Ya no estamos para dejar cosas a la suerte

Ya no estamos para dejar cosas a la suerte

Cadillac es una marca que nació de una decisión contundente.

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El mundo está cambiando. Cada día al abrir las redes sociales nos damos cuenta que ya no basta con no pedir popote para tomar el café frío. El impacto de lo que hacemos en el mundo es real y dejarlo a la suerte ya no es opción.

Cadillac es una marca que nació de una decisión contundente. Después de que Henry Ford, el que hizo posible la creación de autos en serie, dejó su empresa, sus financiadores William Murphy y Lemuel Bowen quisieron seguir adelante.

Llamaron a un ingeniero, Henry M. Leland, para que evaluara las instalaciones y equipos para prepararlos para la liquidación de la compañía. Al terminar el recorrido, Leland se reunió con Murphy y Bowen y en vez de decirles en cuánto podían vender todo, les explicó que el potencial que tenían en ese lugar era enorme y no lo podían dejar ir.

Desde ese momento Cadillac tiene como modus operandi que en este mundo hay que hacer las cosas bien y no darse por vencido. Los creadores tuvieron que prácticamente empezar de cero, pero no importó porque sabían que lo que estaban haciendo estaba bien.

El diseño tanto interior y exterior, el lujo de cada uno de los detalles y la constante implementación de nuevas tecnologías están pensadas para un usuario que comparta los ideales con los que se fundó la empresa.

Hoy en día las cosas son muy diferentes a 1903, cuando se fundó Cadillac, sin embargo, cada una de las decisiones que se toman en las mesas de Detroit –donde se encuentra la sede principal de la marca– es analizada con precisión pues saben que el impacto de cada una de ellas será grande, desde la cantidad de CO2 que liberan sus autos, hasta la sensación que los conductores tendrán al tomar el volante.

La atención al detalle, aunque la mayoría de la gente sólo lo toma como un gesto amable, es una forma de demostrar que las cosas importan, que no son a la ligera. Cadillac no deja cosas a la suerte.

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