La otra edición en México
Una nueva generación de editores apuestan por reivindicar los libros.
Son periodistas, escritores, editores y artistas, pero ante todo, lectores inquietos. Quienes dirigen la nueva generación de editoriales independientes en México son ávidos lectores que, en un momento de sus vidas, se plantearon la pregunta que lo detonó todo: ¿y si hacemos nosotros los contenidos que deseamos leer? El camino no sería sencillo. Pocos recursos y tirajes, así como un equipo reducido, son algunos de los obstáculos de un mercado que, año con año, se sabe presionado y dominado por grandes corporativos.
Sin embargo, sus propuestas han ganado terreno gracias a la calidad, cuidado y cariño que hay detrás. “Nunca hemos tenido más oportunidad de reinventar la idea de la lectura y de hacer libros como ahora”, cuenta Alberto Grillasca, cofundador de Minerva Editorial. Su mantra, como el de muchos otros emprendedores, es hacer libros que duren. El año pasado lanzaron su primera publicación, una traducción de los diarios de viaje de Michel de Montaigne, y este año presentarán una edición de Mary Shelley.
Para las nuevas generaciones, fundar una editorial y editar libros no es un ejercicio de ego, sino de necesidad. La apuesta no sólo está en reivindicar los libros como arte y objeto, sino también en que éstos se vuelvan catalizadores de conversaciones y comunidades. Por eso su foco no está en la producción masiva, sino en la selección cuidadosa de aquello que creen que vale la pena publicar.
Desde hace diez años, por ejemplo, Ediciones Hungría ha demostrado que en el país se pueden hacer libros gráficos experimentales de gran calidad, con formatos que promuevan la experiencia estética. Dentro de su colección se pueden encontrar títulos como Ecatepec, ilustrado por Maldito Perrito, que han generado vínculos y colaboración entre el gremio. “Sí hay espacio para todos. En México hay mentes súperbrillantes haciendo cosas que hay que impulsar”, dice su fundador Rodrigo Téllez.
Para Lizbeth Hernández, periodista y directora de Kaja Negra, el fin último de cualquier publicación es que sus lectores se apropien de ella. Kaja Negra nació en 2010 como un proyecto periodístico cuando ella era estudiante. Hoy se define como una plataforma de gestión cultural. En enero de 2018, su equipo saltó a la edición de libros con Casas vacías, la primera novela de Brenda Navarro, que lanzaron en edición digital y que, por la demanda, se volvió impresa. Sin una gran inversión, la respuesta en redes fue sorprendente.
Uno de los proyectos más jóvenes en el ecosistema con énfasis en nuevos autores y ediciones bonitas es Dharma Books. Dirigido por Nicolás Cuéllar y Raúl Aguayo, su apuesta es editar autores que escriben desde una necesidad por decir o contar algo. Un misticismo que no se describe, pero que se siente cuando se lee. “Esos libros que te transforman después de leerlos”, dice Cuéllar. Entre sus colecciones, los lectores encuentran libros de poesía y reinterpretaciones de autores.
Pero la creatividad no sólo está en los formatos y las líneas de contenido, sino también en el modelo de sostenibilidad. Para financiar los proyectos, cada uno busca estrategias más allá de la venta. En Ediciones Hungría, por ejemplo, hay una división de merchandising donde se venden tanto pines como postales y tote bags. Para Téllez, publicar es hacer algo público para varias personas, no sólo libros.
Tampoco se descartan los patrocinios y las alianzas comerciales con el fin de que los libros lleguen a más lectores. Para los diarios de viaje de Mary Shelley, Minerva Editorial contó con el apoyo de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la agencia de viajes Mundo Joven. La idea, dice Grillasca, es encontrar esos tópicos afines y crear un círculo virtuoso donde todos ganen.
Si bien para Kaja Negra durante estos años de vida la rentabilidad no ha sido el foco de lo que hacen, sí buscan diversificar el abanico de financiamiento: desde grants, hasta crowdfunding y otras estrategias, que siguen madurando y explorando. “Primero queríamos asegurar la calidad de lo que hacíamos, el periodismo que queremos, ahora nos sentimos un poco más confiados de voltear a otras posibilidades”.
Pero quizá lo más interesante de todo es que estos proyectos buscan algo mucho más esencial: trascender el acto íntimo de la lectura en una conversación colectiva mediante espacios donde se puedan impartir talleres, tener residencias, estar más activos con la comunidad. Y, al mismo tiempo, en vez de darse la espalda, tenderse la mano.
Este año, por ejemplo, Dharma Books viaja a la Feria del Libro de Frankfurt. Ante los recortes gubernamentales a la cultura, en un acto de solidaridad lanzaron una convocatoria para llevar títulos de otros sellos independientes. Para Cuéllar, se trata de un asunto de congruencia, de saber que hay espacio para todos, contrario a lo que la lógica mercantil tradicional hace creer.
“Para nosotros, cada libro cuenta como si fuera el último y en ese sentido el futuro de la edición está en el mundo de las editoriales independientes”, concluye Cuéllar.
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