Tiempo de lectura: 3 minutosCarlos Monsiváis reunió una bibliografía extensa, pero la crónica era su cancha favorita. Monsiváis fue y será siempre uno de los más grandes periodistas, nuevos periodistas de México. Empujó al periodismo narrativo como una fortísima herramienta para dibujar la realidad, desmenuzarla, señalar detalles solo vistos por poquísimos y divulgarlos con un lenguaje rico, que se lee como un poema, como cuento.
Toda historia tiene un inicio y la suya comenzó con Principados y potestades, el primer libro* que Carlos Monsiváis publicó en 1969, cuando tenía 31 años, como regalo de fin de año para algunos de sus amigos.
Este 2020, cuando se cumplen diez de años sin el gran cronista mexicano, Ediciones Era y el Museo del Estanquillo –que resguarda la colección de vida de Monsiváis– le dieron nueva luz a Principados y Potestades, un facsímil diseñado por Vicente Rojo que reúne siete textos que sirven como muestrario de los temas favoritos del periodista: cultura popular, los espectáculos y sus públicos sintomáticos, la moral flexible de la alcurnia mexicana y el cambio de costumbres.
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“Reconozco en este Monsiváis a uno particularmente entrañable”, dice para Gatopardo el poeta Hernán Bravo Varela, quien gozó de presentar la reedición –solo en versión digital– de Principados y Potestades este 19 de junio. “Me gusta cómo se inserta, hacia el final de la década de los 60, el Monsiváis que leeríamos con tanto asombro, humor y lucidez en libros como Amor perdido, Los rituales del caos, Escenas de pudor y liviandad. Ahí está el germen de ese Monsiváis”.
La antalogía comienza con el texto “Con cimbalos de jubilo”, una crónica sobre la presentación de Hair en el entonces recién estrenado Teatro Acuario, en Acapulco. El relato revive a las personalidades que paseaban, las vestimentas que reconocía a medias, carente de conocimiento sobre moda: ”lástima que el reportero tampoco distinga entre un negru y un tuxedo o entre una creación de Pucci y otra de Valdés Peza, o viéndolo bien, entre una creación de Balenciaga y otra de trajes Milano”.
“El contexto es todo para un cronista”, asevera Bravo; “es alguien que depende del hecho para poderlo hacer arte, eso que los periodistas del New Journalism, llamaban ‘el arte del hecho’”. Monsiváis contaba sus historias con la circunferencia completa, con los muchos detalles que le parecían irrelevantes a un ojo de nota dura.
Otro texto entrañable es el “Diccionario de la Onda [Exhaustivo si bien temporal]”, donde Monsiváis analiza la cultura popular de una forma más técnica y por ello extraña, casi ilógica. De la A a la Z, el periodista explica las expresiones típicas de la época, que además acompañan las crónicas donde aplica estas palabras. Este texto también se nutre de “Hacia un Olimpo de los sesentas [Lista parcial aunque representativa]”, en donde aparece, en forma de almanaque, el listado de las personalidades más importantes de la época, como Bob Dylan, Octavio Paz, Che Guevara, Raquel Welch, Borges y más.
Principados y Potestados en realidad no fue idea de Carlos Monsiváis, sino de su amigo Vicente Rojo, quien lo motivaba a publicar lo que escribía. La obra del diseñador es eje central de esta antología. “Es factura de la enorme inteligencia y sensibilidad literaria, visual y editorial de Vicente Rojo”, dice Bravo Varela. La composición, las imágenes seleccionadas, las anotaciones al margen, las ilustraciones, el diseño editorial; ese contexto que llega a los lectores, es gracias a Rojo.
Este primer libro de Carlos Monsiváis no es, necesariamente, su mejor libro, pero eso no importa. Es el punto de inicio de una historia larguísima de publicaciones, es donde se empiezan a ver sus inconformidades con el establishment y su amor profundo por la cultura popular. Es una revisión a textos que se volverían a publicar, con cambios, en futuros libros. «Nos devuelve una parte del legado de alguien que hizo de la crónica una declaración de principios y finales de nuestra mexicanidad”, apunta Bravo.
*Tres años antes de la publicación de Principados y Potestades, en el 66, Monsiváis había hecho su primer libro, Autobiografía precoz, editada por Emmanuel Carballo. Pero pidió que ésta fuera póstuma.