Amor, crimen y porno al más puro estilo kitsch
Una reseña de La daga en el corazón, protagonizada por Vanessa Paradis y dirigida por Yann Gonzalez
Antes que cualquier cosa, La Daga en el Corazón es una película valiente. Un largometraje que no tiene miedo de evidenciar sus influencias. Se siente tan cómoda retratando una orgía homosexual, como un brutal asesinato (teniendo como arma mortal un juguete sexual en forma de pene), y dándole una cualidad juguetona a ambas situaciones. La segunda película del realizador francés Yann Gonzalez es un collage psico-sexual muy similar a su anterior trabajo (Encuentros Después de Medianoche), donde la perversión lasciva y los corazones blandos conviven en una armonía definitivamente atípica.
La Daga En el Corazón es una historia de amor enredada en el recorrido de un asesino serial al más puro estilo slasher ochentero, que está plagada de momentos de humor inesperado, más que intencional.
La historia va sobre Anne Paréze (interpretada por la legendaria Vanessa Paradis), productora y directora de cine porno gay quien —a pesar de andar de corazón roto tras la ruptura con su exnovia Loïs (Kate Moran)— decide filmar su película más ambiciosa hasta el momento, mientras intenta averiguar la identidad del despiadado asesino de sus protagonistas.
Leer la trama a grandes rasgos es suficiente para asumir que La Daga en el Corazón es un tanto escandalosa. Está saturada de estímulos provocadores que van desde luces neón hasta actuaciones que rebasan lo histriónico. La reacción que provoca en el especatador es sorpresiva, pues la trama romática opaca la violencia que atraviesa la película, dejándola en segundo plano. Lo importante aquí es la vida de Anne, descubrir por qué sus relaciones no funcionan, y cómo su persona está conectada con el violento asesino.
A pesar de que sigue las pistas de un asesino serial, La Daga en el Corazón es una película de género sobre la dualidad amor-dolor y sobre violencia tóxica que desencadena. Por esa razón, este trabajo es comparado con el de Brian DePalma, otro especialista en hacer que la violencia y el sexo adquieran una particularidad que no depende de la respuesta visceral y el simple alboroto, sino de una reflexión emocional y del siniestro impacto que puede tener en los demás.
En términos de referencias, Yann Gonzalez decidió mirar hacia atrás para crear Knife+Heart (nombre bajo el cual fue distribuida en territorios angloparlantes). La película se filmó con pie y medio en el pasado, y está quizás sea su faceta más débil, pues parece unirse al resto de productos de la cultura pop, 100% dependientes de inspiraciones.
Las referencias están siempre presentes, desde la apertura sexual de Tinto Brass a través de un guionista como Joe Ezterhas, hasta la estética perfectamente kitsch popularizada hace tres décadas por Dario Argento y luego llevada a siniestros extremos por Nicolas Winding Refn.
Afortunadamente, ni la nostalgia, ni la reverencia demeritan el resultado sino que se vuelven parte de su encanto.
La Daga en el Corazón es lo más cercano que tendremos en nuestro tiempo a ver una película de mal gusto hecha en los 70 (hasta fue filmada en 16 y 35 mm).
Sin embargo, no es un largometraje perfecto, las situaciones que construye pueden llegar a ser repetitivas, en especial las de la historia principal. La personalidad tóxica (sin salir de lo estético y calculado) de Anne, es por momentos demasiado inverosímil. Los mejores momentos de La Daga en el Corazón son aquellos donde la película abraza completamente las sensaciones y el género, y se enfoca en hacer de su duración una experiencia, no tanto una historia. En esta película, como en muchas otras, la forma es mucho más interesante que la trama.
Por último, un elemento a destacar de La Daga en el Corazón es su ambiente. La película toma su tiempo para establecer su mitología y la plétora de personajes sui generis (entre los cuales se encuentra el mexicano Noé Hernández, interpretando a uno de los actores de Anne). Su realidad se construye entre lo oscuro, absurdo e irrisorio, pasando por lo cursi. Se apoya en un ambiente respaldado por una banda sonora compuesta por Anthony Gonzalez, mejor conocido como M83, hermano del director.
Todos estos factores hacen de La Daga en el Corazón el retrato de un corazón podrido, oscuro, ochentero e incrustado de diamantes.
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