Los mares vendrán. La vida después del calentamiento
Esto no es un cuento de hadas. Sabemos cuál podría ser el desenlace para los océanos. Lo que no sabemos es cuánto tiempo pasará, quizá siglos, para que los litorales se retiren kilómetros tierra adentro. Hoy estamos empezando a ver los primeros indicios del calentamiento global: los glaciares comienzan a retroceder. Éste es apenas el inicio de una crisis a la que le podrían seguir plagas, un aire tóxico, migraciones masivas e incluso conflictos armados. El problema ya no es el negacionismo, sino la indiferencia.
Que el mar se volverá mortífero se da por descontado. Salvo que se redujesen las emisiones de CO₂, a finales de siglo podríamos tener al menos 1.2 metros de subida del nivel del mar1 y, posiblemente, hasta 2.4 metros.2 Una reducción radical —de una escala capaz de hacer que el objetivo de dos grados que se estableció en París pareciese alcanzable, aunque optimista— aún podría dar lugar a una subida de dos metros en 2100.3
Contra toda lógica, desde hace ya una generación, nos hemos aliviado con suposiciones como éstas: cuando pensamos que lo peor que puede traer el cambio climático es un mar uno o dos metros más elevado, cualquiera que viva incluso cerca de la costa siente que puede respirar aliviado. De esa manera, incluso célebres textos alarmistas sobre el cambio climático han sido víctimas de su propio éxito, pues se han concentrado tanto en la subida del nivel del mar que han vuelto invisibles a ojos de sus lectores todas las demás lacras climáticas, aparte del océano, que amenazan con aterrorizar a las próximas generaciones: el calor directo, las condiciones meteorológicas extremas o las pandemias, entre otras. Pero por “familiar” que pueda parecer la subida del nivel del mar, sin duda merece un lugar central en el panorama de los daños que el cambio climático conllevará. Que tanta gente se haya hecho ya a la idea de un mundo en el futuro próximo con unos océanos notablemente más elevados debería ser algo tan desalentador y desconcertante como si hubiésemos aceptado la inevitabilidad de una guerra nuclear de gran alcance, porque tal es la escala de devastación que la subida del nivel de los mares desencadenará.
En The water will come, Jeff Goodell hace repaso de tan sólo unos pocos de los monumentos —en algunos casos, de hecho, culturas enteras— que quedarán transformados a lo largo de este siglo en vestigios subacuáticos, como pecios de barcos hundidos: cualquier playa que hayamos visitado en nuestra vida; la sede central de Facebook, el Centro Espacial Kennedy y la mayor base naval de Estados Unidos, en Norfolk, Virginia; todas las naciones de las Maldivas y las Islas Marshall; la mayor parte de Bangladesh, incluidos todos los bosques de manglar donde los tigres de Bengala han campado durante milenios; toda Miami Beach y buena parte del paraíso de Florida del Sur, construido a partir de humedales, pantanos y bancos de arena por ávidos especuladores inmobiliarios hace menos de un siglo; la basílica de San Marcos, en Venecia, de casi mil años de antigüedad; Venice Beach y Santa Mónica, en Los Ángeles; la Casa Blanca en el número 1600 de Pennsylvania Avenue, así como la “Casa Blanca de invierno” de Trump en Mar-a-Lago, la de Richard Nixon en Cayo Vizcaíno y la original, la de Harry Truman, en Cayo Hueso.4 Se trata de una lista muy incompleta. Hemos pasado los milenios transcurridos desde Platón fascinados con la historia de una sola cultura hundida, la Atlántida, que, si existió alguna vez, fue probablemente un pequeño archipiélago en el Mediterráneo con una población de varios miles de personas, quizá de varias decenas de miles.5 En 2100, si no detenemos las emisiones, hasta el 5% de la población mundial será víctima de inundaciones cada año.6 Yakarta, una de las ciudades que más rápido crecen en todo el mundo, hoy alberga a diez millones de personas.7 Como consecuencia de las inundaciones y de su literal hundimiento, podría estar completamente bajo el agua en una fecha tan próxima como 2050. China ya tiene que evacuar a cientos de miles de personas cada verano para mantenerlas alejadas de las zonas afectadas por las inundaciones del delta del río de las Perlas.8
Lo que estas inundaciones anegarían no sólo serían los hogares de quienes huyen (cientos de millones de nuevos refugiados climáticos lanzados a un mundo incapaz, a estas alturas, de satisfacer las necesidades de apenas unos pocos millones), sino las comunidades, los colegios, los barrios comerciales, los terrenos agrícolas, los edificios de oficinas y los bloques de apartamentos, culturas regionales tan extensas que, hace tan sólo unos siglos, podríamos haberlas recordado como imperios y que ahora se convierten de pronto en museos submarinos donde se exhibe la forma de vida propia del siglo o dos en que los humanos, en lugar de mantenerse a una distancia prudente, se lanzaron a construir en el litoral costero. Tendrán que pasar miles de años, quizá millones, para que el cuarzo y el feldespato se deshagan en arena que rellene las playas que perdemos.
Según un estudio, en menos de dos décadas gran parte de la infraestructura de internet quedará sumergida por la subida del nivel del mar; y la mayoría de los smartphones que usamos para navegar por ella se fabrican hoy en Shenzhen que, situada en pleno delta del río de las Perlas, también es probable que acabe pronto bajo el agua.9 En 2018 la Union of Concerned Scientists calculó que casi 311 mil hogares en Estados Unidos correrían riesgo crónico de inundación para 2045 (un periodo temporal comparable al de una hipoteca, como señalaron).10 En 2100 esa cifra ascendería a más de 2.4 millones de inmuebles o, lo que es lo mismo, un billón de dólares de activos inmobiliarios que estarían bajo el agua. El cambio climático no sólo podría hacer que los kilómetros de litoral estadounidense dejasen de ser asegurables, sino que dejaría obsoleta la propia idea de los seguros contra desastres: a finales del siglo, de acuerdo con un estudio reciente, determinados lugares podrían verse azotados simultáneamente por seis desastres climáticos. Si no se toman medidas significativas para contener las emisiones, según una estimación de los daños globales, éstos se elevarían hasta los cien billones de dólares al año en 2100, una cifra superior al PIB global hoy en día.11 La mayoría de los cálculos son ligeramente más bajos: catorce billones al año, lo que no deja de ser casi una quinta parte del PIB actual.12
Pero las inundaciones no acabarían al final del siglo, ya que la subida del nivel del mar continuaría durante milenios,13 hasta acabar dando como resultado, incluso en el escenario optimista de los dos grados de calentamiento, unos océanos seis metros más elevados.14 ¿Qué aspecto tendría esto? El planeta perdería alrededor de 1 150 000 km² de tierra firme, en los que actualmente viven unos 375 millones de personas, una cuarta parte de las cuales están en China.15 De hecho, las veinte ciudades más afectadas por esa subida del nivel del mar son todas megalópolis asiáticas; entre ellas están Shangái, Hong Kong, Bombay y Calcuta.16 Esto arroja una sombra de duda sobre la perspectiva, que ahora dan por descontada tantos Nostradamus de la geopolítica, de un siglo asiático. Sea cual sea la evolución del cambio climático, China proseguirá con toda certeza su ascensión, pero lo hará al tiempo que combate contra el océano, lo que quizá sea uno de los motivos por los que el país está ya tan empeñado en hacerse con el control del mar de la China Meridional.
Casi dos tercios de las ciudades más pobladas del mundo están situados en la costa —por no hablar de las centrales eléctricas, puertos, bases navales, terrenos agrícolas, caladeros, deltas fluviales, marismas y arrozales— e incluso las situadas por encima de los tres metros sobre el nivel del mar se anegarán con mucha mayor facilidad y frecuencia si el agua sube tanto. Las inundaciones ya se han cuadruplicado desde 1980, según el Consejo Consultivo Científico de las Academias Europeas, y duplicado tan sólo desde 2004.17 Incluso con una subida del nivel del mar “intermedia-baja”, en 2100 las inundaciones de pleamar podrían azotar la Costa Este de Estados Unidos “un día sí y otro no”.18
Y ni siquiera hemos hablado aún de las que tendrán lugar tierra adentro: cuando los ríos se desborden, henchidos por trombas de lluvia o por marejadas ciclónicas que remontan desde el mar. Entre 1995 y 2015 esto afectó a 2 300 millones de personas y acabó con la vida de 157 mil en todo el mundo.19 Incluso bajo el régimen de reducción de emisiones más radical y agresivo, el calentamiento adicional del planeta debido únicamente al CO2 que ya hemos bombeado a la atmósfera aumentaría las precipitaciones globales en tal medida que, según un estudio, la cifra de personas afectadas por las crecidas de los ríos en América Latina se multiplicaría por dos, pasando de seis a doce millones; en África, pasaría de 24 a 35 millones; y en Asia, de 70 a 156 millones.20 En total, sólo con un calentamiento de 1.5 grados centígrados, los daños provocados por inundaciones aumentarían entre un 160% y 240%; con dos grados, el número de víctimas mortales como consecuencia de las crecidas sería un 50% mayor que en la actualidad. En Estados Unidos, un modelo reciente sugería que las últimas previsiones de la Agencia Federal de Gestión de Emergencia (fema, por sus siglas en inglés) sobre los riesgos de inundación eran erróneas y debían triplicarse, y que más de cuarenta millones de estadounidenses corrían el riesgo de sufrir una riada catastrófica.21
Que tanta gente se haya hecho ya a la idea de un mundo en el futuro próximo con unos océanos notablemente más elevados debería ser algo tan desalentador y desconcertante como si hubiésemos aceptado la inevitabilidad de una guerra nuclear de gran alcance.
Hay que tener en cuenta que estos efectos se harían realidad incluso si se produce una reducción radical de las emisiones. Sin medidas de adaptación a las inundaciones, extensas regiones de la Europa septentrional y toda la mitad oriental de Estados Unidos se verían hasta diez veces más afectadas. En amplias zonas de India, Bangladesh y el sudeste asiático, donde las inundaciones ya hoy son catastróficamente habituales, el factor multiplicador podría ser de una magnitud similar, a pesar de que el punto de partida ya es tan elevado que cada año provoca crisis humanitarias de una escala que nos gustaría pensar que no olvidaremos en generaciones.
Pero lo cierto es que las olvidamos de inmediato. En 2017 las inundaciones en el sudeste asiático se cobraron 1 200 vidas y dejaron dos terceras partes de Bangladesh bajo las aguas.22 António Guterres, el secretario general de Naciones Unidas, estimó que 41 millones de personas habían visto afectadas.23 Como sucede con tantos de los datos en torno al cambio climático, esos números pueden anestesiarnos, pero 41 millones son nada menos que ocho veces toda la población mundial cuando tuvo lugar el diluvio del Mar Negro, hace 7 600 años,24 una inundación supuestamente tan sobrecogedora y catastrófica que podría estar en el origen de la historia del arca de Noé.25 Al mismo tiempo que se producían las inundaciones de 2017, casi setecientos mil refugiados rohinyá procedentes de Birmania llegaban a Bangladesh, la mayoría de ellos a un solo lugar de asentamiento cuya población superó en unos meses a la de Lyon, la tercera ciudad más grande de Francia, y se levantó en plena zona proclive a los corrimientos de tierra poco antes de la siguiente estación de monzón.26
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En qué medida seremos capaces de adaptarnos a los nuevos trazados de los litorales dependerá sobre todo de a qué velocidad aumente el nivel del mar. La idea que tenemos de cómo será esa posible evolución ha ido variando de manera desconcertantemente rápida. Cuando se redactó el Acuerdo de París, sus autores estaban convencidos de que los casquetes de hielo antárticos permanecerían estables incluso aunque el planeta se calentase varios grados; su expectativa era que el nivel de los océanos subiría, como máximo, sólo 0.9 metros para finales de siglo.27 Eso fue apenas en 2015. Ese mismo año la nasa llegó a la conclusión de que esa expectativa era del todo autocomplaciente y señaló que esos 0.9 metros no eran un máximo sino en realidad un mínimo. En 2017 la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) sugirió que se podía llegar a los 2.4 metros y sólo en este siglo. En la Costa Este de Estados Unidos, los científicos ya han acuñado una nueva expresión, “inundación de día soleado”, para referirse a la situación en la que la pleamar por sí sola, sin ayuda de ningún aguacero adicional, inunda un pueblo.28
En 2018 un importante estudio descubrió que las cosas se estaban acelerando aún más29 y que la velocidad de deshielo del casquete antártico se había triplicado tan sólo la última década.30 Entre 1992 y 1997 éste perdió, en promedio, 49 mil toneladas de hielo al año; entre 2012 y 2017 esa cifra fue de 219 mil toneladas.31 En 2016 el climatólogo James Hansen sugirió que, si la velocidad de deshielo se doblaba cada década, el nivel del mar podría subir varios metros en cincuenta años.32 El nuevo estudio, tengámoslo presente, muestra una triplicación y en el transcurso de apenas cinco años. Desde la década de 1950, el continente ha perdido más de 33 mil kilómetros cuadrados de su plataforma de hielo.33 Los expertos dicen que su destino final probablemente venga determinado por las acciones humanas que se adopten tan sólo en la próxima década.34 Todo el cambio climático se rige por la incertidumbre, sobre todo, la que rodea la acción humana: qué medidas se tomarán —y cuándo— para evitar la drástica transformación que experimentará la vida sobre el planeta de no producirse una acción radical. Cada una de nuestras previsiones, de la más despreocupada a la más extrema, está tan envuelta en dudas, a consecuencia de tantas estimaciones y tantas suposiciones, que sería insensato confiar en ninguna con los ojos cerrados. Pero la subida del nivel del mar es diferente, porque, además del misterio principal de la respuesta humana, incorpora una capa de ignorancia epistemológica mucho más gruesa que cualquier otro aspecto de la ciencia que estudia el cambio climático, con excepción quizá de la formación de nubes. Cuando el agua se calienta, se expande; eso lo sabemos. Pero la ruptura del hielo representa una física casi completamente nueva, que no se había observado nunca antes en la historia de la humanidad y de la que, por tanto, tenemos una comprensión muy limitada.35
Hoy en día, gracias al rápido deshielo del Ártico, hay artículos científicos dedicados a lo que se conoce como la “mecánica de daños” de la pérdida de hielo de las plataformas.36 Pero aún no entendemos bien esa dinámica, que será uno de los principales impulsores de la subida del nivel del mar, por lo que, de momento, tampoco estamos en condiciones de hacer predicciones fiables sobre la velocidad a la que se derretirán los casquetes. Y aunque ahora disponemos de una imagen decente del pasado climatológico del planeta, nunca en toda la historia terrestre de la que tenemos constancia se ha dado un calentamiento a una velocidad ni remotamente similar a la actual: según una estimación, alrededor de diez veces más rápido que en cualquier otro momento de los últimos 66 millones de años.37 Cada año, el estadounidense medio emite bastante CO2 como para fundir diez mil toneladas de hielo en el casquete antártico, una cantidad suficiente para sumar diez mil metros cúbicos de agua al océano.38 Cada minuto, ese mismo estadounidense añade casi veinte litros de agua.
Cuando el agua se calienta, se expande; eso lo sabemos. Pero la ruptura del hielo representa una física casi nueva, que no se había observado nunca antes en la historia de la humanidad y de la que, por tanto, tenemos una comprensión muy limitada.
Un estudio sugiere que la plataforma de hielo de Groenlandia podría alcanzar un punto de inflexión con tan sólo 1.2 grados de calentamiento global.39 (Nos estamos aproximando a ese nivel de temperatura, pues ya estamos en 1.1 grados.) A lo largo de varios siglos, sólo el deshielo de esa plataforma elevaría el nivel del mar en seis metros, hasta acabar sumergiendo Miami, Manhattan, Londres, Shangái, Bangkok y Bombay.40 Debido a la distribución desigual de las variaciones de temperatura en todo el planeta, si bien las trayectorias de emisiones acostumbradas aumentarían la temperatura en poco más de cuatro grados en 2100, el calentamiento en el Ártico amenaza con ser de trece grados.
En 2014 supimos que las plataformas de hielo de la Antártida occidental y de Groenlandia eran aún más vulnerables al deshielo de lo que los científicos suponían.41 De hecho, la de la Antártida occidental ya había superado un punto de inflexión hacia el colapso, al haber más que doblado la velocidad a la que pierde hielo en tan sólo cinco años. Lo mismo había ocurrido en Groenlandia, donde el casquete ahora pierde casi mil millones de toneladas de hielo todos los días.42 Cada una de estas dos plataformas contiene una cantidad de hielo suficiente para elevar los niveles del mar de todo el mundo entre tres y seis metros.43 En 2017 se supo que dos glaciares en la plataforma de la Antártida oriental también se estaban deshaciendo a una velocidad alarmante (pierden dieciocho mil millones de toneladas cada año, suficientes para cubrir Nueva Jersey con un metro de hielo).44 Los científicos prevén que, si ambos glaciares desaparecen, el nivel del mar suba casi otros cinco metros más. En total las dos plataformas de hielo de la Antártida podrían elevarlo en sesenta metros; en numerosas partes del mundo, el litoral se desplazaría muchos kilómetros. Como ha escrito Peter Brannen, la última vez que la Tierra tuvo cuatro grados más de temperatura, no había hielo en ninguno de los polos y el nivel del mar era ochenta metros más alto. Había palmeras en el Ártico. Mejor no pensar en lo que eso significaría para la vida en el ecuador.
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Como con todo lo relacionado con el cambio climático, la desaparición del hielo del planeta no ocurrirá de forma aislada, y los científicos aún no entienden por completo a qué efectos en cascada exactamente darían lugar tales colapsos. Algo que preocupa mucho es el metano, en especial, el que podría liberarse con el deshielo del Ártico, donde el permafrost contiene hasta 1.8 billones de toneladas de carbono, una cantidad muy superior a la que se encuentra actualmente suspendida en la atmósfera terrestre.45 Cuando se deshiele, parte del carbono se evaporará en forma de metano, que es, dependiendo de cómo se mida, un gas de efecto invernadero al menos varias decenas de veces más potente que el dióxido de carbono.
Cuando empecé a investigar a profundidad sobre el cambio climático, el riesgo de una liberación repentina de metano procedente del permafrost ártico se consideraba bastante bajo; tanto, de hecho, que la mayoría de los científicos se mofaban de la ocasional discusión del fenómeno como algo propio de agoreros y empleaban expresiones burlescas e hiperbólicas como “bomba de relojería de metano ártico” o “flatulencias de la muerte” para describir lo que consideraban un riesgo climático por el que no merecía la pena preocuparse a corto plazo. Las noticias desde entonces no han sido muy halagüeñas: según un artículo publicado en Nature,46 la emisión del metano ártico atrapado en los lagos de permafrost podría verse rápidamente acelerada por ráfagas de lo que se conoce como “deshielo abrupto”, algo que ya está sucediendo.47 Los niveles atmosféricos de metano han aumentado de un modo espectacular en los últimos años, sumiendo en la confusión a los científicos, que no están seguros de cuál es su origen.48 Una investigación reciente parece indicar que la cantidad de gas que se libera desde los lagos del Ártico podría doblarse en el futuro.49 No está claro si estas emisiones son algo nuevo o si lo que sucede es que por fin hemos empezado a prestarles atención. Pero, si bien el consenso es aún que es poco probable que se produzca una liberación rápida y súbita de metano, la nueva investigación es un ejemplo de por qué merece la pena considerar y tomarse en serio tales riesgos climáticos improbables pero posibles. Cuando tildamos de irresponsable plantearse cualquier cosa que quede fuera de una estrecha franja de probabilidades, hablar sobre ello o incluso prepararse para la eventualidad, hasta los resultados menos espectaculares pueden tomarnos por sorpresa.
Hoy todos coinciden en que el permafrost se está fundiendo (en Canadá, la frontera que éste forma se ha retirado casi 130 kilómetros hacia el norte en los últimos cincuenta años). La evaluación más reciente del IPCC prevé para 2100 una pérdida del permafrost cuasisuperficial de entre el 37% y el 81%, aunque la mayoría de los científicos aún cree que el carbono se liberará lentamente y, en su mayor parte, en forma de dióxido de carbono, lo que es menos aterrador.50 Pero, ya en 2011, la NOAA y el National Snow and Ice Data Center predijeron que el deshielo del permafrost haría que, ya en la década de 2020, la región entera pasase de ser lo que se denomina un sumidero de carbono, que absorbe el que hay en la atmósfera, a una fuente de carbono, que lo libera.51 Ese mismo estudio afirma que, en 2100, el Ártico habría liberado cien mil millones de toneladas, lo que equivale a la mitad de todo el carbono producido por la humanidad desde que comenzó la industrialización.52
Recordemos que estamos hablando del circuito de realimentación del Ártico, que no preocupa demasiado a los científicos a corto plazo. El que hoy en día les preocupa más es el conocido como “efecto albedo”: el hielo es blanco, por lo que refleja la luz solar de vuelta al espacio en lugar de absorberla; cuanto menos hielo haya, más luz se absorberá, lo que producirá más calentamiento global. Y, según estima Peter Wadhams, la desaparición completa de ese hielo podría implicar un calentamiento masivo equivalente al total de los últimos veinticinco años de emisiones globales de carbono.53 No olvidemos que las de esos años suponen alrededor de la mitad de todas las emisiones que la humanidad ha producido a lo largo de la historia: una escala de producción de carbono que ha llevado al planeta de la estabilidad climática casi completa al borde del caos.
Todo esto es especulativo. Pero nuestra incertidumbre sobre cada una de estas dinámicas —colapso de las plataformas de hielo, metano ártico, efecto albedo— únicamente nubla nuestra comprensión en cuanto a la velocidad del cambio, no a su magnitud. De hecho, sí sabemos cuál será el desenlace para los océanos; lo que no sabemos es cuánto tiempo tardará en llegar.
¿Cuánto subirá el nivel del mar? Puede que el químico marino David Archer sea el investigador que ha estudiado en mayor profundidad lo que él llama los efectos de “largo deshielo” del calentamiento global. Quizá tarde siglos, hasta milenios, en suceder, pero Archer estima que, a largo plazo, incluso con sólo tres grados de calentamiento, el nivel del mar subirá al menos cincuenta metros; nada menos que cien veces más de lo que el Acuerdo de París predecía para 2100.54 El Servicio Geológico estadounidense sitúa la cifra última en los ochenta metros.55
El mundo quizá no se vuelva literalmente irreconocible por tamaña inundación, pero se trata de una distinción, en última instancia, semántica. Montreal estaría sumergida casi por completo, al igual que Londres. Estados Unidos es un ejemplo como cualquier otro: con sólo 52 metros de subida, más del 97% por ciento de Florida desaparecería y sólo sobresaldrían unas cuantas colinas en el mango de Florida; asimismo, un poco menos del 97% de Delaware quedaría sumergido.56 El mar cubriría el 80% de Luisiana, el 70% de Nueva Jersey y la mitad de Carolina del Sur, Rhode Island y Maryland. San Francisco y Sacramento estarían bajo las aguas, junto con Nueva York, Filadelfia, Providence, Houston, Seattle y Virginia Beach, entre decenas de otras ciudades. En muchos lugares el litoral se retiraría hasta 160 kilómetros. Arkansas y Vermont, que hoy son estados de interior, pasarían a ser costeros.
El resto del mundo podría salir aun peor parado. Manaos, la capital de la Amazonia brasileña, no sólo estaría junto al mar, sino bajo sus aguas, lo mismo sucedería con Buenos Aires y con la mayor ciudad del interior de Paraguay, Asunción, que actualmente está a más de ochocientos kilómetros del océano.57 En Europa, además de Londres, Dublín también estaría sumergida, junto con Bruselas, Ámsterdam, Copenhague, Estocolmo, Riga, Helsinki y San Petersburgo. Estambul se inundaría y el Mar Negro y el Mediterráneo se unirían. En Asia podríamos olvidarnos de las ciudades costeras de Doha, Dubái, Karachi, Calcuta y Bombay (por nombrar unas pocas), y podríamos seguir el rastro de metrópolis sumergidas desde lo que hoy es una zona próxima al desierto, en Bagdad, sin parar hasta Pekín, que ahora está a 160 kilómetros del mar.
Esa subida de ochenta metros es, en último término, el límite, pero es bastante posible que acabemos llegando a esa situación. Sencillamente, los gases de efecto invernadero actúan en una escala temporal demasiado larga como para evitarlo, aunque está por verse qué clase de civilización humana existirá en ese planeta inundado. Por descontado, la variable más aterradora es a qué velocidad llegará la inundación. Quizá tarde mil años, pero también es posible que ocurra mucho antes. En la actualidad más de seiscientos millones de personas viven a menos de nueve metros sobre el nivel del mar.58
Éste es un fragmento del libro El planeta inhóspito: la vida después del calentamiento de David Wallace-Wells. Traducción de Marcos Pérez Sánchez. Barcelona: Debate, 2019. Cortesía de Penguin Random House, Grupo Editorial.
David Wallace Wells: periodista neoyorquino graduado en historia por la Universidad de Brown. Es editor adjunto de la revista New York Magazine y ha ocupado este mismo cargo en The Paris Review, donde trabajó con autores del calibre de Ann Beattie y Jonathan Franzen. A su vez, Wallace-Wells ha colaborado con Wired, Harper’s Magazine y The Guardian. En sus artículos escribe sobre ciencia y cultura y, especialmente, sobre el cambio climático en el contexto de nuestro futuro más inminente, por el que se mantiene tan cauto como esperanzado. En 2017 escribió un ensayo titulado “El planeta inhóspito” que se convertiría después en un libro homónimo.
1. Brady Dennis y Chris Mooney, “Scientists nearly double sea level rise projections for 2100”, The Washington Post, 30 de marzo de 2016, https://www.wash ingtonpost.com/news/energy-environment/wp/2016/ 03/30/antarctic-loss-could-double-expected-sea-level- rise-by-2100-scientists-say/
2. Benjamin Strauss y Scott Kulp, “Extreme sea level rise and the stakes for America”, Climate Central, 26 de abril de 2017.
3. Véase el gráfico “Surging seas: 2 °C warming and sea level rise” en el sitio web de Climate Central.
4. Jeff Goodell, The water will come: rising seas, sinking cities, and the remaking of the civilized world. Nueva York: Little, Brown & Co., 2017, p. 13.
5. La base histórica de esta leyenda, si es que la tiene, sigue siendo objeto de debate y controversia, pero para una panorámica general (y la hipótesis de que la sociedad fue enterrada por una erupción volcánica en la actual Santorini), véase Willie Drye, “Atlantis”, National Geographic, 2018, https://www.nationalgeo graphic.com/history/article/atlantis
6. Jochen Hinkel et al., “Coastal flood damage and adaptation costs under 21st century sea-level rise”, Proceedings of the National Academy of Sciences 111, n.o 9, marzo de 2014, pp. 3292–3297, https://doi.org/10. 1073/pnas.1222469111
7. Mayuri Mei Lin y Rafki Hidayat, “Jakarta, the fastest-sinking city in the world”, BBC News, 13 de agosto de 2018, www.bbc.com/news/world-asia-44636934
8. Andrew Galbraith, “China evacuates 127,000 people as heavy rains lash Guangdong: Xinhua”, Reuters, 1 de septiembre de 2018, www.reuters.com/article/us-china-floods/china-evacuates-127000-people-as-heavy- rains-lash-guangdong-xinhua-idUSKCN1LH3BV
9. Ramakrishnan Durairajan et al., “Lights out: climate change risk to internet infrastructure”, Proceedings of the Applied Networking Research Workshop, julio de 2018, pp. 9–15, https://doi.org/10.1145/3232755. 3232775
10. Union of Concerned Scientists, Underwater: rising seas, chronic floods, and the implications for US coastal real estate. Cambridge, Massachusetts, 2018, p. 5, www.ucsusa.org/global-warming/global-warming- impacts/sea-level-rise-chronic-floods-and-us-coastal- real-estate-implications
11. University of Southampton, “Climate change threatens to cause trillions in damage to world’s coastal regions if they do not adapt to sea-level rise”, 4 de febrero de 2014, https://www.southampton.ac. uk/news/2014/02/04-climate-change-threatens- damage-to-coastal-regions.page
12. Svetlana Jevrejeva et al., “Flood damage costs under the sea level rise with warming of 1.5 °C and 2 °C”, Environmental Research Letters 13, n.o 7, julio de 2018, https://doi.org/10.1088/1748-9326/aacc76
13. Andrea Dutton et al., “Sea-level rise due to polar ice-sheet mass loss during past warm periods”, Science 349, n.o 6244, julio de 2015, https://doi. org/10.1126/science.aaa4019
14. Climate Central, “Surging Seas”, https://sealevel. climatecentral.org/
15. Benjamin Strauss, “Coastal nations, megacities face 20 feet of sea rise”, Climate Central, 9 de julio de 2015, www.climatecentral.org/news/nations-megacities-face-20-feet-of-sea-level-rise-19217
16. Ibid.
17. Consejo Consultivo Científico de las Academias Europeas, “New data confirm increased frequency of extreme weather events, European national science academies urge further action on climate change adaptation”, 21 de marzo de 2018, https://easac.eu/ press-releases/details/new-data-confirm-increased- frequency-of-extreme-weather-events-european- national-science-academies
18. NOAA, Patterns and projections of high tide flood ing along the US coastline using a common impact threshold. Maryland, febrero de 2018, p. IX, https:// tidesandcurrents.noaa.gov/publications/techrpt86_ PaP_of_HTFlooding.pdf
19. United Nations Office for Disaster Risk Reduction. The human cost of weather related disasters 1995– 2015. Ginebra, 2015, p. 13, www.unisdr.org/2015/docs/ climatechange/COP21_WeatherDisastersReport_2015_ FINAL.pdf
20. Sven N. Willner et al., “Adaptation required to preserve future high-end river flood risk at present levels”, Science Advances 4, n.o 1, enero de 2018, https: //doi.org/10.1126/sciadv.aao1914
21. Oliver E. J. Wing et al., “Estimates of present and future flood risk in the conterminous United States”, Environmental Research Letters 13, n.o 3, febrero de 2018, https://doi.org/10.1088/1748-9326/aaac65
22. Oxfam International, “43 million hit by South Asia floods: Oxfam is responding”, 31 de agosto de 2017, www.oxfam.org/en/pressroom/pressreleases/2017-08- 31/43-million-hit-south-asia-floods-oxfam-responding 23. Secretaría General de Naciones Unidas, “Secretary-General’s press encounter on climate change [with Q&A]”, 29 de marzo de 2018, www.un.org/sg/ en/content/sg/press-encounter/2018-03-29/secretary- generals-press-encounter-climate-change-qa
24. Oficina del Censo de Estados Unidos, “Historical estimates of world population”, www.census.gov/ data/tables/time-series/demo/international-programs/ historical-est-worldpop.html
25. Hay diversas teorías sobre inundaciones históricas que podrían haber inspirado la historia bíblica, pero ésta tan popular se expone en detalle en William Ryan y Walter Pitman, Noah’s flood: the new scientific discoveries about the event that changed history. Nueva York: Simon & Schuster, 1998.
26. Michael Schwirtz, “Besieged rohingya face ‘crisis within the crisis’ ”, The New York Times, 13 de febrero de 2018, https://www.nytimes.com/2018/02/13/world/ asia/rohingya-monsoons-myanmar-bangladesh.html
27. Meehan Crist, “Besides, I’ll be dead”, London Review of Books, 22 de febrero de 2018, www.lrb.co.uk/v40/n04/meehancrist/besides-ill-be-dead
28. Jim Morrison, “Flooding hot spots: why seas are rising faster on the US East Coast”, Yale Environment 360, 24 de abril de 2018, https://e360.yale.edu/featu- res/flooding-hot-spots-why-seas-are-rising-faster-on- the-u.s.-east-coast
29. Andrew Shepherd et al., “Trends and connections across the Antarctic cryosphere”, Nature 558, junio de 2018, pp. 223–232.
30. Universidad de Leeds, “Antarctica ramps up sea level rise”, 13 de junio de 2018, www.leeds.ac.uk/news/ article/4250/antarctica_ramps_up_sea_level_rise
31. Chris Mooney, “Antarctic ice loss has tripled in a decade. If that continues, we are in serious trouble”, The Washington Post, 13 de junio de 2018.
32. James Hansen et al., “Ice melt, sea level rise, and superstorms: evidence from paleoclimate data, climate modeling, and modern observations that 2 °C global warming could be dangerous”, Atmospheric Chemistry and Physics, 16 marzo de 2016, pp. 3761– 3812, https://doi.org/10.5194/acp-16-3761-2016
33. University of Maryland, “Decades of satellite monitoring reveal Antarctic ice loss”, 13 de junio de 2018, https://cmns.umd.edu/news-events/features/4156
34. Hayley Dunning, “How to save Antarctica (and the rest of Earth too)”, Imperial College London, 13 de junio de 2018, www.imperial.ac.uk/news/186668/how- save-antarctica-rest-earth
35. Richard Zeebe et al., “Anthropogenic carbon release rate unprecedented during the past 66 million years”, Nature Geoscience 9, marzo de 2016, pp. 325– 329, https://doi.org//10.1038/ngeo2681
36. C. P. Borstad et al., “A damage mechanics assessment of the Larsen B ice shelf prior to collapse: toward a physically-based calving law”, Geophysical Research Letters 39, n.o 18, septiembre de 2012, https://doi.org/10.1029/2012GL053317
37. Sarah Griffiths, “Global warming is happening ‘ten times faster than at any time in the Earth’s history’, climate experts claim”, The Daily Mail, 2 de agosto de 2013. Véase también Melissa Davey, “Humans causing climate to change 170 times faster than natural forces”, The Guardian, 12 de febrero de 2017; esta estimación de un calentamiento 170 veces más rápido está sacada de Owen Gaffney y Will Steffen, “The Anthropocene equation”, The Anthropocene Review 4, n.o 1, febrero de 2017, pp. 53–61, https://doi.org/10.1177/ 2053019616688022
38. Dirk Notz y Julienne Stroeve, “Observed Arctic seaice loss directly follows anthropogenic CO2 emission”, Science 354, n.o 6313, noviembre de 2016, pp. 747–750. Véase también Robinson Meyer, “The average American melts 645 square feet of Arctic ice every year”, The Atlantic, 3 de noviembre de 2016. Véase asimismo Ken Caldeira, “How much ice is melted by each carbon dioxide emission?”, 24 de marzo de 2018, https://kencaldeira.wordpress.com/2018/03/24/how-much-ice-is-melted-by-each-carbon- dioxide-emission
39. Sebastian H. Mernild, “Is ‘tipping point’ for the Greenland ice sheet approaching?”, Aktuel Naturvidenskab, 2009, http://mernild.com/onewebmedia/ 2009.AN%20Mernild4.pdf
40. National Snow and Ice Data Center, “Quick facts on ice sheets”, https://nsidc.org/cryosphere/quick- facts/icesheets.html41. Patrick Lynch, “The ‘unstable’ West Antarctic ice sheet: a primer”, NASA, 12 de mayo de 2014, www.nasa.gov/jpl/news/antarcticice-sheet-20140512
42. Escuela de Ingeniería de la Universidad de Massachusetts, Amherst, “Gleason participates in ground- breaking Greenland research that makes front page of New York Times”, enero de 2017, https://engineering. umass.edu/news/gleason-participates-groundbrea- king-greenland-research-that-makes-front-page-new- york-times
43. Jonathan L. Bamber et al., “Reassessment of the potential sea-level rise from a collapse of the West Antarctic ice sheet”, Science 324, n.o 5929, mayo de 2009, pp. 901–903, https://doi.org/10.1126/science. 1169335
44. Alejandra Borunda, “We know West Antarctica is melting. Is the East in danger, too?”, National Geographic, 10 de agosto de 2018, https://nationalgeo graphic.com/environment/article/east-antarctic-ice- sheet-melting
45. NASA, Science, “Is Arctic permafrost the ‘sleeping giant’ of climate change?”, 24 de junio de 2013, https://science.nasa.gov/science-news/science-at-nasa/2013/ 24jun_permafrost
46. Katey Walter Anthony et al., “21st-century modeled permafrost carbon emissions accelerated by abrupt thaw beneath lakes”, Nature Communications 9, n.o 3262, agosto de 2018, https://doi.org/10.1038/ s41467-018-05738-9. Véase también Ellen Gray, “Unexpected future boost of methane possible from Arctic permafrost”, nasa Climate Change, 20 de agosto de 2018, https://climate.nasa.gov/news/2785/unexpec ted-future-boost-of-methane-possible-from-arctic- permafrost
47. Katey Walter Anthony et al., op. cit.
48. Observatorio de la Tierra de la NASA, “What is behind rising levels of methane in the atmosphere?”, 11 de enero de 2018, https://earthobservatory.nasa. gov/images/91564/what-is-behind-rising-levels-of- methane-in-the-atmosphere
49. Anthony et al., op. cit.
50. IPCC climate change 2013: the physical science basis. Summary for policymakers. Ginebra, octubre de 2013, p. 23, https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/ 2018/03/WGIAR5_SPM_brochure_en.pdf
51. Kevin Schaeffer et al., “Amount and timing of permafrost release in response to climate warming”, Tellus B 63, n.o 2, enero de 2011, pp. 165–180.
52. Ibid.
53. Peter Wadhams, “The global impacts of rapidly disappearing arctic sea ice”, Yale Environment 360, 26 de septiembre de 2016, https://e360.yale.edu/fea tures/as_arctic_ocean_ice_disappears_global_climate _impacts_intensify_wadhams
54. David Archer, The long thaw: how humans are changing the next 100,000 years of Earth’s climate. Princeton: Princeton University Press, 2016.
55. Treat et. al., “What the world would look like”.
56. Benjamin Strauss et al., “Can you guess what America will look like in 10,000 years? A quiz”, The New York Times, 20 de abril de 2018, www.nytimes.com/interactive/2018/04/20/sunday-review/climate- flood-quiz.html
57. Treat, op. cit.
58. Gordon McGranahan et al., “The rising tide: assessing the risks of climate change and human settlements in low elevation coastal zones”, Environment and Urbanization 19, n.o 1, abril de 2007, pp. 17–37, https://doi.org/10.1177/0956247807076960
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