El futuro es verde
La sustentabilidad como vía de cambio.
La sustentabilidad ha dejado de verse como una tendencia para ingenieros, urbanistas y arquitectos. Hoy, más que nunca, es una necesidad. Por eso hicimos un recuento con algunos proyectos que se han desarrollado para provocar un cambio en sus respectivas ciudades (y en la gente que las habita).
En una entrevista con BBC en octubre, Terri Willis, directora ejecutiva del Consejo Mundial de la Construcción Verde, reconoció que sólo los edificios (desde la construcción hasta el funcionamiento) producen más de una tercera parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, de acuerdo con C40, una organización integrada por los alcaldes de las 40 urbes más grandes del planeta, las ciudades aportarán 74 % de las emisiones contaminantes durante los próximos años. Esto hace de la planeación urbana un asunto determinante.
“Los diseñadores de los edificios tienen un efecto enorme en toda la ciudad y en la vida de las personas que pasan por el edificio cada día”, explica Nicolette Mueller, directora del Consejo de Construcción Verde de Estados Unidos para América Latina. Algunas ciudades que ya han puesto manos a la obra en esta región son Santiago de Chile, Bogotá, Medellín, Lima, São Paulo, Río de Janeiro y Curitiba, de acuerdo con Mueller.
En nuestro país, Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara son las urbes que están realizando más cambios para reducir su impacto ambiental. ¿Cómo se logra? Esto es lo que los arquitectos y urbanistas en México y en el mundo hacen para tener ciudades más verdes.
Los ingredientes de la sustentabilidad
En el ámbito internacional hay un parámetro para saber qué tan sustentable es un edificio: se trata de la certificación LEED (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental, en inglés), otorgada por el Consejo de la Construcción Verde de Estados Unidos (US Green Building Council) desde hace 20 años.
“La construcción debería ser sustentable. No tendría que ser un concepto distinto, debería venir integrado al momento de planear una construcción de manera que no sea una adición”, dice Alejandra Cabrera, ceo de SUme, asociación sin fines de lucro que funciona como un espacio vinculante entre autoridades, sociedad e iniciativa privada para contribuir a la creación de sistemas nacionales de certificación para los diferentes nichos del mercado.
Cabrera compara esto con la evolución de la televisión. En la década de los setenta, la gente se debatía entre comprar un televisor a color o uno en blanco y negro. Sin embargo, ahora nadie se hace esa pregunta, pues sólo existe una opción. Para la especialista, lo mismo debería pasar en la construcción. Uno de los objetivos principales de SUme es hacer que los dueños de los inmuebles, arquitectos, diseñadores e ingenieros se sienten desde un principio a planear proyectos que sean sustentables tanto en la construcción como en la operación.
El primer requisito que debe cumplir un proyecto sustentable es la ubicación; idealmente, debe tener buena conectividad con las opciones de transporte público, para tener maneras de llegar alternativas y distintas del automóvil. Ésa es la razón por la que los rascacielos de Reforma, cercanos al Metrobús, al metro y a distintas ciclovías, normalmente son bien evaluados en ese ramo.
Si los edificios captan y aprovechan el agua proveniente de la lluvia, tienen una palomita más. Un sistema de conexión de agua pluvial permite que el líquido se utilice en los baños o para regar las áreas verdes. Sin embargo, las medidas hacia la sustentabilidad también pueden ser tan sencillas como integrar jardines con las especies adecuadas: plantas como las suculentas son fáciles de mantener y no necesitan mucha agua para su cuidado. “Otro aspecto muy básico es tener medidores de agua. En México no estamos acostumbrados a éstos y, por ende, la gente no sabe cuánto consume”, agrega Cabrera.
La contaminación durante la fase de construcción es otro factor que se debe tomar en cuenta y el uso de materiales locales puede ayudar a aminorar sus consecuencias negativas. “Tenemos la creencia de que muchos materiales que cumplen con las características que pide la certificación LEED tienen que venir del exterior, cuando, en realidad, muchos ya se fabrican en México”, señala Cabrera. Este punto también incluye los planes de manejo de residuos para que sean reciclados y reutilizados. La innovación en el diseño y la prioridad regional son otros aspectos que se toman en cuenta para la certificación.
Aunque muchos de estos lineamientos sólo aplican para nuevos proyectos, esto no significa que los edificios antiguos no puedan dar lecciones sobre cómo construir de manera sustentable. El Antiguo Palacio del Ayuntamiento, por ejemplo, cuenta con techos muy altos (lo cual permite que se mantenga fresco en el verano) y muros de piedra gruesos (que guardan el calor durante el invierno).
Respeto al entorno
¿Cómo conciliar la arquitectura, el diseño de interiores y la ingeniería civil? Con esa idea en mente, Carlos Patrón, su hermana Ana y su primo Alejandro —un arquitecto, una diseñadora de interiores y un ingeniero civil— unieron sus talentos en 2011 para ofrecer servicios que integraran las habilidades e inquietudes de los tres. Así nació el Taller de Arquitectura Conceptual (taco), en Mérida, Yucatán.
El equipo de trabajo de taco no sólo está integrado por arquitectos, ingenieros y diseñadores, sino también por oficiales de albañilería, carpintería, herrería y cancelería. Según Carlos, “toda construcción que aspire a ser considerada arquitectura deber ser sustentable”. Sin embargo, para él la sustentabilidad va más allá de la instalación de paneles solares, el uso de tecnologías ahorradoras de agua o las certificaciones. Su concepción es simple: sustentabilidad es respetar el entorno, adaptar la obra al lugar donde se encuentra.
Taco desarrolla el análisis contextual de cada proyecto —la mayoría en la región sureste de México— de acuerdo con dicho principio de respeto al entorno urbano y natural. Éste abarca desde los factores tangibles, como la naturaleza y el entorno construido, hasta los aspectos intangibles, como la cultura, la historia, las particularidades de los usuarios y el factor económico. Los miembros del taller tienen una misión a largo plazo: lograr que sus edificios representen el momento histórico y el punto geográfico de su construcción.
El empleo de materiales locales y auténticos es clave para lograr este objetivo. “No usamos imitaciones porque cada elemento es distinto. La madera, por ejemplo, tiene un olor especial, cierto sonido cuando la pisas. Puedes engañar al ojo, pero no al resto de los sentidos”, explica Carlos. Uno de los recursos estrella en sus proyectos es el concreto desbastado; este material permeable se elabora con la gravilla de cada sitio y permite que el agua regrese al subsuelo.
Hay dos proyectos que sintetizan la visión de taco perfectamente. El primero es Casa Gabriela, ubicada en una zona de reciente urbanización en Mérida. Esta residencia —construida con base en bloques de cemento, viguetas y bovedillas— fue planeada como un refugio contra el calor de la capital yucateca. Las dobles alturas cuentan con aperturas en el techo, lo cual favorece la salida del aire caliente y brinda una temperatura interior confortable sin necesidad de utilizar medios artificiales para regularla. Uno de sus elementos más distintivos es la plazoleta que se forma en conjunto con los muros vecinos, la cual fue diseñada a manera de espacio público y que, además, es una característica de la arquitectura tradicional yucateca que contribuye a la seguridad de los vecindarios.
Sin embargo, la propia sede del taller es la obra que mejor cumple su objetivo contextual. Rodeada de vegetación endémica, la propiedad ofrece un espacio multifuncional con un ambiente doméstico y cálido. “No sólo queríamos un espacio de trabajo, sino también que sirviera como un showroom para que los clientes entiendan de manera presencial y directa lo que queremos lograr”, afirma Carlos.
Segundas oportunidades
La construcción verde no sólo se enfoca en la edificación, sino que también voltea hacia el rescate del espacio urbano. El Grupo de Desarrollo Urbano (GDU fundado por el arquitecto Mario Schjetnan, es prueba de ello. El despacho ha trabajado por más de 40 años con una filosofía de compromiso ético, estético y ambiental, en cuanto a cómo el desarrollo afecta el entorno. “Nuestro despacho se ha caracterizado por esa línea de compromiso que va más allá de una filosofía. Somos un grupo de arquitectos a los que nos gusta hacer y construir con esta metodología”, declaró Schjetnan en una entrevista con el sitio Obrasweb, en 2016.
GDU se caracteriza por combinar el paisajismo con el urbanismo. Uno de sus proyectos emblema es el Jardín Natura del Parque Bicentenario, una serie de jardines botánicos que representan los nueve biomas más significativos de México (construidos en los terrenos de lo que fue la refinería de Azcapotzalco). Cuatro de ellos son áreas abiertas; tres son invernaderos con bioclimas internos, retención de agua de lluvia y sistema de vapor de agua para su propio riego. El último es un orquidiario creado dentro de una cisterna —ahora adaptada—, con rampas flotantes que recorren el largo total del espacio.
El despacho de Schjetnan, quien recibió el premio Sir Geoffrey Jellicoe, en 2015, por su trayectoria como paisajista, también fue el encargado de darle nueva vida a la segunda sección del Bosque de Chapultepec. En la entrevista antes citada, el arquitecto resaltó que la renovación marcó un parteaguas por tres razones principales. La primera, el incremento en la participación ciudadana: “La observación, el seguimiento y la supervisión de los habitantes de la ciudad le han dado una gran continuidad al proyecto”, afirmó. La segunda se refiere a la magnitud de la remodelación. Según el paisajista, en el Bosque de Chapultepec se ha hecho un cambio “desde las entrañas”, que ha respetado el contexto y va más allá de meros cambios estéticos. La última razón tiene que ver con el tiempo de planeación del proyecto, —poco más de 13 años—, hasta llegar a un resultado que fuera ideal para todos los involucrados.
Hoy, GDU trabaja en el rescate de otros dos espacios públicos: el Parque Tezozómoc, en la alcaldía de Azcapotzalco, y el Parque Japón, en la alcaldía de Álvaro Obregón. Schjetnan también fue el encargado de diseñar el Parque La Mexicana, un espacio de recreación y cuidado ambiental de 28 hectáreas, ubicado en el corazón de Santa Fe.
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