Cuando se piensa en Sylvester Stallone, es casi imposible no pensar en Rocky. Tampoco es posible ignorar la larga carrera de este actor, que se consolidó en Hollywood con muy particulares franquicias y filmes de acción. Stallone se ha especializado en un cine de entretenimiento masivo y popular que lo ha mantenido bajo el reflector durante cuatro décadas.
Muchos olvidan que detrás del héroe de acción protagonista en la saga de Rambo (cuatro cintas entre 1982 y 2008), The Expendables (tres cintas entre 2010 y 2014), Over the Top (1987), Cliffhanger (1993), Assasins (1995), The Specialist (1994) y Tango & Cash (1989) —entre muchas otras—, está también un guionista, director y productor de cine.
Cuando Rocky estrenó en 1976, Stallone había logrado salirse con la suya de ser el protagonista de la historia que él mismo escribió, a pesar de numerosas y cuantiosas ofertas para dejar ese rol en manos de un actor más popular, como Burt Reynolds o Robert Redford. La tenacidad y certidumbre de Stallone llevaron a Rocky a ganar el Oscar a Mejor Película en 1977, así como obtener nominaciones a Mejor Guión y Mejor Actor, del mismo modo que la seguridad y certeza de Rocky Balboa lo llevó a conseguir su anhelada y casi imposible oportunidad de pelear contra Apollo Creed.
Stallone ha construido una carrera ejemplar a partir de explotar su empatía como el underdog de una historia. El desfavorecido, por el que nadie apostaría inicialmente, pero quien resulta estar seguro y convencido de que puede lograr lo que quiere si lo dejan intentarlo (ya sea en la vida real, al filmar una película como Rocky, o en el guión de esa misma historia, al convertirse en aspirante al campeonato mundial de boxeo).
Cuando el año pasado se comenzó a hablar del regreso de Stallone como Rocky en una nueva entrega de su nostálgica saga —Creed—, la reacción inicial fue un colectivo, “¿En serio?, ¿Cómo para qué?, ¿Qué necesidad?”. La respuesta resultó más compleja y profunda (y directamente conectada con su historia y la historia de Rocky) de lo que se pensaba.
“Fueron muchas cosas las que me fueron convenciendo. Pero en este caso fue la certeza y pasión con la que me mostraron que sabían lo que querían hacer y que les importaba tanto como a mí esta historia. Que les era personal y que se veían en ella como me vi yo”, afirmó Stallone en conferencia de prensa, algunas semanas antes del estreno de Creed, haciendo referencia a Ryan Coogler y Michael B. Jordan, director y protagonista de la cinta, respectivamente. “Nunca he conocido a una persona tan enfocada en un proyecto como Ryan. Yo ya tuve mi oportunidad y me gustó esta idea de impulsar el futuro de otros con la experiencia personal vivida, que es lo que está al centro de la historia de Creed y de lo que hago trabajando con estos talentosos jóvenes”.
En Creed, el protagonista no es Rocky, sino Adonis Johnson (Michael B. Jordan), el conflictuado hijo no reconocido de su otrora rival y luego mejor amigo Apollo Creed. A pesar de llevar una vida acomodada y resuelta, Adonis quiere hacerse su propio nombre e historia en el mundo del box, por lo que se acerca al antiguo amigo de su padre para guiarlo en el camino hacia el ring.
Estábamos equivocados al dudar de su decisión de traer a Rocky de vuelta. Además de poner a Stallone bajo una nueva luz, Creed entrega la batuta de esta historia de obstinación, esfuerzo y confianza a dos destacados talentos del cine joven norteamericano que poseen estas mismas características a la hora de entregarse a un proyecto: Ryan Coogler y Michael B. Jordan, quienes ya habían trabajado juntos exitosamente en la cinta debut del primero: Fruitvale Station (2013).
Curiosamente, la historia del regreso de Rocky Balboa en un papel menos protagónico, sin subirse al ring, nos tiene a unos días de ver a Sylvester Stallone llevarse un Oscar a casa por esta sensible interpretación donde ya no es el héroe de la historia, sino el mentor: el hombre viejo con experiencia y sabiduría, con recuerdos, miedos y fantasmas. Lo menos imaginable ha sucedido de nuevo, y parece haber un consenso favorable ante la idea de que Stallone se llevará la estatuilla por Mejor Actor de Reparto en los próximos premios Oscar.
El recuerdo colectivo de Stallone como eterno héroe de acción al centro de productos de entretenimiento masivo ha llevado al olvido la noción de que desde el inicio de su carrera, Sly ha sido un hombre reflexivo y estudioso de su oficio, quien ha sabido reconocer y explotar sus propias limitaciones como actor.
Por ello le va tan bien esta etapa de tranquila sabiduría, apartado del centro de los reflectores. Esto queda en evidencia cuando habla sobre lo que significó Creed en este punto de su vida: “La carrera de Rocky en el ring se acabó, pero esto llegó como una oportunidad de renacer a un personaje más allá de ese contexto: para hablar con una nueva generación de esas oportunidades que los jóvenes pueden sentir que les han pasado de lado, para quienes los tiempos más simples de la época de Rocky no aplican, y cómo comunicarse con ellos, hablar de la pasión que nos hace lograr algo, del necesario esfuerzo y trabajo que hay que hacer antes de sentirse merecer algo y de cómo en esas historias el amor a los otros es lo que verdaderamente nos motiva”.
Creed ofrece una historia profunda y reflexiva, de la que Stallone se siente orgulloso y cercano: “Es sobre muchos sentimientos y situaciones, además de la historia de este joven que quiere su oportunidad por un título, exactamente igual que en la primera Rocky. Es sobre la familia, sobre crecer y envejecer, sobre apoyar nuevas carreras y esfuerzos, sobre tomar el rol de mentor o de figura paterna y por supuesto sobre luchar, sobre ese esfuerzo para alcanzar lo que quieres, por vivir o sentirte vivo”.
Con este tono, ideas y sentimiento, es difícil no querer que el domingo, contra lo que al inicio parecía imposible o ilógico y hoy se perfila como muy probable y merecido, Sylvester Stallone se lleve el Oscar.
Todo indica que el underdog de Hollywood se convertirá finalmente en campeón.