La rebeldía de Lydia Cacho

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Tiempo de Lectura: 00 min

Una de las periodistas y defensoras de derechos humanos en México lleva el tema del tráfico de menores a una novela gráfica: "En busca de Kayla".

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Lydia Cacho asegura que muchos piensan que ella sólo entrevista a mujeres y niñas cuando, en realidad, su trabajo se ha enfocado a un problema de la sociedad en su conjunto. Es uno de los prejuicios a los que se ha enfrentado una de las periodistas más emblemáticas en la lucha por la libertad de expresión y derechos humanos en México, que ha dado voz a las víctimas de las redes de prostitución y trata de blancas. Lleva más de veinte años ejerciendo el periodismo en lo que ella denomina tiempos de crisis. “La pregunta más difícil que he hecho es decirle a alguien, en entrevista, si es consciente de que su vida está en riesgo si habla conmigo. Lo más difícil y conmovedor, porque me han respondido que ‘sí’, lo están”, dice. Autora de libros como Esta boca es mía o Esclavas del poder, Cacho está vestida de negro, sentada en una biblioteca en casa de su amigo Alberto Ruy Sánchez. Ha aceptado esta entrevista luego de anunciarse que ganó el Premio alba/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos, que se suma a una lista de reconocimientos como el Premio Mundial unesco-Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2008 o el World Press International Hero 2010. Fue hace diez años cuando su libro Los demonios del edén puso al descubierto la protección que Jean Succar Kuri recibía de políticos y empresarios mexicanos, sentenciado a 112 años por comandar una red de prostitución y pornografía infantil entre Cancún y Los Ángeles. Cacho enfrentó hostigamientos, secuestro, tortura y persecución, como cuando fue detenida arbitrariamente en 2005 por agentes de la Procuraduría General de Justicia de Puebla en represalia por haber relacionado al empresario Kamel Nacif con la red de Succar Kuri. “Desde muy chica pude reconocer todo tipo de violencia contra las mujeres. Mi mamá era psicóloga y activista, trabajaba con chicos de la calle. Entonces crecí en un ambiente de activismo donde ser ciudadano era algo totalmente natural. No había un discurso detrás. Lo éramos y ya”, dice. Aunque lleva años viviendo en Cancún, fue en el barrio de Mixcoac en la Ciudad de México donde ella creció. Su madre la llevaba a las ciudades perdidas y ella, siendo una niña, sin entender mucho del mundo, se indignaba al ver que otras niñas de su edad no tuvieran qué comer. Veía que en su casa todo era igualitario, pero afuera, en la calle, las cosas eran distintas. “Fui una niña rebelde a la que no le gustaban las cosas que veía. Y en el fondo sigo siendo esa misma persona”, dice. Bajo esa rebeldía, Cacho construyó la mirada con la que ha reporteado. Comenzó trabajando para medios locales en Quintana Roo. Tenía 26 años cuando empezó a hacer entrevistas a mujeres mayas, porque estaba escribiendo sobre la pobreza y la situación política del estado. “Al final todas mis entrevistadas terminaban hablando de cómo había aumentado el abuso infantil por parte de abuelos y padres en sus comunidades. Me metí en el tema para entenderlo, tomé diplomados, y terminé haciendo eco de la voz de las mujeres”, dice. Este año Cacho publica En busca de Kayla, una novela gráfica en colaboración con el artista Patricio Betteo, bajo el sello de Sexto Piso. Se trata ahora de una ficción que cuenta la historia de Myriam, una niña a la que le encantan los libros, jugar beisbol y comer waffles caseros. Un día se entera que su compañera del colegio, Kayla, ha desaparecido. Entonces ella y un grupo de amigos comienzan a investigar lo sucedido, hasta enterarse que Kayla fue engañada a través de las redes sociales por una banda criminal. “Myriam es la muestra de la cantidad de niñas que he conocido en todas mis entrevistas, que tienen una reincidencia tremenda, que no son convencionales, sino listas, rebeldes que escudriñan el mundo de los adultos para entenderlo”, dice. Cacho asegura el libro es un reflejo de lo que está pasando con los niños. “Vas a un salón de clases de sexto de primaria y sorprende los niveles de preocupación que tienen. Yo siempre les pregunto a qué le tienen medio. Y me han respondido cosas como ‘a que me secuestren, me maten, desaparezcan a mis papás, me corten la cabeza’. Esto permeado, desde luego, por las noticias”, dice. En esta ficción, Cacho logró captar cómo los niños viven entre la fantasía y la realidad, intentando interpretar el mundo. Lo que no comprenden, lo imaginan. Así construyó el relato. Myriam y Lydia Cacho no son muy diferentes. Tienen esa mirada que no se conforma con las apariencias, que busca cuestionar y encontrar un porqué a la realidad. “Escribir ficción me permitió atreverme a seguir explorando el mismo tema, cuando creía que ya había dicho todo lo que tenía que decir como periodista. Este libro me ha ayudado a recordar que no”, finaliza.

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Una de las periodistas y defensoras de derechos humanos en México lleva el tema del tráfico de menores a una novela gráfica: "En busca de Kayla".

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Lydia Cacho asegura que muchos piensan que ella sólo entrevista a mujeres y niñas cuando, en realidad, su trabajo se ha enfocado a un problema de la sociedad en su conjunto. Es uno de los prejuicios a los que se ha enfrentado una de las periodistas más emblemáticas en la lucha por la libertad de expresión y derechos humanos en México, que ha dado voz a las víctimas de las redes de prostitución y trata de blancas. Lleva más de veinte años ejerciendo el periodismo en lo que ella denomina tiempos de crisis. “La pregunta más difícil que he hecho es decirle a alguien, en entrevista, si es consciente de que su vida está en riesgo si habla conmigo. Lo más difícil y conmovedor, porque me han respondido que ‘sí’, lo están”, dice. Autora de libros como Esta boca es mía o Esclavas del poder, Cacho está vestida de negro, sentada en una biblioteca en casa de su amigo Alberto Ruy Sánchez. Ha aceptado esta entrevista luego de anunciarse que ganó el Premio alba/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos, que se suma a una lista de reconocimientos como el Premio Mundial unesco-Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2008 o el World Press International Hero 2010. Fue hace diez años cuando su libro Los demonios del edén puso al descubierto la protección que Jean Succar Kuri recibía de políticos y empresarios mexicanos, sentenciado a 112 años por comandar una red de prostitución y pornografía infantil entre Cancún y Los Ángeles. Cacho enfrentó hostigamientos, secuestro, tortura y persecución, como cuando fue detenida arbitrariamente en 2005 por agentes de la Procuraduría General de Justicia de Puebla en represalia por haber relacionado al empresario Kamel Nacif con la red de Succar Kuri. “Desde muy chica pude reconocer todo tipo de violencia contra las mujeres. Mi mamá era psicóloga y activista, trabajaba con chicos de la calle. Entonces crecí en un ambiente de activismo donde ser ciudadano era algo totalmente natural. No había un discurso detrás. Lo éramos y ya”, dice. Aunque lleva años viviendo en Cancún, fue en el barrio de Mixcoac en la Ciudad de México donde ella creció. Su madre la llevaba a las ciudades perdidas y ella, siendo una niña, sin entender mucho del mundo, se indignaba al ver que otras niñas de su edad no tuvieran qué comer. Veía que en su casa todo era igualitario, pero afuera, en la calle, las cosas eran distintas. “Fui una niña rebelde a la que no le gustaban las cosas que veía. Y en el fondo sigo siendo esa misma persona”, dice. Bajo esa rebeldía, Cacho construyó la mirada con la que ha reporteado. Comenzó trabajando para medios locales en Quintana Roo. Tenía 26 años cuando empezó a hacer entrevistas a mujeres mayas, porque estaba escribiendo sobre la pobreza y la situación política del estado. “Al final todas mis entrevistadas terminaban hablando de cómo había aumentado el abuso infantil por parte de abuelos y padres en sus comunidades. Me metí en el tema para entenderlo, tomé diplomados, y terminé haciendo eco de la voz de las mujeres”, dice. Este año Cacho publica En busca de Kayla, una novela gráfica en colaboración con el artista Patricio Betteo, bajo el sello de Sexto Piso. Se trata ahora de una ficción que cuenta la historia de Myriam, una niña a la que le encantan los libros, jugar beisbol y comer waffles caseros. Un día se entera que su compañera del colegio, Kayla, ha desaparecido. Entonces ella y un grupo de amigos comienzan a investigar lo sucedido, hasta enterarse que Kayla fue engañada a través de las redes sociales por una banda criminal. “Myriam es la muestra de la cantidad de niñas que he conocido en todas mis entrevistas, que tienen una reincidencia tremenda, que no son convencionales, sino listas, rebeldes que escudriñan el mundo de los adultos para entenderlo”, dice. Cacho asegura el libro es un reflejo de lo que está pasando con los niños. “Vas a un salón de clases de sexto de primaria y sorprende los niveles de preocupación que tienen. Yo siempre les pregunto a qué le tienen medio. Y me han respondido cosas como ‘a que me secuestren, me maten, desaparezcan a mis papás, me corten la cabeza’. Esto permeado, desde luego, por las noticias”, dice. En esta ficción, Cacho logró captar cómo los niños viven entre la fantasía y la realidad, intentando interpretar el mundo. Lo que no comprenden, lo imaginan. Así construyó el relato. Myriam y Lydia Cacho no son muy diferentes. Tienen esa mirada que no se conforma con las apariencias, que busca cuestionar y encontrar un porqué a la realidad. “Escribir ficción me permitió atreverme a seguir explorando el mismo tema, cuando creía que ya había dicho todo lo que tenía que decir como periodista. Este libro me ha ayudado a recordar que no”, finaliza.

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Lydia Cacho asegura que muchos piensan que ella sólo entrevista a mujeres y niñas cuando, en realidad, su trabajo se ha enfocado a un problema de la sociedad en su conjunto. Es uno de los prejuicios a los que se ha enfrentado una de las periodistas más emblemáticas en la lucha por la libertad de expresión y derechos humanos en México, que ha dado voz a las víctimas de las redes de prostitución y trata de blancas. Lleva más de veinte años ejerciendo el periodismo en lo que ella denomina tiempos de crisis. “La pregunta más difícil que he hecho es decirle a alguien, en entrevista, si es consciente de que su vida está en riesgo si habla conmigo. Lo más difícil y conmovedor, porque me han respondido que ‘sí’, lo están”, dice. Autora de libros como Esta boca es mía o Esclavas del poder, Cacho está vestida de negro, sentada en una biblioteca en casa de su amigo Alberto Ruy Sánchez. Ha aceptado esta entrevista luego de anunciarse que ganó el Premio alba/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos, que se suma a una lista de reconocimientos como el Premio Mundial unesco-Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2008 o el World Press International Hero 2010. Fue hace diez años cuando su libro Los demonios del edén puso al descubierto la protección que Jean Succar Kuri recibía de políticos y empresarios mexicanos, sentenciado a 112 años por comandar una red de prostitución y pornografía infantil entre Cancún y Los Ángeles. Cacho enfrentó hostigamientos, secuestro, tortura y persecución, como cuando fue detenida arbitrariamente en 2005 por agentes de la Procuraduría General de Justicia de Puebla en represalia por haber relacionado al empresario Kamel Nacif con la red de Succar Kuri. “Desde muy chica pude reconocer todo tipo de violencia contra las mujeres. Mi mamá era psicóloga y activista, trabajaba con chicos de la calle. Entonces crecí en un ambiente de activismo donde ser ciudadano era algo totalmente natural. No había un discurso detrás. Lo éramos y ya”, dice. Aunque lleva años viviendo en Cancún, fue en el barrio de Mixcoac en la Ciudad de México donde ella creció. Su madre la llevaba a las ciudades perdidas y ella, siendo una niña, sin entender mucho del mundo, se indignaba al ver que otras niñas de su edad no tuvieran qué comer. Veía que en su casa todo era igualitario, pero afuera, en la calle, las cosas eran distintas. “Fui una niña rebelde a la que no le gustaban las cosas que veía. Y en el fondo sigo siendo esa misma persona”, dice. Bajo esa rebeldía, Cacho construyó la mirada con la que ha reporteado. Comenzó trabajando para medios locales en Quintana Roo. Tenía 26 años cuando empezó a hacer entrevistas a mujeres mayas, porque estaba escribiendo sobre la pobreza y la situación política del estado. “Al final todas mis entrevistadas terminaban hablando de cómo había aumentado el abuso infantil por parte de abuelos y padres en sus comunidades. Me metí en el tema para entenderlo, tomé diplomados, y terminé haciendo eco de la voz de las mujeres”, dice. Este año Cacho publica En busca de Kayla, una novela gráfica en colaboración con el artista Patricio Betteo, bajo el sello de Sexto Piso. Se trata ahora de una ficción que cuenta la historia de Myriam, una niña a la que le encantan los libros, jugar beisbol y comer waffles caseros. Un día se entera que su compañera del colegio, Kayla, ha desaparecido. Entonces ella y un grupo de amigos comienzan a investigar lo sucedido, hasta enterarse que Kayla fue engañada a través de las redes sociales por una banda criminal. “Myriam es la muestra de la cantidad de niñas que he conocido en todas mis entrevistas, que tienen una reincidencia tremenda, que no son convencionales, sino listas, rebeldes que escudriñan el mundo de los adultos para entenderlo”, dice. Cacho asegura el libro es un reflejo de lo que está pasando con los niños. “Vas a un salón de clases de sexto de primaria y sorprende los niveles de preocupación que tienen. Yo siempre les pregunto a qué le tienen medio. Y me han respondido cosas como ‘a que me secuestren, me maten, desaparezcan a mis papás, me corten la cabeza’. Esto permeado, desde luego, por las noticias”, dice. En esta ficción, Cacho logró captar cómo los niños viven entre la fantasía y la realidad, intentando interpretar el mundo. Lo que no comprenden, lo imaginan. Así construyó el relato. Myriam y Lydia Cacho no son muy diferentes. Tienen esa mirada que no se conforma con las apariencias, que busca cuestionar y encontrar un porqué a la realidad. “Escribir ficción me permitió atreverme a seguir explorando el mismo tema, cuando creía que ya había dicho todo lo que tenía que decir como periodista. Este libro me ha ayudado a recordar que no”, finaliza.

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Lydia Cacho asegura que muchos piensan que ella sólo entrevista a mujeres y niñas cuando, en realidad, su trabajo se ha enfocado a un problema de la sociedad en su conjunto. Es uno de los prejuicios a los que se ha enfrentado una de las periodistas más emblemáticas en la lucha por la libertad de expresión y derechos humanos en México, que ha dado voz a las víctimas de las redes de prostitución y trata de blancas. Lleva más de veinte años ejerciendo el periodismo en lo que ella denomina tiempos de crisis. “La pregunta más difícil que he hecho es decirle a alguien, en entrevista, si es consciente de que su vida está en riesgo si habla conmigo. Lo más difícil y conmovedor, porque me han respondido que ‘sí’, lo están”, dice. Autora de libros como Esta boca es mía o Esclavas del poder, Cacho está vestida de negro, sentada en una biblioteca en casa de su amigo Alberto Ruy Sánchez. Ha aceptado esta entrevista luego de anunciarse que ganó el Premio alba/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos, que se suma a una lista de reconocimientos como el Premio Mundial unesco-Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2008 o el World Press International Hero 2010. Fue hace diez años cuando su libro Los demonios del edén puso al descubierto la protección que Jean Succar Kuri recibía de políticos y empresarios mexicanos, sentenciado a 112 años por comandar una red de prostitución y pornografía infantil entre Cancún y Los Ángeles. Cacho enfrentó hostigamientos, secuestro, tortura y persecución, como cuando fue detenida arbitrariamente en 2005 por agentes de la Procuraduría General de Justicia de Puebla en represalia por haber relacionado al empresario Kamel Nacif con la red de Succar Kuri. “Desde muy chica pude reconocer todo tipo de violencia contra las mujeres. Mi mamá era psicóloga y activista, trabajaba con chicos de la calle. Entonces crecí en un ambiente de activismo donde ser ciudadano era algo totalmente natural. No había un discurso detrás. Lo éramos y ya”, dice. Aunque lleva años viviendo en Cancún, fue en el barrio de Mixcoac en la Ciudad de México donde ella creció. Su madre la llevaba a las ciudades perdidas y ella, siendo una niña, sin entender mucho del mundo, se indignaba al ver que otras niñas de su edad no tuvieran qué comer. Veía que en su casa todo era igualitario, pero afuera, en la calle, las cosas eran distintas. “Fui una niña rebelde a la que no le gustaban las cosas que veía. Y en el fondo sigo siendo esa misma persona”, dice. Bajo esa rebeldía, Cacho construyó la mirada con la que ha reporteado. Comenzó trabajando para medios locales en Quintana Roo. Tenía 26 años cuando empezó a hacer entrevistas a mujeres mayas, porque estaba escribiendo sobre la pobreza y la situación política del estado. “Al final todas mis entrevistadas terminaban hablando de cómo había aumentado el abuso infantil por parte de abuelos y padres en sus comunidades. Me metí en el tema para entenderlo, tomé diplomados, y terminé haciendo eco de la voz de las mujeres”, dice. Este año Cacho publica En busca de Kayla, una novela gráfica en colaboración con el artista Patricio Betteo, bajo el sello de Sexto Piso. Se trata ahora de una ficción que cuenta la historia de Myriam, una niña a la que le encantan los libros, jugar beisbol y comer waffles caseros. Un día se entera que su compañera del colegio, Kayla, ha desaparecido. Entonces ella y un grupo de amigos comienzan a investigar lo sucedido, hasta enterarse que Kayla fue engañada a través de las redes sociales por una banda criminal. “Myriam es la muestra de la cantidad de niñas que he conocido en todas mis entrevistas, que tienen una reincidencia tremenda, que no son convencionales, sino listas, rebeldes que escudriñan el mundo de los adultos para entenderlo”, dice. Cacho asegura el libro es un reflejo de lo que está pasando con los niños. “Vas a un salón de clases de sexto de primaria y sorprende los niveles de preocupación que tienen. Yo siempre les pregunto a qué le tienen medio. Y me han respondido cosas como ‘a que me secuestren, me maten, desaparezcan a mis papás, me corten la cabeza’. Esto permeado, desde luego, por las noticias”, dice. En esta ficción, Cacho logró captar cómo los niños viven entre la fantasía y la realidad, intentando interpretar el mundo. Lo que no comprenden, lo imaginan. Así construyó el relato. Myriam y Lydia Cacho no son muy diferentes. Tienen esa mirada que no se conforma con las apariencias, que busca cuestionar y encontrar un porqué a la realidad. “Escribir ficción me permitió atreverme a seguir explorando el mismo tema, cuando creía que ya había dicho todo lo que tenía que decir como periodista. Este libro me ha ayudado a recordar que no”, finaliza.

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Una de las periodistas y defensoras de derechos humanos en México lleva el tema del tráfico de menores a una novela gráfica: "En busca de Kayla".

Lydia Cacho asegura que muchos piensan que ella sólo entrevista a mujeres y niñas cuando, en realidad, su trabajo se ha enfocado a un problema de la sociedad en su conjunto. Es uno de los prejuicios a los que se ha enfrentado una de las periodistas más emblemáticas en la lucha por la libertad de expresión y derechos humanos en México, que ha dado voz a las víctimas de las redes de prostitución y trata de blancas. Lleva más de veinte años ejerciendo el periodismo en lo que ella denomina tiempos de crisis. “La pregunta más difícil que he hecho es decirle a alguien, en entrevista, si es consciente de que su vida está en riesgo si habla conmigo. Lo más difícil y conmovedor, porque me han respondido que ‘sí’, lo están”, dice. Autora de libros como Esta boca es mía o Esclavas del poder, Cacho está vestida de negro, sentada en una biblioteca en casa de su amigo Alberto Ruy Sánchez. Ha aceptado esta entrevista luego de anunciarse que ganó el Premio alba/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos, que se suma a una lista de reconocimientos como el Premio Mundial unesco-Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2008 o el World Press International Hero 2010. Fue hace diez años cuando su libro Los demonios del edén puso al descubierto la protección que Jean Succar Kuri recibía de políticos y empresarios mexicanos, sentenciado a 112 años por comandar una red de prostitución y pornografía infantil entre Cancún y Los Ángeles. Cacho enfrentó hostigamientos, secuestro, tortura y persecución, como cuando fue detenida arbitrariamente en 2005 por agentes de la Procuraduría General de Justicia de Puebla en represalia por haber relacionado al empresario Kamel Nacif con la red de Succar Kuri. “Desde muy chica pude reconocer todo tipo de violencia contra las mujeres. Mi mamá era psicóloga y activista, trabajaba con chicos de la calle. Entonces crecí en un ambiente de activismo donde ser ciudadano era algo totalmente natural. No había un discurso detrás. Lo éramos y ya”, dice. Aunque lleva años viviendo en Cancún, fue en el barrio de Mixcoac en la Ciudad de México donde ella creció. Su madre la llevaba a las ciudades perdidas y ella, siendo una niña, sin entender mucho del mundo, se indignaba al ver que otras niñas de su edad no tuvieran qué comer. Veía que en su casa todo era igualitario, pero afuera, en la calle, las cosas eran distintas. “Fui una niña rebelde a la que no le gustaban las cosas que veía. Y en el fondo sigo siendo esa misma persona”, dice. Bajo esa rebeldía, Cacho construyó la mirada con la que ha reporteado. Comenzó trabajando para medios locales en Quintana Roo. Tenía 26 años cuando empezó a hacer entrevistas a mujeres mayas, porque estaba escribiendo sobre la pobreza y la situación política del estado. “Al final todas mis entrevistadas terminaban hablando de cómo había aumentado el abuso infantil por parte de abuelos y padres en sus comunidades. Me metí en el tema para entenderlo, tomé diplomados, y terminé haciendo eco de la voz de las mujeres”, dice. Este año Cacho publica En busca de Kayla, una novela gráfica en colaboración con el artista Patricio Betteo, bajo el sello de Sexto Piso. Se trata ahora de una ficción que cuenta la historia de Myriam, una niña a la que le encantan los libros, jugar beisbol y comer waffles caseros. Un día se entera que su compañera del colegio, Kayla, ha desaparecido. Entonces ella y un grupo de amigos comienzan a investigar lo sucedido, hasta enterarse que Kayla fue engañada a través de las redes sociales por una banda criminal. “Myriam es la muestra de la cantidad de niñas que he conocido en todas mis entrevistas, que tienen una reincidencia tremenda, que no son convencionales, sino listas, rebeldes que escudriñan el mundo de los adultos para entenderlo”, dice. Cacho asegura el libro es un reflejo de lo que está pasando con los niños. “Vas a un salón de clases de sexto de primaria y sorprende los niveles de preocupación que tienen. Yo siempre les pregunto a qué le tienen medio. Y me han respondido cosas como ‘a que me secuestren, me maten, desaparezcan a mis papás, me corten la cabeza’. Esto permeado, desde luego, por las noticias”, dice. En esta ficción, Cacho logró captar cómo los niños viven entre la fantasía y la realidad, intentando interpretar el mundo. Lo que no comprenden, lo imaginan. Así construyó el relato. Myriam y Lydia Cacho no son muy diferentes. Tienen esa mirada que no se conforma con las apariencias, que busca cuestionar y encontrar un porqué a la realidad. “Escribir ficción me permitió atreverme a seguir explorando el mismo tema, cuando creía que ya había dicho todo lo que tenía que decir como periodista. Este libro me ha ayudado a recordar que no”, finaliza.

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La rebeldía de Lydia Cacho

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Una de las periodistas y defensoras de derechos humanos en México lleva el tema del tráfico de menores a una novela gráfica: "En busca de Kayla".

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Lydia Cacho asegura que muchos piensan que ella sólo entrevista a mujeres y niñas cuando, en realidad, su trabajo se ha enfocado a un problema de la sociedad en su conjunto. Es uno de los prejuicios a los que se ha enfrentado una de las periodistas más emblemáticas en la lucha por la libertad de expresión y derechos humanos en México, que ha dado voz a las víctimas de las redes de prostitución y trata de blancas. Lleva más de veinte años ejerciendo el periodismo en lo que ella denomina tiempos de crisis. “La pregunta más difícil que he hecho es decirle a alguien, en entrevista, si es consciente de que su vida está en riesgo si habla conmigo. Lo más difícil y conmovedor, porque me han respondido que ‘sí’, lo están”, dice. Autora de libros como Esta boca es mía o Esclavas del poder, Cacho está vestida de negro, sentada en una biblioteca en casa de su amigo Alberto Ruy Sánchez. Ha aceptado esta entrevista luego de anunciarse que ganó el Premio alba/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos, que se suma a una lista de reconocimientos como el Premio Mundial unesco-Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2008 o el World Press International Hero 2010. Fue hace diez años cuando su libro Los demonios del edén puso al descubierto la protección que Jean Succar Kuri recibía de políticos y empresarios mexicanos, sentenciado a 112 años por comandar una red de prostitución y pornografía infantil entre Cancún y Los Ángeles. Cacho enfrentó hostigamientos, secuestro, tortura y persecución, como cuando fue detenida arbitrariamente en 2005 por agentes de la Procuraduría General de Justicia de Puebla en represalia por haber relacionado al empresario Kamel Nacif con la red de Succar Kuri. “Desde muy chica pude reconocer todo tipo de violencia contra las mujeres. Mi mamá era psicóloga y activista, trabajaba con chicos de la calle. Entonces crecí en un ambiente de activismo donde ser ciudadano era algo totalmente natural. No había un discurso detrás. Lo éramos y ya”, dice. Aunque lleva años viviendo en Cancún, fue en el barrio de Mixcoac en la Ciudad de México donde ella creció. Su madre la llevaba a las ciudades perdidas y ella, siendo una niña, sin entender mucho del mundo, se indignaba al ver que otras niñas de su edad no tuvieran qué comer. Veía que en su casa todo era igualitario, pero afuera, en la calle, las cosas eran distintas. “Fui una niña rebelde a la que no le gustaban las cosas que veía. Y en el fondo sigo siendo esa misma persona”, dice. Bajo esa rebeldía, Cacho construyó la mirada con la que ha reporteado. Comenzó trabajando para medios locales en Quintana Roo. Tenía 26 años cuando empezó a hacer entrevistas a mujeres mayas, porque estaba escribiendo sobre la pobreza y la situación política del estado. “Al final todas mis entrevistadas terminaban hablando de cómo había aumentado el abuso infantil por parte de abuelos y padres en sus comunidades. Me metí en el tema para entenderlo, tomé diplomados, y terminé haciendo eco de la voz de las mujeres”, dice. Este año Cacho publica En busca de Kayla, una novela gráfica en colaboración con el artista Patricio Betteo, bajo el sello de Sexto Piso. Se trata ahora de una ficción que cuenta la historia de Myriam, una niña a la que le encantan los libros, jugar beisbol y comer waffles caseros. Un día se entera que su compañera del colegio, Kayla, ha desaparecido. Entonces ella y un grupo de amigos comienzan a investigar lo sucedido, hasta enterarse que Kayla fue engañada a través de las redes sociales por una banda criminal. “Myriam es la muestra de la cantidad de niñas que he conocido en todas mis entrevistas, que tienen una reincidencia tremenda, que no son convencionales, sino listas, rebeldes que escudriñan el mundo de los adultos para entenderlo”, dice. Cacho asegura el libro es un reflejo de lo que está pasando con los niños. “Vas a un salón de clases de sexto de primaria y sorprende los niveles de preocupación que tienen. Yo siempre les pregunto a qué le tienen medio. Y me han respondido cosas como ‘a que me secuestren, me maten, desaparezcan a mis papás, me corten la cabeza’. Esto permeado, desde luego, por las noticias”, dice. En esta ficción, Cacho logró captar cómo los niños viven entre la fantasía y la realidad, intentando interpretar el mundo. Lo que no comprenden, lo imaginan. Así construyó el relato. Myriam y Lydia Cacho no son muy diferentes. Tienen esa mirada que no se conforma con las apariencias, que busca cuestionar y encontrar un porqué a la realidad. “Escribir ficción me permitió atreverme a seguir explorando el mismo tema, cuando creía que ya había dicho todo lo que tenía que decir como periodista. Este libro me ha ayudado a recordar que no”, finaliza.

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Lydia Cacho asegura que muchos piensan que ella sólo entrevista a mujeres y niñas cuando, en realidad, su trabajo se ha enfocado a un problema de la sociedad en su conjunto. Es uno de los prejuicios a los que se ha enfrentado una de las periodistas más emblemáticas en la lucha por la libertad de expresión y derechos humanos en México, que ha dado voz a las víctimas de las redes de prostitución y trata de blancas. Lleva más de veinte años ejerciendo el periodismo en lo que ella denomina tiempos de crisis. “La pregunta más difícil que he hecho es decirle a alguien, en entrevista, si es consciente de que su vida está en riesgo si habla conmigo. Lo más difícil y conmovedor, porque me han respondido que ‘sí’, lo están”, dice. Autora de libros como Esta boca es mía o Esclavas del poder, Cacho está vestida de negro, sentada en una biblioteca en casa de su amigo Alberto Ruy Sánchez. Ha aceptado esta entrevista luego de anunciarse que ganó el Premio alba/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos, que se suma a una lista de reconocimientos como el Premio Mundial unesco-Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2008 o el World Press International Hero 2010. Fue hace diez años cuando su libro Los demonios del edén puso al descubierto la protección que Jean Succar Kuri recibía de políticos y empresarios mexicanos, sentenciado a 112 años por comandar una red de prostitución y pornografía infantil entre Cancún y Los Ángeles. Cacho enfrentó hostigamientos, secuestro, tortura y persecución, como cuando fue detenida arbitrariamente en 2005 por agentes de la Procuraduría General de Justicia de Puebla en represalia por haber relacionado al empresario Kamel Nacif con la red de Succar Kuri. “Desde muy chica pude reconocer todo tipo de violencia contra las mujeres. Mi mamá era psicóloga y activista, trabajaba con chicos de la calle. Entonces crecí en un ambiente de activismo donde ser ciudadano era algo totalmente natural. No había un discurso detrás. Lo éramos y ya”, dice. Aunque lleva años viviendo en Cancún, fue en el barrio de Mixcoac en la Ciudad de México donde ella creció. Su madre la llevaba a las ciudades perdidas y ella, siendo una niña, sin entender mucho del mundo, se indignaba al ver que otras niñas de su edad no tuvieran qué comer. Veía que en su casa todo era igualitario, pero afuera, en la calle, las cosas eran distintas. “Fui una niña rebelde a la que no le gustaban las cosas que veía. Y en el fondo sigo siendo esa misma persona”, dice. Bajo esa rebeldía, Cacho construyó la mirada con la que ha reporteado. Comenzó trabajando para medios locales en Quintana Roo. Tenía 26 años cuando empezó a hacer entrevistas a mujeres mayas, porque estaba escribiendo sobre la pobreza y la situación política del estado. “Al final todas mis entrevistadas terminaban hablando de cómo había aumentado el abuso infantil por parte de abuelos y padres en sus comunidades. Me metí en el tema para entenderlo, tomé diplomados, y terminé haciendo eco de la voz de las mujeres”, dice. Este año Cacho publica En busca de Kayla, una novela gráfica en colaboración con el artista Patricio Betteo, bajo el sello de Sexto Piso. Se trata ahora de una ficción que cuenta la historia de Myriam, una niña a la que le encantan los libros, jugar beisbol y comer waffles caseros. Un día se entera que su compañera del colegio, Kayla, ha desaparecido. Entonces ella y un grupo de amigos comienzan a investigar lo sucedido, hasta enterarse que Kayla fue engañada a través de las redes sociales por una banda criminal. “Myriam es la muestra de la cantidad de niñas que he conocido en todas mis entrevistas, que tienen una reincidencia tremenda, que no son convencionales, sino listas, rebeldes que escudriñan el mundo de los adultos para entenderlo”, dice. Cacho asegura el libro es un reflejo de lo que está pasando con los niños. “Vas a un salón de clases de sexto de primaria y sorprende los niveles de preocupación que tienen. Yo siempre les pregunto a qué le tienen medio. Y me han respondido cosas como ‘a que me secuestren, me maten, desaparezcan a mis papás, me corten la cabeza’. Esto permeado, desde luego, por las noticias”, dice. En esta ficción, Cacho logró captar cómo los niños viven entre la fantasía y la realidad, intentando interpretar el mundo. Lo que no comprenden, lo imaginan. Así construyó el relato. Myriam y Lydia Cacho no son muy diferentes. Tienen esa mirada que no se conforma con las apariencias, que busca cuestionar y encontrar un porqué a la realidad. “Escribir ficción me permitió atreverme a seguir explorando el mismo tema, cuando creía que ya había dicho todo lo que tenía que decir como periodista. Este libro me ha ayudado a recordar que no”, finaliza.

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Lydia Cacho asegura que muchos piensan que ella sólo entrevista a mujeres y niñas cuando, en realidad, su trabajo se ha enfocado a un problema de la sociedad en su conjunto. Es uno de los prejuicios a los que se ha enfrentado una de las periodistas más emblemáticas en la lucha por la libertad de expresión y derechos humanos en México, que ha dado voz a las víctimas de las redes de prostitución y trata de blancas. Lleva más de veinte años ejerciendo el periodismo en lo que ella denomina tiempos de crisis. “La pregunta más difícil que he hecho es decirle a alguien, en entrevista, si es consciente de que su vida está en riesgo si habla conmigo. Lo más difícil y conmovedor, porque me han respondido que ‘sí’, lo están”, dice. Autora de libros como Esta boca es mía o Esclavas del poder, Cacho está vestida de negro, sentada en una biblioteca en casa de su amigo Alberto Ruy Sánchez. Ha aceptado esta entrevista luego de anunciarse que ganó el Premio alba/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos, que se suma a una lista de reconocimientos como el Premio Mundial unesco-Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2008 o el World Press International Hero 2010. Fue hace diez años cuando su libro Los demonios del edén puso al descubierto la protección que Jean Succar Kuri recibía de políticos y empresarios mexicanos, sentenciado a 112 años por comandar una red de prostitución y pornografía infantil entre Cancún y Los Ángeles. Cacho enfrentó hostigamientos, secuestro, tortura y persecución, como cuando fue detenida arbitrariamente en 2005 por agentes de la Procuraduría General de Justicia de Puebla en represalia por haber relacionado al empresario Kamel Nacif con la red de Succar Kuri. “Desde muy chica pude reconocer todo tipo de violencia contra las mujeres. Mi mamá era psicóloga y activista, trabajaba con chicos de la calle. Entonces crecí en un ambiente de activismo donde ser ciudadano era algo totalmente natural. No había un discurso detrás. Lo éramos y ya”, dice. Aunque lleva años viviendo en Cancún, fue en el barrio de Mixcoac en la Ciudad de México donde ella creció. Su madre la llevaba a las ciudades perdidas y ella, siendo una niña, sin entender mucho del mundo, se indignaba al ver que otras niñas de su edad no tuvieran qué comer. Veía que en su casa todo era igualitario, pero afuera, en la calle, las cosas eran distintas. “Fui una niña rebelde a la que no le gustaban las cosas que veía. Y en el fondo sigo siendo esa misma persona”, dice. Bajo esa rebeldía, Cacho construyó la mirada con la que ha reporteado. Comenzó trabajando para medios locales en Quintana Roo. Tenía 26 años cuando empezó a hacer entrevistas a mujeres mayas, porque estaba escribiendo sobre la pobreza y la situación política del estado. “Al final todas mis entrevistadas terminaban hablando de cómo había aumentado el abuso infantil por parte de abuelos y padres en sus comunidades. Me metí en el tema para entenderlo, tomé diplomados, y terminé haciendo eco de la voz de las mujeres”, dice. Este año Cacho publica En busca de Kayla, una novela gráfica en colaboración con el artista Patricio Betteo, bajo el sello de Sexto Piso. Se trata ahora de una ficción que cuenta la historia de Myriam, una niña a la que le encantan los libros, jugar beisbol y comer waffles caseros. Un día se entera que su compañera del colegio, Kayla, ha desaparecido. Entonces ella y un grupo de amigos comienzan a investigar lo sucedido, hasta enterarse que Kayla fue engañada a través de las redes sociales por una banda criminal. “Myriam es la muestra de la cantidad de niñas que he conocido en todas mis entrevistas, que tienen una reincidencia tremenda, que no son convencionales, sino listas, rebeldes que escudriñan el mundo de los adultos para entenderlo”, dice. Cacho asegura el libro es un reflejo de lo que está pasando con los niños. “Vas a un salón de clases de sexto de primaria y sorprende los niveles de preocupación que tienen. Yo siempre les pregunto a qué le tienen medio. Y me han respondido cosas como ‘a que me secuestren, me maten, desaparezcan a mis papás, me corten la cabeza’. Esto permeado, desde luego, por las noticias”, dice. En esta ficción, Cacho logró captar cómo los niños viven entre la fantasía y la realidad, intentando interpretar el mundo. Lo que no comprenden, lo imaginan. Así construyó el relato. Myriam y Lydia Cacho no son muy diferentes. Tienen esa mirada que no se conforma con las apariencias, que busca cuestionar y encontrar un porqué a la realidad. “Escribir ficción me permitió atreverme a seguir explorando el mismo tema, cuando creía que ya había dicho todo lo que tenía que decir como periodista. Este libro me ha ayudado a recordar que no”, finaliza.

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