Tiempo de lectura: 5 minutosLos cambios en la industria cinematográfica a lo largo de este siglo han tenido un efecto importante en los mayores festivales de cine europeos, que resultan ser también los más conocidos por la prensa y el público. Desde el auge del streaming y de los universos cinematográficos, Hollywood y las industrias alrededor del mundo parecen determinadas a crear contenido similar al que favorecen los algoritmos; es decir, películas que se producen en masa para complacer a la mayor cantidad posible de espectadores y generar cantidades inimaginables de dinero.
En respuesta, Cannes ya sólo programa en competencia a autores conocidos como Almodóvar o Bong Joon-ho, o a novatos que no reten mucho a la audiencia. En Venecia los programadores ya se mostraron vencidos cuando seleccionaron Joker para la competencia de 2019. Esto provocó que muchos viéramos la llegada de Carlo Chatrian a la dirección artística del Festival de Cine de Berlín como la esperanza de un espacio en resistencia. El italiano venía de dirigir el siempre audaz Festival de Cine de Locarno y podía apuntalar a la Berlinale —como le llamamos afectuosamente— frente a las incursiones del capitalismo tardío.
La edición 71 del festival demuestra su espíritu de resistencia al realizarse en línea del 1 al 5 de marzo, debido a la pandemia, pero también al programar películas verdaderamente valientes. Si bien en la competencia hay inclusiones tan convencionales —y malas— como Mirror Box (2021) y Drift Away (2021), en los primeros dos días de la Berlinale también he podido ver algunas que uno no imaginaría en otros festivales, como la formidable y desafiante Bad Luck Banging, or Loony Porn (2021), de Radu Jude. Pero en vez de hacer sólo un listado, hablemos brevemente de cada una de las películas más interesantes hasta el momento.
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Personajes a la deriva
En tres de las mejores películas que he visto, los protagonistas se pierden, vagabundean en sus casas, en sus ciudades o en lugares que visitan por primera vez; personajes, sobre todo, extranjeros de sí mismos.
En Introduction (2021), del celebrado director coreano Hong Sang-soo, nos encontramos con una pareja joven que es separada por el espacio y luego por el fracaso. Ella se va a Berlín a estudiar diseño de modas y él, enamorado, la sigue, pero la realidad se impone sobre el romance. Lo especial de la narrativa es la sutileza usual de Hong, que se rehúsa a conmovernos con obviedades y nos obliga a participar en su construcción. El tiempo transcurre largamente entre una escena y otra donde los personajes, casi por accidente, mencionan lo que ha sucedido en los meses o años anteriores.
Hong narra y expresa sus ideas en conversaciones que enfrentan las convenciones dramáticas y usuales donde hablar del pasado es resucitarlo. También es una forma de reanudar un dolor que sólo se podría resolver en la imaginación o la madurez. Hong no habla propiamente del proceso de olvidar, sino de la renuencia a hacerlo, y parece ponerse más del lado de los jóvenes amantes, uno de los cuales se da cuenta de que no puede ser actor porque es incapaz de besar a una mujer a la que no ame.
Introduction (2021) de Hong Sang-soo
En contraste, Jacqueline Lentzou observa en Moon, 66 Questions (2021) el proceso mediante el cual una muchacha intercambia los roles de cuidado que tiene con su padre, un hombre distante, cuando la esclerosis múltiple de él invierte los roles tradicionales. Podría tratarse de una película bastante convencional —a veces lo parece—, pero a menudo Lentzou introduce fragmentos de un video filmado a finales de los noventa y nos permite observar el interior de la protagonista mediante acciones que van de un apasionado juego de ping-pong y un baile que celebra las posibilidades del cuerpo, hasta un extraño accidente en una camioneta. En el desenlace, las imágenes de video regresan con claridad para darnos a entender una transformación conmovedora.
Joaquim Veríssimo Calçada, el protagonista de Jack’s Ride (2021), contrasta mucho. Oculto bajo una apariencia que recuerda al vistoso Silvio Dante de la familia Soprano, su interior encuentra una fuga en recuerdos de los años que pasó en Nueva York como taxista. De vuelta en Portugal y a tres meses de poder recibir el dinero de su jubilación, Joaquim debe recolectar firmas en varias empresas para demostrar que busca trabajo y así obtener un seguro de desempleo por el momento. En su peripecia burocrática no pasa mucho, pero en su cabeza vemos y oímos anécdotas que la directora portuguesa Susana Nobre expone, tal vez, como una fabricación. Aunque Joaquim parece interpretarse a sí mismo, en una escena la cámara se aleja de él para revelar los cables, las luces y el estudio a su alrededor. ¿Qué tan real es todo esto?
Nobre se refiere al cine mismo en este momento y también cuando Joaquim evoca un pasado donde se comportaba como personaje de Martin Scorsese, en un papel de taxista con la cara manchada de luz roja, o como una especie de gánster que amenaza con telefonazos literales a un deudor. En sus ambigüedades deliberadas, Nobre nos expresa con claridad que la memoria es, al igual que el cine, un escape de la realidad.
Moon, 66 Questions (2021) de Jacqueline Lentzo
Discusiones políticas
Alonso Ruizpalacios migra todavía más a menudo que Nobre entre la realidad y la ficción. Una película de policías (2021), su más reciente proyecto, empieza como un documental donde Mónica del Carmen y Raúl Briones recrean las historias de un par de policías mediante un ingenioso dispositivo: ellos mismos parecen contarlas, pero las voces provienen de entrevistas que hizo el director con personajes reales. Ruizpalacios busca, primero, confundirnos, y después revelarnos la naturaleza genuina de su película cuando una toma sale mal, como en el cine de Jafar Panahi. Del Carmen y Briones quedan expuestos como actores y regresamos al momento en que estuvieron en una academia de policía preparándose sus roles. Lo que empezó como una humanización se va convirtiendo en un cuestionamiento un poco a medias que va dando paso a un acto final cuyo tema es la denuncia.
El problema de Una película de policías es que aborda su tema desde la misma conciliación con la que Ruizpalacios observó a los inadaptados en Güeros (2014) y Museo (2018). Si bien el director no evita confrontar los aspectos más problemáticos de la policía, sí los opaca con un humanismo que, en vez de darnos la complejidad de lo sistémico y lo individual, parece más interesado en la redención que se impone en tiempos en que las corporaciones policiacas se discuten como una de las mayores amenazas a nuestras sociedades.
Jack’s Ride (2021) de Susana Nobre
En contraste, el rumano Radu Jude crea una ambivalencia deliberada en Bad Luck Banging, or Loony Porn (2021), una película abiertamente didáctica que narra la desgracia de una profesora cuyo video sexual se filtra en internet. Jude divide la película en tres actos muy distintos donde, primero, la protagonista sale al mundo en plena pandemia para toparse con la simulación de normalidad y las supersticiones de gente que cree en remedios caseros para el coronavirus. Termina esa sección y empieza entonces un ensayo en imágenes sobre las razones históricas de la ignorancia rumana y, finalmente, la tercera parte nos muestra el juicio de la protagonista en su escuela, donde se confrontan personajes de izquierda y derecha con argumentos fáciles de reconocer porque probablemente los hemos oído antes.
Jude tiene una clara preferencia por el progresismo pero no se frena de observar tendencias elitistas que condenan a todos sus contrarios como imbéciles; sin embargo esto no le impide representar como tales a muchos de los conservadores y sus argumentos. Al final, cada espectador sabrá con qué bando se identifica, pero independientemente de ello, el director hace una condena brillante de las dinámicas de poder en una sociedad intolerante que oprime a una mujer librepensadora. Aunque, ¿no la oprime él mismo al mostrar el explícito video al principio de la película? Es una contradicción fascinante que bien podría ser un desliz o un intento de cuestionarnos a nosotros por mirar.