sumar nuevas preocupaciones que el amable Capitán, en su ingenua esperanza de fin de siglo, ni siquiera era capaz de concebir: el cambio climático que año tras año es más evidente, los problemas derivados de la sobrepoblación y esa pandemia que se propagó en cuestión de días y que puso de cabeza el mundo civilizado. Ante estas nuevas realidades, uno no puede evitar preguntarse: ¿en qué condiciones se encontraba el mundo que defendía el Capitán Planeta? ¿Qué tanto se ha deteriorado en el paso de un cuarto de siglo?
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La respuesta a esta pregunta es difícil de enunciar y, por desgracia, corre el riesgo de volverse el ceremonial sermón que antecede a todas las explicaciones sobre los problemas del medioambiente. No obstante, en años recientes una de las series más populares de la animación contemporánea, Rick & Morty, la usó como pretexto para recrear al emblemático héroe de la infancia y transformarlo en una nueva versión, menos benévola pero mucho más crítica, del mundo civilizado: la bella —y temible— Planetina. Este personaje constituye una actualización —bastante pesimista, por cierto— del destino ecológico que la humanidad ha planteado para sí misma: los guionistas de Rick & Morty reconstruyen el discurso medioambiental partiendo del optimismo bienintencionado del Capitán Planeta, pero convirtiéndolo en un pesimismo violento que, en ciertos momentos, parece ser la única alternativa realista para detener la crisis ecológicas.
Planetina: diosa de la Tierra
Planetina aparece en el episodio tres de la temporada cinco de la serie, titulado “A Rickconvenient Mort”. Al principio del capítulo, vemos a Rick y Morty saliendo de una tienda de souvenirs, orgullosos de unas camisas promocionales que acaban de adquirir; su plan se ve pronto frustrado por una lluvia ácida que cae sobre la ciudad y cuyo causante se revela rápido: se trata del temible Diesel Weasel, quien advierte que su lluvia ácida destruirá todas las cosas verdes y naturales. Ante el caos sembrado por este peculiar villano —cuyo nombre es ya un dardo a la nostalgia de los antiguos fans del Capitán Planeta—, vemos aparecer la figura de Planetina que, armada con los poderes de la naturaleza, así como por una serie de diálogos musicales que terminan en rima, no tarda en derrotar a Diesel Weasel y en enunciar el slogan que resonará en momentos clave del capítulo: “Solo hay una solución para la polución: ¡Tú!”, exclama al tiempo que observa a la cámara y le guiña un ojo al espectador. A partir de este momento, el capítulo nos embarcará en una historia de amor, pues Morty, que ha presenciado todo, queda prendado al instante de aquella chica protectora del mundo natural.
La aparición de Planetina en Rick & Morty es un acierto ecocrítico por diversas razones. Primero, porque su forma de hablar, y aquellos villanos caricaturescos de motivos aparentemente inocentes —hacen el mal porque es lo que saben hacer, sin un propósito moral de por medio— apelan a la nostalgia colectiva de toda una generación: los que, como yo, nacimos en los años ochenta o noventa y fuimos educados con la bandera de que los pequeños actos cotidianos podrían cambiar el mundo. En segundo lugar, es necesario destacar que la transformación de Planetina a lo largo del capítulo resume en apenas unos minutos todo el desencanto generacional en torno a la crisis ecológica presente, ante la cual, sin importar cuántos miles de pequeños actos logramos sumar, no pudimos hacer gran cosa.
El episodio está plagado de claves contemporáneas que construyen un discurso ecocrítico bien fundamentado tanto en la historia como en la cultura popular. El título es ya una referencia relevante: “A Rickconvenient Mort” alude a uno de los documentales más importantes del discurso medioambiental contemporáneo: An inconvenient truth (2006), basado en una serie de conferencias homónimas impartidas por el expresidente de los Estados Unidos, Al Gore. En el documental, Gore se dedica a explicar cómo las emisiones descontroladas de dióxido de carbono a la atmósfera tuvieron efectos determinantes en el clima global, evidenciadas por el aumento en la temperatura. La advertencia de la película es clara: si no se hace algo para detener o, por lo menos, controlar las emisiones, eventualmente se alcanzará un punto de no retorno, y la temperatura global aumentará tanto que veremos consecuencias ambientales catastróficas.
El argumento de Gore tiene un carácter moral: la causa del cambio climático somos los seres humanos que, al hacer caso omiso a la evidencia científica, hemos continuado con nuestras prácticas de sobreexplotación de los recursos naturales, promoviendo aquellas situaciones que desequilibran el medioambiente. Según expresa Orietta Marquina en su artículo, “Una verdad incómoda” (2009):
[...] somos los causantes directos. Nuestra actividad puede agravar, aún más, el problema. No hacer nada es dejar que nuestros hijos sufran las consecuencias de nuestra inacción. La situación es tan grave que ellos no tendrían la oportunidad de contrarrestarlas. Pero, por otro lado, nuestra acción al ser planteada como causa, también se erige como la solución al problema. Como todos somos causa y solución al mismo tiempo, es que podemos hacer algo para revertir el calentamiento global. (p. 8)
En pleno 2006, la aparición de un documental como este venía acompañado por tintes esperanzadores, y cumplía con un doble objetivo: por un lado, explicar la importancia del desarrollo sustentable entre la población y, por otro, promover el cumplimiento de ciertos acuerdos internacionales de control de polución, tales como el Protocolo de Kioto firmado y adoptado en 1997, y en vigor desde 2005, cuyo objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); o bien los compromisos signados en la Carta de la Tierra, escrita en el año 2000 y que establece los valores fundamentales para promover un desarrollo sostenible, justo y pacífico en el mundo.
La motivación ética que condujo al equipo de The Climate Project a desarrollar la película An inconvenient truth es la misma que llevó al estudio de DIC Enterprises y Hanna-Barbera a desarrollar El Capitán Planeta: la idea central es que el humano tiene la capacidad de revertir el daño, y de encaminar la sociedad hacia un futuro sustentable. Lo he dicho antes: se trata de crear conciencia sobre el poder salvador de los pequeños actos cotidianos.
Planetina, al principio del capítulo, se inserta en esta misma lógica. Por eso es que apela a la conciencia del espectador y trata de hacerlo partícipe de su cruzada en pos del medioambiente. He ahí la importancia de su slogan. No obstante, esta es apenas la parte inicial del capítulo y, conforme ella y Morty van profundizando en los problemas ambientales contemporáneos, Planetina descubre que su postura sobre la salvación del medioambiente no da resultados porque los verdaderos villanos son mucho más complejos que el siniestro Diesel Weasel.
En este punto, los guionistas (Justin Roiland, Dan Harmon y Rob Schrab) emplean un elemento provocador para establecer cuánto ha decaído la preocupación medioambiental desde los noventa. Para hacerlo, nos muestran a los “niños de Planetina”, los Tina-Teers, que han invocado a la heroína desde los noventa y ya no son los jóvenes esperanzados por salvar el ecosistema. Los Tina-Teers son cuatro, y también ostentan el poder de uno de los cuatro elementos; al igual que en la serie del Capitán Planeta, cada uno representa un continente. La ausencia del quinto miembro —el corazón— se hace notar: los Tina-Teers son adultos desencantados que solo piensan en el beneficio económico —usan sus poderes para chantajear— y hacen dinero con la publicidad de la marca “Planetina”. Ellos fueron completamente consumidos por la realidad consumista.
En el episodio, los Tina-Teers pretenden vender a Planetina a un empresario de apariencia árabe de quien solo sabemos que ostenta una pecera llena de focas bebé a quienes les tiene preparado un destino funesto. Ante esta situación, Morty —quien es, por supuesto, el miembro que pone el “corazón”— aparece en la escena y, luego de asesinar a todos los Tina-Teers, libera a Planetina de la prisión mercantil donde es sometida. Con esto, le permite manifestarse de forma libre para explorar el mundo contemporáneo.
Y las cosas que Planetina verá a continuación serán combustible para transformar al personaje en la diosa vengativa de la Naturaleza.
Planetina: la furia de la Tierra
De acuerdo con la tradición más antigua de la mitología india, se considera a Kali como la diosa del tiempo, la fertilidad, la destrucción y la muerte. Sus representaciones pictóricas suelen mostrarla como una mujer de piel azulada que lleva un collar de cabezas y una falda de brazos, todos ellos obtenidos de los demonios que ha matado. En sus varias manos —usualmente cuatro— sostiene una cimitarra cubierta de sangre, la cabeza cortada de un demonio y un cuenco para contener su sangre y que de esta forma el demonio no se regenere; en algunos casos, una de sus manos muestra el Abhayamudra (mudra de bendición) como una señal de protección para sus devotos. A sus pies, se encuentra el dios Shiva (su esposo), que se ha colocado en esa posición de sometimiento y tranquilidad para apelar a los instintos bondadosos y maternales de la diosa. Según la tradición, cuando Kali se percató que yacía sobre el pecho de Shiva, cesó su furia.
De acuerdo con Mark Cartwright, autor de la entrada “Kali” (2013) en la World History Encyclopedia, el nombre Kali deriva del sánscrito, y quiere decir “la que es negra” o bien, “la que es la muerte”:
Como encarnación del tiempo, Kali devora todas las cosas, es irresistiblemente atractiva para los mortales y los dioses, y también puede representar (particularmente en tradiciones posteriores) la benevolencia de una diosa madre.
Esta dualidad de su carácter me resulta esencial para comprender su culto: la furia de Kali no es gratuita, sino que obedece a una necesidad de proteger a los suyos o, en su caso, de acabar con los demonios que amenazan el mundo.
Kali existe como la shakti (energía) liberada del dios masculino Shiva, quien forma parte de la trinidad divina junto a Brahma y Vishnu. Shiva es también el dios de la destrucción, pero una destrucción que precede a la reconstrucción y renovación del mundo. En este punto, me parece evidente considerar a Planetina una manifestación de Kali. Al igual que la diosa india, es una representación femenina del poder destructivo del Capitán Planeta, una vengadora de los espacios naturales que, sin embargo, poco o nada se interesa en la renovación del mundo humano. Su contacto con la humanidad no le da razones para ello.
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En el capítulo observamos cómo Morty acompaña a su amada en una cruzada ambientalista, pero pronto los actos salvadores de la heroína comienzan a resemblar vandalismo —poncha las llantas de miles de vehículos, incendia la casa de un senador— hasta que llegamos al momento en que Planetina libera su furia por completo; ambos llegan a una mina y tienen una confrontación con los mineros que están a punto de ingresar al subsuelo:
Planetina ¡Salgan ya! Todos ustedes, ¡salgan de ahí! ¡Están matando el planeta!
Minero Tu gente no consiguió los votos. Váyanse o haré que los arresten.
Planetina Son ustedes a los que deberían arrestar: ¡destripando la tierra, envenenando el aire que respiran sus hijos! ¿No pueden ver lo que están haciendo?
Minero Fácil para ti decirlo. ¡Tú puedes vivir como quieras! Nosotros necesitamos los trabajos. (A los mineros.) Vengan chicos, no pueden detenernos.
Morty Los detendremos la próxima vez…
Planetina ¡Ya no hay tiempo! ¿No puedes oír los gritos de la Tierra? ¡Sucios asesinos! ¡Solo hay una solución para la polución!
En este punto, la transformación queda completa. Planetina se (tras)torna en una diosa furibunda, su cuerpo se cubre de un aura flamígera y procede a asesinar a todos los presentes en la mina, excepto, por supuesto, a su amado Morty.
El enemigo en las sombras
La discusión planteada en la serie con respecto a la responsabilidad ambiental me resulta notable y muy pertinente con nuestros tiempos. De acuerdo con la autora Susanne C. Knittel, autora del artículo “Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus” (2023), la actual crisis ambiental es equiparable a los procesos que conducen a un genocidio. En este caso, no obstante, nos encontramos en una situación que no solo afecta a las personas vivas en toda la Tierra, sino que además plantea una violencia contra aquellos que aún no nacen o no son lo suficientemente adultos como para asumir una responsabilidad ecológica. La palabra clave aquí es responsabilidad, ¿quién es el responsable de esta crisis creciente? Sigue la autora:
Puede resultar difícil señalar a un culpable específico o establecer la causalidad o la intención, o incluso reconocer lo que está sucediendo como violencia. En el caso de ciertas formas de ecocidio, puede resultar relativamente claro quiénes son los perpetradores y las víctimas de actos específicos, pero en los casos de ‘violencia lenta’ (Nixon, 2011), donde las causas y los efectos están más separados o suceden en diferentes escalas, puede resultar difícil o imposible rastrear estos efectos hasta llegar a causas singulares.
A pesar de esto, es innegable que alguien debe pagar. Para Planetina, un ser que trasciende la humanidad y que roza lo divino, los culpables del ecocidio somos los humanos. No le cabe la menor duda al respecto, mientras se transforma en Kali y barre, con su espada flamígera, a todos los demonios que maltratan a su propia madre, la Tierra. Si bien esta idea puede resultar exagerada —además de que contiene un evidente sesgo dramático— considero que su perspectiva no se aleja de la visión ambiental tradicional.
Esperanzador y optimista como solía ser, el discurso ecológico de los noventa se caracterizaba por recomendar al ciudadano común llevar a cabo prácticas en pro del medioambiente. Al final de cada episodio, el Capitán Planeta aparecía para proveer a los televidentes las directrices “para salvar a nuestro mundo”: separar la basura, reciclar plásticos o vidrios o papel, apagar las luces cuando no se usaban y, por supuesto, cuidar el agua. ¡Cuidar el agua porque es nuestro bien más preciado! Cada una de estas acciones es importante, y no es mi intención insinuar que no vale la pena que, desde nuestra propia trinchera, cuidemos el medioambiente. Por el contrario, estoy convencido de que, a estas alturas, cada mínimo esfuerzo es importante.
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Hago esta acotación para señalar algo que me parece vital acerca del discurso ecológico recibido por mi generación: la responsabilidad ética de la contaminación se ha colocado a lo largo de los años en los hombros del ciudadano común y en sus pequeños actos cotidianos. Sin embargo, la realidad nos revela al verdadero enemigo del medioambiente y no es cada uno de nosotros, sino algo mucho más grande que nos somete por completo: el problema es nuestra cultura de consumo y, por supuesto, la industria neoliberal que día tras día clava sus fauces hambrientas en la carne de la Tierra.
Cuán difícil ha sido para alguien educado en los noventa darse cuenta de que reciclar una botella de plástico en poco o nada afecta el proceso de la contaminación, sobre todo porque sabemos que, de acuerdo con el Programa de Medio Ambiente de la ONU, cada año se producen alrededor de 430 millones de toneladas de plástico. Qué complejo contarle a la persona que lleva décadas reutilizando el agua de su lavadora para bajarle al inodoro o para regar su jardín, que sus litros ahorrados son nimios comparados con los casi 55 812 691 000 millones de litros de agua que Coca-Cola —tan solo esa refresquera— extrae del subsuelo cada año, según datos arrojados por el estudio “En México no falta agua, sobra chatarra”, de Karina Velázquez. Es terrible tener que confesarle al niño que fuimos que aquella esperanza del capitán azul carecía de un sustento real o —acaso— posible.
Cuando termina el capítulo, el horrorizado Morty todavía recibe una última visita de su diosa enamorada:
Morty Por favor, vete. Y ya no quiero verte.
Planetina ¿Ni siquiera quieres que intentemos hacer que funcione? Estuvimos tan cerca.
Morty Mataste a 300 personas.
Planetina Y tú mataste a mis niños.
Morty Te iban a vender para siempre. Eddie intentó matarme. Esos mineros eran inocentes…
Planetina Esos mineros “inocentes” votaron para poner en el poder a hombres que protegerían sus preciados trabajos para que pudieran comprar más basura plástica y comer los cadáveres de animales torturados. ¡El sistema está roto, Morty! Esta es la única forma en que puedo salvar la Tierra…, la única forma en que puedo salvarte.
Morty Si esa es la única forma, entonces no quiero que me salves. Por favor, vete.
Luego de este intercambio, los personajes se despiden. Nosotros, los espectadores, nos quedamos llenos de preguntas.
Hay cierta amargura que no puedo ocultar al terminar un ensayo como este, en el cual no existen los finales felices. A lo largo de los años, algunas imágenes me han remitido al Capitán Planeta y al reciente personaje de Planetina. Pensé en la diosa furibunda, por ejemplo, en aquellas tardes en que manejaba por las carreteras del sur de Jalisco, y contemplaba las miles de hectáreas de bosque sacrificadas al fuego solo con el propósito de promover el cambio de uso de suelo para la siembra de agave o aguacate. La inmensa nube de humo asesino cubrió el sol de Tlayolan por completo y dejó a mi pueblo en las sombras. ¿Quién es culpable de estas señales que preceden el fin del mundo? ¿Cuánta de esa responsabilidad me pertenece individualmente?
Imaginé a Planetina destruyendo los convoyes de camionetas llenas de gasolina que suben a las regiones más profundas de la Sierra del Tigre para regar los árboles y encender un fuego que arderá por días y dolerá por décadas. Y si bien, al igual que Morty, estoy convencido de que la salvación del medioambiente no puede estar supeditada a la extinción de la especie humana, no puedo sino asumir, con nostalgia y vergüenza, que después de todos estos años fuimos derrotados, y los villanos ganaron la batalla contra el Capitán Planeta: el Cerdonio ruin de nuestros tiempos es probablemente un cacique agroindustrial, dueño de algunos bancos y con fuertes sumas invertidas en las oficinas de gobierno correctas porque “el sistema está roto”.
Desconozco si alguna vez veremos a la diosa Gaia surgir de entre las entrañas de la Tierra convertida en la indómita Kali. Si sus fauces poderosas devorarán por igual al oficinista que gasta 365 envases de agua embotellada al año que al empresario que envenena el campo con plaguicidas. Ante esto me resta seguir haciendo actos cotidianos: vaciar el mar de lixiviado que es nuestro siglo con el cuenco trémulo de la mano.
Al final solo me queda la pregunta: si la diosa terrestre empieza a buscar responsables, ¿cuántos de nosotros esconderemos la mano?
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Referencias
Adult Swim. (2021). A Rickconvenient Mort (Temporada 5, Episodio 3) [Serie de televisión]. En D. Harmon & J. Roiland (Productores), Rick and Morty. Adult Swim.
Cartwright, M. (2013). Kali. En World History Encyclopedia. https://www.worldhistory.org/Kali/
Guggenheim, D. (2006). An Inconvenient Truth. Paramount Vantage.
Knittel, S.C. (2023). Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus. Memory Studies, 16(6), 1563-1578. https://doi.org/10.1177/17506980231202747
Marquina, O. (2009). Una verdad incómoda. Educación, 18(34), 7-18.
O’Keefe, N. (Productor). (1990–1996). El Capitán Planeta y los planetarios [Serie de televisión]. DIC Enterprises; Hanna-Barbera Productions; Turner Program Services.
Velázquez, K. (2021). "En México no falta agua, sobra chatarra". Bocado, febrero. https://bocado.lat/en-mexico-no-falta-agua-sobra-chatarra/
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Planetina aparece en el episodio tres de la temporada cinco de la serie, titulado “A Rickconvenient Mort”. El episodio está plagado de claves contemporáneas que construyen un discurso ecocrítico bien fundamentado tanto en la historia como en la cultura popular.
There is only one solution for Earth’s pollution: You!
En los años noventa se transmitió por televisión una caricatura bastante peculiar: El Capitán Planeta y los planetarios, drama de aventuras que narraba la historia de un superhéroe cuya misión era salvar al mundo de la polución. En cada capítulo, los niños observábamos a un grupo de jóvenes no mayores a nosotros embarcarse en distintas cruzadas ecológicas: eran Kwame, el chico de África que dominaba la Tierra; Wheeler, el estadounidense pelirrojo que controlaba el fuego; Linka, la rubia rusa que hacía soplar el viento; Gi, la chica asiática que amaba los cuerpos de agua, y, finalmente, Ma-Ti, el sudamericano que —agotados los elementos de Empédocles— ponía el corazón como elemento invocador del Capitán.
Los planetarios se enfrentaban semana a semana con un nuevo villano que se ufanaba en destruir el medioambiente. Cada antagonista representaba una advertencia sobre los peligros de la contaminación, o del uso descontrolado de los recursos naturales y —en la mente infantil de un servidor— funcionaban también como los jinetes de un apocalipsis que parecía vaticinado para desencadenarse tarde o temprano: el grotesco Cerdonio, un empresario que promovía la sobreexplotación de recursos naturales en las zonas agrestes; la Dra. Blight, la mujer con cicatrices en el rostro cuyos inventos tecnológicos ponían en problemas a nuestros héroes; qué decir de Duke Nukem, el mutante radiactivo cuyo sueño era convertir el mundo en un santuario de la energía nuclear. Cuando la lucha llegaba a su clímax, los planetarios unían sus anillos —amuletos de poder, entregados por la diosa Gaia— para invocar al héroe quien, sin dilación, confrontaba a los villanos y restauraba el orden en el ecosistema. Los niños asistíamos a aquel espectáculo de esperanza con la convicción de que, sin importar cuán complicada fuera la hazaña, el Capitán Planeta sabría descifrarla y rescatar el ecosistema por el bien de todos.
Pasaron más de dos décadas desde la última transmisión de aquel programa y, al observar el mundo actual, puedo decir que las peores pesadillas del Capitán Planeta se han manifestado. A los terribles problemas de deforestación, la crisis hídrica en la mayoría de las grandes urbes del mundo, las inmensas islas de basura que flotan en el océano Pacífico, habría que sumar nuevas preocupaciones que el amable Capitán, en su ingenua esperanza de fin de siglo, ni siquiera era capaz de concebir: el cambio climático que año tras año es más evidente, los problemas derivados de la sobrepoblación y esa pandemia que se propagó en cuestión de días y que puso de cabeza el mundo civilizado. Ante estas nuevas realidades, uno no puede evitar preguntarse: ¿en qué condiciones se encontraba el mundo que defendía el Capitán Planeta? ¿Qué tanto se ha deteriorado en el paso de un cuarto de siglo?
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La respuesta a esta pregunta es difícil de enunciar y, por desgracia, corre el riesgo de volverse el ceremonial sermón que antecede a todas las explicaciones sobre los problemas del medioambiente. No obstante, en años recientes una de las series más populares de la animación contemporánea, Rick & Morty, la usó como pretexto para recrear al emblemático héroe de la infancia y transformarlo en una nueva versión, menos benévola pero mucho más crítica, del mundo civilizado: la bella —y temible— Planetina. Este personaje constituye una actualización —bastante pesimista, por cierto— del destino ecológico que la humanidad ha planteado para sí misma: los guionistas de Rick & Morty reconstruyen el discurso medioambiental partiendo del optimismo bienintencionado del Capitán Planeta, pero convirtiéndolo en un pesimismo violento que, en ciertos momentos, parece ser la única alternativa realista para detener la crisis ecológicas.
Planetina: diosa de la Tierra
Planetina aparece en el episodio tres de la temporada cinco de la serie, titulado “A Rickconvenient Mort”. Al principio del capítulo, vemos a Rick y Morty saliendo de una tienda de souvenirs, orgullosos de unas camisas promocionales que acaban de adquirir; su plan se ve pronto frustrado por una lluvia ácida que cae sobre la ciudad y cuyo causante se revela rápido: se trata del temible Diesel Weasel, quien advierte que su lluvia ácida destruirá todas las cosas verdes y naturales. Ante el caos sembrado por este peculiar villano —cuyo nombre es ya un dardo a la nostalgia de los antiguos fans del Capitán Planeta—, vemos aparecer la figura de Planetina que, armada con los poderes de la naturaleza, así como por una serie de diálogos musicales que terminan en rima, no tarda en derrotar a Diesel Weasel y en enunciar el slogan que resonará en momentos clave del capítulo: “Solo hay una solución para la polución: ¡Tú!”, exclama al tiempo que observa a la cámara y le guiña un ojo al espectador. A partir de este momento, el capítulo nos embarcará en una historia de amor, pues Morty, que ha presenciado todo, queda prendado al instante de aquella chica protectora del mundo natural.
La aparición de Planetina en Rick & Morty es un acierto ecocrítico por diversas razones. Primero, porque su forma de hablar, y aquellos villanos caricaturescos de motivos aparentemente inocentes —hacen el mal porque es lo que saben hacer, sin un propósito moral de por medio— apelan a la nostalgia colectiva de toda una generación: los que, como yo, nacimos en los años ochenta o noventa y fuimos educados con la bandera de que los pequeños actos cotidianos podrían cambiar el mundo. En segundo lugar, es necesario destacar que la transformación de Planetina a lo largo del capítulo resume en apenas unos minutos todo el desencanto generacional en torno a la crisis ecológica presente, ante la cual, sin importar cuántos miles de pequeños actos logramos sumar, no pudimos hacer gran cosa.
El episodio está plagado de claves contemporáneas que construyen un discurso ecocrítico bien fundamentado tanto en la historia como en la cultura popular. El título es ya una referencia relevante: “A Rickconvenient Mort” alude a uno de los documentales más importantes del discurso medioambiental contemporáneo: An inconvenient truth (2006), basado en una serie de conferencias homónimas impartidas por el expresidente de los Estados Unidos, Al Gore. En el documental, Gore se dedica a explicar cómo las emisiones descontroladas de dióxido de carbono a la atmósfera tuvieron efectos determinantes en el clima global, evidenciadas por el aumento en la temperatura. La advertencia de la película es clara: si no se hace algo para detener o, por lo menos, controlar las emisiones, eventualmente se alcanzará un punto de no retorno, y la temperatura global aumentará tanto que veremos consecuencias ambientales catastróficas.
El argumento de Gore tiene un carácter moral: la causa del cambio climático somos los seres humanos que, al hacer caso omiso a la evidencia científica, hemos continuado con nuestras prácticas de sobreexplotación de los recursos naturales, promoviendo aquellas situaciones que desequilibran el medioambiente. Según expresa Orietta Marquina en su artículo, “Una verdad incómoda” (2009):
[...] somos los causantes directos. Nuestra actividad puede agravar, aún más, el problema. No hacer nada es dejar que nuestros hijos sufran las consecuencias de nuestra inacción. La situación es tan grave que ellos no tendrían la oportunidad de contrarrestarlas. Pero, por otro lado, nuestra acción al ser planteada como causa, también se erige como la solución al problema. Como todos somos causa y solución al mismo tiempo, es que podemos hacer algo para revertir el calentamiento global. (p. 8)
En pleno 2006, la aparición de un documental como este venía acompañado por tintes esperanzadores, y cumplía con un doble objetivo: por un lado, explicar la importancia del desarrollo sustentable entre la población y, por otro, promover el cumplimiento de ciertos acuerdos internacionales de control de polución, tales como el Protocolo de Kioto firmado y adoptado en 1997, y en vigor desde 2005, cuyo objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); o bien los compromisos signados en la Carta de la Tierra, escrita en el año 2000 y que establece los valores fundamentales para promover un desarrollo sostenible, justo y pacífico en el mundo.
La motivación ética que condujo al equipo de The Climate Project a desarrollar la película An inconvenient truth es la misma que llevó al estudio de DIC Enterprises y Hanna-Barbera a desarrollar El Capitán Planeta: la idea central es que el humano tiene la capacidad de revertir el daño, y de encaminar la sociedad hacia un futuro sustentable. Lo he dicho antes: se trata de crear conciencia sobre el poder salvador de los pequeños actos cotidianos.
Planetina, al principio del capítulo, se inserta en esta misma lógica. Por eso es que apela a la conciencia del espectador y trata de hacerlo partícipe de su cruzada en pos del medioambiente. He ahí la importancia de su slogan. No obstante, esta es apenas la parte inicial del capítulo y, conforme ella y Morty van profundizando en los problemas ambientales contemporáneos, Planetina descubre que su postura sobre la salvación del medioambiente no da resultados porque los verdaderos villanos son mucho más complejos que el siniestro Diesel Weasel.
En este punto, los guionistas (Justin Roiland, Dan Harmon y Rob Schrab) emplean un elemento provocador para establecer cuánto ha decaído la preocupación medioambiental desde los noventa. Para hacerlo, nos muestran a los “niños de Planetina”, los Tina-Teers, que han invocado a la heroína desde los noventa y ya no son los jóvenes esperanzados por salvar el ecosistema. Los Tina-Teers son cuatro, y también ostentan el poder de uno de los cuatro elementos; al igual que en la serie del Capitán Planeta, cada uno representa un continente. La ausencia del quinto miembro —el corazón— se hace notar: los Tina-Teers son adultos desencantados que solo piensan en el beneficio económico —usan sus poderes para chantajear— y hacen dinero con la publicidad de la marca “Planetina”. Ellos fueron completamente consumidos por la realidad consumista.
En el episodio, los Tina-Teers pretenden vender a Planetina a un empresario de apariencia árabe de quien solo sabemos que ostenta una pecera llena de focas bebé a quienes les tiene preparado un destino funesto. Ante esta situación, Morty —quien es, por supuesto, el miembro que pone el “corazón”— aparece en la escena y, luego de asesinar a todos los Tina-Teers, libera a Planetina de la prisión mercantil donde es sometida. Con esto, le permite manifestarse de forma libre para explorar el mundo contemporáneo.
Y las cosas que Planetina verá a continuación serán combustible para transformar al personaje en la diosa vengativa de la Naturaleza.
Planetina: la furia de la Tierra
De acuerdo con la tradición más antigua de la mitología india, se considera a Kali como la diosa del tiempo, la fertilidad, la destrucción y la muerte. Sus representaciones pictóricas suelen mostrarla como una mujer de piel azulada que lleva un collar de cabezas y una falda de brazos, todos ellos obtenidos de los demonios que ha matado. En sus varias manos —usualmente cuatro— sostiene una cimitarra cubierta de sangre, la cabeza cortada de un demonio y un cuenco para contener su sangre y que de esta forma el demonio no se regenere; en algunos casos, una de sus manos muestra el Abhayamudra (mudra de bendición) como una señal de protección para sus devotos. A sus pies, se encuentra el dios Shiva (su esposo), que se ha colocado en esa posición de sometimiento y tranquilidad para apelar a los instintos bondadosos y maternales de la diosa. Según la tradición, cuando Kali se percató que yacía sobre el pecho de Shiva, cesó su furia.
De acuerdo con Mark Cartwright, autor de la entrada “Kali” (2013) en la World History Encyclopedia, el nombre Kali deriva del sánscrito, y quiere decir “la que es negra” o bien, “la que es la muerte”:
Como encarnación del tiempo, Kali devora todas las cosas, es irresistiblemente atractiva para los mortales y los dioses, y también puede representar (particularmente en tradiciones posteriores) la benevolencia de una diosa madre.
Esta dualidad de su carácter me resulta esencial para comprender su culto: la furia de Kali no es gratuita, sino que obedece a una necesidad de proteger a los suyos o, en su caso, de acabar con los demonios que amenazan el mundo.
Kali existe como la shakti (energía) liberada del dios masculino Shiva, quien forma parte de la trinidad divina junto a Brahma y Vishnu. Shiva es también el dios de la destrucción, pero una destrucción que precede a la reconstrucción y renovación del mundo. En este punto, me parece evidente considerar a Planetina una manifestación de Kali. Al igual que la diosa india, es una representación femenina del poder destructivo del Capitán Planeta, una vengadora de los espacios naturales que, sin embargo, poco o nada se interesa en la renovación del mundo humano. Su contacto con la humanidad no le da razones para ello.
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En el capítulo observamos cómo Morty acompaña a su amada en una cruzada ambientalista, pero pronto los actos salvadores de la heroína comienzan a resemblar vandalismo —poncha las llantas de miles de vehículos, incendia la casa de un senador— hasta que llegamos al momento en que Planetina libera su furia por completo; ambos llegan a una mina y tienen una confrontación con los mineros que están a punto de ingresar al subsuelo:
Planetina ¡Salgan ya! Todos ustedes, ¡salgan de ahí! ¡Están matando el planeta!
Minero Tu gente no consiguió los votos. Váyanse o haré que los arresten.
Planetina Son ustedes a los que deberían arrestar: ¡destripando la tierra, envenenando el aire que respiran sus hijos! ¿No pueden ver lo que están haciendo?
Minero Fácil para ti decirlo. ¡Tú puedes vivir como quieras! Nosotros necesitamos los trabajos. (A los mineros.) Vengan chicos, no pueden detenernos.
Morty Los detendremos la próxima vez…
Planetina ¡Ya no hay tiempo! ¿No puedes oír los gritos de la Tierra? ¡Sucios asesinos! ¡Solo hay una solución para la polución!
En este punto, la transformación queda completa. Planetina se (tras)torna en una diosa furibunda, su cuerpo se cubre de un aura flamígera y procede a asesinar a todos los presentes en la mina, excepto, por supuesto, a su amado Morty.
El enemigo en las sombras
La discusión planteada en la serie con respecto a la responsabilidad ambiental me resulta notable y muy pertinente con nuestros tiempos. De acuerdo con la autora Susanne C. Knittel, autora del artículo “Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus” (2023), la actual crisis ambiental es equiparable a los procesos que conducen a un genocidio. En este caso, no obstante, nos encontramos en una situación que no solo afecta a las personas vivas en toda la Tierra, sino que además plantea una violencia contra aquellos que aún no nacen o no son lo suficientemente adultos como para asumir una responsabilidad ecológica. La palabra clave aquí es responsabilidad, ¿quién es el responsable de esta crisis creciente? Sigue la autora:
Puede resultar difícil señalar a un culpable específico o establecer la causalidad o la intención, o incluso reconocer lo que está sucediendo como violencia. En el caso de ciertas formas de ecocidio, puede resultar relativamente claro quiénes son los perpetradores y las víctimas de actos específicos, pero en los casos de ‘violencia lenta’ (Nixon, 2011), donde las causas y los efectos están más separados o suceden en diferentes escalas, puede resultar difícil o imposible rastrear estos efectos hasta llegar a causas singulares.
A pesar de esto, es innegable que alguien debe pagar. Para Planetina, un ser que trasciende la humanidad y que roza lo divino, los culpables del ecocidio somos los humanos. No le cabe la menor duda al respecto, mientras se transforma en Kali y barre, con su espada flamígera, a todos los demonios que maltratan a su propia madre, la Tierra. Si bien esta idea puede resultar exagerada —además de que contiene un evidente sesgo dramático— considero que su perspectiva no se aleja de la visión ambiental tradicional.
Esperanzador y optimista como solía ser, el discurso ecológico de los noventa se caracterizaba por recomendar al ciudadano común llevar a cabo prácticas en pro del medioambiente. Al final de cada episodio, el Capitán Planeta aparecía para proveer a los televidentes las directrices “para salvar a nuestro mundo”: separar la basura, reciclar plásticos o vidrios o papel, apagar las luces cuando no se usaban y, por supuesto, cuidar el agua. ¡Cuidar el agua porque es nuestro bien más preciado! Cada una de estas acciones es importante, y no es mi intención insinuar que no vale la pena que, desde nuestra propia trinchera, cuidemos el medioambiente. Por el contrario, estoy convencido de que, a estas alturas, cada mínimo esfuerzo es importante.
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Hago esta acotación para señalar algo que me parece vital acerca del discurso ecológico recibido por mi generación: la responsabilidad ética de la contaminación se ha colocado a lo largo de los años en los hombros del ciudadano común y en sus pequeños actos cotidianos. Sin embargo, la realidad nos revela al verdadero enemigo del medioambiente y no es cada uno de nosotros, sino algo mucho más grande que nos somete por completo: el problema es nuestra cultura de consumo y, por supuesto, la industria neoliberal que día tras día clava sus fauces hambrientas en la carne de la Tierra.
Cuán difícil ha sido para alguien educado en los noventa darse cuenta de que reciclar una botella de plástico en poco o nada afecta el proceso de la contaminación, sobre todo porque sabemos que, de acuerdo con el Programa de Medio Ambiente de la ONU, cada año se producen alrededor de 430 millones de toneladas de plástico. Qué complejo contarle a la persona que lleva décadas reutilizando el agua de su lavadora para bajarle al inodoro o para regar su jardín, que sus litros ahorrados son nimios comparados con los casi 55 812 691 000 millones de litros de agua que Coca-Cola —tan solo esa refresquera— extrae del subsuelo cada año, según datos arrojados por el estudio “En México no falta agua, sobra chatarra”, de Karina Velázquez. Es terrible tener que confesarle al niño que fuimos que aquella esperanza del capitán azul carecía de un sustento real o —acaso— posible.
Cuando termina el capítulo, el horrorizado Morty todavía recibe una última visita de su diosa enamorada:
Morty Por favor, vete. Y ya no quiero verte.
Planetina ¿Ni siquiera quieres que intentemos hacer que funcione? Estuvimos tan cerca.
Morty Mataste a 300 personas.
Planetina Y tú mataste a mis niños.
Morty Te iban a vender para siempre. Eddie intentó matarme. Esos mineros eran inocentes…
Planetina Esos mineros “inocentes” votaron para poner en el poder a hombres que protegerían sus preciados trabajos para que pudieran comprar más basura plástica y comer los cadáveres de animales torturados. ¡El sistema está roto, Morty! Esta es la única forma en que puedo salvar la Tierra…, la única forma en que puedo salvarte.
Morty Si esa es la única forma, entonces no quiero que me salves. Por favor, vete.
Luego de este intercambio, los personajes se despiden. Nosotros, los espectadores, nos quedamos llenos de preguntas.
Hay cierta amargura que no puedo ocultar al terminar un ensayo como este, en el cual no existen los finales felices. A lo largo de los años, algunas imágenes me han remitido al Capitán Planeta y al reciente personaje de Planetina. Pensé en la diosa furibunda, por ejemplo, en aquellas tardes en que manejaba por las carreteras del sur de Jalisco, y contemplaba las miles de hectáreas de bosque sacrificadas al fuego solo con el propósito de promover el cambio de uso de suelo para la siembra de agave o aguacate. La inmensa nube de humo asesino cubrió el sol de Tlayolan por completo y dejó a mi pueblo en las sombras. ¿Quién es culpable de estas señales que preceden el fin del mundo? ¿Cuánta de esa responsabilidad me pertenece individualmente?
Imaginé a Planetina destruyendo los convoyes de camionetas llenas de gasolina que suben a las regiones más profundas de la Sierra del Tigre para regar los árboles y encender un fuego que arderá por días y dolerá por décadas. Y si bien, al igual que Morty, estoy convencido de que la salvación del medioambiente no puede estar supeditada a la extinción de la especie humana, no puedo sino asumir, con nostalgia y vergüenza, que después de todos estos años fuimos derrotados, y los villanos ganaron la batalla contra el Capitán Planeta: el Cerdonio ruin de nuestros tiempos es probablemente un cacique agroindustrial, dueño de algunos bancos y con fuertes sumas invertidas en las oficinas de gobierno correctas porque “el sistema está roto”.
Desconozco si alguna vez veremos a la diosa Gaia surgir de entre las entrañas de la Tierra convertida en la indómita Kali. Si sus fauces poderosas devorarán por igual al oficinista que gasta 365 envases de agua embotellada al año que al empresario que envenena el campo con plaguicidas. Ante esto me resta seguir haciendo actos cotidianos: vaciar el mar de lixiviado que es nuestro siglo con el cuenco trémulo de la mano.
Al final solo me queda la pregunta: si la diosa terrestre empieza a buscar responsables, ¿cuántos de nosotros esconderemos la mano?
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Referencias
Adult Swim. (2021). A Rickconvenient Mort (Temporada 5, Episodio 3) [Serie de televisión]. En D. Harmon & J. Roiland (Productores), Rick and Morty. Adult Swim.
Cartwright, M. (2013). Kali. En World History Encyclopedia. https://www.worldhistory.org/Kali/
Guggenheim, D. (2006). An Inconvenient Truth. Paramount Vantage.
Knittel, S.C. (2023). Ecologies of violence: Cultural memory (studies) and the genocide–ecocide nexus. Memory Studies, 16(6), 1563-1578. https://doi.org/10.1177/17506980231202747
Marquina, O. (2009). Una verdad incómoda. Educación, 18(34), 7-18.
O’Keefe, N. (Productor). (1990–1996). El Capitán Planeta y los planetarios [Serie de televisión]. DIC Enterprises; Hanna-Barbera Productions; Turner Program Services.
Velázquez, K. (2021). "En México no falta agua, sobra chatarra". Bocado, febrero. https://bocado.lat/en-mexico-no-falta-agua-sobra-chatarra/
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