El milagro de caminar

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04
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20
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Tiempo de Lectura: 00 min
Texto de
Fotografía de
Realización de
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Traducción de

Para el laureado de los Premios Rolex a la Iniciativa 2019, los sueños y la imaginación son los únicos límites cuando se trata deimaginar mundos posibles.

Premios Rolex a la Iniciativa reconoce el trabajo de un neurocientífico francés residente en Suiza, Grégoire Courtine, que está ayudando a pacientes paralíticos a volver a caminar. Lo hace a tráves de un enlace tecnológico entre el cerebro y la médula espinal.Si pensamos en milagros, ¿qué podría ser más “milagroso” que presenciar cómo vuelve a caminar alguien que lleva años postrado en una silla de ruedas? La escena parece perfecta para una película o un libro, de hecho, es algo que ha estado sucediendo en los últimos meses en Suiza, en el laboratorio de Grégoire Courtine, un neurocientífico francés que ha dedicado su vida a estudiar las lesiones de la médula espinal que causan la parálisis con el fin de encontrar una manera de revertirlas.

Su perfil es una mezcla entre física y medicina, comenzó trabajando para la Christopher & Dana Reeve Foundation, en Estados Unidos, donde una plática con Christopher lo llevó a plantearse una meta: buscar una solución más pragmática a las lesiones medulares. Courtine buscó desde entonces terapias alternativas, que no pusieran el foco en reconectar los tejidos de las lesiones y fue así como encontró otro camino.Courtine explica su idea con una metáfora. Imaginar el sistema de locomoción de un coche. El motor es la médula espinal, la transmisión se interrumpe y el motor se apaga. ¿Cómo se puede reanimar el motor? Se necesitan tres cosas: combustible, accionar el acelerador y dirigir el coche. El combustible que hace falta se substituye con agentes farmacológicos que preparan a las neuronas en la médula para trabajar y en lugar del pedal se recurre a una estimulación eléctrica —un electrodo en la espina dorsal—.[caption id="attachment_247975" align="aligncenter" width="1280"]

Grégoire Courtine ha dedicado su vida a estudiar las lesiones de la médula espinal que causan parálisis con el fin de revertir el daño.[/caption]El equipo de Courtine tardó muchos años en conseguir una “neuroprótesis electroquímica”, un aparato que despierta a la red neuronal que está adormilada o que no reacciona. Sus primeras pruebas y experimentos las hicieron con ratones. Y aunque en un primer momento fueron exitosos, pues los ratones volvieron a caminar cuando recibían un estímulo, estaba faltando la manera de dirigir el movimiento o de darle autonomía. Courtine cuenta que antes de dar en el clavo, tuvo muchos fracasos pero que todos ellos fueron también parte del aprendizaje. Finalmente, utilizando una especie de robot que le diera autonomía a los ratones a la hora de elegir sus movimientos, el sistema completo entró en funcionamiento. Lo más sorprendente fue lo que su laboratorio descubrió después, y es que este sistema de movilidad animó al cerebro a generar nuevas conexiones; es decir, que los circuitos estaban llevando la información del cerebro más allá de la lesión, restaurando el control cortical.[caption id="attachment_247973" align="aligncenter" width="1280"]

El reto de Grégoire Courtine es conectar el cerebro de sus pacientes con un estimulador eléctrico: un puente digital que ayude a recuperar el control voluntario.[/caption]En una TED Talk de 2013, Courtine explicaba todos estos avances y confesaba no estar seguro aún de cómo traducir esto en pacientes humanos. Siete años más tarde, estas terapias no solamente son una realidad, sino que están pasando ya a la segunda fase, cuando los pacientes empiezan a trabajar con la plasticidad del cerebro y de la médula espinal, y esas nuevas conexiones empiezan a activarse. Muchos de los pacientes que hoy trabajan con Courtine están logrando dar pasos fuera del laboratorio, aunque hasta la fecha los estímulos eléctricos vienen de fuera. Hoy su reto es conectar el cerebro —los pensamientos del paciente— con el estimulador eléctrico: construir un puente digital entre el cerebro y la médula para poder recuperar el control voluntario.

Courtine, que es un soñador, imagina además que estas terapias podrían aplicarse a otros desórdenes neurológicos, utilizando neuroprótesis personalizadas. Se trata, dice el francés, no de remplazar la función perdida sino de ayudar al cerebro a ayudarse a sí mismo. Para el laureado de los Premios Rolex a la Iniciativa 2019, los sueños y nuestra imaginación son los únicos límites cuando se trata de imaginar otros mundos posibles. Más información de éste y otros proyectos en rolex.org.

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Para el laureado de los Premios Rolex a la Iniciativa 2019, los sueños y la imaginación son los únicos límites cuando se trata deimaginar mundos posibles.

Premios Rolex a la Iniciativa reconoce el trabajo de un neurocientífico francés residente en Suiza, Grégoire Courtine, que está ayudando a pacientes paralíticos a volver a caminar. Lo hace a tráves de un enlace tecnológico entre el cerebro y la médula espinal.Si pensamos en milagros, ¿qué podría ser más “milagroso” que presenciar cómo vuelve a caminar alguien que lleva años postrado en una silla de ruedas? La escena parece perfecta para una película o un libro, de hecho, es algo que ha estado sucediendo en los últimos meses en Suiza, en el laboratorio de Grégoire Courtine, un neurocientífico francés que ha dedicado su vida a estudiar las lesiones de la médula espinal que causan la parálisis con el fin de encontrar una manera de revertirlas.

Su perfil es una mezcla entre física y medicina, comenzó trabajando para la Christopher & Dana Reeve Foundation, en Estados Unidos, donde una plática con Christopher lo llevó a plantearse una meta: buscar una solución más pragmática a las lesiones medulares. Courtine buscó desde entonces terapias alternativas, que no pusieran el foco en reconectar los tejidos de las lesiones y fue así como encontró otro camino.Courtine explica su idea con una metáfora. Imaginar el sistema de locomoción de un coche. El motor es la médula espinal, la transmisión se interrumpe y el motor se apaga. ¿Cómo se puede reanimar el motor? Se necesitan tres cosas: combustible, accionar el acelerador y dirigir el coche. El combustible que hace falta se substituye con agentes farmacológicos que preparan a las neuronas en la médula para trabajar y en lugar del pedal se recurre a una estimulación eléctrica —un electrodo en la espina dorsal—.[caption id="attachment_247975" align="aligncenter" width="1280"]

Grégoire Courtine ha dedicado su vida a estudiar las lesiones de la médula espinal que causan parálisis con el fin de revertir el daño.[/caption]El equipo de Courtine tardó muchos años en conseguir una “neuroprótesis electroquímica”, un aparato que despierta a la red neuronal que está adormilada o que no reacciona. Sus primeras pruebas y experimentos las hicieron con ratones. Y aunque en un primer momento fueron exitosos, pues los ratones volvieron a caminar cuando recibían un estímulo, estaba faltando la manera de dirigir el movimiento o de darle autonomía. Courtine cuenta que antes de dar en el clavo, tuvo muchos fracasos pero que todos ellos fueron también parte del aprendizaje. Finalmente, utilizando una especie de robot que le diera autonomía a los ratones a la hora de elegir sus movimientos, el sistema completo entró en funcionamiento. Lo más sorprendente fue lo que su laboratorio descubrió después, y es que este sistema de movilidad animó al cerebro a generar nuevas conexiones; es decir, que los circuitos estaban llevando la información del cerebro más allá de la lesión, restaurando el control cortical.[caption id="attachment_247973" align="aligncenter" width="1280"]

El reto de Grégoire Courtine es conectar el cerebro de sus pacientes con un estimulador eléctrico: un puente digital que ayude a recuperar el control voluntario.[/caption]En una TED Talk de 2013, Courtine explicaba todos estos avances y confesaba no estar seguro aún de cómo traducir esto en pacientes humanos. Siete años más tarde, estas terapias no solamente son una realidad, sino que están pasando ya a la segunda fase, cuando los pacientes empiezan a trabajar con la plasticidad del cerebro y de la médula espinal, y esas nuevas conexiones empiezan a activarse. Muchos de los pacientes que hoy trabajan con Courtine están logrando dar pasos fuera del laboratorio, aunque hasta la fecha los estímulos eléctricos vienen de fuera. Hoy su reto es conectar el cerebro —los pensamientos del paciente— con el estimulador eléctrico: construir un puente digital entre el cerebro y la médula para poder recuperar el control voluntario.

Courtine, que es un soñador, imagina además que estas terapias podrían aplicarse a otros desórdenes neurológicos, utilizando neuroprótesis personalizadas. Se trata, dice el francés, no de remplazar la función perdida sino de ayudar al cerebro a ayudarse a sí mismo. Para el laureado de los Premios Rolex a la Iniciativa 2019, los sueños y nuestra imaginación son los únicos límites cuando se trata de imaginar otros mundos posibles. Más información de éste y otros proyectos en rolex.org.

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Premios Rolex a la Iniciativa reconoce el trabajo de un neurocientífico francés residente en Suiza, Grégoire Courtine, que está ayudando a pacientes paralíticos a volver a caminar. Lo hace a tráves de un enlace tecnológico entre el cerebro y la médula espinal.Si pensamos en milagros, ¿qué podría ser más “milagroso” que presenciar cómo vuelve a caminar alguien que lleva años postrado en una silla de ruedas? La escena parece perfecta para una película o un libro, de hecho, es algo que ha estado sucediendo en los últimos meses en Suiza, en el laboratorio de Grégoire Courtine, un neurocientífico francés que ha dedicado su vida a estudiar las lesiones de la médula espinal que causan la parálisis con el fin de encontrar una manera de revertirlas.

Su perfil es una mezcla entre física y medicina, comenzó trabajando para la Christopher & Dana Reeve Foundation, en Estados Unidos, donde una plática con Christopher lo llevó a plantearse una meta: buscar una solución más pragmática a las lesiones medulares. Courtine buscó desde entonces terapias alternativas, que no pusieran el foco en reconectar los tejidos de las lesiones y fue así como encontró otro camino.Courtine explica su idea con una metáfora. Imaginar el sistema de locomoción de un coche. El motor es la médula espinal, la transmisión se interrumpe y el motor se apaga. ¿Cómo se puede reanimar el motor? Se necesitan tres cosas: combustible, accionar el acelerador y dirigir el coche. El combustible que hace falta se substituye con agentes farmacológicos que preparan a las neuronas en la médula para trabajar y en lugar del pedal se recurre a una estimulación eléctrica —un electrodo en la espina dorsal—.[caption id="attachment_247975" align="aligncenter" width="1280"]

Grégoire Courtine ha dedicado su vida a estudiar las lesiones de la médula espinal que causan parálisis con el fin de revertir el daño.[/caption]El equipo de Courtine tardó muchos años en conseguir una “neuroprótesis electroquímica”, un aparato que despierta a la red neuronal que está adormilada o que no reacciona. Sus primeras pruebas y experimentos las hicieron con ratones. Y aunque en un primer momento fueron exitosos, pues los ratones volvieron a caminar cuando recibían un estímulo, estaba faltando la manera de dirigir el movimiento o de darle autonomía. Courtine cuenta que antes de dar en el clavo, tuvo muchos fracasos pero que todos ellos fueron también parte del aprendizaje. Finalmente, utilizando una especie de robot que le diera autonomía a los ratones a la hora de elegir sus movimientos, el sistema completo entró en funcionamiento. Lo más sorprendente fue lo que su laboratorio descubrió después, y es que este sistema de movilidad animó al cerebro a generar nuevas conexiones; es decir, que los circuitos estaban llevando la información del cerebro más allá de la lesión, restaurando el control cortical.[caption id="attachment_247973" align="aligncenter" width="1280"]

El reto de Grégoire Courtine es conectar el cerebro de sus pacientes con un estimulador eléctrico: un puente digital que ayude a recuperar el control voluntario.[/caption]En una TED Talk de 2013, Courtine explicaba todos estos avances y confesaba no estar seguro aún de cómo traducir esto en pacientes humanos. Siete años más tarde, estas terapias no solamente son una realidad, sino que están pasando ya a la segunda fase, cuando los pacientes empiezan a trabajar con la plasticidad del cerebro y de la médula espinal, y esas nuevas conexiones empiezan a activarse. Muchos de los pacientes que hoy trabajan con Courtine están logrando dar pasos fuera del laboratorio, aunque hasta la fecha los estímulos eléctricos vienen de fuera. Hoy su reto es conectar el cerebro —los pensamientos del paciente— con el estimulador eléctrico: construir un puente digital entre el cerebro y la médula para poder recuperar el control voluntario.

Courtine, que es un soñador, imagina además que estas terapias podrían aplicarse a otros desórdenes neurológicos, utilizando neuroprótesis personalizadas. Se trata, dice el francés, no de remplazar la función perdida sino de ayudar al cerebro a ayudarse a sí mismo. Para el laureado de los Premios Rolex a la Iniciativa 2019, los sueños y nuestra imaginación son los únicos límites cuando se trata de imaginar otros mundos posibles. Más información de éste y otros proyectos en rolex.org.

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Su perfil es una mezcla entre física y medicina, comenzó trabajando para la Christopher & Dana Reeve Foundation, en Estados Unidos, donde una plática con Christopher lo llevó a plantearse una meta: buscar una solución más pragmática a las lesiones medulares. Courtine buscó desde entonces terapias alternativas, que no pusieran el foco en reconectar los tejidos de las lesiones y fue así como encontró otro camino.Courtine explica su idea con una metáfora. Imaginar el sistema de locomoción de un coche. El motor es la médula espinal, la transmisión se interrumpe y el motor se apaga. ¿Cómo se puede reanimar el motor? Se necesitan tres cosas: combustible, accionar el acelerador y dirigir el coche. El combustible que hace falta se substituye con agentes farmacológicos que preparan a las neuronas en la médula para trabajar y en lugar del pedal se recurre a una estimulación eléctrica —un electrodo en la espina dorsal—.[caption id="attachment_247975" align="aligncenter" width="1280"]

Grégoire Courtine ha dedicado su vida a estudiar las lesiones de la médula espinal que causan parálisis con el fin de revertir el daño.[/caption]El equipo de Courtine tardó muchos años en conseguir una “neuroprótesis electroquímica”, un aparato que despierta a la red neuronal que está adormilada o que no reacciona. Sus primeras pruebas y experimentos las hicieron con ratones. Y aunque en un primer momento fueron exitosos, pues los ratones volvieron a caminar cuando recibían un estímulo, estaba faltando la manera de dirigir el movimiento o de darle autonomía. Courtine cuenta que antes de dar en el clavo, tuvo muchos fracasos pero que todos ellos fueron también parte del aprendizaje. Finalmente, utilizando una especie de robot que le diera autonomía a los ratones a la hora de elegir sus movimientos, el sistema completo entró en funcionamiento. Lo más sorprendente fue lo que su laboratorio descubrió después, y es que este sistema de movilidad animó al cerebro a generar nuevas conexiones; es decir, que los circuitos estaban llevando la información del cerebro más allá de la lesión, restaurando el control cortical.[caption id="attachment_247973" align="aligncenter" width="1280"]

El reto de Grégoire Courtine es conectar el cerebro de sus pacientes con un estimulador eléctrico: un puente digital que ayude a recuperar el control voluntario.[/caption]En una TED Talk de 2013, Courtine explicaba todos estos avances y confesaba no estar seguro aún de cómo traducir esto en pacientes humanos. Siete años más tarde, estas terapias no solamente son una realidad, sino que están pasando ya a la segunda fase, cuando los pacientes empiezan a trabajar con la plasticidad del cerebro y de la médula espinal, y esas nuevas conexiones empiezan a activarse. Muchos de los pacientes que hoy trabajan con Courtine están logrando dar pasos fuera del laboratorio, aunque hasta la fecha los estímulos eléctricos vienen de fuera. Hoy su reto es conectar el cerebro —los pensamientos del paciente— con el estimulador eléctrico: construir un puente digital entre el cerebro y la médula para poder recuperar el control voluntario.

Courtine, que es un soñador, imagina además que estas terapias podrían aplicarse a otros desórdenes neurológicos, utilizando neuroprótesis personalizadas. Se trata, dice el francés, no de remplazar la función perdida sino de ayudar al cerebro a ayudarse a sí mismo. Para el laureado de los Premios Rolex a la Iniciativa 2019, los sueños y nuestra imaginación son los únicos límites cuando se trata de imaginar otros mundos posibles. Más información de éste y otros proyectos en rolex.org.

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Su perfil es una mezcla entre física y medicina, comenzó trabajando para la Christopher & Dana Reeve Foundation, en Estados Unidos, donde una plática con Christopher lo llevó a plantearse una meta: buscar una solución más pragmática a las lesiones medulares. Courtine buscó desde entonces terapias alternativas, que no pusieran el foco en reconectar los tejidos de las lesiones y fue así como encontró otro camino.Courtine explica su idea con una metáfora. Imaginar el sistema de locomoción de un coche. El motor es la médula espinal, la transmisión se interrumpe y el motor se apaga. ¿Cómo se puede reanimar el motor? Se necesitan tres cosas: combustible, accionar el acelerador y dirigir el coche. El combustible que hace falta se substituye con agentes farmacológicos que preparan a las neuronas en la médula para trabajar y en lugar del pedal se recurre a una estimulación eléctrica —un electrodo en la espina dorsal—.[caption id="attachment_247975" align="aligncenter" width="1280"]

Grégoire Courtine ha dedicado su vida a estudiar las lesiones de la médula espinal que causan parálisis con el fin de revertir el daño.[/caption]El equipo de Courtine tardó muchos años en conseguir una “neuroprótesis electroquímica”, un aparato que despierta a la red neuronal que está adormilada o que no reacciona. Sus primeras pruebas y experimentos las hicieron con ratones. Y aunque en un primer momento fueron exitosos, pues los ratones volvieron a caminar cuando recibían un estímulo, estaba faltando la manera de dirigir el movimiento o de darle autonomía. Courtine cuenta que antes de dar en el clavo, tuvo muchos fracasos pero que todos ellos fueron también parte del aprendizaje. Finalmente, utilizando una especie de robot que le diera autonomía a los ratones a la hora de elegir sus movimientos, el sistema completo entró en funcionamiento. Lo más sorprendente fue lo que su laboratorio descubrió después, y es que este sistema de movilidad animó al cerebro a generar nuevas conexiones; es decir, que los circuitos estaban llevando la información del cerebro más allá de la lesión, restaurando el control cortical.[caption id="attachment_247973" align="aligncenter" width="1280"]

El reto de Grégoire Courtine es conectar el cerebro de sus pacientes con un estimulador eléctrico: un puente digital que ayude a recuperar el control voluntario.[/caption]En una TED Talk de 2013, Courtine explicaba todos estos avances y confesaba no estar seguro aún de cómo traducir esto en pacientes humanos. Siete años más tarde, estas terapias no solamente son una realidad, sino que están pasando ya a la segunda fase, cuando los pacientes empiezan a trabajar con la plasticidad del cerebro y de la médula espinal, y esas nuevas conexiones empiezan a activarse. Muchos de los pacientes que hoy trabajan con Courtine están logrando dar pasos fuera del laboratorio, aunque hasta la fecha los estímulos eléctricos vienen de fuera. Hoy su reto es conectar el cerebro —los pensamientos del paciente— con el estimulador eléctrico: construir un puente digital entre el cerebro y la médula para poder recuperar el control voluntario.

Courtine, que es un soñador, imagina además que estas terapias podrían aplicarse a otros desórdenes neurológicos, utilizando neuroprótesis personalizadas. Se trata, dice el francés, no de remplazar la función perdida sino de ayudar al cerebro a ayudarse a sí mismo. Para el laureado de los Premios Rolex a la Iniciativa 2019, los sueños y nuestra imaginación son los únicos límites cuando se trata de imaginar otros mundos posibles. Más información de éste y otros proyectos en rolex.org.

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Su perfil es una mezcla entre física y medicina, comenzó trabajando para la Christopher & Dana Reeve Foundation, en Estados Unidos, donde una plática con Christopher lo llevó a plantearse una meta: buscar una solución más pragmática a las lesiones medulares. Courtine buscó desde entonces terapias alternativas, que no pusieran el foco en reconectar los tejidos de las lesiones y fue así como encontró otro camino.Courtine explica su idea con una metáfora. Imaginar el sistema de locomoción de un coche. El motor es la médula espinal, la transmisión se interrumpe y el motor se apaga. ¿Cómo se puede reanimar el motor? Se necesitan tres cosas: combustible, accionar el acelerador y dirigir el coche. El combustible que hace falta se substituye con agentes farmacológicos que preparan a las neuronas en la médula para trabajar y en lugar del pedal se recurre a una estimulación eléctrica —un electrodo en la espina dorsal—.[caption id="attachment_247975" align="aligncenter" width="1280"]

Grégoire Courtine ha dedicado su vida a estudiar las lesiones de la médula espinal que causan parálisis con el fin de revertir el daño.[/caption]El equipo de Courtine tardó muchos años en conseguir una “neuroprótesis electroquímica”, un aparato que despierta a la red neuronal que está adormilada o que no reacciona. Sus primeras pruebas y experimentos las hicieron con ratones. Y aunque en un primer momento fueron exitosos, pues los ratones volvieron a caminar cuando recibían un estímulo, estaba faltando la manera de dirigir el movimiento o de darle autonomía. Courtine cuenta que antes de dar en el clavo, tuvo muchos fracasos pero que todos ellos fueron también parte del aprendizaje. Finalmente, utilizando una especie de robot que le diera autonomía a los ratones a la hora de elegir sus movimientos, el sistema completo entró en funcionamiento. Lo más sorprendente fue lo que su laboratorio descubrió después, y es que este sistema de movilidad animó al cerebro a generar nuevas conexiones; es decir, que los circuitos estaban llevando la información del cerebro más allá de la lesión, restaurando el control cortical.[caption id="attachment_247973" align="aligncenter" width="1280"]

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