Érase una Cuba incómoda

Érase una Cuba incómoda

Pedro Juan Gutiérrez tiene una de las plumas cubanas más reaccionarias. Es el Bukowski de las letras caribeñas y exponente del “realismo sucio”.

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En su Trilogía sucia de La Habana de 1998, Pedro Juan Gutiérrez retrató a una Cuba de jineteras, de casas despintadas por el salitre del mar habanero, de mariguaneros y homosexuales, de “indias culonas” y negras a las que “les gusta que les den por el culo”. Imágenes muy lejanas de aquellas con las que el gobierno revolucionario promueve el turismo a la isla. Fue esta obra, que se puede leer como una novela o un conjunto de tres cuentos breves, que dio a conocer a su personaje alter ego —Pedro Juan— y a él mismo por el mundo. Primero en España y después traducido al inglés en Estados Unidos, demostró que en Cuba existen más plumas que Lezama Lima y Cabrera Infante; y que éste, al que los editores españoles llamaron el Bukowski de las letras caribeñas, venía con la fuerza de una bala.

Desde su casa en Centro Habana, un barrio al que describe como viejo, pobre y marginal, Pedro Juan Gutiérrez, de 66 años, toma la llamada para atender esta entrevista con Gatopardo. Premio Alfonso García Ramos de Novela y Premio Narrativa Sur del Mundo, desde joven trabajó como obrero agrícola y de construcción, antes de recibirse como periodista en 1978. En sus novelas como Animal tropical y Carne, ha encerrado una crítica sin concesiones contra el sistema político de la Revolución, y sobre todo contra la falta de libertades individuales. Gutiérrez no se ha ido de la isla y afirma, paradójicamente, “para vivir, Cuba”.

"Fabián y el caos", editada por Anagrama, continúa con las sórdidas atmósferas que le dieron fama a "Trilogía sucia de La Habana".

«Fabián y el caos», editada por Anagrama, continúa con las sórdidas atmósferas que le dieron fama a «Trilogía sucia de La Habana».

Su novela más reciente, Fabián y el caos, ha sido publicada por Anagrama, sin dejar de lado los sórdidos escenarios de Trilogía sucia. Aquí narra la historia de una amistad volátil y compleja entre Pedro Juan —ese personaje desfachatado, con un humor mordaz, medio vago y adicto al sexo— y Fabián, un músico homosexual, durante los primeros años tras el triunfo de la Revolución. El autor aclara que la novela tiene mucho de ficción, pero no deja de estar basada en la realidad: “Hay un poco de memoria de un amigo, hay un poco de memoria de una época difícil, los años sesenta, y yo quería hablar también de todo eso”.

“La literatura no son matemáticas; uno no puede decir exactamente ‘este personaje es 90% real’, no. Fabián es una persona que existió en la realidad. Estuve más de 20 años pensando si escribir la novela hasta que me decidí”, admite el autor.

Una vez más, el telón de fondo de esta historia es la pobreza: los padres de Fabián son una pareja española que llegó a Cuba en la época en la que la isla ofrecía oportunidades de desarrollo (sobre todo para los extranjeros), y lo pierden todo con el triunfo de la Revolución. El propio Fabián se ve forzado a dejar su carrera musical y también, por sus “actividades sospechosas” como homosexual, es obligado a trabajar en una enlatadora de carne, en la que la labor monótona lo asfixia.

“La miseria material trae miseria moral”, continúa Gutiérrez. “De algún modo ése es el centro de mi obra literaria: la pobreza y la miseria como elemento 
destructor de la vida de las personas. Destructor en todos los sentidos: moral, ético, igualmente físico, intelectual.” Y advierte que, aunque muchos creen que su obra está basada en el sexo, por sus abundantes escenas explícitas, no es esto lo que verdaderamente le importa.

“Cualquier escritor, en cualquier país del mundo, que sea como yo, un poco incómodo, quedándome en las zonas marginales de la vida, tiene que enfrentarse en la literatura a un determinado tipo de atmósfera, en contra suya”, dice este escritor que lleva treinta años viviendo en un barrio donde ha entrenado esa mirada.

En octubre de 2015 declaró a El Mundo que “el ideal revolucionario no ha fracasado completamente, pero está en evolución”. Desarrolla más esta idea en entrevista: “Cuba está cambiando. Es un país muy dinámico. La Cuba de ahora es mucho mejor que la Cuba de hace 10 años, y espero que la de dentro de cinco años sea mucho mejor que la que tenemos hoy”, concluye. Y antes de colgar esta llamada, Gutiérrez pide a la reportera le envíe un ejemplar de la revista, a su otra casa, la de Tenerife, España, donde pasa la mitad del año, lejos de la sordidez de Centro Habana. Porque toda obra, hasta la de él, necesita una parte de luz.

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