¿A qué le teme una bailarina en cuarentena? Katia Carranza responde.

¿A qué le teme una bailarina en cuarentena?

Así arranca la mañana de otro día de confinamiento para Katia Carranza, primera bailarina del Miami City Ballet. En esa ciudad se han confirmado más de 14 mil casos de coronavirus, y ella se pregunta todos los días cuándo podrá volver a bailar.

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Katia Carranza se acerca a su teléfono celular para saludar a quienes van incorporándose desde sus hogares a su clase virtual. Viste un leotardo negro ceñido a la cintura, que de tan angosta, parece frágil. Lleva puestas unas mallas rosas bajo un tutú vaporoso que alcanza sus rodillas. 

Así arranca la mañana de otro día de confinamiento en Miami, donde se han confirmado más de 14 mil casos de coronavirus según el mapa de conteo de la Universidad Johns Hopkins. 

Carranza dirige los primeros ejercicios de la clase gratuita para principiantes que organizó el Miami City Ballet, como parte de una estrategia ideada por la directora artística Lourdes López para mantener a los bailarines entusiasmados y evitar que el encierro les robe la inspiración.

“El ballet tuvo la iniciativa de compartir estas clases para mantener al público y a nosotros mismos enfocados y conectados con la danza. La compañía se comunicó con varios de nosotros para que diéramos clases para todo el mundo en Instagram live y en mi caso, para hacerlo en español”, dice por teléfono.

De piel blanca y ojos negros, al igual que el cabello que esa mañana amarró en un chongo improvisado, la bailarina no pierde de vista el celular gracias al que transmite en vivo a través de su cuenta de Instagram 

En un contexto como este no tendría sentido el peinado rigurosamente estirado con el que se presentaba ante los reflectores del Adrienne Arsht Center, entre muchos otros recintos, antes de que cerraran sus puertas por la pandemia de Covid-19. 

La última vez que pisó un escenario fue el domingo primero de marzo. “Desafortunadamente ya no alcanzamos a presentar el programa cuatro, que era Don Quijote. Lo íbamos a bailar el 20, pero lo pasamos para la próxima temporada. No se va a perder, porque ya esta ensayado”, dice.

Más allá de sus alumnos virtuales, hoy carece de un público al cual contagiar de su pasión y a eso la acostumbró la danza: a la suma de esos instantes en los que cientos de personas la vieron consumar un giro tras otro desde butacas de terciopelo rojo. 

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