La bola de cristal de la ciencia nos dice que no solo morirán las tortugas y los peces, morirán los niños y migrará eternamente la población pobre a tocar la muralla insalvable de los vecinos del norte. Los ricos siempre encontraran maneras de sobrevivir, pero los pobres no tienen ese lujo.
La Sociedad Científica Mexicana de Ecología organizó, junto con el Museo del Desierto, un taller sobre Paleoecología, razón por la cual, este 15 de junio fui a Saltillo a dar una conferencia sobre Cuatro Ciénegas. En ese encuentro se habló, entre otras cosas, de que la razón principal detrás de las grandes extinciones en la historia planetaria, ha sido un cambio abrupto en los ciclos de carbono, nitrógeno y azufre. Pero en el pasado esos cambios abruptos tardaban miles de años en suceder y por lo general estaban relacionados con glaciaciones, magma (volcánica o tectónica) o con meteoritos, como el de Chicxulub, que con sus más de 10 kilómetros de diámetro, al impactar la Tierra provocó la extinción de más del 75% de las especies, entre ellas, los dinosaurios que habían dominado el planeta durante 180 millones de años. Sin embargo, en el Antropoceno, esta crisis ambiental está dada, no solo por la liberación de gases de efecto invernadero, que antes estaban guardados bajo tierra y han sido liberados por la ingeniería industrial, sino también y de manera muy importante, por una agricultura depredadora que no solo agota el agua de los mantos acuíferos, sino que utiliza una gran cantidad de agroquímicos y agota al suelo, liberando aún más gases de efecto invernadero. La diversidad biológica está amenazada en miles de sitios en el mundo, entre ellos Cuatro Ciénegas, en Coahuila. Allá llevé a los asistentes a estas conferencias, para que durante dos días fueran testigos de que, entre las amenazas a este oasis extraordinario, están los campos de alfalfa, regados día y noche con millones de litros de agua. El resultado ha sido, entre otras cosas, la pérdida del ecosistema de Churince, un sitio espectacular donde ahora solo hay arena. Es un recordatorio de lo rápido que podríamos perder lo más valioso que tenemos.
En el trayecto hacía allá nos impresionó ver cientos de personas caminando en la carretera a 38ºC bajo un sol que no perdona. Resulta que lo que pasamos dos horas viendo era una caravana de miles de migrantes venezolanos rumbo a Piedras Negras. La Guardia Nacional en los estados fronterizos tenía la consigna de ofrecerles agua y servicio médico, pero no dejarlos abordar ningún vehículo. Estos venezolanos, muchos de ellos con niños, otros con banderas de su país, habían cruzado Colombia evadiendo a sus guerrilleros, luego el Tapón del Darién en la frontera con Panamá, después, a los Salvatrucha en el Salvador y a todo tipo de bandas delictivas en el resto de Centro América y México. Es obvio que hubieran preferido quedarse en su casa si esa fuera una opción viable de vida.
Desde el punto de vista de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) “ Las Personas refugiadas y migrantes de diversas nacionalidades han cruzado el Tapón del Darién durante años. En ese sentido, en 2021 se registró una cifra nunca antes vista de personas que pusieron sus vidas en riesgo atravesando la densa jungla entre Centroamérica y América del Sur. Alrededor de 133.000 personas hicieron la travesía el año pasado, la mayoría de los cuales provenía de Haití, incluyendo su descendencia nacida en Chile y Brasil, seguidos de cubanos, venezolanos y personas de lugares tan alejados como Bangladesh, Ghana, Uzbekistán y Senegal. Tan solo en 2021, se reportó la muerte o la desaparición de 51 personas”. De enero a junio del 2022 ya van más de 34,000 personas que cruzan el Darién, de ellos 18,000 venezolanos, según el Servicio Nacional de Migración de Panamá. La lista de países de origen de estos migrantes nos lleva a pensar en la pobreza como origen de estas caravanas, pero ¿nos hemos puesto a pensar en las causas ambientales de la pobreza y la desesperación que obligan a migrar?
Según expertos de la UNAM, como reporta la gaceta del 23 mayo de 2022, distintos organismos han alertado que más de 200 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse dentro de su país o cruzar fronteras de otras naciones por motivos climáticos en el año 2050. Incluso se ha advertido que durante la próxima década podrían surgir puntos críticos de migración por causas medioambientales, que pueden ser evidentes como la sequía de Monterrey, los huracanes que destruyen todo a su paso, o la consistente degradación ambiental que vive dramáticamente Haití, Bangladesh, Ghana, Venezuela y Senegal, ya no digamos México. La situación es gravísima y no hay una regulación específica para tratar a esos desplazados.
No se nos olvide que hace unas semanas amanecimos con la tragedia de 51 migrantes asfixiados dentro de un tráiler que llegó sin refrigeración o ventilación de ningún tipo a San Antonio Texas, donde el chofer abandono su carga y luego pretendió ser uno de los desmayados. Veintisiete de ellos eran mexicanos, los demás de Centroamérica. Sin duda todos ellos huían de sus pueblos buscando un mejor futuro y muchos eran jóvenes sin oportunidades de trabajo en sus comunidades. Es interesante observar que hasta 2019 había disminuido el tránsito de mexicanos a EUA, es más, muchos estaban regresando, ahuyentados por las horribles políticas de Trump. Sin embargo, con la pandemia esa tendencia se revirtió y las cifras de migrantes nuevamente van a la alza.
Pero regresando a la hipótesis ambiental, la UNAM, en la gaceta del 23 mayo de 2022, lo dice muy claramente: La economía que devora a la naturaleza está provocando la situación que hoy enfrentamos, ocasionada por aquellos interesados en hacer avanzar las fronteras extractivas sobre territorios que antes no estaban identificados por el radar del capital y que contribuyen a la destrucción del planeta mediante la deforestación, la megaminería tóxica, etcétera. Esos actores capturan territorios y los vuelven inhabitables. México, por ejemplo, es el quinto país con mayor deforestación del mundo.
Recordemos que los humanos requerimos una gran cantidad de servicios ambientales para sobrevivir y la pobreza lleva a una espiral de degradación ambiental donde las condiciones son cada vez mas desesperadas. En Haití quedan 2% de los árboles y por lo tanto hay deslaves, erosión y tierras infértiles, sin cosechas. A esto hay que sumarle temblores, huracanes y enfermedades como el cólera. Sin embargo, el país de junto, República Dominicana, no tiene ese nivel de problema, a pesar de tener la misma geografía, es decir la misma isla. La diferencia enorme es que la independencia de Haití se construyó sobre la liberación aparente de los esclavos, a cambio que adquirieran una deuda brutal con sus dueños en Francia, misma que Estados Unidos “pagó” a cambio de intereses brutales que los pobladores de Haití siguen pagando 250 años después. Todo esto nos lleva a entender mejor la ola de migración proveniente de Haití rumbo a cualquier otro país. Otro espiral de pobreza y degradación ambiental alimentada por la sed insaciable del capitalismo.
Esperemos que Cuatro Ciénegas no caiga en esa espiral, aunque está cerca. Si no enmendamos el rumbo, este sitio que sobrevivió a cinco extinciones globales y dos congelaciones, no va a aguantar los próximos cinco años.
La bola de cristal de la ciencia nos dice que no solo morirán las tortugas endémicas y los peces, morirán los niños y migrará la población pobre a tocar la muralla insalvable de los vecinos del norte. Los ricos siempre encontraran maneras de sobrevivir, pero los pobres no tienen ese lujo.