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<i>Astronomía, ¿para qué?</i>

<i>Astronomía, ¿para qué?</i>

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
La ciencia avanza con lentitud, pero, la suma de siglos de cultura, de pensadores extraordinarios y de evaluación continua, la fortalecen y amplifican.
30
.
03
.
25
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Con autorización de la editorial Sexto Piso, publicamos este fragmento de <i>Astronomía, ¿para qué?</i> de la divulgadora científica mexicana Julieta Fierro.

La curiosidad es el motor de la ciencia. Existen pocos retos tan apasionantes e interesantes como el estudio del universo, sus componentes y evolución. La ciencia básica tiene como objetivo avanzar en conocimiento, comprender las leyes de la naturaleza, ¡proporcionar el placer que implica entender! Más tarde, si el conocimiento y la tecnología que generan las ciencias básicas se vinculan con la industria, ésta logra transformarlos en innovación: soluciones a problemas prácticos que benefician a millones.

La astronomía es cautivadora no solo por la belleza intrínseca de los astros, sino también por la conexión profunda que sentimos al observar el cielo estrellado o al contemplar las impresionantes imágenes captadas por los telescopios modernos. Es una experiencia similar a la de escuchar una melodía: aunque no comprendamos todas sus complejidades, nos envuelve y nos emociona. La vastedad del universo y el misterio de los cuerpos celestes despiertan nuestra curiosidad y nos invitan a explorar más allá de nuestro mundo, conectándonos con el cosmos de una manera única y fascinante. El estudio del universo se puede abordar desde varias disciplinas, tales como la historia, la biología, las matemáticas, la química y la física.

Te recomendamos leer: Sonidos de México, "Cantar una historia, el corrido"

Con la historia se estudian las distintas mentes que, con tanto esfuerzo, construyeron la posición de los astros, analizando sus movimientos, comprendiendo lo que son. Los griegos y los árabes les dieron nombres a estos astros; los mayas les dedicaron sitios espléndidos en su honor y predijeron la manifestación de eclipses con siglos de antelación. Los calendarios se basan en ciclos astronómicos que se repiten: la sucesión del día y la noche, las fases de la Luna, el paso de las estaciones. Los días de la semana tienen sus nombres en honor a astros brillantes del cielo: lunes, por la Luna; martes, por Marte; domingo (sunday), por el Sol. Newton se dio cuenta de que las leyes de la física terrestre son las mismas que las celestes; Einstein propuso la curvatura del espacio-tiempo, la existencia de agujeros de gusano y la famosa fórmula E = mc2, que explica la fuente de energía de las estrellas y el origen del universo.

Ahora más que nunca existen numerosos proyectos para buscar vida extraterrestre en el sistema solar, como en Marte y en algunas lunas de Júpiter, Saturno y Urano, donde existen mares subterráneos, y esto puede analizarse con la biología. Así como en la Tierra, donde hay agua hay vida, aun en sitios tan extremos como los desiertos, las laderas cubiertas de hielo y las fuentes hidrotermales, tanto superficiales como submarinas. Otros mundos menos favorecedores que el nuestro podrían albergar formas novedosas de vida. Y ni se diga de la cantidad de telescopios, tanto espaciales como terrestres, que no solo han descubierto más de 5 mil planetas extrasolares, algunos tan interesantes como la Tierra en sus distintas etapas de evolución. México cuenta con un telescopio robotizado en San Pedro Mártir para descubrir planetas extrasolares.

Con su poder analítico, las matemáticas, puestas al servicio de problemas complicados, son capaces de representarlos de manera elegante. Aunque no venga al caso directamente con la astronomía, algo tan bello como: e + 1 = 0 es muy difícil de emular. Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza; sin ellas no habría astrofísica. Además, ahora con las computadoras cuánticas que utilizan ese lenguaje ampliaremos nuestras posibilidades de resolver problemas cada vez más complejos, no solo los astronómicos.

Una de las fortalezas de la astronomía mexicana es su capacidad para explicar cómo se forman nuevos elementos durante la evolución estelar, a partir del hidrógeno y el helio generados minutos después de la gran explosión. Además, la investigación ha permitido estudiar moléculas de agua y otros compuestos en el medio interestelar, que son cruciales para la vida. La química nos ayuda a ver que no existen elementos químicos en el cosmos distintos a los que existen en nuestro planeta.

Las leyes de la física son, nada más y nada menos, las que describen el funcionamiento de la naturaleza, de manera elegante, aplicable, predictiva y bella. Es la herramienta moderna de la astrofísica, sucesora de la astronomía.

La ciencia avanza con lentitud, pero, la suma de siglos de cultura, de pensadores extraordinarios y de evaluación continua, la fortalecen y amplifican. En la antigüedad, las grandes culturas solo observaban unas cuantas estrellas a simple vista, y las usaron para crear el calendario, formaron distintos grupos que ahora llamamos constelaciones; solo les pusieron nombres a las más brillantes; de allí el nombre de esta ciencia: astronomía = nombrar a los astros. A simple vista solo se ven unas 2 mil en ambos hemisferios, además de algunos objetos nebulosos, como la más destacada: la Vía Láctea y, de vez en cuando, cometas o la Nebulosa de Orión.

Galileo utilizó y registró sus observaciones astronómicas por primera vez con un telescopio en 1610, casi un siglo después de la conquista de México por el reino de España. Con su nuevo instrumento corroboró la idea de que la Tierra giraba en torno al Sol. Actualmente, la astronomía va mucho más allá, emplea diversas maneras para analizar el cosmos. No fue hasta principios del siglo xx que se publicaron las observaciones fotográficas de la totalidad del hemisferio norte celeste y, décadas más tarde, de todo el cielo nocturno, así comienza a conocer sus propiedades, de allí el nombre de astrofísica. En este siglo contamos con el telescopio Gaia, a cargo de la Agencia Espacial Europea (esa, por sus siglas en inglés), que está analizando la Vía Láctea, nuestro hogar en el universo; estudia las características de miles de millones de estrellas que la conforman. Ahora tenemos datos de sus distancias, composición química, distribución, velocidad, pares de estrellas, nuevos planetas y grupos de estrellas de galaxias enanas que están ingresando a la galaxia.

Te podría interesar: "Breve historia de la música afroantillana en México"

Ya existen numerosas naciones que exploran la Luna y Marte con recursos humanos; también realizan misiones para analizar si hay vida en algunas de las lunas de Júpiter y Saturno, que tienen mares subterráneos bajo las superficies congeladas por donde emergen géiseres con agua y materia orgánica. Se analizan los más de 5 mil sistemas solares descubiertos, aun desde México, con el telescopio robotizado SAINT-EX, llamado así en honor a Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito.

Contamos con imágenes de gran parte del universo observable en diferentes frecuencias de radiación. Gracias a este esfuerzo, que nos tomó décadas, ya sabemos que existen 100 mil millones de galaxias, cada una con 100 mil millones de estrellas que se agrupan atraídas por la materia oscura (que todavía no sabemos qué es) y que forma la telaraña cósmica.

Deseamos encontrar maneras de entender cómo se originó y evolucionó el cosmos con mayor detalle. Dado que acaba de comenzar el estudio del universo con el empleo de neutrinos y ondas gravitacionales, pronto habrá avances más significativos y tal vez seguiremos descubriendo nuevas herramientas para comprender cómo funciona la naturaleza, de manera elegante y lógica, como es la ciencia.

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Con autorización de la editorial Sexto Piso, publicamos este fragmento de <i>Astronomía, ¿para qué?</i> de la divulgadora científica mexicana Julieta Fierro.

La curiosidad es el motor de la ciencia. Existen pocos retos tan apasionantes e interesantes como el estudio del universo, sus componentes y evolución. La ciencia básica tiene como objetivo avanzar en conocimiento, comprender las leyes de la naturaleza, ¡proporcionar el placer que implica entender! Más tarde, si el conocimiento y la tecnología que generan las ciencias básicas se vinculan con la industria, ésta logra transformarlos en innovación: soluciones a problemas prácticos que benefician a millones.

La astronomía es cautivadora no solo por la belleza intrínseca de los astros, sino también por la conexión profunda que sentimos al observar el cielo estrellado o al contemplar las impresionantes imágenes captadas por los telescopios modernos. Es una experiencia similar a la de escuchar una melodía: aunque no comprendamos todas sus complejidades, nos envuelve y nos emociona. La vastedad del universo y el misterio de los cuerpos celestes despiertan nuestra curiosidad y nos invitan a explorar más allá de nuestro mundo, conectándonos con el cosmos de una manera única y fascinante. El estudio del universo se puede abordar desde varias disciplinas, tales como la historia, la biología, las matemáticas, la química y la física.

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Con la historia se estudian las distintas mentes que, con tanto esfuerzo, construyeron la posición de los astros, analizando sus movimientos, comprendiendo lo que son. Los griegos y los árabes les dieron nombres a estos astros; los mayas les dedicaron sitios espléndidos en su honor y predijeron la manifestación de eclipses con siglos de antelación. Los calendarios se basan en ciclos astronómicos que se repiten: la sucesión del día y la noche, las fases de la Luna, el paso de las estaciones. Los días de la semana tienen sus nombres en honor a astros brillantes del cielo: lunes, por la Luna; martes, por Marte; domingo (sunday), por el Sol. Newton se dio cuenta de que las leyes de la física terrestre son las mismas que las celestes; Einstein propuso la curvatura del espacio-tiempo, la existencia de agujeros de gusano y la famosa fórmula E = mc2, que explica la fuente de energía de las estrellas y el origen del universo.

Ahora más que nunca existen numerosos proyectos para buscar vida extraterrestre en el sistema solar, como en Marte y en algunas lunas de Júpiter, Saturno y Urano, donde existen mares subterráneos, y esto puede analizarse con la biología. Así como en la Tierra, donde hay agua hay vida, aun en sitios tan extremos como los desiertos, las laderas cubiertas de hielo y las fuentes hidrotermales, tanto superficiales como submarinas. Otros mundos menos favorecedores que el nuestro podrían albergar formas novedosas de vida. Y ni se diga de la cantidad de telescopios, tanto espaciales como terrestres, que no solo han descubierto más de 5 mil planetas extrasolares, algunos tan interesantes como la Tierra en sus distintas etapas de evolución. México cuenta con un telescopio robotizado en San Pedro Mártir para descubrir planetas extrasolares.

Con su poder analítico, las matemáticas, puestas al servicio de problemas complicados, son capaces de representarlos de manera elegante. Aunque no venga al caso directamente con la astronomía, algo tan bello como: e + 1 = 0 es muy difícil de emular. Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza; sin ellas no habría astrofísica. Además, ahora con las computadoras cuánticas que utilizan ese lenguaje ampliaremos nuestras posibilidades de resolver problemas cada vez más complejos, no solo los astronómicos.

Una de las fortalezas de la astronomía mexicana es su capacidad para explicar cómo se forman nuevos elementos durante la evolución estelar, a partir del hidrógeno y el helio generados minutos después de la gran explosión. Además, la investigación ha permitido estudiar moléculas de agua y otros compuestos en el medio interestelar, que son cruciales para la vida. La química nos ayuda a ver que no existen elementos químicos en el cosmos distintos a los que existen en nuestro planeta.

Las leyes de la física son, nada más y nada menos, las que describen el funcionamiento de la naturaleza, de manera elegante, aplicable, predictiva y bella. Es la herramienta moderna de la astrofísica, sucesora de la astronomía.

La ciencia avanza con lentitud, pero, la suma de siglos de cultura, de pensadores extraordinarios y de evaluación continua, la fortalecen y amplifican. En la antigüedad, las grandes culturas solo observaban unas cuantas estrellas a simple vista, y las usaron para crear el calendario, formaron distintos grupos que ahora llamamos constelaciones; solo les pusieron nombres a las más brillantes; de allí el nombre de esta ciencia: astronomía = nombrar a los astros. A simple vista solo se ven unas 2 mil en ambos hemisferios, además de algunos objetos nebulosos, como la más destacada: la Vía Láctea y, de vez en cuando, cometas o la Nebulosa de Orión.

Galileo utilizó y registró sus observaciones astronómicas por primera vez con un telescopio en 1610, casi un siglo después de la conquista de México por el reino de España. Con su nuevo instrumento corroboró la idea de que la Tierra giraba en torno al Sol. Actualmente, la astronomía va mucho más allá, emplea diversas maneras para analizar el cosmos. No fue hasta principios del siglo xx que se publicaron las observaciones fotográficas de la totalidad del hemisferio norte celeste y, décadas más tarde, de todo el cielo nocturno, así comienza a conocer sus propiedades, de allí el nombre de astrofísica. En este siglo contamos con el telescopio Gaia, a cargo de la Agencia Espacial Europea (esa, por sus siglas en inglés), que está analizando la Vía Láctea, nuestro hogar en el universo; estudia las características de miles de millones de estrellas que la conforman. Ahora tenemos datos de sus distancias, composición química, distribución, velocidad, pares de estrellas, nuevos planetas y grupos de estrellas de galaxias enanas que están ingresando a la galaxia.

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Ya existen numerosas naciones que exploran la Luna y Marte con recursos humanos; también realizan misiones para analizar si hay vida en algunas de las lunas de Júpiter y Saturno, que tienen mares subterráneos bajo las superficies congeladas por donde emergen géiseres con agua y materia orgánica. Se analizan los más de 5 mil sistemas solares descubiertos, aun desde México, con el telescopio robotizado SAINT-EX, llamado así en honor a Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito.

Contamos con imágenes de gran parte del universo observable en diferentes frecuencias de radiación. Gracias a este esfuerzo, que nos tomó décadas, ya sabemos que existen 100 mil millones de galaxias, cada una con 100 mil millones de estrellas que se agrupan atraídas por la materia oscura (que todavía no sabemos qué es) y que forma la telaraña cósmica.

Deseamos encontrar maneras de entender cómo se originó y evolucionó el cosmos con mayor detalle. Dado que acaba de comenzar el estudio del universo con el empleo de neutrinos y ondas gravitacionales, pronto habrá avances más significativos y tal vez seguiremos descubriendo nuevas herramientas para comprender cómo funciona la naturaleza, de manera elegante y lógica, como es la ciencia.

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La curiosidad es el motor de la ciencia. Existen pocos retos tan apasionantes e interesantes como el estudio del universo, sus componentes y evolución. La ciencia básica tiene como objetivo avanzar en conocimiento, comprender las leyes de la naturaleza, ¡proporcionar el placer que implica entender! Más tarde, si el conocimiento y la tecnología que generan las ciencias básicas se vinculan con la industria, ésta logra transformarlos en innovación: soluciones a problemas prácticos que benefician a millones.

La astronomía es cautivadora no solo por la belleza intrínseca de los astros, sino también por la conexión profunda que sentimos al observar el cielo estrellado o al contemplar las impresionantes imágenes captadas por los telescopios modernos. Es una experiencia similar a la de escuchar una melodía: aunque no comprendamos todas sus complejidades, nos envuelve y nos emociona. La vastedad del universo y el misterio de los cuerpos celestes despiertan nuestra curiosidad y nos invitan a explorar más allá de nuestro mundo, conectándonos con el cosmos de una manera única y fascinante. El estudio del universo se puede abordar desde varias disciplinas, tales como la historia, la biología, las matemáticas, la química y la física.

Te recomendamos leer: Sonidos de México, "Cantar una historia, el corrido"

Con la historia se estudian las distintas mentes que, con tanto esfuerzo, construyeron la posición de los astros, analizando sus movimientos, comprendiendo lo que son. Los griegos y los árabes les dieron nombres a estos astros; los mayas les dedicaron sitios espléndidos en su honor y predijeron la manifestación de eclipses con siglos de antelación. Los calendarios se basan en ciclos astronómicos que se repiten: la sucesión del día y la noche, las fases de la Luna, el paso de las estaciones. Los días de la semana tienen sus nombres en honor a astros brillantes del cielo: lunes, por la Luna; martes, por Marte; domingo (sunday), por el Sol. Newton se dio cuenta de que las leyes de la física terrestre son las mismas que las celestes; Einstein propuso la curvatura del espacio-tiempo, la existencia de agujeros de gusano y la famosa fórmula E = mc2, que explica la fuente de energía de las estrellas y el origen del universo.

Ahora más que nunca existen numerosos proyectos para buscar vida extraterrestre en el sistema solar, como en Marte y en algunas lunas de Júpiter, Saturno y Urano, donde existen mares subterráneos, y esto puede analizarse con la biología. Así como en la Tierra, donde hay agua hay vida, aun en sitios tan extremos como los desiertos, las laderas cubiertas de hielo y las fuentes hidrotermales, tanto superficiales como submarinas. Otros mundos menos favorecedores que el nuestro podrían albergar formas novedosas de vida. Y ni se diga de la cantidad de telescopios, tanto espaciales como terrestres, que no solo han descubierto más de 5 mil planetas extrasolares, algunos tan interesantes como la Tierra en sus distintas etapas de evolución. México cuenta con un telescopio robotizado en San Pedro Mártir para descubrir planetas extrasolares.

Con su poder analítico, las matemáticas, puestas al servicio de problemas complicados, son capaces de representarlos de manera elegante. Aunque no venga al caso directamente con la astronomía, algo tan bello como: e + 1 = 0 es muy difícil de emular. Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza; sin ellas no habría astrofísica. Además, ahora con las computadoras cuánticas que utilizan ese lenguaje ampliaremos nuestras posibilidades de resolver problemas cada vez más complejos, no solo los astronómicos.

Una de las fortalezas de la astronomía mexicana es su capacidad para explicar cómo se forman nuevos elementos durante la evolución estelar, a partir del hidrógeno y el helio generados minutos después de la gran explosión. Además, la investigación ha permitido estudiar moléculas de agua y otros compuestos en el medio interestelar, que son cruciales para la vida. La química nos ayuda a ver que no existen elementos químicos en el cosmos distintos a los que existen en nuestro planeta.

Las leyes de la física son, nada más y nada menos, las que describen el funcionamiento de la naturaleza, de manera elegante, aplicable, predictiva y bella. Es la herramienta moderna de la astrofísica, sucesora de la astronomía.

La ciencia avanza con lentitud, pero, la suma de siglos de cultura, de pensadores extraordinarios y de evaluación continua, la fortalecen y amplifican. En la antigüedad, las grandes culturas solo observaban unas cuantas estrellas a simple vista, y las usaron para crear el calendario, formaron distintos grupos que ahora llamamos constelaciones; solo les pusieron nombres a las más brillantes; de allí el nombre de esta ciencia: astronomía = nombrar a los astros. A simple vista solo se ven unas 2 mil en ambos hemisferios, además de algunos objetos nebulosos, como la más destacada: la Vía Láctea y, de vez en cuando, cometas o la Nebulosa de Orión.

Galileo utilizó y registró sus observaciones astronómicas por primera vez con un telescopio en 1610, casi un siglo después de la conquista de México por el reino de España. Con su nuevo instrumento corroboró la idea de que la Tierra giraba en torno al Sol. Actualmente, la astronomía va mucho más allá, emplea diversas maneras para analizar el cosmos. No fue hasta principios del siglo xx que se publicaron las observaciones fotográficas de la totalidad del hemisferio norte celeste y, décadas más tarde, de todo el cielo nocturno, así comienza a conocer sus propiedades, de allí el nombre de astrofísica. En este siglo contamos con el telescopio Gaia, a cargo de la Agencia Espacial Europea (esa, por sus siglas en inglés), que está analizando la Vía Láctea, nuestro hogar en el universo; estudia las características de miles de millones de estrellas que la conforman. Ahora tenemos datos de sus distancias, composición química, distribución, velocidad, pares de estrellas, nuevos planetas y grupos de estrellas de galaxias enanas que están ingresando a la galaxia.

Te podría interesar: "Breve historia de la música afroantillana en México"

Ya existen numerosas naciones que exploran la Luna y Marte con recursos humanos; también realizan misiones para analizar si hay vida en algunas de las lunas de Júpiter y Saturno, que tienen mares subterráneos bajo las superficies congeladas por donde emergen géiseres con agua y materia orgánica. Se analizan los más de 5 mil sistemas solares descubiertos, aun desde México, con el telescopio robotizado SAINT-EX, llamado así en honor a Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito.

Contamos con imágenes de gran parte del universo observable en diferentes frecuencias de radiación. Gracias a este esfuerzo, que nos tomó décadas, ya sabemos que existen 100 mil millones de galaxias, cada una con 100 mil millones de estrellas que se agrupan atraídas por la materia oscura (que todavía no sabemos qué es) y que forma la telaraña cósmica.

Deseamos encontrar maneras de entender cómo se originó y evolucionó el cosmos con mayor detalle. Dado que acaba de comenzar el estudio del universo con el empleo de neutrinos y ondas gravitacionales, pronto habrá avances más significativos y tal vez seguiremos descubriendo nuevas herramientas para comprender cómo funciona la naturaleza, de manera elegante y lógica, como es la ciencia.

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La curiosidad es el motor de la ciencia. Existen pocos retos tan apasionantes e interesantes como el estudio del universo, sus componentes y evolución. La ciencia básica tiene como objetivo avanzar en conocimiento, comprender las leyes de la naturaleza, ¡proporcionar el placer que implica entender! Más tarde, si el conocimiento y la tecnología que generan las ciencias básicas se vinculan con la industria, ésta logra transformarlos en innovación: soluciones a problemas prácticos que benefician a millones.

La astronomía es cautivadora no solo por la belleza intrínseca de los astros, sino también por la conexión profunda que sentimos al observar el cielo estrellado o al contemplar las impresionantes imágenes captadas por los telescopios modernos. Es una experiencia similar a la de escuchar una melodía: aunque no comprendamos todas sus complejidades, nos envuelve y nos emociona. La vastedad del universo y el misterio de los cuerpos celestes despiertan nuestra curiosidad y nos invitan a explorar más allá de nuestro mundo, conectándonos con el cosmos de una manera única y fascinante. El estudio del universo se puede abordar desde varias disciplinas, tales como la historia, la biología, las matemáticas, la química y la física.

Te recomendamos leer: Sonidos de México, "Cantar una historia, el corrido"

Con la historia se estudian las distintas mentes que, con tanto esfuerzo, construyeron la posición de los astros, analizando sus movimientos, comprendiendo lo que son. Los griegos y los árabes les dieron nombres a estos astros; los mayas les dedicaron sitios espléndidos en su honor y predijeron la manifestación de eclipses con siglos de antelación. Los calendarios se basan en ciclos astronómicos que se repiten: la sucesión del día y la noche, las fases de la Luna, el paso de las estaciones. Los días de la semana tienen sus nombres en honor a astros brillantes del cielo: lunes, por la Luna; martes, por Marte; domingo (sunday), por el Sol. Newton se dio cuenta de que las leyes de la física terrestre son las mismas que las celestes; Einstein propuso la curvatura del espacio-tiempo, la existencia de agujeros de gusano y la famosa fórmula E = mc2, que explica la fuente de energía de las estrellas y el origen del universo.

Ahora más que nunca existen numerosos proyectos para buscar vida extraterrestre en el sistema solar, como en Marte y en algunas lunas de Júpiter, Saturno y Urano, donde existen mares subterráneos, y esto puede analizarse con la biología. Así como en la Tierra, donde hay agua hay vida, aun en sitios tan extremos como los desiertos, las laderas cubiertas de hielo y las fuentes hidrotermales, tanto superficiales como submarinas. Otros mundos menos favorecedores que el nuestro podrían albergar formas novedosas de vida. Y ni se diga de la cantidad de telescopios, tanto espaciales como terrestres, que no solo han descubierto más de 5 mil planetas extrasolares, algunos tan interesantes como la Tierra en sus distintas etapas de evolución. México cuenta con un telescopio robotizado en San Pedro Mártir para descubrir planetas extrasolares.

Con su poder analítico, las matemáticas, puestas al servicio de problemas complicados, son capaces de representarlos de manera elegante. Aunque no venga al caso directamente con la astronomía, algo tan bello como: e + 1 = 0 es muy difícil de emular. Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza; sin ellas no habría astrofísica. Además, ahora con las computadoras cuánticas que utilizan ese lenguaje ampliaremos nuestras posibilidades de resolver problemas cada vez más complejos, no solo los astronómicos.

Una de las fortalezas de la astronomía mexicana es su capacidad para explicar cómo se forman nuevos elementos durante la evolución estelar, a partir del hidrógeno y el helio generados minutos después de la gran explosión. Además, la investigación ha permitido estudiar moléculas de agua y otros compuestos en el medio interestelar, que son cruciales para la vida. La química nos ayuda a ver que no existen elementos químicos en el cosmos distintos a los que existen en nuestro planeta.

Las leyes de la física son, nada más y nada menos, las que describen el funcionamiento de la naturaleza, de manera elegante, aplicable, predictiva y bella. Es la herramienta moderna de la astrofísica, sucesora de la astronomía.

La ciencia avanza con lentitud, pero, la suma de siglos de cultura, de pensadores extraordinarios y de evaluación continua, la fortalecen y amplifican. En la antigüedad, las grandes culturas solo observaban unas cuantas estrellas a simple vista, y las usaron para crear el calendario, formaron distintos grupos que ahora llamamos constelaciones; solo les pusieron nombres a las más brillantes; de allí el nombre de esta ciencia: astronomía = nombrar a los astros. A simple vista solo se ven unas 2 mil en ambos hemisferios, además de algunos objetos nebulosos, como la más destacada: la Vía Láctea y, de vez en cuando, cometas o la Nebulosa de Orión.

Galileo utilizó y registró sus observaciones astronómicas por primera vez con un telescopio en 1610, casi un siglo después de la conquista de México por el reino de España. Con su nuevo instrumento corroboró la idea de que la Tierra giraba en torno al Sol. Actualmente, la astronomía va mucho más allá, emplea diversas maneras para analizar el cosmos. No fue hasta principios del siglo xx que se publicaron las observaciones fotográficas de la totalidad del hemisferio norte celeste y, décadas más tarde, de todo el cielo nocturno, así comienza a conocer sus propiedades, de allí el nombre de astrofísica. En este siglo contamos con el telescopio Gaia, a cargo de la Agencia Espacial Europea (esa, por sus siglas en inglés), que está analizando la Vía Láctea, nuestro hogar en el universo; estudia las características de miles de millones de estrellas que la conforman. Ahora tenemos datos de sus distancias, composición química, distribución, velocidad, pares de estrellas, nuevos planetas y grupos de estrellas de galaxias enanas que están ingresando a la galaxia.

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Ya existen numerosas naciones que exploran la Luna y Marte con recursos humanos; también realizan misiones para analizar si hay vida en algunas de las lunas de Júpiter y Saturno, que tienen mares subterráneos bajo las superficies congeladas por donde emergen géiseres con agua y materia orgánica. Se analizan los más de 5 mil sistemas solares descubiertos, aun desde México, con el telescopio robotizado SAINT-EX, llamado así en honor a Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito.

Contamos con imágenes de gran parte del universo observable en diferentes frecuencias de radiación. Gracias a este esfuerzo, que nos tomó décadas, ya sabemos que existen 100 mil millones de galaxias, cada una con 100 mil millones de estrellas que se agrupan atraídas por la materia oscura (que todavía no sabemos qué es) y que forma la telaraña cósmica.

Deseamos encontrar maneras de entender cómo se originó y evolucionó el cosmos con mayor detalle. Dado que acaba de comenzar el estudio del universo con el empleo de neutrinos y ondas gravitacionales, pronto habrá avances más significativos y tal vez seguiremos descubriendo nuevas herramientas para comprender cómo funciona la naturaleza, de manera elegante y lógica, como es la ciencia.

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La astronomía es cautivadora no solo por la belleza intrínseca de los astros, sino también por la conexión profunda que sentimos al observar el cielo estrellado o al contemplar las impresionantes imágenes captadas por los telescopios modernos. Es una experiencia similar a la de escuchar una melodía: aunque no comprendamos todas sus complejidades, nos envuelve y nos emociona. La vastedad del universo y el misterio de los cuerpos celestes despiertan nuestra curiosidad y nos invitan a explorar más allá de nuestro mundo, conectándonos con el cosmos de una manera única y fascinante. El estudio del universo se puede abordar desde varias disciplinas, tales como la historia, la biología, las matemáticas, la química y la física.

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Con la historia se estudian las distintas mentes que, con tanto esfuerzo, construyeron la posición de los astros, analizando sus movimientos, comprendiendo lo que son. Los griegos y los árabes les dieron nombres a estos astros; los mayas les dedicaron sitios espléndidos en su honor y predijeron la manifestación de eclipses con siglos de antelación. Los calendarios se basan en ciclos astronómicos que se repiten: la sucesión del día y la noche, las fases de la Luna, el paso de las estaciones. Los días de la semana tienen sus nombres en honor a astros brillantes del cielo: lunes, por la Luna; martes, por Marte; domingo (sunday), por el Sol. Newton se dio cuenta de que las leyes de la física terrestre son las mismas que las celestes; Einstein propuso la curvatura del espacio-tiempo, la existencia de agujeros de gusano y la famosa fórmula E = mc2, que explica la fuente de energía de las estrellas y el origen del universo.

Ahora más que nunca existen numerosos proyectos para buscar vida extraterrestre en el sistema solar, como en Marte y en algunas lunas de Júpiter, Saturno y Urano, donde existen mares subterráneos, y esto puede analizarse con la biología. Así como en la Tierra, donde hay agua hay vida, aun en sitios tan extremos como los desiertos, las laderas cubiertas de hielo y las fuentes hidrotermales, tanto superficiales como submarinas. Otros mundos menos favorecedores que el nuestro podrían albergar formas novedosas de vida. Y ni se diga de la cantidad de telescopios, tanto espaciales como terrestres, que no solo han descubierto más de 5 mil planetas extrasolares, algunos tan interesantes como la Tierra en sus distintas etapas de evolución. México cuenta con un telescopio robotizado en San Pedro Mártir para descubrir planetas extrasolares.

Con su poder analítico, las matemáticas, puestas al servicio de problemas complicados, son capaces de representarlos de manera elegante. Aunque no venga al caso directamente con la astronomía, algo tan bello como: e + 1 = 0 es muy difícil de emular. Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza; sin ellas no habría astrofísica. Además, ahora con las computadoras cuánticas que utilizan ese lenguaje ampliaremos nuestras posibilidades de resolver problemas cada vez más complejos, no solo los astronómicos.

Una de las fortalezas de la astronomía mexicana es su capacidad para explicar cómo se forman nuevos elementos durante la evolución estelar, a partir del hidrógeno y el helio generados minutos después de la gran explosión. Además, la investigación ha permitido estudiar moléculas de agua y otros compuestos en el medio interestelar, que son cruciales para la vida. La química nos ayuda a ver que no existen elementos químicos en el cosmos distintos a los que existen en nuestro planeta.

Las leyes de la física son, nada más y nada menos, las que describen el funcionamiento de la naturaleza, de manera elegante, aplicable, predictiva y bella. Es la herramienta moderna de la astrofísica, sucesora de la astronomía.

La ciencia avanza con lentitud, pero, la suma de siglos de cultura, de pensadores extraordinarios y de evaluación continua, la fortalecen y amplifican. En la antigüedad, las grandes culturas solo observaban unas cuantas estrellas a simple vista, y las usaron para crear el calendario, formaron distintos grupos que ahora llamamos constelaciones; solo les pusieron nombres a las más brillantes; de allí el nombre de esta ciencia: astronomía = nombrar a los astros. A simple vista solo se ven unas 2 mil en ambos hemisferios, además de algunos objetos nebulosos, como la más destacada: la Vía Láctea y, de vez en cuando, cometas o la Nebulosa de Orión.

Galileo utilizó y registró sus observaciones astronómicas por primera vez con un telescopio en 1610, casi un siglo después de la conquista de México por el reino de España. Con su nuevo instrumento corroboró la idea de que la Tierra giraba en torno al Sol. Actualmente, la astronomía va mucho más allá, emplea diversas maneras para analizar el cosmos. No fue hasta principios del siglo xx que se publicaron las observaciones fotográficas de la totalidad del hemisferio norte celeste y, décadas más tarde, de todo el cielo nocturno, así comienza a conocer sus propiedades, de allí el nombre de astrofísica. En este siglo contamos con el telescopio Gaia, a cargo de la Agencia Espacial Europea (esa, por sus siglas en inglés), que está analizando la Vía Láctea, nuestro hogar en el universo; estudia las características de miles de millones de estrellas que la conforman. Ahora tenemos datos de sus distancias, composición química, distribución, velocidad, pares de estrellas, nuevos planetas y grupos de estrellas de galaxias enanas que están ingresando a la galaxia.

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Ya existen numerosas naciones que exploran la Luna y Marte con recursos humanos; también realizan misiones para analizar si hay vida en algunas de las lunas de Júpiter y Saturno, que tienen mares subterráneos bajo las superficies congeladas por donde emergen géiseres con agua y materia orgánica. Se analizan los más de 5 mil sistemas solares descubiertos, aun desde México, con el telescopio robotizado SAINT-EX, llamado así en honor a Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito.

Contamos con imágenes de gran parte del universo observable en diferentes frecuencias de radiación. Gracias a este esfuerzo, que nos tomó décadas, ya sabemos que existen 100 mil millones de galaxias, cada una con 100 mil millones de estrellas que se agrupan atraídas por la materia oscura (que todavía no sabemos qué es) y que forma la telaraña cósmica.

Deseamos encontrar maneras de entender cómo se originó y evolucionó el cosmos con mayor detalle. Dado que acaba de comenzar el estudio del universo con el empleo de neutrinos y ondas gravitacionales, pronto habrá avances más significativos y tal vez seguiremos descubriendo nuevas herramientas para comprender cómo funciona la naturaleza, de manera elegante y lógica, como es la ciencia.

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