La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

Archivo Gatopardo

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min
Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.
01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

01
.
12
.
21
2021
Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Ver Videos

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

La última rotación de siembra en Kurimanzutto

01
.
12
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El ciclo de exposiciones “Siembra” ha recibido a diferentes artistas en la galería Kurimanzutto. La obra de otros autores, distintos a los habituales, podrá verse hasta el 11 de diciembre.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Con obras de Adrián Villar Rojas, Eduardo Abaroa, Jou Morales, Mariana Tellería, Mariana Castillo Deball, Fernando Ortega y Paloma Contreras Lomas se presenta en la galería Kurimanzutto la última rotación de Siembra. Platicando una tarde con Jou Morales acerca de su participación –una serie de cuadros que tienen cierto parecido con Tanguy, pero un Tanguy en ácido y bajo el sol, cuadros pintados con gran destreza en amarillos y azules (colores que, cuando no se mezclan para dar luz al verde sino que se quedan cada uno en sí, producen extrañas vibraciones en la retina, casi como si fuesen febriles fosfenos), me decía de su admiración y sorpresa por el ciclo de Siembra, que comenzó en febrero de 2020 y que concluye ahora. Este ciclo significó que una galería que parecía un recinto inaccesible de pronto abrió sus puertas y dejó que muchísimxs artistas pudieran exhibir allí, pues desde dentro se comprendió que lo abierto es más interesante, más excitante que lo cerrado. Estos dos años –a pesar de la pandemia–, Kurimanzutto se inventó de nuevo.[caption id="attachment_267042" align="alignnone" width="700"]

Jou Morales. Parte de la exposición Atlas de la loma. Cortesía de Kurimanzutto.[/caption]El ciclo de Siembra –un total de 37 exposiciones y cuya esencia, creo yo, fue la generosidad implícita en la palabra– permitió que artistas que no habían exhibido dentro del gran galerón que Kurimanzutto ocupa en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México, pudiesen hacerlo al haber convertido Kurimanzutto ese inmenso espacio en una serie de parcelas, siete en total, en donde, por la rotación de cultivos tan importante para no agotar la tierra, se presentaron proyectos (Yope Project Space, Wendy Cabrera, Alicia Ayanegui, incluso yo mismo) y galerías (Agustina Ferreyra, Llano y Salón Silicón) que al parecer no hubiesen cabido en circunstancias normales dentro de la galería junto con proyectos de los artistas que son parte de ella desde siempre (Minerva Cuevas lo mismo que Haegue Yang, Carlos Amorales o Miguel Calderón, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Jimmie Durham o Abraham Cruzvillegas): entre mis favoritos estuvieron las pinturas de Wilfredo Prieto y de Minerva Cuevas: tanto me impresionaron que si fuese yo un oráculo pensaría que la pintura, que tantas veces ha asistido a sus propias exequias, está tan viva como lo ha estado desde los trazos magistrales, los símbolos y los petroglifos de las cavernas. Fuera de ello lo que fuere, Siembra mostró la casi infinita diversidad de las semillas: unas radiantes, otras helicoidales o lanceoladas o encapsuladas en vainas que el sol abre.Pero como justamente “lo normal” fue lo que estalló (lentamente, es cierto) en pedazos y hubo que reconstruirlo todo, labor en la que seguimos, la idea de los jardines o cuasichinampas, en las cuales se dividió la galería, cobró una fuerza enorme. De pronto lo inaccesible estaba allí, abierto. Los muros, si los había habido, se desvanecieron. La vista abarcó siete campos, esperando las semillas de esta siembra.La siembra que nos ocupa, o, mejor dicho, las siembras, son siete, cinco nuevas y dos que vienen del “cultivo” anterior, pues Siembra también en eso se parece a las parcelas, que no todo crece ni se agota al mismo tiempo, sino siguiendo las estaciones del año. Las más recientes en Kurimanzutto son las de Eduardo Abaroa con Otros especímenes; Paloma Contreras Lomas con Cartucho (la nación espiritual); Jou Morales, Atlas de la loma; Mariana Tellería, Las noches de los días; y Adrián Villar Rojas, Untitled VI, VII, VIII (from the series Rinascimento) y las anteriores que aún pueden verse: Feathered changes, Serpent disappearances de Mariana Castillo Deball y Manicura de Fernando Ortega.Quisiera detenerme en uno de sus campos, el de Adrián Villar Rojas, artista que mucho admiro. Con la intensa luz mortuoria que emana de la congelación, Villar Rojas presenta tres refrigeradores, cuya puerta superior, la que da al mayor frío posible, está abierta, mostrando su interior. Hay allí las cosas y los objetos que uno esperaría, comida y bebida. Pero, ya sea por la maestría del trazo de Villar Rojas o por alguna razón extraña que no alcanzo a descifrar, esas cosas han adquirido un aura distinta, que no llamaría yo espectral, sino, por el contrario, hundida en la realidad pero de una manera casi sobrenatural. Esas tres naturalezas muertas son una vuelta de tuerca a uno de los temas preferidos de los grandes maestros holandeses, que fue la presentación en las mesas y alacenas destinadas para ello de toda la abundancia marina y colonial: “an embarrasment of riches” llamó Simon Shama en su libro del mismo nombre a este periodo de inmensa riqueza de los Países Bajos.Tal vez sea porque hoy los océanos han sido vaciados y su riqueza parece menos sostenible, tal vez porque nuestros hábitos de consumo se han disparado a cotas que muy bien se parecen a las de los romanos del siglo I de nuestra era, esta muestra de la prodigalidad parece (o es) vergonzosa. El pulpo en su inteligente arabesco detenido por la muerte y la congelación, la fláccida gallina, aún con sus plumas, las botellas cerradas refulgen con la luz que se supone ilumina al réprobo. Lejos de aquí los colores vivos y cálidos de las naturalezas muertas (me doy cuenta de la contradicción inherente de la frase que acabo de escribir) del siglo XVI que parecían invitar a tomar parte de la exhibición de lo rico y de lo bueno. Todos mezclados, los seres y objetos detenidos se exhiben sin el omnipresente “pudor” del plástico. Y se ven tremendos.Aquí la detención helada de las cosas interroga nuestro deseo: ¿de verdad vas a comprar y comer de este pulpo a pesar de saber de la intensa hermandad de su inteligencia?, ¿vas a destapar otra botella de privilegio?, ¿a cocinar a otro ser para deglutirlo?, ¿a seguir digiriendo la belleza de un planeta estertóreo?[caption id="attachment_267040" align="alignnone" width="700"]

Adrián Villar Rojas

Adrián Villar Rojas. Parte de la exposición Untitled VI (from the series rinascimento). Cortesía de Kurimanzutto.[/caption][read more]La pintura, que no ha muerto nunca, sí pareció estar un poco de capa caída un par de décadas. Éste ya no es el caso, no más. Pintoras y pintores como Tacita Dean, Julie Mehretu, Wilfredo Prieto, Julien Nguyen y tantísimxs más han vuelto a poner al lienzo en primerísima fila del quehacer artístico. Y en esta renovación increíble, yo propondría también a Jou Morales, con su Atlas de la loma. Morales pertenece a una generación oaxaqueña (Frida Castañeda, Sabino Guisu, Ana Hernández, José Ángel Santiago, Yope Proyect, entre otrxs) que, si bien fue formada por las iniciativas y el ejemplo de Francisco Toledo, ha acometido una renovación radical de los temas, algunxs, o de las técnicas, otrxs. Jou Morales pertenece al primer grupo: sus cuerpos y sus planos son los del alucine, del trip en el cual no sabe uno qué es qué de momentos y, cuando se sabe, se sabe con una lucidez a veces inexpresable. Sus mundos son lugares poco familiares pero nítidos, sus objetos y sujetos, extraños pero posibles, y la conjunción de ambos queda soberbiamente ejecutada.Estas siembras, que uno esperaría que no fueran las últimas sino que en un mundo ideal Kurimanzutto estableciese otra galería para continuar con este proyecto libre y diverso y divertido, están a la vista del público hasta el 11 de diciembre. Vale muchísimo la pena ir a ver sus floraciones.[/read]

Newsletter
¡Gracias!
Oops! Something went wrong while submitting the form.
No items found.