Escritoras contra el sexismo literario
Este año el Hay Festival se plago de voces de escritoras hispanoamericanas exigiendo ser escuchadas.
Las mujeres en México han protagonizado este año protestas con diversas exigencias, desde el reconocimiento al derecho a un trabajo libre de acoso, hasta justicia por los feminicidios y el derecho al aborto, libre, gratuito y seguro. Sin embargo, estas voces resuenan por todo el continente latinoamericano, es por eso que las escritoras que participaron en la edición de este año del Hay Festival versaron inevitablemente sobre la urgencia de estas consignas.
En la plática sobre “Hacia una cultura para todxs”, los pañuelos verdes –en alusión a la Marea Verde de Argentina– adornaban el recinto en donde las escritoras María Fernanda Ampuero, Gabriela Jáuregui e Isabel Zapata dialogaban sobre el movimiento #MeTooEscritoresMexicanos.
#MeTooEscritores Latinoamérica
Sobre el movimiento #MeToo mexicano en el gremio editorial y periodístico, la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero, (Pelea de Gallos, 2018) reconoció que, a nivel Latinoamérica, las mexicanas fueron las que iniciaron el Hashtag en redes sociales para denunciar anónima o públicamente a escritores que las hubieran violentado. La también periodista dice que, si el ejercicio se llevara a cabo en Ecuador, “ahí bailaría conga todo el mundo”.
“Los escritores mexicanos no dijeron nada, tienen auditorios importantes. No los que tenemos nosotras, revistas feministas y nuestro muro de Facebook. Tienen El País, me refiero. El Mundo, el New York Times en Español. ¿Dónde estaba esa columna diciendo ‘Mea culpa’? ¿Dónde estaba esa columna diciendo ‘yo lo sabía’? Porque, si un amigo tuyo, escritor, acosa a las escritoras en los festivales, no puede ser que no lo sepas. ¿Cómo se llama eso en la ley? Se llama complicidad”, dijo María Fernanda Ampuero a un auditorio lleno.
La escritora y editora mexicana Isabel Zapata (Alberca vacía, 2019) dice que después del #MeTooEscritores ella escuchó comentarios de personas cercanas que tomaron una actitud de juicio que buscaba enemistar las diversas opiniones de las mujeres. “Algunos hombres y mujeres me decían ‘uy pues ahora cómo le van a hacer o cómo van deshacer su desmadrito. Ya se están peleando’. No tenemos las respuestas, hay que entender esto, nos estamos organizándonos y vamos a ver qué hacemos para sobrevivir”.
Ella explicó que solo porque haya disenso en las protestas feministas, no significa que sea una pelea, odio o ponerle “el pie” a otra mujer. “A mí me añade que piensen diferente, no me enoja. Qué flojera un movimiento o una discusión en donde se establezcan cánones de las buenas o malas feministas”.
Asimismo, Ampuero pidió que los festivales literarios sean más conscientes sobre el machismo en el gremio, sin importar el “talento” de algún escritor que tenga denuncias por acoso o violencia machista. “No es que queramos destruirles las carreras a los amigos escritores, de hecho es todo lo contrario. El tema es que no queremos que nos sigan destruyendo a nosotras. ¿En verdad vas a privilegiar una carrera sobre la vida de una niña adolescente que fue violada o acosada sexualmente por un señor mayor, aunque lo admiren mucho? ¿La niña no importa? O sea, el señor es un súper talentoso escritor o músico y por eso tiene carta blanca para hacer lo que quiera con la vida de las niñas?”, cuestionó la escritora de Ecuador.
Finalmente recordó que 4 de cada 10 mujeres viven una violencia sexual en sus vidas y que el mensaje debía llegar también a los hombres, porque suele ser una plática que hacen y escuchan solo mujeres.
“Todas las mujeres que ustedes conocen, incluso sus mamás, han sido acosadas sexualmente. Hay que decirlo. Porque si ustedes no lo saben y no lo hacen carne, no va a cambiar. (…) Cuatro de cada 10 mujeres, o sea que ustedes conocen a un violador. Ustedes tienen amigos violadores, porque no nada más es un violador en el mundo super ocupado”, reclamó entre aplausos del público asistente.
Y sobre las protestas de la Ciudad de México que exigían justicia y seguridad para las mujeres en la metrópolis, María Fernanda Ampuero acotó que, “el Ángel de la Independencia es cada niña que no regresa a su casa, ese es el Ángel que hay proteger. Y se rasgan las vestiduras porque pintan una estatua”.
La escritora chilena Lina Meruane (Contra los hijos, 2015) recordó que cuando fue acreedora al Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2012 por Sangre en el ojo, varios periodistas le preguntaron “¿Qué sentía al ganar un premio que era solo para escritoras?”. “Te lo preguntan una vez: ni prestas atención, pero a la tercera vez piensas ¿por qué se está repitiendo tanto esta pregunta? ¿Qué me están queriendo decir? La repetición me pareció un síntoma. El mensaje era que en realidad mi premio no podía ser un premio verdadero porque mi libro no había competido con los verdaderos escritores, los hombres. “, dice en entrevista con Gatopardo.
Lina también comentó que las mujeres no son leídas o hasta hace poco no lo eran. Lo que ella observa es que, cuando le preguntan a los escritores por sus autorías favoritas, la respuesta es la misma: libros escritos por hombres, en su mayoría, novelas de autores norteamericanos blancos. “Cuando los escritores mencionan a una mujer, es una autora extranjera al país del que responde y suele ser una autora ya muerta”.
Aunque Lina recuerda que en el mundo editorial no ha vivido violencia machista directa, contó que en lo personal sí tuvo una pareja que era novelista, y él siempre enfatizaba que él era el escritor y ella la periodista, como si ella no escribiera en varios géneros. Y aunque considera que la situación empieza a cambiar, dice, con el reconocimiento de muchas autoras jóvenes, lo que le parece significativo es que tantos escritores, editores y traductores se asombren de que tantas mujeres escriban tan bien, como si fuera algo imposible o nuevo. La realidad es que siempre hubo grandes escritoras, escritoras tremendas, agrega, pero escritoras que no fueron ni leídas ni ser reconocidas: el problema nunca fue la escasez de calidad.
La escritora catalana, Eva Baltasar, por su parte, reconoció la lucha de personas en el pasado para que se publique una novela como Permafrost (2019) en la que “la protagonista es una mujer lesbiana, el tema de la novela no es ése ni hay un problema con salir del armario. Es lesbiana porque yo lo soy y si no lo fuera, la protagonista no lo sería”.
En la conversación sobre la antología de ensayo Tsunami (2018), la periodista Daniela Rea (La Tropa, 2018) abordó el tema de la maternidad como periodista. Retomó extractos de los diarios que lleva sobre su relación con sus hijas y sobre cómo la construye en su cotidianeidad. Y propuso abordar los temas de maternidad y las emociones negativas hacia los hijos de manera colectiva, por lo menos entre ellas madres y después con el público. “Todo lo que yo digo ser como persona está en juego, eso pasa constantemente cuando eres mamá o te toca criar y yo me veía como la reportera que escribe de derechos humanos que tiene pensamientos oscuros de maternidad”, describió Rea.
La escritora Yásnaya Elena Aguilar Gil recordó que, en las comunidades indígenas, las mujeres son quienes resisten contra la lucha de los recursos naturales y el anticolonialismo. En su caso del agua porque en San Pedro y San Pedro Ayutla Mixe en Oaxaca, de donde es originaria, hay una crisis por falta del recurso. Y son las mujeres quienes se organizan, pero a veces son violentadas o secuestradas cuando protestan por un grupo armado, que a su vez, privaron a la comunidad de Ayutla de su consumo del líquido a través de un manantial. “Otra vez las mujeres somos las que estamos poniendo el cuerpo como en lucha. Hay una traslación de territorio con el cuerpo, de las mujeres como territorios para violentar, como ya sabemos”, enfatiza Yásnaya.
Finalmente, la editora Gabriela Jáuregui que convocó a las autoras para la antología de Tsunami, recordó que, aunque hay distintos feminismos y disensiones en ellos, lo importante es evocar que “nos están matando”. Y para ella es tomar como ejemplo a las mujeres de Ayutla por resistir el “despojo y muerte” por más de 500 años. “Etiquetas que sólo sirven para dividir, no gracias y si la etiqueta no te acomoda da igual, lo que estamos haciendo es juntar luchas. Que en estos espacios públicos lo que se juega es el cuerpo de las mujeres más jóvenes, más vulnerables y de barrios más marginados que tienen que viajar en ese transporte público durante más horas. También el feminismo es un aprendizaje constante y una revisión de nuestros privilegios”, finalizó Jáuregui.
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