Picos de metal en las bardas bajas, donde la gente ya no puede sentarse, bancas seccionadas en asientos individuales para que nadie pueda acostarse y dormir en ellas: la Ciudad de México contiene varios ejemplos de arquitectura hostil que excluyen a una parte de la población —sobre todo, a las personas sin hogar—. A todo esto se opone el urbanismo táctico, creando soluciones colectivas que nos integran como habitantes. La ciudad es de todos.