Tres décadas después del levantamiento del EZLN, más de mil peregrinos —hablantes de lenguas originarias, jubilados de las guerrillas latinoamericanas, europeos en busca de una geografía sin mapas, cristianos ajenos a la jerarquía eclesiástica, románticos entregados a la tarea de mejorar el mundo— se reunieron en Dolores Hidalgo, Chiapas, para renovar la esperanza en una lucha que perdura: “Vamos despacio —afirman los zapatistas— porque el camino es largo”.