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Música

Héctor Lavoe, el cantante de cantantes

«Muy popular donde quiera, pero cuando el show se acaba soy otro humano cualquiera», cantaba Héctor Lavoe, quien llegó de Puerto Rico a Nueva York para cambiar la escena musical para la comunidad latina y que durante años puso a bailar a generaciones.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Vinieron a divertirse
Y pagaron en la puerta
No hay tiempo para tristezas
¡Vamos, cantante, comienza!

«El Cantante», 1975

En 1974 la salsa y la música con ritmos latinos llevaban por lo menos seis años haciendo bailar a los neoyorquinos y al mundo con gran furor. Eran las nuevas orquestas de swing y la alternativa al rock and roll para todos aquellos desterrados de sus países y reunidos en la ciudad estadounidense. Mientras tanto, la música que sonaba en  las calles de Latinoamérica nunca había alcanzado tal refinación.

El evento más importante para la salsa en aquella época lo fue también para la historia del box. Considerada por muchos como la pelea de box más importante en mucho tiempo, «Rumble in the jungle» anunciaba un enfrentamiento entre  Muhammad Ali y George Foreman. La batalla tendría lugar en Zaire, hoy República Democrática del Congo el 30 de octubre de ese año. A esa misma noche estaba convocada la Fania All Stars, una agrupación integrada por músicos tan sobresalientes por sí solos que parecía casi excesivo ponerlos juntos en un escenario.

Héctor Lavoe, José Feliciano, Larry Harlow, Ray Barretto, Jorge Santana (hermano de Carlos), Ismael Miranda y Celia Cruz tocando juntos como muestra del poder latino y caribeño al mundo. Aunque gigantes de la talla de B.B. King y James Brown también formaban parte del programa para esa noche,  fueron prácticamente opacados por quienes cargaban referencias de géneros como el boogaloo, guaguancó, la salsa y hasta el rythm and blues, además del jazz, bomba, doo woop y shing-a-ling.

El histórico concierto de Fania All Stars fue documentado para televisión y dio inicio con la canción “Quimbara” de Celia Cruz que maravilló a los asistentes. Durante el resto de la noche, piezas de salsa escritas por Lavoe o Willie Colón, como “Mi gente”, retumbaron entre los 80 mil asistentes del Estadio Tata Raphaël​.

A pesar de que su música sonó fuerte y claro, Willie Colón no estuvo sobre el escenario, pues en una decisión de último minuto decidió no abordar el avión rumbo a Zaire. Los medios interpretaron esa decisión como el fin de la relación musical que tenía con Héctor Lavoe, ambos responsables en igual medida de poner estos ritmos en la boca y pies de todos.

En un principio Lavoe se sintió traicionado por su colega, quien lo había invitado seis años atrás a ser parte de su orquesta. Sin embargo, con el tiempo comprendió que quería tomar un camino en solitario, uno que lo llevaría a que el mundo lo reconociera como “El cantante de cantantes”.

Y canto a la vida

De risas y penas

De momentos malos

Y de cosas buenas

Héctor Juan Pérez Martínez nació el 30 de septiembre de 1946 en Ponce, Puerto Rico. No hay forma de relatar la vida de quien después se convertiría en un representante de la comunidad latina sin incluir la palabra tragedia. Su madre murió cuando él tenía tres años y esa sería la primera de tantas desgracias que marcarían su carrera y sus decisiones.

Héctor Lavoe, como se le conocería más tarde, acudió a una escuela musical para seguir los pasos de su padre, un compositor local. Estudiaba para convertirse en un intérprete de música clásica, pero en el camino lo envolvieron los sonidos urbanos. Empezó a ganar fama en su natal Puerto Rico con una banda que tocaba boleros y salsas en clubes nocturnos.

Como miles de boricuas en busca de fortuna y fama, decidió migrar a la ciudad de Nueva York, donde vivían dos hermanos suyos. Uno de ellos falleció a su llegada, por lo que vivió por unos años en el departamento de su hermana.

Durante los primeros años en Nueva York, Héctor Lavoe trabajaba por muy poco dinero entreteniendo al público que asistía a clubs nocturnos en el Bronx y Queens.

Una noche, el músico y empresario, Johnny Pacheco escuchó a Héctor Lavoe en uno de estos clubes. De inmediato le dijo a Willie Colón, con quien ya trabajaba en el sello Fania, que contratara a Héctor como cantante en su orquesta.

Johnny Pacheco había fundado en 1964 junto a Jerry Masucci el sello Fania, una disquera de prestigio equivalente a lo que fue Motown para el soul y Blue Note para el jazz. Fania también cuidaba cada detalle de sus muy características portadas de acetatos. El sello creó un sonido excepcional mezclando distintos ritmos y géneros, a través de la variedad de nacionalidades de sus artistas.

Jovencísimos, Willie y Héctor comenzaron una prolífica carrera en la que grabaron más de 18 álbumes en conjunto de 1967 a 1973, sin haber cumplido aún los 30 años de edad.

La voz de Héctor era tan potente que en sus primeras grabaciones profesionales entre las que estuvo el disco The Hustler, con Willie Colón, su rango de voz se salía de cualquier estándar, tanto grave, como agudo.

“Graduado de la Universidad del Refraneo con altos honores, miembro del Gran Círculo de los Soneros, poeta de la calle, maleante honorario. Los capitanes de mandinga lo respetaban, por eso lo bautizaron El Cantante de los Cantantes. Los beginners le temían». Así definía Willie Colón a Héctor Lavoe.

Ambos consolidaron sus carreras musicales con el LP, Cosa Nuestra. La portada del disco era contundente y descriptiva del contenido: tenía una fotografía de Henri Wolfe recreando una escena de crimen «típica» de la mafia neoyorquina, que solía tirar los cuerpos de sus enemigos al río Hudson con una piedra atada a los pies. Así lo cuenta Jaime Torres Torres, autor de Cada Cabeza es un Mundo, relatos e historias de Héctor Lavoe.

La primera canción del álbum, «Che Che Colé», estaba inspirada en el nombre de un juego infantil africano y atrapó a la comunidad hispanoparlante de Estados Unidos. «Che Che Colé» le abrió las puertas de la escena internacional al dúo Colón-Lavoe, mientras que en el Bronx, los clubes más populares los agendaban con cada vez más anticipación.

El éxito que lograron se debió a que identificaron cambios en la música cubana, una de sus principales influencias, que estaba evolucionando al involucrar ritmos y elementos musicales provenientes de República Dominicana, Puerto Rico y el soul estadounidense. El público lo recibió con emoción.

En 1974, antes de irse con la Fania a Zaire, Willie Colón decidió dejar a la banda para dedicarse a componer. Eso significaba que también abandonaría la racha de fama que tuvo con Lavoe, aunque le produjo su primer disco en solitario en 1975, que se llamó, nada más y nada menos que «La voz». El título del álbum cobra todo el sentido al saber que el «Lavoe», que adoptó como apellido artístico, según versiones se originó en la mala pronunciación de neoyorquinos que intentaban presentarlo como «la voz», así, en español.

Canciones como “Mi gente” y «Rompe Saragüey» y «El Todopoderoso» hicieron que el disco conectara con el público de inmediato. La gente que lo admiraba en vivo, podía ver de cerca a un hombre imperfecto y lleno de vicios que empezó desde abajo y que, aunque logró la fama, tenía la humildad intacta.

Me paran siempre en la calle

Mucha gente que comenta

Oye Héctor, tu estas hecho,

Siempre con hembras y en fiestas

Aunque Rubén Blades es autor de la canción «El Cantante», parecía imposible que alguien distinto a Lavoe la interpretara. Desde que la grabó para su disco Comedia en 1978, la etiqueta se le quedó para siempre.

La fama vino acompañada también de una adicción a las drogas que creció con el paso de los años.

Algunas de sus canciones como «Calle Luna, Calle Sol», «Juanito Alimaña» y «Día de Mi Suerte» hablaban de temas como la inseguridad en las ciudades, la vida en un barrio pobre y ser criminal por hambre, historias que retrataban la realidad de América Latina y los barrios bajos de Estados Unidos. Los habitantes encontraron consuelo en estas salsas y en la voz eufórica de Lavoe, que tampoco vivió con una gran riqueza, aún en sus años más prolíficos.

Y nadie pregunta

Si sufro si lloro

Si tengo una pena

Que hiere muy hondo

Entre adicciones, Lavoe vivió también momentos muy duros como el incendio de su casa y el asesinato de su suegra en 1987. Sin embargo no dejó de presentarse en los escenarios y cumplir con sus giras, en las que el público seguía encontrándolo fascinante en su forma de revivir la salsa con energía desbordada y poniéndole emoción a cada letra.

La salud de Héctor Lavoe comenzó a deteriorarse, cuando el 7 de mayo de 1987 su hijo Héctor Junior de 17 años falleció por una bala perdida. Por si fuera poco, al siguiente año le diagnosticaron SIDA.

El boricua intentó suicidarse ante las distintas caras de la tragedia, pero no lo logró y a pesar de todo, el hombre no dejó de ofrecer presentaciones hasta 1993, el año que acabó con su vida.

Después de su muerte, su amigo y colega, Willie Colón escribió una carta que hizo pública para subrayar que la mayoría del público e incluso él mismo, dieron a Héctor Lavoe por sentado. «La vida valía más que el dólar para Héctor. Y al descubrir esto se le acercaron los tiburones de agua sucia como si estuviera sangrando», escribió.

Yo, soy el cantante

Muy popular donde quiera

Pero cuando el show se acaba

Soy otro humano cualquiera

Tras su muerte, cuando se habla de El Cantante, personas de todo un continente traen de regreso a Héctor Lavoe, el hombre de lentes de botella opacos que vestía fracs y se codeaba con los poderosos, pero disfrutaba más que cualquier otra cosa poner a bailar a su gente.

Lavoe tiene monumentos en su honor en dos países latinoamericanos, dos películas biográficas, varias biografías, un musical en Broadway y fue considerado como el «Bob Dylan» de los boricuas por el cantante Marc Anthony.

«No era alguien refinado, era alguien de las calles, que hablaba el lenguaje de la gente. Entendió lo que era ser de Puerto Rico en este país (Estados Unidos) y ser afortunado, pero destructivo al mismo tiempo», dijo Anthony al The New York Times luego de dar vida a Lavoe en el filme de 2008, El Cantante.

Willie Colon recuerda a Héctor Lavoe como el “jibarito good looking que volvía a todas las mámises locas”, pero también reconoce que para el mundo fue “el puente entre el pasado y el futuro de nuestra cultura popular”.

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