¿Qué pensamos los latinoamericanos de nosotros mismos en el siglo XXI?, ¿qué historias podríamos contar, decir sobre el color de nuestra piel, la memoria de nuestros ancestros, la diferencia ante la homogeneización de identidades? Así nació esta edición con la que cerramos el año.
A inicios de año en Gatopardo tuvimos la inquietud de producir una edición que abordara las identidades desde el punto de vista de la racialidad, la migración y las fronteras —temas fundacionales de la teoría poscolonial—, a través de ensayos y textos periodísticos afincados en historias que sucedieran en México y América Latina. En su momento, la idea quedó en el tintero pero, con el pasar de los meses, 2021 ofreció un par de episodios que nos confirmaron estar en el camino correcto.
Primero, el aniversario de los quinientos años de la caída de Tenochtitlán y la forma en que lo abordó el presidente López Obrador, desde la instalación de una réplica del Templo Mayor en el Zócalo hasta la insistencia en abrir una vieja herida: pedir que el gobierno de España ofreciera una disculpa pública por los crímenes que, hace siglos, cometió la Corona de Castilla durante la Conquista. Esto provocó reacciones encontradas a ambos lados del océano Atlántico. ¿Tenía sentido la petición? Aquellos indígenas, aquellos españoles, ¿seguimos siendo los mismos hoy?
Segundo, la decisión de retirar definitivamente la estatua de Cristóbal Colón de Reforma, una de las principales avenidas de la Ciudad de México, en consonancia con el movimiento revisionista que se ha expandido en los países que alguna vez fueron colonias, y sustituirla por la de una “mujer indígena”, genérica, a cargo de un artista no indígena, sin una consulta previa a las comunidades que hi
stóricamente han estado en el centro de este debate, todo lo cual provocó una discusión campal.
Entonces, nos preguntamos, ¿qué pensamos los latinoamericanos de nosotros mismos en el siglo XXI?, ¿qué historias podríamos contar, decir sobre el color de nuestra piel, la memoria de nuestros ancestros, la diferencia ante la homogeneización de identidades? Así nació esta edición con la que cerramos el año y a la que convocamos a distintas plumas sabiendo que las historias colectivas son las que determinan las luchas sociales contemporáneas.
Desentrañando el monotema, Mito Reyes, ensayista mixe, escribe un texto que revisita este conflicto, el de los monumentos, y señala cómo se han excluido los intereses de las comunidades indígenas dentro de un discurso que nada tiene que ver con su propia concepción del espacio público y cómo los han convertido en los otros sin considerarlos interlocutores verdaderos. Aída Hernández, antropóloga de Standford, por su lado, habla de la contraparte, la utilidad de movilizarse bajo una identidad conceptual (“pueblo originario”) para pueblos truncos, discontinuos, atravesados por la historia, como los mam que quedaron divididos entre las fronteras de Guatemala y México. Raymundo Campos, de El Colegio de México, explora el rol que ha tenido, en este contexto de luchas, la investigación de datos para medir la discriminación racial en México. El genomista Agustín Ávila habla de lo que dice —y lo que no— un análisis de su ADN y Lina Vargas desentraña la memoria y tradiciones literarias de los pueblos wayuu entre Venezuela y Colombia.
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Patricia Vega, periodista fundadora de La Jornada, escribe el perfil de la poeta zapoteca Irma Pineda, un emblema de Juchitán, protagonista de la ebullición cultural que han detonado la lucha social y la organización política en ese pueblo de Oaxaca. Desde pequeña se nutrió del español de la poesía que le leía su padre y de la oralidad de la lengua diidxazá que escuchaba de su familia monolingüe. Hoy ha construido una obra poniendo atención en esos dos mundos como una suerte de espejo. De América del Sur, Alexis Serrano retrata a un ambientalista kichwa que pide radicalmente la desaparción de la minería. Como muchos descendientes indígenas de su generación, un día asimiló la carga cultural que significaba llevar un nombre colonizado y hablar español y no la lengua de su región, por lo que se rebautizó como Yaku (“agua”), Yaku Pérez Guartambel, y casi se convierte en presidente de Ecuador.
Siguiendo la región, llegamos a Bolivia. Santiago Espinosa entrega una crónica del fenomeno cultural que se construye entorno a las cholas, las mujeres andinas mestizas de ciudades como La Paz o Cuenca que, en los últimos años,a partir de las políticas de inclusión de su país, han ganado un protagonismo inédito. Ahora se están escribiendo libros y reportajes y produciendo documentales en torno a ellas —cholas escaladoras, cholas patinadoras, cholas diseñadoras— y sus faldas distintivas se han vuelto un símbolo de resistencia.
En el Caribe mexicano tenemos la historia de una comunidad religiosa autárquica, endogámica, patriarcal, cuyos habitantes hablan principalmente bajo alemán y se profesa el anabaptismo. Llevan veinte años viviendo en Bacalar, en el ejido menonita de Salamanca, aislados del resto del mundo. Su filosofía de vida es el riguroso trabajo de campo, que los ha hecho grandes agricultores. Como lo narra Ricardo Hernández, periodista local, no cuentan con televisión ni radio para informarse sobre temas cruciales como el cambio climático. Por esto mismo, también se están convirtiendo en copartícipes del deterioro ambiental.
Finalmente, cerramos esta edición con un reportaje de Celia Guerrero, de donde proviene la imagen que luce en la portada de este número. Luego de una serie de desastres naturales y el asesinato del presidente Jovenel Moïse, una inminente ola migratoria haitiana llegó a México. Semanas antes, Guerrero viajó a la ciudad fronteriza de Tijuana en busca de los primeros haitianos, que llegaron en 2016 y poblaron los primeros albergues mientras aguardaban para cruzar a Estados Unidos, como determinaron las políticas migratorias. Para muchos, la espera continúa. Guerrero escribe sobre esta migración, el desarraigo que no sólo los haitianos llevan consigo, sino también las caravanas centroamericanas y los paisanos que huyen de la violencia interna de México, que terminarán por reconfigurar la noción de “quiénes somos” en el mundo. Porque es una realidad que ocurre en el Darién como en el Mediterráneo. Los descubrimientos de Guerrero son reveladores: podrían dar pistas de lo que ocurrirá con los subsecuentes flujos migratorios. Al final, todos buscan una tierra prometida.
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