Ai Weiwei nació en China tres años antes de que empezara la década de los sesenta. Su padre era poeta, lo que le costó el exilio y la censura absoluta, además de pasar los primeros años de su hijo sin acceso a un solo libro, cosa que impactó en Ai Weiwei de una forma curiosa. Cuando regresó a Pekín en 1975, compensó la carencia de cultura con una sobredosis de la misma. Estudió cine y se enamoró de la fotografía, fundó Star y nunca dejó de pelear por la justicia social.

Su inmersión vastísima en la cultura china le dejó las fibras sensibles, ganas de saber más, de hacer más, de comerse el mundo del arte. Fue a Estados Unidos, aprendió de Warhol y Duchamp, los entendió y empezaron a hablar el mismo idioma. Sus obras son para la sociedad; son pop, son lo que se consume. En el 2005 descubrió las maravillas del internet y decidió utilizarlo como una herramienta para que sus discursos recorrieran el mundo, a lo mejor a una velocidad a la que él nunca llegaría.

Tras 81 días de una detención arbitraria por parte de las autoridades chinas el 3 de abril del 2011, Ai Weiwei remarcó el carácter contestatario de su obra. Vivió en carne propia el abuso del poder, el deseo de silenciar. Su vida se convirtió en un constante juego de reflexión, experimentación y creación con un propósito claro: contar la verdad.

El periódico The Guardian lo describe como “un visionario que ha sacado de una vida de activismo social el ingrediente para mezclarlo con una especie de pieza continua de performance”. Sus exhibiciones han recorrido todos los continentes con las historias de opresión e hipocresías que él observa en el mundo.

En agosto de este año, Ai Weiwei publicó un documental titulado Human Flow que cuenta la historia de las migraciones en diferentes partes del mundo. La aproximación que hace Weiwei logra mostrar la enorme complejidad del problema, al retratar desde Mosul, Berlín, Calais, Gaza, el este de Turquía Turkey, Bangladesh, Jordania, Hungría y la frontera de México y Estados Unidos.

Ahora, como extensión de este proyecto, el artista y activista y el Fondo de Arte Público están llevando a cabo una exposición que recorrerá las calles de Nueva York titulada “Good Fences Make Good Neighbors” (“Buenas bardas hacen buenos vecinos”), que permanecerá del 12 de octubre del 2017 y hasta el 11 de febrero del 2018.

Una vez más, el artista se apoya de las grandes tecnologías contemporáneas, y para financiar esta gran exposición (más de 300 sitios serán ocupados) el artista ha creado dos obras de arte de edición especial con tan solo mil piezas disponibles, que se venderán a través de eBay del 17 al 27 de octubre de este año. El 100% de las ventas será para la exposición de Ai Weiwei con el Fondo de Arte Público.

El primer objeto es un impreso titulado Odissey que representa la condición global del refugiado, representado en un friso Greco-Romano clásico. Mide 24×36’’ y tiene un precio de $100USD.

La otra pieza es una escultura de la mano de Ai Weiwei con un gran mensaje político. Es una representación de cuando el artista estaba haciendo su estudio seriado de la perspectiva y que fotografió su mano “pintando dedo” como rechazo a la autoridad, a la opresión política, una afirmación de la expresión individual. Está hecha en Rodio plateado, mide 5” x 4” x 4” y cuesta $675USD.

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