Desde los años de la conquista de México hasta la actualidad, la lucha territorial de los pueblos yaqui y mayo, al norte del país, ha estado ligada a la resistencia y al culto a la naturaleza.
{{ galeria-dos-columnas }}
Miriam Salado, artista sonorense, se adentra en la historia de transformación de algunos instrumentos y vestuarios rítmicos, que forman parte de danzas y rituales religiosos, para crear una serie de esculturas sonoras —La religión del monte— que entrecruzan conflictos sociales, medioambientales y culturales. Una de las piezas centrales, Detonaciones, surge a partir de un descubrimiento en Etchojoa. Salado encontró que las sonajas para los danzantes de pascola dejaron de ser elaboradas con pezuñas de animales y fueron reemplazadas por casquillos de AK-47 y R-15. La presencia de balas se volvió tan frecuente desde los ochenta, por el narcotráfico, que podían recolectarse fácilmente, lo que permitió que cumplieran la función acústica en los cinturones y vestimentas para rituales. Su pieza Manada, con pezuñas de venado, forma parte de la exposición “México textil. Norte”, en el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México, hasta febrero de 2023.
{línea}