Supe que la presentación de Basura, su último proyecto fotográfico, fue un éxito, el mismo Eniac Martínez me lo dijo unos días después en la sala de su casa. Ahí estaba yo, en punto del mediodía, sentada junto a Tomás, uno de sus gatos. – Cuando te vayas recuérdame que puse al gato en el baño porque luego se me olvida – dijo entre risas mientras apartaba de mi libreta a Tomás, quien brincó hacía mi tan pronto elegí sentarme en el sillón junto al ventanal y demandaba un poco de atención rascando mi mano con sus afiladas garras. Era la primera vez que lo veía en persona, vestía un pantalón de pana verde, una playera negra y una chaqueta, a pesar que que el sol entraba directamente por la ventana. Conocía su proyecto fotográfico Ríos y había dado “me gusta” a algunas de sus publicaciones en redes. Mientras él volvía por el pasillo me apresuré a recorrer con la mirada aquel departamento en el cuarto piso de una casona en la colonia Condesa. Unas máscaras tribales robaron mi atención de inmediato, pero luego me perdí en las fotografías que cubrían todas las paredes de la sala y el escritorio junto a la puerta. Antes de sentarse en una silla de madera frente a mí, me entregó el libro de pasta dura: Eniac Martínez, Basura. En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. “...de lo que se pudre y es perpetuo, de lo que dura la eternidad y desaparece hoy mismo.”, se leía otras de las páginas. Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. – El poema se llama Pepena – me dijo – lo escribió Eduardo Vázquez Martín y tiene este juego de palabras entre “pena” y la acción de pepenar a la que estamos acostumbrados en algunos sitios –.
Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial. Luego de un respiro, añadió: – Mis trabajos siempre terminan por llevarme a otro. Aquí el proyecto inmediato anterior fue Ríos y ese ya tiene mucho que ver con la basura. Fui testigo de que una gran cantidad de cauces de agua están terriblemente contaminados. De ahí me fui directo a hacer el proyecto de Basura, tema que es sin duda un grave problema. Yo seguí pasando las páginas y Eniac Martínez me iba explicando las imágenes, como si fuera un audiolibro. Me dijo que Basura partía de tres ejes fundamentales: el primero tenía que ver con la intención de averiguar de dónde sale tanta basura, y lo obligó a mirar con otros ojos la bochornosa cantidad de empaquetados con la que convivimos a diario. El segundo estuvo marcado por su iniciativa de conocer los rellenos sanitarios del país. Esas “ciudades”, como él las llama, a donde llega la basura y que a su vez acogen todo un ecosistema donde habita la gente, principalmente pepenadores. En tercer lugar, quiso explorar el proceso de reciclaje al que se someten muchos de estos desperdicios. – Hay un submundo que se alimenta de basura, donde todo gira en torno a ella – asegura el fotógrafo – Por ejemplo, en el Bordo Xochiaca hay 30 hectáreas de basura. Al ver la cantidad de gente que vive ahí, de la basura, te sorprendes. Hay gente de todos los estratos, desde el más bajo, hasta uno alto, como el director del relleno o la gente que lo maneja. Es entonces cuando descubres realidades muy diferentes y ajenas a lo que uno se imaginaría –. Eniac Martínez era un fotógrafo que elegía proyectos ambiciosos y de largo aliento. Para éste, pasó tres años viajando a diversos rincones de la República Mexicana y luego vino uno más dedicado a la edición. El resultado fueron 108 imágenes que le ayudaron a describir lo que había visto. Desde Tijuana a Yucatán, no sin antes pasar por Veracruz, San Luis Potosí y muchos estados más, Eniac Martínez exploró escenarios fétidos que registró en imágenes únicas. La travesía no fue sencilla, muchas veces tuvo que tomar fotografías, no donde él quería, sino donde lo dejaban. Durante esos 36 meses estuvo consciente que a mucha gente no le gusta ser retratada y mucho menos en aquel contexto. Como era de esperarse, había quien pensaba que un fotógrafo sólo llegaba a hasta ahí con la intención de lanzar un “periodicazo” que evidenciara normas sanitarias no cumplidas, pero no era el caso. – Yo realmente iba por otras razones, pero es muy complicado explicarlo. El proceso de Basura fue más bien un esfuerzo de ir entendiendo el espacio en el que me estaba moviendo, de comprender dónde estaba metido y los alcances que podía tener mi trabajo – dijo. Volvió a tomar una bocanada de aire, se recargó en el respaldo de la silla y una vez cómodo, continuó: – Como fotógrafo tienes que estar abierto a lo que suceda. Son gajes del oficio, yo sabía que al entrar al relleno sanitario me iba a tener que sumergir hasta las rodillas entre hectáreas de basura, conviviendo con ese olor que no se te quita en dos semanas –.
En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial.
***
Álvaro Eniac Martínez Ulloa nació en la Ciudad de México en 1959. Comenzó su formación artística en 1980 en el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba y un par de años después continuó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Sus primeros años ahí los dedicó a la música y a la pintura, pero luego se adentró por completo en la fotografía. Fue en “El Taller de los Lunes” del Consejo Mexicano de Fotografía, donde coincidió con Pedro Meyer, de quien aprendió mucho. Además, fue en aquel lugar donde aprendió a experimentar con la imagen sin dejar de lado la magia del sonido, que aprendió en su camino por la música. El ritmo se sumó al resto de sus herramientas para lograr cada uno de sus proyectos fotográficos. Armado con una cámara 35mm, el fotógrafo recorrió rincones de todo el país para esta y otras series. Para él, el ritmo que adopta un proyecto es fundamental. Se trata de lograr que al juntar las imágenes, la narrativa suba, baje, haga ruido y luego vuelva al silencio. Me explicó que con editorial Elefanta, Basura, proyecto realizado a partir de una beca del Sistema Nacional de Creadores del FONCA, tendría un tiraje pequeñito, pero que ya tenía planes para presentarlo también a través de una exposición. Luego de 50 minutos platicando le devolví su libro. Antes de despedirnos, otro gato, hijo de Tomás, despertó de su siesta y me aseguré de recordarle que el otro felino estaba en el baño. Él se echó a reír y aceptó que ya lo había olvidado. Caminamos hacia la puerta y la charla que acompañó esos últimos pasos se centró en que me pasaría un catálogo de fotos de la serie para que yo eligiera las que más me gustaran para ilustrar mi nota. Me dijo que las tendría en media hora. – La próxima semana, cuando me digan qué pasará con la distribución te escribo y nos vemos para que te regale un libro– dijo Eniac cuando ya estaba a punto de bajar las escaleras. Volví a recordarle liberar a Tomás y que me enviara las fotografías, pero pasaron un par de días y no llegaron. Me enteré a través de las redes que "El Tigre", como lo llamaban sus amigos, estaba grave en el hospital. Eniac Martínez falleció el 26 de julio de 2019.
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El fotógrafo mexicano se despidió con su ensayo fotográfico: “Basura”.
Supe que la presentación de Basura, su último proyecto fotográfico, fue un éxito, el mismo Eniac Martínez me lo dijo unos días después en la sala de su casa. Ahí estaba yo, en punto del mediodía, sentada junto a Tomás, uno de sus gatos. – Cuando te vayas recuérdame que puse al gato en el baño porque luego se me olvida – dijo entre risas mientras apartaba de mi libreta a Tomás, quien brincó hacía mi tan pronto elegí sentarme en el sillón junto al ventanal y demandaba un poco de atención rascando mi mano con sus afiladas garras. Era la primera vez que lo veía en persona, vestía un pantalón de pana verde, una playera negra y una chaqueta, a pesar que que el sol entraba directamente por la ventana. Conocía su proyecto fotográfico Ríos y había dado “me gusta” a algunas de sus publicaciones en redes. Mientras él volvía por el pasillo me apresuré a recorrer con la mirada aquel departamento en el cuarto piso de una casona en la colonia Condesa. Unas máscaras tribales robaron mi atención de inmediato, pero luego me perdí en las fotografías que cubrían todas las paredes de la sala y el escritorio junto a la puerta. Antes de sentarse en una silla de madera frente a mí, me entregó el libro de pasta dura: Eniac Martínez, Basura. En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. “...de lo que se pudre y es perpetuo, de lo que dura la eternidad y desaparece hoy mismo.”, se leía otras de las páginas. Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. – El poema se llama Pepena – me dijo – lo escribió Eduardo Vázquez Martín y tiene este juego de palabras entre “pena” y la acción de pepenar a la que estamos acostumbrados en algunos sitios –.
Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial. Luego de un respiro, añadió: – Mis trabajos siempre terminan por llevarme a otro. Aquí el proyecto inmediato anterior fue Ríos y ese ya tiene mucho que ver con la basura. Fui testigo de que una gran cantidad de cauces de agua están terriblemente contaminados. De ahí me fui directo a hacer el proyecto de Basura, tema que es sin duda un grave problema. Yo seguí pasando las páginas y Eniac Martínez me iba explicando las imágenes, como si fuera un audiolibro. Me dijo que Basura partía de tres ejes fundamentales: el primero tenía que ver con la intención de averiguar de dónde sale tanta basura, y lo obligó a mirar con otros ojos la bochornosa cantidad de empaquetados con la que convivimos a diario. El segundo estuvo marcado por su iniciativa de conocer los rellenos sanitarios del país. Esas “ciudades”, como él las llama, a donde llega la basura y que a su vez acogen todo un ecosistema donde habita la gente, principalmente pepenadores. En tercer lugar, quiso explorar el proceso de reciclaje al que se someten muchos de estos desperdicios. – Hay un submundo que se alimenta de basura, donde todo gira en torno a ella – asegura el fotógrafo – Por ejemplo, en el Bordo Xochiaca hay 30 hectáreas de basura. Al ver la cantidad de gente que vive ahí, de la basura, te sorprendes. Hay gente de todos los estratos, desde el más bajo, hasta uno alto, como el director del relleno o la gente que lo maneja. Es entonces cuando descubres realidades muy diferentes y ajenas a lo que uno se imaginaría –. Eniac Martínez era un fotógrafo que elegía proyectos ambiciosos y de largo aliento. Para éste, pasó tres años viajando a diversos rincones de la República Mexicana y luego vino uno más dedicado a la edición. El resultado fueron 108 imágenes que le ayudaron a describir lo que había visto. Desde Tijuana a Yucatán, no sin antes pasar por Veracruz, San Luis Potosí y muchos estados más, Eniac Martínez exploró escenarios fétidos que registró en imágenes únicas. La travesía no fue sencilla, muchas veces tuvo que tomar fotografías, no donde él quería, sino donde lo dejaban. Durante esos 36 meses estuvo consciente que a mucha gente no le gusta ser retratada y mucho menos en aquel contexto. Como era de esperarse, había quien pensaba que un fotógrafo sólo llegaba a hasta ahí con la intención de lanzar un “periodicazo” que evidenciara normas sanitarias no cumplidas, pero no era el caso. – Yo realmente iba por otras razones, pero es muy complicado explicarlo. El proceso de Basura fue más bien un esfuerzo de ir entendiendo el espacio en el que me estaba moviendo, de comprender dónde estaba metido y los alcances que podía tener mi trabajo – dijo. Volvió a tomar una bocanada de aire, se recargó en el respaldo de la silla y una vez cómodo, continuó: – Como fotógrafo tienes que estar abierto a lo que suceda. Son gajes del oficio, yo sabía que al entrar al relleno sanitario me iba a tener que sumergir hasta las rodillas entre hectáreas de basura, conviviendo con ese olor que no se te quita en dos semanas –.
En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial.
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Álvaro Eniac Martínez Ulloa nació en la Ciudad de México en 1959. Comenzó su formación artística en 1980 en el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba y un par de años después continuó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Sus primeros años ahí los dedicó a la música y a la pintura, pero luego se adentró por completo en la fotografía. Fue en “El Taller de los Lunes” del Consejo Mexicano de Fotografía, donde coincidió con Pedro Meyer, de quien aprendió mucho. Además, fue en aquel lugar donde aprendió a experimentar con la imagen sin dejar de lado la magia del sonido, que aprendió en su camino por la música. El ritmo se sumó al resto de sus herramientas para lograr cada uno de sus proyectos fotográficos. Armado con una cámara 35mm, el fotógrafo recorrió rincones de todo el país para esta y otras series. Para él, el ritmo que adopta un proyecto es fundamental. Se trata de lograr que al juntar las imágenes, la narrativa suba, baje, haga ruido y luego vuelva al silencio. Me explicó que con editorial Elefanta, Basura, proyecto realizado a partir de una beca del Sistema Nacional de Creadores del FONCA, tendría un tiraje pequeñito, pero que ya tenía planes para presentarlo también a través de una exposición. Luego de 50 minutos platicando le devolví su libro. Antes de despedirnos, otro gato, hijo de Tomás, despertó de su siesta y me aseguré de recordarle que el otro felino estaba en el baño. Él se echó a reír y aceptó que ya lo había olvidado. Caminamos hacia la puerta y la charla que acompañó esos últimos pasos se centró en que me pasaría un catálogo de fotos de la serie para que yo eligiera las que más me gustaran para ilustrar mi nota. Me dijo que las tendría en media hora. – La próxima semana, cuando me digan qué pasará con la distribución te escribo y nos vemos para que te regale un libro– dijo Eniac cuando ya estaba a punto de bajar las escaleras. Volví a recordarle liberar a Tomás y que me enviara las fotografías, pero pasaron un par de días y no llegaron. Me enteré a través de las redes que "El Tigre", como lo llamaban sus amigos, estaba grave en el hospital. Eniac Martínez falleció el 26 de julio de 2019.
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El fotógrafo mexicano se despidió con su ensayo fotográfico: “Basura”.
Supe que la presentación de Basura, su último proyecto fotográfico, fue un éxito, el mismo Eniac Martínez me lo dijo unos días después en la sala de su casa. Ahí estaba yo, en punto del mediodía, sentada junto a Tomás, uno de sus gatos. – Cuando te vayas recuérdame que puse al gato en el baño porque luego se me olvida – dijo entre risas mientras apartaba de mi libreta a Tomás, quien brincó hacía mi tan pronto elegí sentarme en el sillón junto al ventanal y demandaba un poco de atención rascando mi mano con sus afiladas garras. Era la primera vez que lo veía en persona, vestía un pantalón de pana verde, una playera negra y una chaqueta, a pesar que que el sol entraba directamente por la ventana. Conocía su proyecto fotográfico Ríos y había dado “me gusta” a algunas de sus publicaciones en redes. Mientras él volvía por el pasillo me apresuré a recorrer con la mirada aquel departamento en el cuarto piso de una casona en la colonia Condesa. Unas máscaras tribales robaron mi atención de inmediato, pero luego me perdí en las fotografías que cubrían todas las paredes de la sala y el escritorio junto a la puerta. Antes de sentarse en una silla de madera frente a mí, me entregó el libro de pasta dura: Eniac Martínez, Basura. En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. “...de lo que se pudre y es perpetuo, de lo que dura la eternidad y desaparece hoy mismo.”, se leía otras de las páginas. Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. – El poema se llama Pepena – me dijo – lo escribió Eduardo Vázquez Martín y tiene este juego de palabras entre “pena” y la acción de pepenar a la que estamos acostumbrados en algunos sitios –.
Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial. Luego de un respiro, añadió: – Mis trabajos siempre terminan por llevarme a otro. Aquí el proyecto inmediato anterior fue Ríos y ese ya tiene mucho que ver con la basura. Fui testigo de que una gran cantidad de cauces de agua están terriblemente contaminados. De ahí me fui directo a hacer el proyecto de Basura, tema que es sin duda un grave problema. Yo seguí pasando las páginas y Eniac Martínez me iba explicando las imágenes, como si fuera un audiolibro. Me dijo que Basura partía de tres ejes fundamentales: el primero tenía que ver con la intención de averiguar de dónde sale tanta basura, y lo obligó a mirar con otros ojos la bochornosa cantidad de empaquetados con la que convivimos a diario. El segundo estuvo marcado por su iniciativa de conocer los rellenos sanitarios del país. Esas “ciudades”, como él las llama, a donde llega la basura y que a su vez acogen todo un ecosistema donde habita la gente, principalmente pepenadores. En tercer lugar, quiso explorar el proceso de reciclaje al que se someten muchos de estos desperdicios. – Hay un submundo que se alimenta de basura, donde todo gira en torno a ella – asegura el fotógrafo – Por ejemplo, en el Bordo Xochiaca hay 30 hectáreas de basura. Al ver la cantidad de gente que vive ahí, de la basura, te sorprendes. Hay gente de todos los estratos, desde el más bajo, hasta uno alto, como el director del relleno o la gente que lo maneja. Es entonces cuando descubres realidades muy diferentes y ajenas a lo que uno se imaginaría –. Eniac Martínez era un fotógrafo que elegía proyectos ambiciosos y de largo aliento. Para éste, pasó tres años viajando a diversos rincones de la República Mexicana y luego vino uno más dedicado a la edición. El resultado fueron 108 imágenes que le ayudaron a describir lo que había visto. Desde Tijuana a Yucatán, no sin antes pasar por Veracruz, San Luis Potosí y muchos estados más, Eniac Martínez exploró escenarios fétidos que registró en imágenes únicas. La travesía no fue sencilla, muchas veces tuvo que tomar fotografías, no donde él quería, sino donde lo dejaban. Durante esos 36 meses estuvo consciente que a mucha gente no le gusta ser retratada y mucho menos en aquel contexto. Como era de esperarse, había quien pensaba que un fotógrafo sólo llegaba a hasta ahí con la intención de lanzar un “periodicazo” que evidenciara normas sanitarias no cumplidas, pero no era el caso. – Yo realmente iba por otras razones, pero es muy complicado explicarlo. El proceso de Basura fue más bien un esfuerzo de ir entendiendo el espacio en el que me estaba moviendo, de comprender dónde estaba metido y los alcances que podía tener mi trabajo – dijo. Volvió a tomar una bocanada de aire, se recargó en el respaldo de la silla y una vez cómodo, continuó: – Como fotógrafo tienes que estar abierto a lo que suceda. Son gajes del oficio, yo sabía que al entrar al relleno sanitario me iba a tener que sumergir hasta las rodillas entre hectáreas de basura, conviviendo con ese olor que no se te quita en dos semanas –.
En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial.
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Álvaro Eniac Martínez Ulloa nació en la Ciudad de México en 1959. Comenzó su formación artística en 1980 en el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba y un par de años después continuó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Sus primeros años ahí los dedicó a la música y a la pintura, pero luego se adentró por completo en la fotografía. Fue en “El Taller de los Lunes” del Consejo Mexicano de Fotografía, donde coincidió con Pedro Meyer, de quien aprendió mucho. Además, fue en aquel lugar donde aprendió a experimentar con la imagen sin dejar de lado la magia del sonido, que aprendió en su camino por la música. El ritmo se sumó al resto de sus herramientas para lograr cada uno de sus proyectos fotográficos. Armado con una cámara 35mm, el fotógrafo recorrió rincones de todo el país para esta y otras series. Para él, el ritmo que adopta un proyecto es fundamental. Se trata de lograr que al juntar las imágenes, la narrativa suba, baje, haga ruido y luego vuelva al silencio. Me explicó que con editorial Elefanta, Basura, proyecto realizado a partir de una beca del Sistema Nacional de Creadores del FONCA, tendría un tiraje pequeñito, pero que ya tenía planes para presentarlo también a través de una exposición. Luego de 50 minutos platicando le devolví su libro. Antes de despedirnos, otro gato, hijo de Tomás, despertó de su siesta y me aseguré de recordarle que el otro felino estaba en el baño. Él se echó a reír y aceptó que ya lo había olvidado. Caminamos hacia la puerta y la charla que acompañó esos últimos pasos se centró en que me pasaría un catálogo de fotos de la serie para que yo eligiera las que más me gustaran para ilustrar mi nota. Me dijo que las tendría en media hora. – La próxima semana, cuando me digan qué pasará con la distribución te escribo y nos vemos para que te regale un libro– dijo Eniac cuando ya estaba a punto de bajar las escaleras. Volví a recordarle liberar a Tomás y que me enviara las fotografías, pero pasaron un par de días y no llegaron. Me enteré a través de las redes que "El Tigre", como lo llamaban sus amigos, estaba grave en el hospital. Eniac Martínez falleció el 26 de julio de 2019.
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El fotógrafo mexicano se despidió con su ensayo fotográfico: “Basura”.
Supe que la presentación de Basura, su último proyecto fotográfico, fue un éxito, el mismo Eniac Martínez me lo dijo unos días después en la sala de su casa. Ahí estaba yo, en punto del mediodía, sentada junto a Tomás, uno de sus gatos. – Cuando te vayas recuérdame que puse al gato en el baño porque luego se me olvida – dijo entre risas mientras apartaba de mi libreta a Tomás, quien brincó hacía mi tan pronto elegí sentarme en el sillón junto al ventanal y demandaba un poco de atención rascando mi mano con sus afiladas garras. Era la primera vez que lo veía en persona, vestía un pantalón de pana verde, una playera negra y una chaqueta, a pesar que que el sol entraba directamente por la ventana. Conocía su proyecto fotográfico Ríos y había dado “me gusta” a algunas de sus publicaciones en redes. Mientras él volvía por el pasillo me apresuré a recorrer con la mirada aquel departamento en el cuarto piso de una casona en la colonia Condesa. Unas máscaras tribales robaron mi atención de inmediato, pero luego me perdí en las fotografías que cubrían todas las paredes de la sala y el escritorio junto a la puerta. Antes de sentarse en una silla de madera frente a mí, me entregó el libro de pasta dura: Eniac Martínez, Basura. En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. “...de lo que se pudre y es perpetuo, de lo que dura la eternidad y desaparece hoy mismo.”, se leía otras de las páginas. Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. – El poema se llama Pepena – me dijo – lo escribió Eduardo Vázquez Martín y tiene este juego de palabras entre “pena” y la acción de pepenar a la que estamos acostumbrados en algunos sitios –.
Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial. Luego de un respiro, añadió: – Mis trabajos siempre terminan por llevarme a otro. Aquí el proyecto inmediato anterior fue Ríos y ese ya tiene mucho que ver con la basura. Fui testigo de que una gran cantidad de cauces de agua están terriblemente contaminados. De ahí me fui directo a hacer el proyecto de Basura, tema que es sin duda un grave problema. Yo seguí pasando las páginas y Eniac Martínez me iba explicando las imágenes, como si fuera un audiolibro. Me dijo que Basura partía de tres ejes fundamentales: el primero tenía que ver con la intención de averiguar de dónde sale tanta basura, y lo obligó a mirar con otros ojos la bochornosa cantidad de empaquetados con la que convivimos a diario. El segundo estuvo marcado por su iniciativa de conocer los rellenos sanitarios del país. Esas “ciudades”, como él las llama, a donde llega la basura y que a su vez acogen todo un ecosistema donde habita la gente, principalmente pepenadores. En tercer lugar, quiso explorar el proceso de reciclaje al que se someten muchos de estos desperdicios. – Hay un submundo que se alimenta de basura, donde todo gira en torno a ella – asegura el fotógrafo – Por ejemplo, en el Bordo Xochiaca hay 30 hectáreas de basura. Al ver la cantidad de gente que vive ahí, de la basura, te sorprendes. Hay gente de todos los estratos, desde el más bajo, hasta uno alto, como el director del relleno o la gente que lo maneja. Es entonces cuando descubres realidades muy diferentes y ajenas a lo que uno se imaginaría –. Eniac Martínez era un fotógrafo que elegía proyectos ambiciosos y de largo aliento. Para éste, pasó tres años viajando a diversos rincones de la República Mexicana y luego vino uno más dedicado a la edición. El resultado fueron 108 imágenes que le ayudaron a describir lo que había visto. Desde Tijuana a Yucatán, no sin antes pasar por Veracruz, San Luis Potosí y muchos estados más, Eniac Martínez exploró escenarios fétidos que registró en imágenes únicas. La travesía no fue sencilla, muchas veces tuvo que tomar fotografías, no donde él quería, sino donde lo dejaban. Durante esos 36 meses estuvo consciente que a mucha gente no le gusta ser retratada y mucho menos en aquel contexto. Como era de esperarse, había quien pensaba que un fotógrafo sólo llegaba a hasta ahí con la intención de lanzar un “periodicazo” que evidenciara normas sanitarias no cumplidas, pero no era el caso. – Yo realmente iba por otras razones, pero es muy complicado explicarlo. El proceso de Basura fue más bien un esfuerzo de ir entendiendo el espacio en el que me estaba moviendo, de comprender dónde estaba metido y los alcances que podía tener mi trabajo – dijo. Volvió a tomar una bocanada de aire, se recargó en el respaldo de la silla y una vez cómodo, continuó: – Como fotógrafo tienes que estar abierto a lo que suceda. Son gajes del oficio, yo sabía que al entrar al relleno sanitario me iba a tener que sumergir hasta las rodillas entre hectáreas de basura, conviviendo con ese olor que no se te quita en dos semanas –.
En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial.
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Álvaro Eniac Martínez Ulloa nació en la Ciudad de México en 1959. Comenzó su formación artística en 1980 en el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba y un par de años después continuó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Sus primeros años ahí los dedicó a la música y a la pintura, pero luego se adentró por completo en la fotografía. Fue en “El Taller de los Lunes” del Consejo Mexicano de Fotografía, donde coincidió con Pedro Meyer, de quien aprendió mucho. Además, fue en aquel lugar donde aprendió a experimentar con la imagen sin dejar de lado la magia del sonido, que aprendió en su camino por la música. El ritmo se sumó al resto de sus herramientas para lograr cada uno de sus proyectos fotográficos. Armado con una cámara 35mm, el fotógrafo recorrió rincones de todo el país para esta y otras series. Para él, el ritmo que adopta un proyecto es fundamental. Se trata de lograr que al juntar las imágenes, la narrativa suba, baje, haga ruido y luego vuelva al silencio. Me explicó que con editorial Elefanta, Basura, proyecto realizado a partir de una beca del Sistema Nacional de Creadores del FONCA, tendría un tiraje pequeñito, pero que ya tenía planes para presentarlo también a través de una exposición. Luego de 50 minutos platicando le devolví su libro. Antes de despedirnos, otro gato, hijo de Tomás, despertó de su siesta y me aseguré de recordarle que el otro felino estaba en el baño. Él se echó a reír y aceptó que ya lo había olvidado. Caminamos hacia la puerta y la charla que acompañó esos últimos pasos se centró en que me pasaría un catálogo de fotos de la serie para que yo eligiera las que más me gustaran para ilustrar mi nota. Me dijo que las tendría en media hora. – La próxima semana, cuando me digan qué pasará con la distribución te escribo y nos vemos para que te regale un libro– dijo Eniac cuando ya estaba a punto de bajar las escaleras. Volví a recordarle liberar a Tomás y que me enviara las fotografías, pero pasaron un par de días y no llegaron. Me enteré a través de las redes que "El Tigre", como lo llamaban sus amigos, estaba grave en el hospital. Eniac Martínez falleció el 26 de julio de 2019.
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El fotógrafo mexicano se despidió con su ensayo fotográfico: “Basura”.
Supe que la presentación de Basura, su último proyecto fotográfico, fue un éxito, el mismo Eniac Martínez me lo dijo unos días después en la sala de su casa. Ahí estaba yo, en punto del mediodía, sentada junto a Tomás, uno de sus gatos. – Cuando te vayas recuérdame que puse al gato en el baño porque luego se me olvida – dijo entre risas mientras apartaba de mi libreta a Tomás, quien brincó hacía mi tan pronto elegí sentarme en el sillón junto al ventanal y demandaba un poco de atención rascando mi mano con sus afiladas garras. Era la primera vez que lo veía en persona, vestía un pantalón de pana verde, una playera negra y una chaqueta, a pesar que que el sol entraba directamente por la ventana. Conocía su proyecto fotográfico Ríos y había dado “me gusta” a algunas de sus publicaciones en redes. Mientras él volvía por el pasillo me apresuré a recorrer con la mirada aquel departamento en el cuarto piso de una casona en la colonia Condesa. Unas máscaras tribales robaron mi atención de inmediato, pero luego me perdí en las fotografías que cubrían todas las paredes de la sala y el escritorio junto a la puerta. Antes de sentarse en una silla de madera frente a mí, me entregó el libro de pasta dura: Eniac Martínez, Basura. En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. “...de lo que se pudre y es perpetuo, de lo que dura la eternidad y desaparece hoy mismo.”, se leía otras de las páginas. Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. – El poema se llama Pepena – me dijo – lo escribió Eduardo Vázquez Martín y tiene este juego de palabras entre “pena” y la acción de pepenar a la que estamos acostumbrados en algunos sitios –.
Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial. Luego de un respiro, añadió: – Mis trabajos siempre terminan por llevarme a otro. Aquí el proyecto inmediato anterior fue Ríos y ese ya tiene mucho que ver con la basura. Fui testigo de que una gran cantidad de cauces de agua están terriblemente contaminados. De ahí me fui directo a hacer el proyecto de Basura, tema que es sin duda un grave problema. Yo seguí pasando las páginas y Eniac Martínez me iba explicando las imágenes, como si fuera un audiolibro. Me dijo que Basura partía de tres ejes fundamentales: el primero tenía que ver con la intención de averiguar de dónde sale tanta basura, y lo obligó a mirar con otros ojos la bochornosa cantidad de empaquetados con la que convivimos a diario. El segundo estuvo marcado por su iniciativa de conocer los rellenos sanitarios del país. Esas “ciudades”, como él las llama, a donde llega la basura y que a su vez acogen todo un ecosistema donde habita la gente, principalmente pepenadores. En tercer lugar, quiso explorar el proceso de reciclaje al que se someten muchos de estos desperdicios. – Hay un submundo que se alimenta de basura, donde todo gira en torno a ella – asegura el fotógrafo – Por ejemplo, en el Bordo Xochiaca hay 30 hectáreas de basura. Al ver la cantidad de gente que vive ahí, de la basura, te sorprendes. Hay gente de todos los estratos, desde el más bajo, hasta uno alto, como el director del relleno o la gente que lo maneja. Es entonces cuando descubres realidades muy diferentes y ajenas a lo que uno se imaginaría –. Eniac Martínez era un fotógrafo que elegía proyectos ambiciosos y de largo aliento. Para éste, pasó tres años viajando a diversos rincones de la República Mexicana y luego vino uno más dedicado a la edición. El resultado fueron 108 imágenes que le ayudaron a describir lo que había visto. Desde Tijuana a Yucatán, no sin antes pasar por Veracruz, San Luis Potosí y muchos estados más, Eniac Martínez exploró escenarios fétidos que registró en imágenes únicas. La travesía no fue sencilla, muchas veces tuvo que tomar fotografías, no donde él quería, sino donde lo dejaban. Durante esos 36 meses estuvo consciente que a mucha gente no le gusta ser retratada y mucho menos en aquel contexto. Como era de esperarse, había quien pensaba que un fotógrafo sólo llegaba a hasta ahí con la intención de lanzar un “periodicazo” que evidenciara normas sanitarias no cumplidas, pero no era el caso. – Yo realmente iba por otras razones, pero es muy complicado explicarlo. El proceso de Basura fue más bien un esfuerzo de ir entendiendo el espacio en el que me estaba moviendo, de comprender dónde estaba metido y los alcances que podía tener mi trabajo – dijo. Volvió a tomar una bocanada de aire, se recargó en el respaldo de la silla y una vez cómodo, continuó: – Como fotógrafo tienes que estar abierto a lo que suceda. Son gajes del oficio, yo sabía que al entrar al relleno sanitario me iba a tener que sumergir hasta las rodillas entre hectáreas de basura, conviviendo con ese olor que no se te quita en dos semanas –.
En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial.
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Álvaro Eniac Martínez Ulloa nació en la Ciudad de México en 1959. Comenzó su formación artística en 1980 en el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba y un par de años después continuó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Sus primeros años ahí los dedicó a la música y a la pintura, pero luego se adentró por completo en la fotografía. Fue en “El Taller de los Lunes” del Consejo Mexicano de Fotografía, donde coincidió con Pedro Meyer, de quien aprendió mucho. Además, fue en aquel lugar donde aprendió a experimentar con la imagen sin dejar de lado la magia del sonido, que aprendió en su camino por la música. El ritmo se sumó al resto de sus herramientas para lograr cada uno de sus proyectos fotográficos. Armado con una cámara 35mm, el fotógrafo recorrió rincones de todo el país para esta y otras series. Para él, el ritmo que adopta un proyecto es fundamental. Se trata de lograr que al juntar las imágenes, la narrativa suba, baje, haga ruido y luego vuelva al silencio. Me explicó que con editorial Elefanta, Basura, proyecto realizado a partir de una beca del Sistema Nacional de Creadores del FONCA, tendría un tiraje pequeñito, pero que ya tenía planes para presentarlo también a través de una exposición. Luego de 50 minutos platicando le devolví su libro. Antes de despedirnos, otro gato, hijo de Tomás, despertó de su siesta y me aseguré de recordarle que el otro felino estaba en el baño. Él se echó a reír y aceptó que ya lo había olvidado. Caminamos hacia la puerta y la charla que acompañó esos últimos pasos se centró en que me pasaría un catálogo de fotos de la serie para que yo eligiera las que más me gustaran para ilustrar mi nota. Me dijo que las tendría en media hora. – La próxima semana, cuando me digan qué pasará con la distribución te escribo y nos vemos para que te regale un libro– dijo Eniac cuando ya estaba a punto de bajar las escaleras. Volví a recordarle liberar a Tomás y que me enviara las fotografías, pero pasaron un par de días y no llegaron. Me enteré a través de las redes que "El Tigre", como lo llamaban sus amigos, estaba grave en el hospital. Eniac Martínez falleció el 26 de julio de 2019.
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Supe que la presentación de Basura, su último proyecto fotográfico, fue un éxito, el mismo Eniac Martínez me lo dijo unos días después en la sala de su casa. Ahí estaba yo, en punto del mediodía, sentada junto a Tomás, uno de sus gatos. – Cuando te vayas recuérdame que puse al gato en el baño porque luego se me olvida – dijo entre risas mientras apartaba de mi libreta a Tomás, quien brincó hacía mi tan pronto elegí sentarme en el sillón junto al ventanal y demandaba un poco de atención rascando mi mano con sus afiladas garras. Era la primera vez que lo veía en persona, vestía un pantalón de pana verde, una playera negra y una chaqueta, a pesar que que el sol entraba directamente por la ventana. Conocía su proyecto fotográfico Ríos y había dado “me gusta” a algunas de sus publicaciones en redes. Mientras él volvía por el pasillo me apresuré a recorrer con la mirada aquel departamento en el cuarto piso de una casona en la colonia Condesa. Unas máscaras tribales robaron mi atención de inmediato, pero luego me perdí en las fotografías que cubrían todas las paredes de la sala y el escritorio junto a la puerta. Antes de sentarse en una silla de madera frente a mí, me entregó el libro de pasta dura: Eniac Martínez, Basura. En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. “...de lo que se pudre y es perpetuo, de lo que dura la eternidad y desaparece hoy mismo.”, se leía otras de las páginas. Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. – El poema se llama Pepena – me dijo – lo escribió Eduardo Vázquez Martín y tiene este juego de palabras entre “pena” y la acción de pepenar a la que estamos acostumbrados en algunos sitios –.
Me di cuenta de inmediato que el fotógrafo había encontrado belleza en la basura, y le pregunté por qué quiso capturar algo que la mayoría evita voltear a ver. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial. Luego de un respiro, añadió: – Mis trabajos siempre terminan por llevarme a otro. Aquí el proyecto inmediato anterior fue Ríos y ese ya tiene mucho que ver con la basura. Fui testigo de que una gran cantidad de cauces de agua están terriblemente contaminados. De ahí me fui directo a hacer el proyecto de Basura, tema que es sin duda un grave problema. Yo seguí pasando las páginas y Eniac Martínez me iba explicando las imágenes, como si fuera un audiolibro. Me dijo que Basura partía de tres ejes fundamentales: el primero tenía que ver con la intención de averiguar de dónde sale tanta basura, y lo obligó a mirar con otros ojos la bochornosa cantidad de empaquetados con la que convivimos a diario. El segundo estuvo marcado por su iniciativa de conocer los rellenos sanitarios del país. Esas “ciudades”, como él las llama, a donde llega la basura y que a su vez acogen todo un ecosistema donde habita la gente, principalmente pepenadores. En tercer lugar, quiso explorar el proceso de reciclaje al que se someten muchos de estos desperdicios. – Hay un submundo que se alimenta de basura, donde todo gira en torno a ella – asegura el fotógrafo – Por ejemplo, en el Bordo Xochiaca hay 30 hectáreas de basura. Al ver la cantidad de gente que vive ahí, de la basura, te sorprendes. Hay gente de todos los estratos, desde el más bajo, hasta uno alto, como el director del relleno o la gente que lo maneja. Es entonces cuando descubres realidades muy diferentes y ajenas a lo que uno se imaginaría –. Eniac Martínez era un fotógrafo que elegía proyectos ambiciosos y de largo aliento. Para éste, pasó tres años viajando a diversos rincones de la República Mexicana y luego vino uno más dedicado a la edición. El resultado fueron 108 imágenes que le ayudaron a describir lo que había visto. Desde Tijuana a Yucatán, no sin antes pasar por Veracruz, San Luis Potosí y muchos estados más, Eniac Martínez exploró escenarios fétidos que registró en imágenes únicas. La travesía no fue sencilla, muchas veces tuvo que tomar fotografías, no donde él quería, sino donde lo dejaban. Durante esos 36 meses estuvo consciente que a mucha gente no le gusta ser retratada y mucho menos en aquel contexto. Como era de esperarse, había quien pensaba que un fotógrafo sólo llegaba a hasta ahí con la intención de lanzar un “periodicazo” que evidenciara normas sanitarias no cumplidas, pero no era el caso. – Yo realmente iba por otras razones, pero es muy complicado explicarlo. El proceso de Basura fue más bien un esfuerzo de ir entendiendo el espacio en el que me estaba moviendo, de comprender dónde estaba metido y los alcances que podía tener mi trabajo – dijo. Volvió a tomar una bocanada de aire, se recargó en el respaldo de la silla y una vez cómodo, continuó: – Como fotógrafo tienes que estar abierto a lo que suceda. Son gajes del oficio, yo sabía que al entrar al relleno sanitario me iba a tener que sumergir hasta las rodillas entre hectáreas de basura, conviviendo con ese olor que no se te quita en dos semanas –.
En silencio y con una mirada cansada, esperó a que pasara las primeras páginas, protagonizadas por desperdicios y rostros anónimos, al menos para mí. En una de ellas encontré montañas de basura de distintos colores y varias personas sentadas sobre sus pendientes. Frente a ellos una alocada parvada de cuervos. / Fotografía cortesía de Elefanta Editorial.
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Álvaro Eniac Martínez Ulloa nació en la Ciudad de México en 1959. Comenzó su formación artística en 1980 en el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba y un par de años después continuó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Sus primeros años ahí los dedicó a la música y a la pintura, pero luego se adentró por completo en la fotografía. Fue en “El Taller de los Lunes” del Consejo Mexicano de Fotografía, donde coincidió con Pedro Meyer, de quien aprendió mucho. Además, fue en aquel lugar donde aprendió a experimentar con la imagen sin dejar de lado la magia del sonido, que aprendió en su camino por la música. El ritmo se sumó al resto de sus herramientas para lograr cada uno de sus proyectos fotográficos. Armado con una cámara 35mm, el fotógrafo recorrió rincones de todo el país para esta y otras series. Para él, el ritmo que adopta un proyecto es fundamental. Se trata de lograr que al juntar las imágenes, la narrativa suba, baje, haga ruido y luego vuelva al silencio. Me explicó que con editorial Elefanta, Basura, proyecto realizado a partir de una beca del Sistema Nacional de Creadores del FONCA, tendría un tiraje pequeñito, pero que ya tenía planes para presentarlo también a través de una exposición. Luego de 50 minutos platicando le devolví su libro. Antes de despedirnos, otro gato, hijo de Tomás, despertó de su siesta y me aseguré de recordarle que el otro felino estaba en el baño. Él se echó a reír y aceptó que ya lo había olvidado. Caminamos hacia la puerta y la charla que acompañó esos últimos pasos se centró en que me pasaría un catálogo de fotos de la serie para que yo eligiera las que más me gustaran para ilustrar mi nota. Me dijo que las tendría en media hora. – La próxima semana, cuando me digan qué pasará con la distribución te escribo y nos vemos para que te regale un libro– dijo Eniac cuando ya estaba a punto de bajar las escaleras. Volví a recordarle liberar a Tomás y que me enviara las fotografías, pero pasaron un par de días y no llegaron. Me enteré a través de las redes que "El Tigre", como lo llamaban sus amigos, estaba grave en el hospital. Eniac Martínez falleció el 26 de julio de 2019.
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