La película de Trey Edward Shults demuestra una sapiencia musical extraordinaria en un eufórico retrato de la trágica adolescencia de un joven afroamericano. En esta historia se entrelazan temas de raza, privilegio, hedonismo, violencia y férrea competencia.
En su libro Retromanía: la adicción del pop a su pasado, el periodista Simon Reynolds dice que la mejor forma de adaptar una época al cine, más que un atiborrado diseño de producción o un set oneroso, es la música. El sonido provee un discurso y ambientación muy poderosos, e introduce un mundo o punto de vista en otro con sorprendente facilidad. Trey Edward Shults, director de Waves, entiende a la perfección el peso dramático de la música. Su película demuestra una sapiencia musical extraordinaria en su retrato del caótico adolescente contemporáneo, en el que se abordan cuestiones de raza, privilegio, hedonismo, competencia y violencia. Waves recorre esta diversidad temática centrándose en una familia afroamericana de Estados Unidos, donde el patriarca es un hombre dominante, exigente y controlador, convencido de que la desbalanceada meritocracia que deja el racismo estadounidense, someterá a sus hijos si no los convierte en férreos competidores. Waves es una película partida en dos. La primera mitad analiza la violencia hipermasculina y el ambiente tóxico que genera esta competitividad. En ella, Shults decide enfocarse en el hijo mayor de la familia y la avalancha de problemas que atraviesa, a pesar de tener una posición socioeconómica favorecida y una familia unida; entre ellos el embarazo no deseado de su novia, y una grave lesión en el hombro que pone en riesgo su prometedora carrera como deportista. Los altísimos estándares y exigencia constante al interior de esta familia, detonan eventualmente una cadena de desgracia que los arrastra a todos, en un relato plagado de dolor y tensión.
Producida por A24, Waves destila las características de la casa productora: colores saturados y un grano que emula película (Waves fue realizada de forma digital), luces de neón, problemas juveniles, drogas, violencia, actividades criminales, etc. Esta narrativa es el aspecto la más convencional de Waves, pues su progresión narrativa sigue una línea aleccionadora y panfletaria.Otro recurso repetitivo que por momentos aturde es la reducción del campo de visión, que parte de planos panorámicos extendidos hasta llegar a cuadros reducidos al punto de lo claustrofóbico, que revelan personajes atrapados en su espacio, entre decisiones irreversibles y sus consecuencias. El sonido de Frank Ocean, Animal Collective, Kendrick Lamar y Tame Impala le añaden otra capa al ritmo frenético de esta película.Waves, que comienza como un asfixiantes relato sobre violencia y masculinidad adolescente, vuelve a sorprender en la segunda parte de la película, al trasladar el protagonismo de la historia a un personaje femenino, la hermana menor de la familia, para convertirse en una exploración sobre la empatía, la compasión y la dificultad de amar entre la violencia y el dolor.
Su película demuestra una sapiencia musical extraordinaria en su retrato del caótico adolescente contemporáneo, en el que se abordan cuestiones de raza, privilegio, hedonismo, competencia y violencia.
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Taylor Rusell y Lucas Hedges en Waves.[/caption]Estos temas, han estado muy presentes en la trayectoria de Shults. Su primera película, Krisha, es la cruda anécdota de una mujer que, tras haber dañado irremediablemente la relación con su familia gracias a sus adicciones, hace un último intento por conectar con ellos. It comes at night, su segundo largometraje, también cataliza el conflicto familiar, pero desde el cine de horror. El interés principal del director parece ser llevar historias familiares al límite. Waves es una película que se refleja a sí misma y cada acción producto de la presión y la ira del hermano mayor tienen su contraparte en la serenidad reflexiva con la que su hermana decide afrontar su duelo. Shults consolidó una ambiciosa e inmersiva película, donde cada emoción se amplifica en cientos de decibeles, y el resultado es una experiencia que aturde tanto como conmueve.