Mucho, mucho amor (2020)
Para revelar parte del misterio de este personaje, apareció Mucho, mucho amor, tras su paso por los festivales de cine en Miami y Sundance en 2019. Dirigido por Cristina Constantini y Kareem Tabsch, el documental se centra en la figura de Walter Mercado, quien entre los años setenta y noventa, gozó de una creciente fama que lo llevo a conquistar a todo tipo de público, no solo en su natal Puerto Rico, sino en cada rincón de Latinoamérica y en Estados Unidos.
Mucho, mucho amor es el segundo largometraje documental de Constantini y Tabsch, aunque el primero como dupla en la silla de la dirección. Ambos vienen de proyectos donde han dirigido las cámaras a microcosmos, como lo hizo Cristina para explorar la vida adolescente de quienes compiten en las ferias de ciencia estadounidenses. Por su lado, Kareem había contado historias de personajes cuya realidad va de lo increíble a lo cotidiano, ya sea que se trate de un hombre enamorado de un delfín, o de una pintoresca comunidad de ancianos en Miami.
Con estos antecedentes no sorprende el retrato minucioso y respetuoso que hacen de la figura del astrólogo y estrella de la televisión. La pareja a cargo de la dirección en Mucho, mucho amor entendió de inmediato que a Walter Mercado no había que obligarlo a nada. Primero, porque sus batallas verdaderamente importantes ya habían sido conquistadas y, también, porque el personaje central de su película estuvo siempre en completo control de qué quería decir, cómo expresarlo, y también de cómo evadir aquello que no quería responder.
«Despojado de la antigua maquinaria mediática que en su momento le dió visibilidad, aunque fuera para satirizarlo, Walter, quien llegó a tener más de 120 milllones de espectadores, llegó a Netflix para contar su historia en el documental Mucho, mucho amor».
“Lo de Walter era profesionalismo puro. Tenía 50 años frente a un lente. Calculaba todo lo que hacía, porque buscaba que todo saliera perfecto. Cada toma quería saber si se le notaban las arrugas o cómo estaban las luces. Y eso fue lo más difícil de este documental, porque estábamos ante alguien muy entrenado frente a las cámaras”, dice Cristina Constantini.
Según palabras de Kareem Tabsch, también director, “después de tantos años de experiencia ante todo tipo de periodistas, cualquier pregunta que uno se pueda imaginar ya se la habían hecho. Para todas esas tenía respuestas ensayadas. Era un absoluto profesional”.
Y aunque en la actualidad la decisión de Walter Mercado de no hablar abiertamente de su preferencia e identidad sexual, podría considerarse una omisión en la lucha por la diversidad, su discurso era los suficientemente fuerte y claro en su expresión estética. Durante Mucho, mucho amor queda en evidencia que, para un personaje como Walter Mercado, cualquier palabra hubiera significado menos que la forma en que la decía. Sus capas, maquillaje y peinados eran el grito de aceptación y diversidad que atravesó una época llena de cerrazón, sin necesidad de revelar más de lo que él tenía la voluntad de hacer.
Mucho, mucho amor (2020)
“La verdad es que nosotros sí fuimos bastante agresivos a la hora de sacar temas. Walter nunca decía que no, pero siempre encontraba una manera de virar la conversación”, cuenta el productor Alex Fumero, quien también ha estado detrás del show I think you should leave with Chris Robinson, uno de los contenidos más peculiares de comedia en el catálogo de proyectos originales de Netflix.
En este documental Walter Mercado recuerda los obstáculos que la sociedad le puso en el camino, por más dolorosos que fueran, según los testimonios de su gente cercana, con una filosofía de vida tan positiva que fue siempre contagiosa. Durante décadas de carrera, nadie le encontró un punto débil que opacara los buenos deseos que mandó a sus seguidores en cada uno de sus programas.
“Walter nunca decía no. Era muy amable y muy dulce. Creo que algunas personas tomaron ventaja de eso”, recuerda Cristina, la directora. Después de filmar durante más de dos años a su lado, ella se refiere al protagonista de su documental como alguien muy valiente.
«Sus capas, maquillaje y peinados eran el grito de aceptación y diversidad que atravesó una época llena de cerrazón, sin necesidad de revelar más de lo que él tenía la voluntad de hacer».
En el documental Kareem y Cristina dieron un recorrido por los cuartos donde descansaban religiosamente sus vestuarios, algunos diseñados por Versace o Swarovski exclusivamente para Walter Mercado, quien durante la filmación se desenvolvió con aún más seguridad de la habitual. Muchos de esos atuendos parecían haberse retirado antes que él, al representar diferentes capas de una coraza que el tiempo y los frutos de su trabajo habían dejado atrás.
El astrólogo fue víctima de los malos manejos por parte de contados pero significativos personajes en su vida, mismos que llegaron a despojarlo hasta de su nombre y marca, de las cuales pasó mucho tiempo sin tener derechos o control. Sin embargo, Walter nunca mostró rencor, aunque sí un desgaste físico que eventualmente puso pausa a su vida terrenal para, como se menciona en algún momento de Mucho, mucho amor, “dejar de ser una estrella y convertirse en una constelación”.
Mucho, mucho amor (2020)
Judith Butler, la filósofa estructuralista que ha dedicado gran parte de su trabajo a la teoría queer, el feminismo y la subversión en temas de identidad de género ha dicho que, “operar desde la matriz del poder no es lo mismo que replicar relaciones de dominio con una postura crítica, pues esto ofrece la posibilidad de repetir una ley o regla sin que eso implique consolidarla, sino desplazarla”. En el caso de Walter Mercado, quien gozó del éxito y la aceptación mediática sin necesariamente haber escapado de la sorna pública, esta línea de pensamiento podría describir su paso por el ojo público. Y aunque su postura no era explícitamente combativa de las problemáticas que pudieron haber detenido su ascenso, sería injusto decir que no las desafió en cada uno de sus gestos.
“A Walter no le gustaban los títulos. No le gustaba decir que era X o Y, excepto quizá que era puertorriqueño y latino”, reflexiona Alex Fumero. “Pero sí era consciente de muchas cosas que representaba. El mensaje que quería darle a la gente, fueran o no queer, es que se sintieran bien de ser quienes fueran y que eran lo suficientemente valiosos para ser incluidos”.
Es verdad que hay mucho trabajo por delante en los medios para hacer una justa representación de las diversas perspectivas de género y este documental es un esfuerzo en este sentido. Sin embargo, analizar si el reciente boom de contenidos queer o representativos de la comunidad LGBTI+ se trata o no de una tendencia oportunista para explotar a una audiencia antes ignorada y ahora atendida con fines comerciales, es una discusión necesaria, aunque digna de otro espacio.
El camino sigue siendo irregular, delicado y lleno de obstáculos. Sin embargo, es justo decir que el mensaje de amor de Walter Mercado empieza a rendir frutos a pesar de su ausencia.