Los océanos no pueden respirar

Los océanos no pueden respirar


En México no hay un monitoreo nacional de las zonas muertas del océano. Cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.

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Las zonas muertas de los océanos se llaman así porque ése adjetivo es el único que le hace justicia a lo que sucede en ellas. Son lugares donde la vida fue erradicada porque ya no hay suficiente oxígeno –un fenómeno que se conoce como hipoxia–; mueren las plantas y los animales y migran a otros sitios los que pueden. Las imágenes, recopiladas por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), muestran partes del océano que parecen arrasadas por un incendio. Flota la arena por el movimiento de las aguas, pero no hay rastro de vida. El fondo marino, que debería albergar agitados crustáceos, peces y moluscos, está vacío salvo por algunas conchas huecas que sirven para recordar que alguna vez habitaron ahí las especies vivas.

Hay 415 zonas muertas en el mundo hasta ahora, pero el número ha aumentado en los últimos cincuenta años –en 1960 sólo se habían identificado diez–. Una de ellas es causa de preocupación mundial por ser la más grande de las que se tiene registro. Esa zona muerta se ubica en la parte norte del Golfo de México, en las costas de Estados Unidos, y tiene una extensión de 20,140 kilómetros cuadrados, o bien, 13 veces el área de la Ciudad de México. Además, ya es 2.8 veces más grande de lo que el gobierno estadounidense se había propuesto como meta para el 2035.

El origen de esa enorme zona muerta, la hipoxia, “empieza con un sobrecrecimiento de las microalgas, que generan todo un ecosistema alrededor”, explica la doctora Sharon Herzka, investigadora en el departamento de Oceanografía del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California (CICESE). Las microalgas son un alimento para el fitoplancton y éste lo es para peces pequeños o crustáceos; así se forma un gran banquete marino. El problema es que “se genera mucha biomasa que consume [una cantidad] enorme de oxígeno porque todo está respirando”, dice la doctora Herzka. Esa saturación de vida, paradójicamente, acaba con el oxígeno disponible e impide que los seres vivos puedan respirar.

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