El teatro que usa tu cabeza como escenario: "Laberintos"

El teatro que usa tu cabeza como escenario: Laberintos

La obra Laberintos, dirigida por Rafael Sandoval Roquet, no supone que los espectadores son sumisos, por el contrario, busca interpelarlos directamente. Mediante la analogía del laberinto, la obra quiere provocar que cada persona del público se reconozca y reconozca a los otros, y así hacer valer el principio de que el arte involucra a cada conciencia.

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Una de las virtudes de la geometría euclidiana es que sucede en un espacio teórico, en un lugar imaginario en el que, para existir, no requiere de referentes anclados a la realidad física; es por esa razón que, desde la perspectiva de esta rama de las matemáticas, el trayecto más corto entre dos puntos es siempre una línea recta. Sin embargo, en la vida cotidiana y tangible, en el mundo de las experiencias, de las interacciones entre lo móvil y lo inerte, dentro del cual acontecemos y rozamos con el ambiente y con lo otro, ahí donde se desgrana lo que quisimos ser hasta convertirse en lo que somos, la ruta más directa entre el punto de partida y el final de la vía no suele ser un camino recto sino, más bien, un laberinto sinuoso.

En el caso de Rafael y Erándeni, ese trayecto lleva hasta la pequeña caja negra de un teatro en Coyoacán, Ciudad de México, donde se detienen por un momento para mostrar, a través de una rendija en el telón, que dentro del laberinto la única bestia acechante es el espectador que va tras de sí mismo, internándose, más allá de los muros de este foro, en los vericuetos de su propia conciencia.

Laberintos, obra de teatro dirigida por Rafael Sandoval Roquet.

“Lo que estamos planteando es la estética de la presencia”, explica Rafael Sandoval Roquet, director y protagonista de la puesta en escena Laberintos, “es el reconocimiento del otro, de la otra, del otre, porque vemos que la potencialidad del teatro está en la copresencia: en la posibilidad de reconocer lo otro. Y poder reconocer algo que no eres tú implica deponerte, deponer lo que eres tú y que entres en una crisis personal que se puede vivir de formas muy simples y sencillas, pero que abre la posibilidad de provocar transformaciones en nosotros mismos, en nosotras mismas”.

Para ello, público y actores ingresan a un espacio delimitado por la ausencia, en el que la oralidad se va agotando como el pabilo de una vela, hasta ser remontada por un diálogo de danza, música y vocalizaciones, que a veces se siguen entre sí y otras veces se abandonan. El tránsito del conflicto interno al colectivo, al que invita esta obra, tiene una escala en el teatro de revista, es un respiro de comedia en el ahogo de la introspección, hasta que finalmente llega a una meta en la que a todos, espectadores y actores, les espera una cerveza fría, que consuela y hermana.

El concepto escénico de Laberintos, detalla Rafael, se basa en la experiencia del teatro comunitario, que no solo busca el esparcimiento de los públicos, sino también fortalecer las capacidades personales y colectivas para transformar y mejorar la realidad, y que aspira a la identificación con el mayor número de espectadores, pero no a través de una trama simple, como es la regla general, sino de un planteamiento complejo y lleno de paréntesis, que cada cual llena con su propia vida.

Es un teatro que no asume a las personas como espectadoras sumisas y que no las convierte en una pared, sino que explícitamente las interpela y las vuelve dramaturgas para que, en su fuero interno y de forma libre, doten a la escenificación de las claves con las que adquiere sentido. Un sentido que siempre es distinto, de espectador a espectador.

“Para nosotros, el teatro es presencia y la presencia es un acto político. La política de la presencia en el teatro es reconocer que uno, como teatrero y como individuo, no sabe nada más allá de sí mismo y que, para vencer esa condición, debemos hacer partícipes a todas las personas” que se reúnen en torno al proscenio.

“La figura del laberinto”, añade Erándeni Yáñez, actriz, cantante, bailarina y la otra presencia en el escenario, “es solo un pretexto para que cada quien ponga sobre la mesa algo muy personal. Toma la figura del laberinto y el mito del Minotauro como un mapa para que las personas se planteen algo personal, sensible y mediten ‘para mí, ¿qué significa esto?’. Entonces, el laberinto es solo una alegoría, porque tratamos de plantear el laberinto como la vida misma, tal cual, en la que de pronto uno cree que va derechito hacia algún lado, pero los caminos cambian y ya estás bien perdido, o crees estarlo, aunque realmente esté a la mano el punto de llegada. Y así, cuando la obra se presenta, cada quien está en su viaje, con sus demonios, con sus traumas, con sus alegrías, con sus intereses, sus pasiones”.

Por cinco años, Laberintos ha bregado de forma autogestiva por la Ciudad de México, Veracruz y Berlín, en Alemania, haciendo puerto en foros independientes, comunitarios y escolares, ya que, explica Rafael, “el teatro no está dado, uno lo decide, uno lo hace, uno lo construye y lo lleva a cabo… uno se frustra mucho, uno se da de topes cuando no obtiene recursos, cuando los espacios no se abren o cuando se abren y van tres personas. Pero el teatro no se hace por figurar, sino solo por hacerlo, y al hacerlo nosotras y nosotros pensamos en el colectivo, en establecer diálogo y retroalimentación”.

Ahora, luego de dos presentaciones en enero y febrero de 2023 en la Ciudad de México, Laberintos se prepara para iniciar una nueva ronda de funciones en otras entidades del país, y el primer punto a la vista es Yucatán. “Nos entusiasma mucho la movilidad, salir de la ciudad y ofrecer la obra en distintos espacios comunitarios”, concluye Erándeni, “y quizás volver a Coyoacán, nos fue muy bien en el teatro Lola Cueto, que es un lugar de culto, aunque un poquito underground”.

Así es como se prolonga el laberinto en busca de foros y conciencias donde montarse y ser en cada mente nueva algo distinto a lo que fue, “porque pensamos el arte como algo que cambia, algo que no es fijo, que se va transformando según nos vamos transformando, es bueno asumir el cambio y también trabajar por el cambio”.

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