La ruta de los conventos de Morelos, un itinerario histórico
Su contigüidad con la Ciudad de México ha convertido a Morelos en uno de los estados más explorados por los capitalinos. Se trata de un lugar con una herencia fascinante, como la historia detrás de sus vestigios arquitectónicos que se puede apreciar en la ruta de los conventos de Morelos.
Entre las muchas actividades que puede incluir un itinerario por el estado, esta ruta es un recorrido por algunos de los templos católicos más importantes del país. El Convento Franciscano de Nuestra Señora de la Asunción —actualmente, la Catedral de Cuernavaca— es el punto de inicio; a 400 años de su edificación, aún conserva algunos pasajes de esa religión plasmados en murales artísticos. Entre ellos, la historia del primer mártir novohispano, Felipe de Jesús, quien intentó llevar la evangelización a Japón. Para continuar, el místico Tepoztlán resguarda el Convento de Nuestra Señora de la Natividad. Construido por indígenas tepoztecos bajo la dirección de monjes dominicos en la segunda mitad del siglo XVI, es uno de los monasterios más distinguidos del recorrido. La decoración de sus bóvedas incorpora elementos tallados en piedra con mortero de cal, arena y aglutinantes vegetales. En 1994 fue declarado Patrimonio de la Humanidad y restaurado para servir como Centro de Documentación Histórica de la localidad.
Después de explorar el contenido del museo, la biblioteca y la librería, resulta apremiante descansar en un refugio perfecto. Amomoxtli, una antigua quinta familiar convertida en hotel, es un complejo protagonista en Tepoztlán. Con atardeceres magníficos y postales memorables del majestuoso Tepozteco, descubrir cada amenidad y recoveco hacen que este hotel sea una pausa obligada en la ruta de los conventos morelenses.
Su propuesta culinaria honra la cocina regional. En su restaurante, Mesa de Origen, recuperan los ingredientes endémicos de Morelos y agregan elementos de cocinas internacionales como las pizzas al horno y la coctelería, lo que le permite perfilarse como una de las mejores opciones gastronómicas en la zona. Cada habitación es un canto al paisaje local, y sus jardines privados, ríos que acotan el perímetro del hotel y ventanales que apuntan a la Sierra Tepozteca aseguran una estancia armónica y reparadora.
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