¿Nos discriminan en los trabajos a causa del sobrepeso y la obesidad?

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Un estudio reciente revela, mediante un diseño ingenioso, que el mercado laboral mexicano sí discrimina a las mujeres por su sobrepeso y obesidad. Los encargados de reclutamiento en los trabajos seleccionan en mayor medida a las mujeres delgadas para la fase de entrevistas.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

México tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.

En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.

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México tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.

En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.

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Un estudio reciente revela, mediante un diseño ingenioso, que el mercado laboral mexicano sí discrimina a las mujeres por su sobrepeso y obesidad. Los encargados de reclutamiento en los trabajos seleccionan en mayor medida a las mujeres delgadas para la fase de entrevistas.

México tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.

En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.

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En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.

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México tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.

En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.

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México tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.

En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.

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México tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.

En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.

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México tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.

En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.

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México tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.

En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

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México tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.

En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.

Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.

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