Ver un burro en Bogotá es “como encontrarse un trébol de cuatro hojas”, dice el autor de esta crónica, y es que la decidida urbanización de la ciudad ha extinguido hasta las últimas costumbres campesinas, salvo por un hombre y un burro, retratados en este texto. A la par, el gobierno declaró que los cerros orientales, contiguos a Bogotá, debían ser exclusivamente una reserva forestal, poniendo en riesgo de desalojo a los campesinos que habitan en ellos y a sus formas de vida.