Cuando planeamos un viaje pensamos que la aventura se termina justo al regreso. Sin embargo, no es así, es en ese momento dónde comienza una nueva faceta que se queda con nosotros para siempre: las memorias. Mirar las fotografías y recordar anécdotas son una parte fundamental a futuro. Con esto en mente, nos propusimos redescubrir el halo casi místico de Tepoztlán, Morelos, uno de los destinos imperdibles de México no sólo por su cercanía con la ciudad, sino porque reúne nuestras raíces con el presente. Y, gracias a HP, los colores de este pueblo mágico, su legado arqueológico y sus tradiciones culinarias quedaron plasmadas en postales que nos remiten a los momentos que pasamos ahí.
Una de nuestras parada obligadas fue la Pirámide del Tepozteco. Este asentamiento prehispánico fue construido entre 1150 y 1350 es un homenaje a Ometochtli Tepuztécatl, también llamado el Dios del pulque. Sin embargo, lo recorrimos de dos formas: como turistas y como lugareños.El primer recorrido hasta la cima lo hicimos sobre el camino turístico, un sendero empinado con piedras imponentes, mientras que, en el segundo, atravesamos el bosque posterior a la pirámide para después encontrar las escaleras verticales a un costado de la construcción. Aunque en ambos, la meta final era la zona arqueológica en la cima, cada uno ofrece una experiencia distinta y deja en la memoria postales distintas de la vista del valle de Tepoztlán desde las alturas.
Por su parte, las ya tradicionales Tepoznieves y sus sabores inusuales (aguacate, betabel, higo con mezcal o pico de gallo, entre muchos otros) son la excusa perfecta para sentarse a descansar en el centro del pueblo mágico. Al mirar alrededor, el kiosko, la iglesia, las estrechas calles con fachadas coloridas y al fondo, el Tepozteco atrapan la mirada.
Así, el centro de Tepoztlán es donde todo sucede. Durante el fin de semana, en los alrededores de la Parroquia Nuestra Señora de la Natividad, las calles se llenan de bullicio. Las carpas de un mercado sobre ruedas anuncian los platillos típicos y las artesanías de manos expertas. Al recorrer sus pasillos, los aromas de los "itacates" (gorditas de maíz y queso en forma de triángulo), los guisados o la fruta fresca sólo nos indican que hemos llegado al lugar indicado.Y después, ya en la comodidad del hogar, la aventura continúa. Las memorias se materializan al imprimirse con la calidad que sólo HP es capaz de lograr. Los recuerdos se transforman en papel y éste sirve como un recordatorio de la belleza, el color y la riqueza del lugar de las piedras quebradas.
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Una aventura no finaliza cuando termina el viaje, es cuando realmente inicia.
Cuando planeamos un viaje pensamos que la aventura se termina justo al regreso. Sin embargo, no es así, es en ese momento dónde comienza una nueva faceta que se queda con nosotros para siempre: las memorias. Mirar las fotografías y recordar anécdotas son una parte fundamental a futuro. Con esto en mente, nos propusimos redescubrir el halo casi místico de Tepoztlán, Morelos, uno de los destinos imperdibles de México no sólo por su cercanía con la ciudad, sino porque reúne nuestras raíces con el presente. Y, gracias a HP, los colores de este pueblo mágico, su legado arqueológico y sus tradiciones culinarias quedaron plasmadas en postales que nos remiten a los momentos que pasamos ahí.
Una de nuestras parada obligadas fue la Pirámide del Tepozteco. Este asentamiento prehispánico fue construido entre 1150 y 1350 es un homenaje a Ometochtli Tepuztécatl, también llamado el Dios del pulque. Sin embargo, lo recorrimos de dos formas: como turistas y como lugareños.El primer recorrido hasta la cima lo hicimos sobre el camino turístico, un sendero empinado con piedras imponentes, mientras que, en el segundo, atravesamos el bosque posterior a la pirámide para después encontrar las escaleras verticales a un costado de la construcción. Aunque en ambos, la meta final era la zona arqueológica en la cima, cada uno ofrece una experiencia distinta y deja en la memoria postales distintas de la vista del valle de Tepoztlán desde las alturas.
Por su parte, las ya tradicionales Tepoznieves y sus sabores inusuales (aguacate, betabel, higo con mezcal o pico de gallo, entre muchos otros) son la excusa perfecta para sentarse a descansar en el centro del pueblo mágico. Al mirar alrededor, el kiosko, la iglesia, las estrechas calles con fachadas coloridas y al fondo, el Tepozteco atrapan la mirada.
Así, el centro de Tepoztlán es donde todo sucede. Durante el fin de semana, en los alrededores de la Parroquia Nuestra Señora de la Natividad, las calles se llenan de bullicio. Las carpas de un mercado sobre ruedas anuncian los platillos típicos y las artesanías de manos expertas. Al recorrer sus pasillos, los aromas de los "itacates" (gorditas de maíz y queso en forma de triángulo), los guisados o la fruta fresca sólo nos indican que hemos llegado al lugar indicado.Y después, ya en la comodidad del hogar, la aventura continúa. Las memorias se materializan al imprimirse con la calidad que sólo HP es capaz de lograr. Los recuerdos se transforman en papel y éste sirve como un recordatorio de la belleza, el color y la riqueza del lugar de las piedras quebradas.
Una aventura no finaliza cuando termina el viaje, es cuando realmente inicia.
Cuando planeamos un viaje pensamos que la aventura se termina justo al regreso. Sin embargo, no es así, es en ese momento dónde comienza una nueva faceta que se queda con nosotros para siempre: las memorias. Mirar las fotografías y recordar anécdotas son una parte fundamental a futuro. Con esto en mente, nos propusimos redescubrir el halo casi místico de Tepoztlán, Morelos, uno de los destinos imperdibles de México no sólo por su cercanía con la ciudad, sino porque reúne nuestras raíces con el presente. Y, gracias a HP, los colores de este pueblo mágico, su legado arqueológico y sus tradiciones culinarias quedaron plasmadas en postales que nos remiten a los momentos que pasamos ahí.
Una de nuestras parada obligadas fue la Pirámide del Tepozteco. Este asentamiento prehispánico fue construido entre 1150 y 1350 es un homenaje a Ometochtli Tepuztécatl, también llamado el Dios del pulque. Sin embargo, lo recorrimos de dos formas: como turistas y como lugareños.El primer recorrido hasta la cima lo hicimos sobre el camino turístico, un sendero empinado con piedras imponentes, mientras que, en el segundo, atravesamos el bosque posterior a la pirámide para después encontrar las escaleras verticales a un costado de la construcción. Aunque en ambos, la meta final era la zona arqueológica en la cima, cada uno ofrece una experiencia distinta y deja en la memoria postales distintas de la vista del valle de Tepoztlán desde las alturas.
Por su parte, las ya tradicionales Tepoznieves y sus sabores inusuales (aguacate, betabel, higo con mezcal o pico de gallo, entre muchos otros) son la excusa perfecta para sentarse a descansar en el centro del pueblo mágico. Al mirar alrededor, el kiosko, la iglesia, las estrechas calles con fachadas coloridas y al fondo, el Tepozteco atrapan la mirada.
Así, el centro de Tepoztlán es donde todo sucede. Durante el fin de semana, en los alrededores de la Parroquia Nuestra Señora de la Natividad, las calles se llenan de bullicio. Las carpas de un mercado sobre ruedas anuncian los platillos típicos y las artesanías de manos expertas. Al recorrer sus pasillos, los aromas de los "itacates" (gorditas de maíz y queso en forma de triángulo), los guisados o la fruta fresca sólo nos indican que hemos llegado al lugar indicado.Y después, ya en la comodidad del hogar, la aventura continúa. Las memorias se materializan al imprimirse con la calidad que sólo HP es capaz de lograr. Los recuerdos se transforman en papel y éste sirve como un recordatorio de la belleza, el color y la riqueza del lugar de las piedras quebradas.
Una aventura no finaliza cuando termina el viaje, es cuando realmente inicia.
Cuando planeamos un viaje pensamos que la aventura se termina justo al regreso. Sin embargo, no es así, es en ese momento dónde comienza una nueva faceta que se queda con nosotros para siempre: las memorias. Mirar las fotografías y recordar anécdotas son una parte fundamental a futuro. Con esto en mente, nos propusimos redescubrir el halo casi místico de Tepoztlán, Morelos, uno de los destinos imperdibles de México no sólo por su cercanía con la ciudad, sino porque reúne nuestras raíces con el presente. Y, gracias a HP, los colores de este pueblo mágico, su legado arqueológico y sus tradiciones culinarias quedaron plasmadas en postales que nos remiten a los momentos que pasamos ahí.
Una de nuestras parada obligadas fue la Pirámide del Tepozteco. Este asentamiento prehispánico fue construido entre 1150 y 1350 es un homenaje a Ometochtli Tepuztécatl, también llamado el Dios del pulque. Sin embargo, lo recorrimos de dos formas: como turistas y como lugareños.El primer recorrido hasta la cima lo hicimos sobre el camino turístico, un sendero empinado con piedras imponentes, mientras que, en el segundo, atravesamos el bosque posterior a la pirámide para después encontrar las escaleras verticales a un costado de la construcción. Aunque en ambos, la meta final era la zona arqueológica en la cima, cada uno ofrece una experiencia distinta y deja en la memoria postales distintas de la vista del valle de Tepoztlán desde las alturas.
Por su parte, las ya tradicionales Tepoznieves y sus sabores inusuales (aguacate, betabel, higo con mezcal o pico de gallo, entre muchos otros) son la excusa perfecta para sentarse a descansar en el centro del pueblo mágico. Al mirar alrededor, el kiosko, la iglesia, las estrechas calles con fachadas coloridas y al fondo, el Tepozteco atrapan la mirada.
Así, el centro de Tepoztlán es donde todo sucede. Durante el fin de semana, en los alrededores de la Parroquia Nuestra Señora de la Natividad, las calles se llenan de bullicio. Las carpas de un mercado sobre ruedas anuncian los platillos típicos y las artesanías de manos expertas. Al recorrer sus pasillos, los aromas de los "itacates" (gorditas de maíz y queso en forma de triángulo), los guisados o la fruta fresca sólo nos indican que hemos llegado al lugar indicado.Y después, ya en la comodidad del hogar, la aventura continúa. Las memorias se materializan al imprimirse con la calidad que sólo HP es capaz de lograr. Los recuerdos se transforman en papel y éste sirve como un recordatorio de la belleza, el color y la riqueza del lugar de las piedras quebradas.
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Por su parte, las ya tradicionales Tepoznieves y sus sabores inusuales (aguacate, betabel, higo con mezcal o pico de gallo, entre muchos otros) son la excusa perfecta para sentarse a descansar en el centro del pueblo mágico. Al mirar alrededor, el kiosko, la iglesia, las estrechas calles con fachadas coloridas y al fondo, el Tepozteco atrapan la mirada.
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