Las mujeres identifican mejor la violencia, pero no piden más ayuda
En México, la Endireh (del Inegi) es la mejor encuesta para medir la violencia de género. Las mujeres se han vuelto mejores para identificar, verbalizar y reconocer ante las encuestadoras las violencias que padecen, pero no piden más ayuda ni denuncian más que antes. Esta desconexión entre la conciencia y las instituciones augura un mal futuro para el país y para las mujeres que vivimos en él.
El 30 de agosto de este año, el Inegi publicó la nueva Encuesta sobre la Dinámica al Interior de los Hogares, mejor conocida como Endireh. Tiene casi veinte años haciéndose y es la encuesta más importante que existe para medir la violencia de género en México. El día que el Inegi presentó los resultados más recientes mencionó un hallazgo importante: tres de los cuatro tipos de violencia contra las mujeres que mide la Endireh crecieron en los últimos cinco años.
En 2016 el 49% de las mujeres dijo haber vivido violencia psicológica a lo largo de su vida, en 2021 el 52% reportó lo mismo. Esto también sucedió con la violencia sexual: 41.9% en 2016 y 49.7% en 2021. La violencia física se mantuvo prácticamente igual, en 34%. El único tipo de violencia que disminuyó fue la económica, que pasó de 29% a 27.4%.*
En los últimos años el movimiento feminista en México ha obtenido un papel predominante en la vida pública; ante ello, es imposible ignorar esta pregunta: ¿en realidad aumentó la violencia de 2016 a 2021 o algo cambió en las mujeres mexicanas que les permite identificarla más que antes?, aún más importante: ¿si las mujeres identificaron mejor la violencia también pidieron más ayuda?
No es tan sencillo saber si cambió el nivel de violencia o si cambiaron las mujeres, quienes ahora la identifican más fácilmente. Sin embargo, la Endireh nos ofrece una alternativa para averiguarlo: la evaluación retrospectiva de la violencia durante la infancia. Al respecto, la encuesta pregunta por todos los eventos de violencia que las mujeres experimentaron antes de los quince años. La infancia de quienes hoy tienen más de veinte años de edad no pudo haber cambiado en los últimos cinco (la infancia ya pasó). Por ende, si la última Endireh dice que sus infancias fueron más violentas, eso significa que en realidad las mujeres se han vuelto mejores para identificarlo, mencionarlo y reconocerlo ante los demás (en este caso, ante las encuestadoras).
Efectivamente, eso fue lo que sucedió: en 2021 el porcentaje de mujeres que dijeron haber experimentado violencia sexual o física antes de los quince años creció 3%, y el porcentaje de las que experimentaron violencia psicológica en la infancia aumentó 6%.
Los cambios en los reportes de violencia en la infancia se mantienen incluso si dividimos a la población de mujeres según su año de nacimiento. Con todo, las diferencias más notorias están entre las mujeres que nacieron entre 1992 y 2001: entre ellas, creció en 6% el porcentaje de mujeres que reconocieron haber vivido violencia psicológica o física y en 5% el que dijo haber vivido violencia sexual. Sin embargo, este cambio se ve en la mayoría de los grupos de edad, con excepción de las mujeres mayores de 55 años: entre ellas, el reporte de violencia sexual no aumentó en lo absoluto.
El cambio generacional al hablar de violencia
Este resultado coincide con lo que Claudia Saucedo, quien trabajó como encuestadora en la Endireh, vio en las actitudes de las mujeres que entrevistaba: “Había un cambio, totalmente. De hecho, a mí me pasó mucho. Cuando me tocaban chicas jóvenes, se sentían muy felices cuando les contaba de qué trataba la encuesta. De hecho, se sentían afortunadas de poder compartir su experiencia y cuando les entregaba los folletos informativos, decían: ‘Ojalá le toque a mi amiga, ojalá le toque a no sé quién’. Estaban muy felices de participar. Estaban muy involucradas con el tema”.
Algo parecido comenta Stephanie Romero, quien también trabajó como encuestadora en Aguascalientes. “En las mujeres que llegué a entrevistar [que eran] menores de veinte años, chavas en la prepa o que seguían estudiando, en ese tipo de perfiles, si bien reportaron eventos de violencia, en las preguntas que tienen que ver con la normalización o con si le contaron a alguien —se notaba mucho en ese tipo de cosas—, muchas llegaban a hacerme comentarios como: ‘No, pues es que eso ya hasta pasó de moda’ o ‘no, pues ahora en mi escuela nos han dicho muchas veces que nosotras podemos denunciar’ y así. Como que ellas tenían un poquitito más de información de que la violencia no es normal”, dice.
Saucedo tiene varios años participando como encuestadora del Inegi. Me cuenta que ha hecho la Enadid (la encuesta sobre la dinámica demográfica) y la Envipe (de victimización y percepción de la seguridad pública), pero que su favorita es por mucho la Endireh. Esta vez, aunque notó más cambios en las jóvenes, se dio cuenta de que incluso entre las mujeres grandes hay más conciencia: “Yo creo que es por lo que ha ocasionado el movimiento, sí ha generado mucha conciencia entre grupos grandes de mujeres, y eso me hizo sentir contenta. No solo a las nuevas generaciones, sino a las señoras más grandes ya también les suenan cosas que saben que están mal, muchas cosas que, para ellas, eran normales. En muchos de los casos hasta ellas se sentían apenadas, diciendo: ‘bueno, es que eran otros tiempos’”.
No solo en las preguntas sobre sus infancias se nota que las mujeres hablan más de la violencia. De acuerdo con los números de la Endireh, en 2016 el 49% de las mujeres que vivían algún tipo de violencia de pareja hablaban con alguien al respecto, para 2021 el 54% lo hacía. Es interesante que este cambio no parece tener una tendencia por edades. De hecho, en 2021 el porcentaje de mujeres de 65 años o más que dijo haber hablado con alguien de este tipo violencia, la de pareja, creció casi 8%.
Pero reconocer o hablar de la violencia no es equivalente a pedir ayuda.
Para la encuestadora Stephanie Romero, trabajar en la Endireh le sirvió para percatarse de que aún hay un largo camino por recorrer. “El movimiento feminista sí es muy grande y muy abarcante, pero ya al entrevistar me di cuenta de que no lo es tanto, no como pensamos. Persisten, al menos en Aguascalientes, muchísimos valores que tienen que ver con el sometimiento, que tienen que ver con la normalización de esa violencia y, pues, quienes están teniendo un poquito más de información son las mujeres más jóvenes”.
Los resultados de la Endireh también muestran que, si bien las mujeres hablaron más de la violencia en 2021, eso no necesariamente se traduce en que más de ellas hayan denunciado o pedido ayuda. De 2016 a 2021 el porcentaje de mujeres que vivían violencia de parte de su actual pareja y hablaron con alguien al respecto aumentó 5%, pero el porcentaje de mujeres que pidieron ayuda o denunciaron prácticamente no se movió. Fuera de la pareja y en general, el 54% de las mujeres dijo haber hablado con alguien sobre la violencia que vive, pero solo el 7% dijo haberse acercado a alguna asociación o autoridad para pedir ayuda.
Para Carolina Espinosa, socióloga y profesora en la UNAM, el hecho de que la identificación y la verbalización de la violencia aumenten sin que también aumenten las solicitudes de ayuda o las denuncias puede deberse a lo que ella llama una “polarización” entre las mujeres y las instituciones del Estado. “Puede que las mujeres estén más conscientes de sus derechos, pero que no haya instituciones o autoridades que respondan a esas demandas y a esas exigencias”. “Lo que hay que pensar también es quién va a cobijar a todas esas mujeres jóvenes que se están dando cuenta de las cosas. Las mujeres están hasta la madre, en las escuelas, en la academia, en todos lados, y las autoridades no responden. Lo que dice la teoría de movimientos sociales es que cuando tienes instituciones cerradas, que no responden, los movimientos tienden a radicalizarse”, menciona.
En el mismo sentido, para las encuestadoras, lo más complicado de trabajar en campo fue no poder ofrecer ayuda psicológica ni material al momento de escuchar los testimonios, algo que está prohibido en el protocolo del Inegi. “Es muy difícil que te cuenten cosas muy fuertes y después regresar a seguir en la línea de la encuesta. ¿Cómo vuelvo a orientar esto que me estás compartiendo a sí o no?, había que tener una técnica muy precisa para capturar lo que te estaban diciendo”, dice Saucedo.
Uno de los casos que Romero recuerda fue el de una mujer de diecisiete años que vivía todo tipo de violencia. “En esa vivienda había tres niños pequeños, hermanos. Estaban jugando en el patio y nos atrevimos a preguntarles: ‘Oye, ¿está tu mamá?’, y nos decían: ‘No, me dijo que les dijera que no estaba’”. Romero me comenta que el Inegi es muy exigente con los encuestadores y tuvo que volver tres veces a la vivienda para lograr entrevistar a esta mujer. “[Ella] vivía con su pareja, que era un sujeto de 42 años y me platicó muchas cosas. […] Conforme fui ahondando en la violencia de pareja, me reportó una serie de cosas que ninguna otra mujer me había dicho. Una tras otra, casi a todo me dijo que sí, que sí lo había hecho: que el tipo la había amenazado de muerte, que se la pasaba diciéndole que la iba a matar, que una vez le rompió en la espalda y en la cabeza un cartón de envases de cerveza. La golpeaba constantemente y me dijo que abusaba de ella todo el tiempo. Cuando ya nos íbamos a ir, mi supervisora estaba tan asustada con la situación que le preguntó si iba a estar bien cuando nos fuéramos. Nos contestó que no, que el hecho de que hubiéramos ido ya era motivo para que él la tratara mal el resto del día”.
Este texto fue posible gracias al apoyo de la Fundación Ford.
* En todos los casos los cambios son estadísticamente significativos. Es decir, están fuera del margen de error que tiene cualquier encuesta.
Para poder comparar la violencia en la infancia, el análisis solo tomó a las mujeres que en 2021 tuvieran veinte o más años de edad. Los cambios son significativos al incluir los intervalos de confianza de las variables. Todas las bases y códigos para replicar el análisis pueden encontrarse en esta carpeta.
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