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La importancia del ajolote incluye el hábitat donde vive. La especie no está aislada de su ecosistema, interactúa con el agua, que recibe mucha más contaminación con estas actividades masivas, y con las chinampas, que son dañadas por los raves y los partidos de futbol.
Sin Xochimilco la temperatura de toda la CDMX aumentaría dos grados y perderíamos una de las especies más importantes de México. ¿Por qué usamos este socioecosistema como jardín de fiestas y campo de futbol?
En estos días Xochimilco celebra su tradicional encuentro La Flor más Bella del Ejido, una fiesta con orígenes prehispánicos y que llega hasta nuestros días. Es un mirador hacia nuestras raíces, nuestra cultura y nuestro ecosistema. Participan 12 de las 16 alcaldías y atrae a público de todo tipo que disfruta de la cultura que hemos generado durante más de 2 000 años a partir de nuestra relación con la naturaleza. Un vínculo que, por cierto, ha sido el que sostiene a una ciudad que ahora alberga a más de 20 millones de personas.
Un día antes de la inauguración de esta festividad se había organizado otra fiesta, más bien un rave, llamado Sonic Jungle Festival, dentro de la zona chinampera. Afortunadamente, tanto la Secretaría de Desarrollo y Medio Ambiente de la Ciudad de México como la Alcaldía de Xochimilco no autorizaron este evento que ya había vendido todos sus boletos. Los argumentos de las autoridades se basan en la Regla 99 del programa de manejo del Área Natural Protegida (ANP) de Xochimilco que dice:
Quedan prohibidos los eventos o prácticas que impliquen la emisión de sonidos, ruidos, luces o cualquier otro tipo de estímulos externos, que por su intensidad y frecuencia causen molestias a otros visitantes, al personal del “ANP-EXSGA”, perturbaciones a la fauna silvestre, así como todos aquellos eventos y actividades que pudieran provocar alteraciones a la flora, el suelo, los recursos hídricos y en general a los ecosistemas del “ANP-EXSGA”.
Aun cuando la opinión pública presionó a las autoridades para detener este rave, hay que decir que no es el primer evento que representa una amenaza para este ecosistema. Cerca de 60 hectáreas de Xochimilco están dedicadas a fiestas, jardines o partidos de futbol. Sin embargo, como el ruido y la contaminación no están contenidas, su influencia llega a toda la zona chinampera. Cada fin de semana se organizan grandes reventones muy parecidos en la zona de Cuemanco que afectan de manera directa tanto a la ecología del sistema como a la vida chinampera. Por eso es importante detenernos a analizar esta nueva tendencia de fiestas, eventos masivos e incluso partidos de futbol en Xochimilco.
Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
El rave es una fiesta que se puede realizar aquí o en Helsinki, por lo que el festejo no tiene nada que ver con la cultura del lugar donde se lleva a cabo. De hecho, después de la cancelación en Xochimilco, el evento se llevó a cabo al norte del Parque Industrial Vallejo. Existen varias razones por las que hay preferencia por hacerlo en Xochimilco: por un lado, está la poca vigilancia y, por otro, lo plano del terreno en la zona chinampera. Además, desde hace un par de años se llega fácilmente al lugar gracias al puente que levantó la administración anterior y que, por cierto, costó la destrucción de un humedal que conectaba la parte norte y sur de Xochimilco.
Quizá la más importante de las razones es que en las últimas décadas ha existido muy poco interés de la sociedad, y por lo tanto del gobierno, para mantener vivo al Xochimilco chinampero. Los dueños de los parajes han tenido facilidades para albergar este tipo de actividades, al grado que en esta ocasión se extrañaron de que les pidieran permiso para realizar el evento cuando nunca se los habían solicitado. Por el contrario, el apoyo a la actividad chinampera es casi nulo y está basado en clientelismo. Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
Te recomendamos leer "La última trinchera del Axolotl", de Andrés Cota.
Quizá muchas personas vean estos raves como un ingreso económico importante para la región, en esta lógica de que “entre más mejor”. En esos términos, ¿qué tiene de malo? Es una fiesta donde la gente se divierte, hay actividad económica y si hay otras festividades en el mismo lugar, ¿por qué se estigmatizan estos eventos?
La respuesta está en que, a diferencia de La Flor más Bella del Ejido, actividades como un rave o cambiar la chinampa por la cancha de futbol destruyen el ecosistema, el tejido social, la cultura y, por lo tanto, van erosionando nuestra identidad como mexicanos. Lo más grave es que nos vuelve a todos los capitalinos mucho más vulnerables a fenómenos extremos generados por el cambio climático.
Quizá también piensen que es una exageración, al final es solo un rave. Además, los organizadores aseguraban que su evento estaba diseñado para reducir al máximo el impacto ambiental y que no representaba un riesgo para los ajolotes que ya no habitan estas aguas de forma natural.
En primer lugar, debo decir que es una aseveración sin fundamento científico. En mi laboratorio hemos medido las poblaciones de ajolote y hacemos proyecciones. Es cierto que las poblaciones están mucho más mermadas que antes, y una de las proyecciones, el peor escenario, sugiere que el ajolote podría desaparecer de su hábitat natural en los próximos años, precisamente por actividades como un rave y las numerosas canchas de futbol. Pero esa no es la única proyección, hay otras que son más optimistas y ahora estamos haciendo el censo 2024-2025 que arrojará más información sobre dónde estamos parados. Así que no se puede afirmar que no hay ajolotes.
No obstante, el argumento tiene más fondo que un simple error sobre los datos científicos. Desde hace décadas me llama la atención esta lógica: si algo ya está dañado, se puede dañar todavía más. Es un argumento que no tiene sentido ni siquiera de sobrevivencia. Es como si un médico le advirtiera a su paciente que deje de fumar, pues corre peligro de cáncer, y este responda: “Si mis pulmones ya están dañados y todos negros, mejor sigo fumando”.
Por el contrario, si estamos perdiendo el hábitat de una de las especies más importantes del país, la reacción debería estar basada en generar cambios dramáticos en la zona para su conservación y restauración. Eso hacen la mayoría de los países: la reacción de China frente a la reducción de pandas no fue el aumento en la destrucción de bosques de bambú; por el contrario, fue una restauración de las regiones donde vive este preciado animal. La reacción de Ruanda, Uganda y República del Congo ante la reducción de gorilas fue crear un programa internacional de conservación, en lugar de utilizar el argumento de su baja población para acabar con ellos.
La importancia del ajolote incluye el hábitat donde vive. La especie no está aislada de su ecosistema, interactúa con el agua, que recibe mucha más contaminación con estas actividades masivas, y con las chinampas, que son dañadas por los raves y los partidos de futbol. Existen ya muchos estudios sobre cómo las especies sufren por contaminación lumínica debido a la cual se desorientan, se pierden y cambian su comportamiento. Mientras que la contaminación por ruido puede afectar la reproducción, el desarrollo y hasta el sistema inmune de los animales.
Además de los estudios científicos, hay que ponerse en el lugar de las garzas, los ajolotes y los cacomixtles e imaginar que el rave está a 10 metros de su casa. Al día siguiente, después de una desvelada y desorientado por el ruido, tendría que pedir el día para no ir a trabajar. A diferencia de los asistentes a la fiesta, ninguna de estas especies se puede dar el lujo de quedarse dormida, pues tienen que salir en busca de alimento. Esto también se complica porque después del rave viene el partido de futbol, así que no deja de haber ruido y contaminación.
El hábitat también incluye a las plantas y al ser humano que trabaja en la chinampa. Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible. Lo mismo sucede con las canchas de futbol donde se usan agroquímicos para mantener el pasto verde que llegan al agua matando todas las plantas y enfermando a las especies acuáticas, como peces, ajolotes y acociles. Algunos chinamperos han tenido que abandonar su producción debido a que los drenajes de los lugares de fiesta y de las canchas de fútbol vierten directamente sus residuos a sus canales y cultivos.
Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible
Es claro que estas son actividades muy agresivas para cualquier lugar, pero hacerlo en un socioecosistema —remanente de los lagos que dominaban nuestro valle y que nos sigue dando muchos beneficios— es darnos un disparo en el pie. Hay muchos estudios científicos que indican que, comparados con otros ecosistemas, los humedales como Xochimilco nos aportan muchos más beneficios ecosistémicos.
Calculamos cuánto dinero perdería la Ciudad de México si desaparecieran solo cuatro de los servicios ecosistémicos que ofrece Xochimilco (alimento, captura de carbono, la calidad del agua y biodiversidad): la ciudad recibe de Xochimilco entre 15 y 31 millones de dólares cada año, sin siquiera darse cuenta. Además, no son los únicos servicios ecosistémicos: Xochimilco es tanto un amortiguador de agua en tormentas como de temperatura durante las frecuentes olas de calor. Sin Xochimilco la temperatura promedio subiría dos grados centígrados en toda la ciudad. No todo es cuantificable en pesos hasta que ocurre un evento extremo, como una sequía o una inundación. Este socioecosistema también genera cultura con actividades como La Flor más Bella del Ejido; por eso es considerado Patrimonio Cultural por la Unesco, por eso es un sitio Ramsar (parte de la convención internacional para la conservación de humedales), y por eso es un Área Natural Protegida.
Los efectos inmediatos de los raves y los campos de futbol hacen que estas actividades estén prohibidas en el plan de manejo de Xochimilco. Sin embargo, no solo afectan de manera directa, también reducen la imagen de Xochimilco a un terreno baldío donde se organizan fiestas y “cascaritas”, destruyendo el hábitat sin que haya consecuencias. ¿A quién le importan los agricultores, las garzas, los ajolotes cuando cualquiera se puede divertir toda la noche y curar la cruda en la mañana sintiéndose Messi o, al menos, el Chicharito?
También te puede interesar el reportaje "Las luciérnagas se apagan: el desastre ambiental en Tlaxcala".
La razón por la que los eventos masivos y las canchas de futbol están proliferando se debe a las pocas alternativas de actividades económicas bien remuneradas que tienen las personas del lugar. Con la poca regulación y nulo apoyo a la chinampería, las actividades que destruyen a Xochimilco proliferan porque son más rentables.
Pero no basta con prohibir estos eventos, se requiere, además, generar alternativas para desarrollar economías dignas, con actividades que ayuden a conservar el ecosistema. Es por esto que la conservación de Xochimilco involucra una decisión de Estado. Si el gobierno no apoya la conservación de este socioecosistema de manera decidida, no esperemos que los dueños y organizadores de este tipo de actividades absorban el costo directo y de oportunidad de la conservación del lugar. Sobre todo, si el mismo gobierno les facilita estas otras actividades con infraestructura como el puente que destruyó un humedal.
Estamos en los albores de la crisis ambiental ocasionada por el cambio climático y la reducción de la biodiversidad. En 2024 la Ciudad de México ya sufrió los primeros embates de una crisis hídrica que va a continuar. En lugar de pensar de qué manera podemos apoyarnos en lugares como Xochimilco para reducir los efectos de la falta de agua y alimento, los estamos utilizando como jardín de fiestas y campo de futbol. Parece que queremos tapar las señales de alarma que nos grita la naturaleza con música a todo volumen.
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Sin Xochimilco la temperatura de toda la CDMX aumentaría dos grados y perderíamos una de las especies más importantes de México. ¿Por qué usamos este socioecosistema como jardín de fiestas y campo de futbol?
En estos días Xochimilco celebra su tradicional encuentro La Flor más Bella del Ejido, una fiesta con orígenes prehispánicos y que llega hasta nuestros días. Es un mirador hacia nuestras raíces, nuestra cultura y nuestro ecosistema. Participan 12 de las 16 alcaldías y atrae a público de todo tipo que disfruta de la cultura que hemos generado durante más de 2 000 años a partir de nuestra relación con la naturaleza. Un vínculo que, por cierto, ha sido el que sostiene a una ciudad que ahora alberga a más de 20 millones de personas.
Un día antes de la inauguración de esta festividad se había organizado otra fiesta, más bien un rave, llamado Sonic Jungle Festival, dentro de la zona chinampera. Afortunadamente, tanto la Secretaría de Desarrollo y Medio Ambiente de la Ciudad de México como la Alcaldía de Xochimilco no autorizaron este evento que ya había vendido todos sus boletos. Los argumentos de las autoridades se basan en la Regla 99 del programa de manejo del Área Natural Protegida (ANP) de Xochimilco que dice:
Quedan prohibidos los eventos o prácticas que impliquen la emisión de sonidos, ruidos, luces o cualquier otro tipo de estímulos externos, que por su intensidad y frecuencia causen molestias a otros visitantes, al personal del “ANP-EXSGA”, perturbaciones a la fauna silvestre, así como todos aquellos eventos y actividades que pudieran provocar alteraciones a la flora, el suelo, los recursos hídricos y en general a los ecosistemas del “ANP-EXSGA”.
Aun cuando la opinión pública presionó a las autoridades para detener este rave, hay que decir que no es el primer evento que representa una amenaza para este ecosistema. Cerca de 60 hectáreas de Xochimilco están dedicadas a fiestas, jardines o partidos de futbol. Sin embargo, como el ruido y la contaminación no están contenidas, su influencia llega a toda la zona chinampera. Cada fin de semana se organizan grandes reventones muy parecidos en la zona de Cuemanco que afectan de manera directa tanto a la ecología del sistema como a la vida chinampera. Por eso es importante detenernos a analizar esta nueva tendencia de fiestas, eventos masivos e incluso partidos de futbol en Xochimilco.
Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
El rave es una fiesta que se puede realizar aquí o en Helsinki, por lo que el festejo no tiene nada que ver con la cultura del lugar donde se lleva a cabo. De hecho, después de la cancelación en Xochimilco, el evento se llevó a cabo al norte del Parque Industrial Vallejo. Existen varias razones por las que hay preferencia por hacerlo en Xochimilco: por un lado, está la poca vigilancia y, por otro, lo plano del terreno en la zona chinampera. Además, desde hace un par de años se llega fácilmente al lugar gracias al puente que levantó la administración anterior y que, por cierto, costó la destrucción de un humedal que conectaba la parte norte y sur de Xochimilco.
Quizá la más importante de las razones es que en las últimas décadas ha existido muy poco interés de la sociedad, y por lo tanto del gobierno, para mantener vivo al Xochimilco chinampero. Los dueños de los parajes han tenido facilidades para albergar este tipo de actividades, al grado que en esta ocasión se extrañaron de que les pidieran permiso para realizar el evento cuando nunca se los habían solicitado. Por el contrario, el apoyo a la actividad chinampera es casi nulo y está basado en clientelismo. Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
Te recomendamos leer "La última trinchera del Axolotl", de Andrés Cota.
Quizá muchas personas vean estos raves como un ingreso económico importante para la región, en esta lógica de que “entre más mejor”. En esos términos, ¿qué tiene de malo? Es una fiesta donde la gente se divierte, hay actividad económica y si hay otras festividades en el mismo lugar, ¿por qué se estigmatizan estos eventos?
La respuesta está en que, a diferencia de La Flor más Bella del Ejido, actividades como un rave o cambiar la chinampa por la cancha de futbol destruyen el ecosistema, el tejido social, la cultura y, por lo tanto, van erosionando nuestra identidad como mexicanos. Lo más grave es que nos vuelve a todos los capitalinos mucho más vulnerables a fenómenos extremos generados por el cambio climático.
Quizá también piensen que es una exageración, al final es solo un rave. Además, los organizadores aseguraban que su evento estaba diseñado para reducir al máximo el impacto ambiental y que no representaba un riesgo para los ajolotes que ya no habitan estas aguas de forma natural.
En primer lugar, debo decir que es una aseveración sin fundamento científico. En mi laboratorio hemos medido las poblaciones de ajolote y hacemos proyecciones. Es cierto que las poblaciones están mucho más mermadas que antes, y una de las proyecciones, el peor escenario, sugiere que el ajolote podría desaparecer de su hábitat natural en los próximos años, precisamente por actividades como un rave y las numerosas canchas de futbol. Pero esa no es la única proyección, hay otras que son más optimistas y ahora estamos haciendo el censo 2024-2025 que arrojará más información sobre dónde estamos parados. Así que no se puede afirmar que no hay ajolotes.
No obstante, el argumento tiene más fondo que un simple error sobre los datos científicos. Desde hace décadas me llama la atención esta lógica: si algo ya está dañado, se puede dañar todavía más. Es un argumento que no tiene sentido ni siquiera de sobrevivencia. Es como si un médico le advirtiera a su paciente que deje de fumar, pues corre peligro de cáncer, y este responda: “Si mis pulmones ya están dañados y todos negros, mejor sigo fumando”.
Por el contrario, si estamos perdiendo el hábitat de una de las especies más importantes del país, la reacción debería estar basada en generar cambios dramáticos en la zona para su conservación y restauración. Eso hacen la mayoría de los países: la reacción de China frente a la reducción de pandas no fue el aumento en la destrucción de bosques de bambú; por el contrario, fue una restauración de las regiones donde vive este preciado animal. La reacción de Ruanda, Uganda y República del Congo ante la reducción de gorilas fue crear un programa internacional de conservación, en lugar de utilizar el argumento de su baja población para acabar con ellos.
La importancia del ajolote incluye el hábitat donde vive. La especie no está aislada de su ecosistema, interactúa con el agua, que recibe mucha más contaminación con estas actividades masivas, y con las chinampas, que son dañadas por los raves y los partidos de futbol. Existen ya muchos estudios sobre cómo las especies sufren por contaminación lumínica debido a la cual se desorientan, se pierden y cambian su comportamiento. Mientras que la contaminación por ruido puede afectar la reproducción, el desarrollo y hasta el sistema inmune de los animales.
Además de los estudios científicos, hay que ponerse en el lugar de las garzas, los ajolotes y los cacomixtles e imaginar que el rave está a 10 metros de su casa. Al día siguiente, después de una desvelada y desorientado por el ruido, tendría que pedir el día para no ir a trabajar. A diferencia de los asistentes a la fiesta, ninguna de estas especies se puede dar el lujo de quedarse dormida, pues tienen que salir en busca de alimento. Esto también se complica porque después del rave viene el partido de futbol, así que no deja de haber ruido y contaminación.
El hábitat también incluye a las plantas y al ser humano que trabaja en la chinampa. Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible. Lo mismo sucede con las canchas de futbol donde se usan agroquímicos para mantener el pasto verde que llegan al agua matando todas las plantas y enfermando a las especies acuáticas, como peces, ajolotes y acociles. Algunos chinamperos han tenido que abandonar su producción debido a que los drenajes de los lugares de fiesta y de las canchas de fútbol vierten directamente sus residuos a sus canales y cultivos.
Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible
Es claro que estas son actividades muy agresivas para cualquier lugar, pero hacerlo en un socioecosistema —remanente de los lagos que dominaban nuestro valle y que nos sigue dando muchos beneficios— es darnos un disparo en el pie. Hay muchos estudios científicos que indican que, comparados con otros ecosistemas, los humedales como Xochimilco nos aportan muchos más beneficios ecosistémicos.
Calculamos cuánto dinero perdería la Ciudad de México si desaparecieran solo cuatro de los servicios ecosistémicos que ofrece Xochimilco (alimento, captura de carbono, la calidad del agua y biodiversidad): la ciudad recibe de Xochimilco entre 15 y 31 millones de dólares cada año, sin siquiera darse cuenta. Además, no son los únicos servicios ecosistémicos: Xochimilco es tanto un amortiguador de agua en tormentas como de temperatura durante las frecuentes olas de calor. Sin Xochimilco la temperatura promedio subiría dos grados centígrados en toda la ciudad. No todo es cuantificable en pesos hasta que ocurre un evento extremo, como una sequía o una inundación. Este socioecosistema también genera cultura con actividades como La Flor más Bella del Ejido; por eso es considerado Patrimonio Cultural por la Unesco, por eso es un sitio Ramsar (parte de la convención internacional para la conservación de humedales), y por eso es un Área Natural Protegida.
Los efectos inmediatos de los raves y los campos de futbol hacen que estas actividades estén prohibidas en el plan de manejo de Xochimilco. Sin embargo, no solo afectan de manera directa, también reducen la imagen de Xochimilco a un terreno baldío donde se organizan fiestas y “cascaritas”, destruyendo el hábitat sin que haya consecuencias. ¿A quién le importan los agricultores, las garzas, los ajolotes cuando cualquiera se puede divertir toda la noche y curar la cruda en la mañana sintiéndose Messi o, al menos, el Chicharito?
También te puede interesar el reportaje "Las luciérnagas se apagan: el desastre ambiental en Tlaxcala".
La razón por la que los eventos masivos y las canchas de futbol están proliferando se debe a las pocas alternativas de actividades económicas bien remuneradas que tienen las personas del lugar. Con la poca regulación y nulo apoyo a la chinampería, las actividades que destruyen a Xochimilco proliferan porque son más rentables.
Pero no basta con prohibir estos eventos, se requiere, además, generar alternativas para desarrollar economías dignas, con actividades que ayuden a conservar el ecosistema. Es por esto que la conservación de Xochimilco involucra una decisión de Estado. Si el gobierno no apoya la conservación de este socioecosistema de manera decidida, no esperemos que los dueños y organizadores de este tipo de actividades absorban el costo directo y de oportunidad de la conservación del lugar. Sobre todo, si el mismo gobierno les facilita estas otras actividades con infraestructura como el puente que destruyó un humedal.
Estamos en los albores de la crisis ambiental ocasionada por el cambio climático y la reducción de la biodiversidad. En 2024 la Ciudad de México ya sufrió los primeros embates de una crisis hídrica que va a continuar. En lugar de pensar de qué manera podemos apoyarnos en lugares como Xochimilco para reducir los efectos de la falta de agua y alimento, los estamos utilizando como jardín de fiestas y campo de futbol. Parece que queremos tapar las señales de alarma que nos grita la naturaleza con música a todo volumen.
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La importancia del ajolote incluye el hábitat donde vive. La especie no está aislada de su ecosistema, interactúa con el agua, que recibe mucha más contaminación con estas actividades masivas, y con las chinampas, que son dañadas por los raves y los partidos de futbol.
Sin Xochimilco la temperatura de toda la CDMX aumentaría dos grados y perderíamos una de las especies más importantes de México. ¿Por qué usamos este socioecosistema como jardín de fiestas y campo de futbol?
En estos días Xochimilco celebra su tradicional encuentro La Flor más Bella del Ejido, una fiesta con orígenes prehispánicos y que llega hasta nuestros días. Es un mirador hacia nuestras raíces, nuestra cultura y nuestro ecosistema. Participan 12 de las 16 alcaldías y atrae a público de todo tipo que disfruta de la cultura que hemos generado durante más de 2 000 años a partir de nuestra relación con la naturaleza. Un vínculo que, por cierto, ha sido el que sostiene a una ciudad que ahora alberga a más de 20 millones de personas.
Un día antes de la inauguración de esta festividad se había organizado otra fiesta, más bien un rave, llamado Sonic Jungle Festival, dentro de la zona chinampera. Afortunadamente, tanto la Secretaría de Desarrollo y Medio Ambiente de la Ciudad de México como la Alcaldía de Xochimilco no autorizaron este evento que ya había vendido todos sus boletos. Los argumentos de las autoridades se basan en la Regla 99 del programa de manejo del Área Natural Protegida (ANP) de Xochimilco que dice:
Quedan prohibidos los eventos o prácticas que impliquen la emisión de sonidos, ruidos, luces o cualquier otro tipo de estímulos externos, que por su intensidad y frecuencia causen molestias a otros visitantes, al personal del “ANP-EXSGA”, perturbaciones a la fauna silvestre, así como todos aquellos eventos y actividades que pudieran provocar alteraciones a la flora, el suelo, los recursos hídricos y en general a los ecosistemas del “ANP-EXSGA”.
Aun cuando la opinión pública presionó a las autoridades para detener este rave, hay que decir que no es el primer evento que representa una amenaza para este ecosistema. Cerca de 60 hectáreas de Xochimilco están dedicadas a fiestas, jardines o partidos de futbol. Sin embargo, como el ruido y la contaminación no están contenidas, su influencia llega a toda la zona chinampera. Cada fin de semana se organizan grandes reventones muy parecidos en la zona de Cuemanco que afectan de manera directa tanto a la ecología del sistema como a la vida chinampera. Por eso es importante detenernos a analizar esta nueva tendencia de fiestas, eventos masivos e incluso partidos de futbol en Xochimilco.
Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
El rave es una fiesta que se puede realizar aquí o en Helsinki, por lo que el festejo no tiene nada que ver con la cultura del lugar donde se lleva a cabo. De hecho, después de la cancelación en Xochimilco, el evento se llevó a cabo al norte del Parque Industrial Vallejo. Existen varias razones por las que hay preferencia por hacerlo en Xochimilco: por un lado, está la poca vigilancia y, por otro, lo plano del terreno en la zona chinampera. Además, desde hace un par de años se llega fácilmente al lugar gracias al puente que levantó la administración anterior y que, por cierto, costó la destrucción de un humedal que conectaba la parte norte y sur de Xochimilco.
Quizá la más importante de las razones es que en las últimas décadas ha existido muy poco interés de la sociedad, y por lo tanto del gobierno, para mantener vivo al Xochimilco chinampero. Los dueños de los parajes han tenido facilidades para albergar este tipo de actividades, al grado que en esta ocasión se extrañaron de que les pidieran permiso para realizar el evento cuando nunca se los habían solicitado. Por el contrario, el apoyo a la actividad chinampera es casi nulo y está basado en clientelismo. Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
Te recomendamos leer "La última trinchera del Axolotl", de Andrés Cota.
Quizá muchas personas vean estos raves como un ingreso económico importante para la región, en esta lógica de que “entre más mejor”. En esos términos, ¿qué tiene de malo? Es una fiesta donde la gente se divierte, hay actividad económica y si hay otras festividades en el mismo lugar, ¿por qué se estigmatizan estos eventos?
La respuesta está en que, a diferencia de La Flor más Bella del Ejido, actividades como un rave o cambiar la chinampa por la cancha de futbol destruyen el ecosistema, el tejido social, la cultura y, por lo tanto, van erosionando nuestra identidad como mexicanos. Lo más grave es que nos vuelve a todos los capitalinos mucho más vulnerables a fenómenos extremos generados por el cambio climático.
Quizá también piensen que es una exageración, al final es solo un rave. Además, los organizadores aseguraban que su evento estaba diseñado para reducir al máximo el impacto ambiental y que no representaba un riesgo para los ajolotes que ya no habitan estas aguas de forma natural.
En primer lugar, debo decir que es una aseveración sin fundamento científico. En mi laboratorio hemos medido las poblaciones de ajolote y hacemos proyecciones. Es cierto que las poblaciones están mucho más mermadas que antes, y una de las proyecciones, el peor escenario, sugiere que el ajolote podría desaparecer de su hábitat natural en los próximos años, precisamente por actividades como un rave y las numerosas canchas de futbol. Pero esa no es la única proyección, hay otras que son más optimistas y ahora estamos haciendo el censo 2024-2025 que arrojará más información sobre dónde estamos parados. Así que no se puede afirmar que no hay ajolotes.
No obstante, el argumento tiene más fondo que un simple error sobre los datos científicos. Desde hace décadas me llama la atención esta lógica: si algo ya está dañado, se puede dañar todavía más. Es un argumento que no tiene sentido ni siquiera de sobrevivencia. Es como si un médico le advirtiera a su paciente que deje de fumar, pues corre peligro de cáncer, y este responda: “Si mis pulmones ya están dañados y todos negros, mejor sigo fumando”.
Por el contrario, si estamos perdiendo el hábitat de una de las especies más importantes del país, la reacción debería estar basada en generar cambios dramáticos en la zona para su conservación y restauración. Eso hacen la mayoría de los países: la reacción de China frente a la reducción de pandas no fue el aumento en la destrucción de bosques de bambú; por el contrario, fue una restauración de las regiones donde vive este preciado animal. La reacción de Ruanda, Uganda y República del Congo ante la reducción de gorilas fue crear un programa internacional de conservación, en lugar de utilizar el argumento de su baja población para acabar con ellos.
La importancia del ajolote incluye el hábitat donde vive. La especie no está aislada de su ecosistema, interactúa con el agua, que recibe mucha más contaminación con estas actividades masivas, y con las chinampas, que son dañadas por los raves y los partidos de futbol. Existen ya muchos estudios sobre cómo las especies sufren por contaminación lumínica debido a la cual se desorientan, se pierden y cambian su comportamiento. Mientras que la contaminación por ruido puede afectar la reproducción, el desarrollo y hasta el sistema inmune de los animales.
Además de los estudios científicos, hay que ponerse en el lugar de las garzas, los ajolotes y los cacomixtles e imaginar que el rave está a 10 metros de su casa. Al día siguiente, después de una desvelada y desorientado por el ruido, tendría que pedir el día para no ir a trabajar. A diferencia de los asistentes a la fiesta, ninguna de estas especies se puede dar el lujo de quedarse dormida, pues tienen que salir en busca de alimento. Esto también se complica porque después del rave viene el partido de futbol, así que no deja de haber ruido y contaminación.
El hábitat también incluye a las plantas y al ser humano que trabaja en la chinampa. Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible. Lo mismo sucede con las canchas de futbol donde se usan agroquímicos para mantener el pasto verde que llegan al agua matando todas las plantas y enfermando a las especies acuáticas, como peces, ajolotes y acociles. Algunos chinamperos han tenido que abandonar su producción debido a que los drenajes de los lugares de fiesta y de las canchas de fútbol vierten directamente sus residuos a sus canales y cultivos.
Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible
Es claro que estas son actividades muy agresivas para cualquier lugar, pero hacerlo en un socioecosistema —remanente de los lagos que dominaban nuestro valle y que nos sigue dando muchos beneficios— es darnos un disparo en el pie. Hay muchos estudios científicos que indican que, comparados con otros ecosistemas, los humedales como Xochimilco nos aportan muchos más beneficios ecosistémicos.
Calculamos cuánto dinero perdería la Ciudad de México si desaparecieran solo cuatro de los servicios ecosistémicos que ofrece Xochimilco (alimento, captura de carbono, la calidad del agua y biodiversidad): la ciudad recibe de Xochimilco entre 15 y 31 millones de dólares cada año, sin siquiera darse cuenta. Además, no son los únicos servicios ecosistémicos: Xochimilco es tanto un amortiguador de agua en tormentas como de temperatura durante las frecuentes olas de calor. Sin Xochimilco la temperatura promedio subiría dos grados centígrados en toda la ciudad. No todo es cuantificable en pesos hasta que ocurre un evento extremo, como una sequía o una inundación. Este socioecosistema también genera cultura con actividades como La Flor más Bella del Ejido; por eso es considerado Patrimonio Cultural por la Unesco, por eso es un sitio Ramsar (parte de la convención internacional para la conservación de humedales), y por eso es un Área Natural Protegida.
Los efectos inmediatos de los raves y los campos de futbol hacen que estas actividades estén prohibidas en el plan de manejo de Xochimilco. Sin embargo, no solo afectan de manera directa, también reducen la imagen de Xochimilco a un terreno baldío donde se organizan fiestas y “cascaritas”, destruyendo el hábitat sin que haya consecuencias. ¿A quién le importan los agricultores, las garzas, los ajolotes cuando cualquiera se puede divertir toda la noche y curar la cruda en la mañana sintiéndose Messi o, al menos, el Chicharito?
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La razón por la que los eventos masivos y las canchas de futbol están proliferando se debe a las pocas alternativas de actividades económicas bien remuneradas que tienen las personas del lugar. Con la poca regulación y nulo apoyo a la chinampería, las actividades que destruyen a Xochimilco proliferan porque son más rentables.
Pero no basta con prohibir estos eventos, se requiere, además, generar alternativas para desarrollar economías dignas, con actividades que ayuden a conservar el ecosistema. Es por esto que la conservación de Xochimilco involucra una decisión de Estado. Si el gobierno no apoya la conservación de este socioecosistema de manera decidida, no esperemos que los dueños y organizadores de este tipo de actividades absorban el costo directo y de oportunidad de la conservación del lugar. Sobre todo, si el mismo gobierno les facilita estas otras actividades con infraestructura como el puente que destruyó un humedal.
Estamos en los albores de la crisis ambiental ocasionada por el cambio climático y la reducción de la biodiversidad. En 2024 la Ciudad de México ya sufrió los primeros embates de una crisis hídrica que va a continuar. En lugar de pensar de qué manera podemos apoyarnos en lugares como Xochimilco para reducir los efectos de la falta de agua y alimento, los estamos utilizando como jardín de fiestas y campo de futbol. Parece que queremos tapar las señales de alarma que nos grita la naturaleza con música a todo volumen.
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Sin Xochimilco la temperatura de toda la CDMX aumentaría dos grados y perderíamos una de las especies más importantes de México. ¿Por qué usamos este socioecosistema como jardín de fiestas y campo de futbol?
En estos días Xochimilco celebra su tradicional encuentro La Flor más Bella del Ejido, una fiesta con orígenes prehispánicos y que llega hasta nuestros días. Es un mirador hacia nuestras raíces, nuestra cultura y nuestro ecosistema. Participan 12 de las 16 alcaldías y atrae a público de todo tipo que disfruta de la cultura que hemos generado durante más de 2 000 años a partir de nuestra relación con la naturaleza. Un vínculo que, por cierto, ha sido el que sostiene a una ciudad que ahora alberga a más de 20 millones de personas.
Un día antes de la inauguración de esta festividad se había organizado otra fiesta, más bien un rave, llamado Sonic Jungle Festival, dentro de la zona chinampera. Afortunadamente, tanto la Secretaría de Desarrollo y Medio Ambiente de la Ciudad de México como la Alcaldía de Xochimilco no autorizaron este evento que ya había vendido todos sus boletos. Los argumentos de las autoridades se basan en la Regla 99 del programa de manejo del Área Natural Protegida (ANP) de Xochimilco que dice:
Quedan prohibidos los eventos o prácticas que impliquen la emisión de sonidos, ruidos, luces o cualquier otro tipo de estímulos externos, que por su intensidad y frecuencia causen molestias a otros visitantes, al personal del “ANP-EXSGA”, perturbaciones a la fauna silvestre, así como todos aquellos eventos y actividades que pudieran provocar alteraciones a la flora, el suelo, los recursos hídricos y en general a los ecosistemas del “ANP-EXSGA”.
Aun cuando la opinión pública presionó a las autoridades para detener este rave, hay que decir que no es el primer evento que representa una amenaza para este ecosistema. Cerca de 60 hectáreas de Xochimilco están dedicadas a fiestas, jardines o partidos de futbol. Sin embargo, como el ruido y la contaminación no están contenidas, su influencia llega a toda la zona chinampera. Cada fin de semana se organizan grandes reventones muy parecidos en la zona de Cuemanco que afectan de manera directa tanto a la ecología del sistema como a la vida chinampera. Por eso es importante detenernos a analizar esta nueva tendencia de fiestas, eventos masivos e incluso partidos de futbol en Xochimilco.
Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
El rave es una fiesta que se puede realizar aquí o en Helsinki, por lo que el festejo no tiene nada que ver con la cultura del lugar donde se lleva a cabo. De hecho, después de la cancelación en Xochimilco, el evento se llevó a cabo al norte del Parque Industrial Vallejo. Existen varias razones por las que hay preferencia por hacerlo en Xochimilco: por un lado, está la poca vigilancia y, por otro, lo plano del terreno en la zona chinampera. Además, desde hace un par de años se llega fácilmente al lugar gracias al puente que levantó la administración anterior y que, por cierto, costó la destrucción de un humedal que conectaba la parte norte y sur de Xochimilco.
Quizá la más importante de las razones es que en las últimas décadas ha existido muy poco interés de la sociedad, y por lo tanto del gobierno, para mantener vivo al Xochimilco chinampero. Los dueños de los parajes han tenido facilidades para albergar este tipo de actividades, al grado que en esta ocasión se extrañaron de que les pidieran permiso para realizar el evento cuando nunca se los habían solicitado. Por el contrario, el apoyo a la actividad chinampera es casi nulo y está basado en clientelismo. Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
Te recomendamos leer "La última trinchera del Axolotl", de Andrés Cota.
Quizá muchas personas vean estos raves como un ingreso económico importante para la región, en esta lógica de que “entre más mejor”. En esos términos, ¿qué tiene de malo? Es una fiesta donde la gente se divierte, hay actividad económica y si hay otras festividades en el mismo lugar, ¿por qué se estigmatizan estos eventos?
La respuesta está en que, a diferencia de La Flor más Bella del Ejido, actividades como un rave o cambiar la chinampa por la cancha de futbol destruyen el ecosistema, el tejido social, la cultura y, por lo tanto, van erosionando nuestra identidad como mexicanos. Lo más grave es que nos vuelve a todos los capitalinos mucho más vulnerables a fenómenos extremos generados por el cambio climático.
Quizá también piensen que es una exageración, al final es solo un rave. Además, los organizadores aseguraban que su evento estaba diseñado para reducir al máximo el impacto ambiental y que no representaba un riesgo para los ajolotes que ya no habitan estas aguas de forma natural.
En primer lugar, debo decir que es una aseveración sin fundamento científico. En mi laboratorio hemos medido las poblaciones de ajolote y hacemos proyecciones. Es cierto que las poblaciones están mucho más mermadas que antes, y una de las proyecciones, el peor escenario, sugiere que el ajolote podría desaparecer de su hábitat natural en los próximos años, precisamente por actividades como un rave y las numerosas canchas de futbol. Pero esa no es la única proyección, hay otras que son más optimistas y ahora estamos haciendo el censo 2024-2025 que arrojará más información sobre dónde estamos parados. Así que no se puede afirmar que no hay ajolotes.
No obstante, el argumento tiene más fondo que un simple error sobre los datos científicos. Desde hace décadas me llama la atención esta lógica: si algo ya está dañado, se puede dañar todavía más. Es un argumento que no tiene sentido ni siquiera de sobrevivencia. Es como si un médico le advirtiera a su paciente que deje de fumar, pues corre peligro de cáncer, y este responda: “Si mis pulmones ya están dañados y todos negros, mejor sigo fumando”.
Por el contrario, si estamos perdiendo el hábitat de una de las especies más importantes del país, la reacción debería estar basada en generar cambios dramáticos en la zona para su conservación y restauración. Eso hacen la mayoría de los países: la reacción de China frente a la reducción de pandas no fue el aumento en la destrucción de bosques de bambú; por el contrario, fue una restauración de las regiones donde vive este preciado animal. La reacción de Ruanda, Uganda y República del Congo ante la reducción de gorilas fue crear un programa internacional de conservación, en lugar de utilizar el argumento de su baja población para acabar con ellos.
La importancia del ajolote incluye el hábitat donde vive. La especie no está aislada de su ecosistema, interactúa con el agua, que recibe mucha más contaminación con estas actividades masivas, y con las chinampas, que son dañadas por los raves y los partidos de futbol. Existen ya muchos estudios sobre cómo las especies sufren por contaminación lumínica debido a la cual se desorientan, se pierden y cambian su comportamiento. Mientras que la contaminación por ruido puede afectar la reproducción, el desarrollo y hasta el sistema inmune de los animales.
Además de los estudios científicos, hay que ponerse en el lugar de las garzas, los ajolotes y los cacomixtles e imaginar que el rave está a 10 metros de su casa. Al día siguiente, después de una desvelada y desorientado por el ruido, tendría que pedir el día para no ir a trabajar. A diferencia de los asistentes a la fiesta, ninguna de estas especies se puede dar el lujo de quedarse dormida, pues tienen que salir en busca de alimento. Esto también se complica porque después del rave viene el partido de futbol, así que no deja de haber ruido y contaminación.
El hábitat también incluye a las plantas y al ser humano que trabaja en la chinampa. Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible. Lo mismo sucede con las canchas de futbol donde se usan agroquímicos para mantener el pasto verde que llegan al agua matando todas las plantas y enfermando a las especies acuáticas, como peces, ajolotes y acociles. Algunos chinamperos han tenido que abandonar su producción debido a que los drenajes de los lugares de fiesta y de las canchas de fútbol vierten directamente sus residuos a sus canales y cultivos.
Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible
Es claro que estas son actividades muy agresivas para cualquier lugar, pero hacerlo en un socioecosistema —remanente de los lagos que dominaban nuestro valle y que nos sigue dando muchos beneficios— es darnos un disparo en el pie. Hay muchos estudios científicos que indican que, comparados con otros ecosistemas, los humedales como Xochimilco nos aportan muchos más beneficios ecosistémicos.
Calculamos cuánto dinero perdería la Ciudad de México si desaparecieran solo cuatro de los servicios ecosistémicos que ofrece Xochimilco (alimento, captura de carbono, la calidad del agua y biodiversidad): la ciudad recibe de Xochimilco entre 15 y 31 millones de dólares cada año, sin siquiera darse cuenta. Además, no son los únicos servicios ecosistémicos: Xochimilco es tanto un amortiguador de agua en tormentas como de temperatura durante las frecuentes olas de calor. Sin Xochimilco la temperatura promedio subiría dos grados centígrados en toda la ciudad. No todo es cuantificable en pesos hasta que ocurre un evento extremo, como una sequía o una inundación. Este socioecosistema también genera cultura con actividades como La Flor más Bella del Ejido; por eso es considerado Patrimonio Cultural por la Unesco, por eso es un sitio Ramsar (parte de la convención internacional para la conservación de humedales), y por eso es un Área Natural Protegida.
Los efectos inmediatos de los raves y los campos de futbol hacen que estas actividades estén prohibidas en el plan de manejo de Xochimilco. Sin embargo, no solo afectan de manera directa, también reducen la imagen de Xochimilco a un terreno baldío donde se organizan fiestas y “cascaritas”, destruyendo el hábitat sin que haya consecuencias. ¿A quién le importan los agricultores, las garzas, los ajolotes cuando cualquiera se puede divertir toda la noche y curar la cruda en la mañana sintiéndose Messi o, al menos, el Chicharito?
También te puede interesar el reportaje "Las luciérnagas se apagan: el desastre ambiental en Tlaxcala".
La razón por la que los eventos masivos y las canchas de futbol están proliferando se debe a las pocas alternativas de actividades económicas bien remuneradas que tienen las personas del lugar. Con la poca regulación y nulo apoyo a la chinampería, las actividades que destruyen a Xochimilco proliferan porque son más rentables.
Pero no basta con prohibir estos eventos, se requiere, además, generar alternativas para desarrollar economías dignas, con actividades que ayuden a conservar el ecosistema. Es por esto que la conservación de Xochimilco involucra una decisión de Estado. Si el gobierno no apoya la conservación de este socioecosistema de manera decidida, no esperemos que los dueños y organizadores de este tipo de actividades absorban el costo directo y de oportunidad de la conservación del lugar. Sobre todo, si el mismo gobierno les facilita estas otras actividades con infraestructura como el puente que destruyó un humedal.
Estamos en los albores de la crisis ambiental ocasionada por el cambio climático y la reducción de la biodiversidad. En 2024 la Ciudad de México ya sufrió los primeros embates de una crisis hídrica que va a continuar. En lugar de pensar de qué manera podemos apoyarnos en lugares como Xochimilco para reducir los efectos de la falta de agua y alimento, los estamos utilizando como jardín de fiestas y campo de futbol. Parece que queremos tapar las señales de alarma que nos grita la naturaleza con música a todo volumen.
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La importancia del ajolote incluye el hábitat donde vive. La especie no está aislada de su ecosistema, interactúa con el agua, que recibe mucha más contaminación con estas actividades masivas, y con las chinampas, que son dañadas por los raves y los partidos de futbol.
Sin Xochimilco la temperatura de toda la CDMX aumentaría dos grados y perderíamos una de las especies más importantes de México. ¿Por qué usamos este socioecosistema como jardín de fiestas y campo de futbol?
En estos días Xochimilco celebra su tradicional encuentro La Flor más Bella del Ejido, una fiesta con orígenes prehispánicos y que llega hasta nuestros días. Es un mirador hacia nuestras raíces, nuestra cultura y nuestro ecosistema. Participan 12 de las 16 alcaldías y atrae a público de todo tipo que disfruta de la cultura que hemos generado durante más de 2 000 años a partir de nuestra relación con la naturaleza. Un vínculo que, por cierto, ha sido el que sostiene a una ciudad que ahora alberga a más de 20 millones de personas.
Un día antes de la inauguración de esta festividad se había organizado otra fiesta, más bien un rave, llamado Sonic Jungle Festival, dentro de la zona chinampera. Afortunadamente, tanto la Secretaría de Desarrollo y Medio Ambiente de la Ciudad de México como la Alcaldía de Xochimilco no autorizaron este evento que ya había vendido todos sus boletos. Los argumentos de las autoridades se basan en la Regla 99 del programa de manejo del Área Natural Protegida (ANP) de Xochimilco que dice:
Quedan prohibidos los eventos o prácticas que impliquen la emisión de sonidos, ruidos, luces o cualquier otro tipo de estímulos externos, que por su intensidad y frecuencia causen molestias a otros visitantes, al personal del “ANP-EXSGA”, perturbaciones a la fauna silvestre, así como todos aquellos eventos y actividades que pudieran provocar alteraciones a la flora, el suelo, los recursos hídricos y en general a los ecosistemas del “ANP-EXSGA”.
Aun cuando la opinión pública presionó a las autoridades para detener este rave, hay que decir que no es el primer evento que representa una amenaza para este ecosistema. Cerca de 60 hectáreas de Xochimilco están dedicadas a fiestas, jardines o partidos de futbol. Sin embargo, como el ruido y la contaminación no están contenidas, su influencia llega a toda la zona chinampera. Cada fin de semana se organizan grandes reventones muy parecidos en la zona de Cuemanco que afectan de manera directa tanto a la ecología del sistema como a la vida chinampera. Por eso es importante detenernos a analizar esta nueva tendencia de fiestas, eventos masivos e incluso partidos de futbol en Xochimilco.
Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
El rave es una fiesta que se puede realizar aquí o en Helsinki, por lo que el festejo no tiene nada que ver con la cultura del lugar donde se lleva a cabo. De hecho, después de la cancelación en Xochimilco, el evento se llevó a cabo al norte del Parque Industrial Vallejo. Existen varias razones por las que hay preferencia por hacerlo en Xochimilco: por un lado, está la poca vigilancia y, por otro, lo plano del terreno en la zona chinampera. Además, desde hace un par de años se llega fácilmente al lugar gracias al puente que levantó la administración anterior y que, por cierto, costó la destrucción de un humedal que conectaba la parte norte y sur de Xochimilco.
Quizá la más importante de las razones es que en las últimas décadas ha existido muy poco interés de la sociedad, y por lo tanto del gobierno, para mantener vivo al Xochimilco chinampero. Los dueños de los parajes han tenido facilidades para albergar este tipo de actividades, al grado que en esta ocasión se extrañaron de que les pidieran permiso para realizar el evento cuando nunca se los habían solicitado. Por el contrario, el apoyo a la actividad chinampera es casi nulo y está basado en clientelismo. Quienes organizan el rave responden a un sistema de libre mercado en el que hay poca regulación y mucha demanda; la diferencia entre las ganancias que dejan estas actividades y la agricultura es muy grande.
Te recomendamos leer "La última trinchera del Axolotl", de Andrés Cota.
Quizá muchas personas vean estos raves como un ingreso económico importante para la región, en esta lógica de que “entre más mejor”. En esos términos, ¿qué tiene de malo? Es una fiesta donde la gente se divierte, hay actividad económica y si hay otras festividades en el mismo lugar, ¿por qué se estigmatizan estos eventos?
La respuesta está en que, a diferencia de La Flor más Bella del Ejido, actividades como un rave o cambiar la chinampa por la cancha de futbol destruyen el ecosistema, el tejido social, la cultura y, por lo tanto, van erosionando nuestra identidad como mexicanos. Lo más grave es que nos vuelve a todos los capitalinos mucho más vulnerables a fenómenos extremos generados por el cambio climático.
Quizá también piensen que es una exageración, al final es solo un rave. Además, los organizadores aseguraban que su evento estaba diseñado para reducir al máximo el impacto ambiental y que no representaba un riesgo para los ajolotes que ya no habitan estas aguas de forma natural.
En primer lugar, debo decir que es una aseveración sin fundamento científico. En mi laboratorio hemos medido las poblaciones de ajolote y hacemos proyecciones. Es cierto que las poblaciones están mucho más mermadas que antes, y una de las proyecciones, el peor escenario, sugiere que el ajolote podría desaparecer de su hábitat natural en los próximos años, precisamente por actividades como un rave y las numerosas canchas de futbol. Pero esa no es la única proyección, hay otras que son más optimistas y ahora estamos haciendo el censo 2024-2025 que arrojará más información sobre dónde estamos parados. Así que no se puede afirmar que no hay ajolotes.
No obstante, el argumento tiene más fondo que un simple error sobre los datos científicos. Desde hace décadas me llama la atención esta lógica: si algo ya está dañado, se puede dañar todavía más. Es un argumento que no tiene sentido ni siquiera de sobrevivencia. Es como si un médico le advirtiera a su paciente que deje de fumar, pues corre peligro de cáncer, y este responda: “Si mis pulmones ya están dañados y todos negros, mejor sigo fumando”.
Por el contrario, si estamos perdiendo el hábitat de una de las especies más importantes del país, la reacción debería estar basada en generar cambios dramáticos en la zona para su conservación y restauración. Eso hacen la mayoría de los países: la reacción de China frente a la reducción de pandas no fue el aumento en la destrucción de bosques de bambú; por el contrario, fue una restauración de las regiones donde vive este preciado animal. La reacción de Ruanda, Uganda y República del Congo ante la reducción de gorilas fue crear un programa internacional de conservación, en lugar de utilizar el argumento de su baja población para acabar con ellos.
La importancia del ajolote incluye el hábitat donde vive. La especie no está aislada de su ecosistema, interactúa con el agua, que recibe mucha más contaminación con estas actividades masivas, y con las chinampas, que son dañadas por los raves y los partidos de futbol. Existen ya muchos estudios sobre cómo las especies sufren por contaminación lumínica debido a la cual se desorientan, se pierden y cambian su comportamiento. Mientras que la contaminación por ruido puede afectar la reproducción, el desarrollo y hasta el sistema inmune de los animales.
Además de los estudios científicos, hay que ponerse en el lugar de las garzas, los ajolotes y los cacomixtles e imaginar que el rave está a 10 metros de su casa. Al día siguiente, después de una desvelada y desorientado por el ruido, tendría que pedir el día para no ir a trabajar. A diferencia de los asistentes a la fiesta, ninguna de estas especies se puede dar el lujo de quedarse dormida, pues tienen que salir en busca de alimento. Esto también se complica porque después del rave viene el partido de futbol, así que no deja de haber ruido y contaminación.
El hábitat también incluye a las plantas y al ser humano que trabaja en la chinampa. Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible. Lo mismo sucede con las canchas de futbol donde se usan agroquímicos para mantener el pasto verde que llegan al agua matando todas las plantas y enfermando a las especies acuáticas, como peces, ajolotes y acociles. Algunos chinamperos han tenido que abandonar su producción debido a que los drenajes de los lugares de fiesta y de las canchas de fútbol vierten directamente sus residuos a sus canales y cultivos.
Muchas de las chinampas que ahora logran sobrevivir con producción agrícola están bajo el asedio de las personas que asisten a las fiestas que, ya con alcohol encima, tiran sus desperdicios encima de la producción agrícola, dejándola inservible
Es claro que estas son actividades muy agresivas para cualquier lugar, pero hacerlo en un socioecosistema —remanente de los lagos que dominaban nuestro valle y que nos sigue dando muchos beneficios— es darnos un disparo en el pie. Hay muchos estudios científicos que indican que, comparados con otros ecosistemas, los humedales como Xochimilco nos aportan muchos más beneficios ecosistémicos.
Calculamos cuánto dinero perdería la Ciudad de México si desaparecieran solo cuatro de los servicios ecosistémicos que ofrece Xochimilco (alimento, captura de carbono, la calidad del agua y biodiversidad): la ciudad recibe de Xochimilco entre 15 y 31 millones de dólares cada año, sin siquiera darse cuenta. Además, no son los únicos servicios ecosistémicos: Xochimilco es tanto un amortiguador de agua en tormentas como de temperatura durante las frecuentes olas de calor. Sin Xochimilco la temperatura promedio subiría dos grados centígrados en toda la ciudad. No todo es cuantificable en pesos hasta que ocurre un evento extremo, como una sequía o una inundación. Este socioecosistema también genera cultura con actividades como La Flor más Bella del Ejido; por eso es considerado Patrimonio Cultural por la Unesco, por eso es un sitio Ramsar (parte de la convención internacional para la conservación de humedales), y por eso es un Área Natural Protegida.
Los efectos inmediatos de los raves y los campos de futbol hacen que estas actividades estén prohibidas en el plan de manejo de Xochimilco. Sin embargo, no solo afectan de manera directa, también reducen la imagen de Xochimilco a un terreno baldío donde se organizan fiestas y “cascaritas”, destruyendo el hábitat sin que haya consecuencias. ¿A quién le importan los agricultores, las garzas, los ajolotes cuando cualquiera se puede divertir toda la noche y curar la cruda en la mañana sintiéndose Messi o, al menos, el Chicharito?
También te puede interesar el reportaje "Las luciérnagas se apagan: el desastre ambiental en Tlaxcala".
La razón por la que los eventos masivos y las canchas de futbol están proliferando se debe a las pocas alternativas de actividades económicas bien remuneradas que tienen las personas del lugar. Con la poca regulación y nulo apoyo a la chinampería, las actividades que destruyen a Xochimilco proliferan porque son más rentables.
Pero no basta con prohibir estos eventos, se requiere, además, generar alternativas para desarrollar economías dignas, con actividades que ayuden a conservar el ecosistema. Es por esto que la conservación de Xochimilco involucra una decisión de Estado. Si el gobierno no apoya la conservación de este socioecosistema de manera decidida, no esperemos que los dueños y organizadores de este tipo de actividades absorban el costo directo y de oportunidad de la conservación del lugar. Sobre todo, si el mismo gobierno les facilita estas otras actividades con infraestructura como el puente que destruyó un humedal.
Estamos en los albores de la crisis ambiental ocasionada por el cambio climático y la reducción de la biodiversidad. En 2024 la Ciudad de México ya sufrió los primeros embates de una crisis hídrica que va a continuar. En lugar de pensar de qué manera podemos apoyarnos en lugares como Xochimilco para reducir los efectos de la falta de agua y alimento, los estamos utilizando como jardín de fiestas y campo de futbol. Parece que queremos tapar las señales de alarma que nos grita la naturaleza con música a todo volumen.
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