La IA contra el cambio climático: ¿será nuestra última esperanza?
Los polos se derriten, las ciudades costeras se inundan. La tecnología nos metió en este problema, ¿podrá sacarnos de aquí? Científicos de América Latina tienen esperanzas de que la Inteligencia Artificial sea parte de la solución y no otra amenaza más. Varios proyectos de estudio arrancan motores en la región. ¿La IA podrá ayudarnos a imaginar un futuro mejor para el planeta?
Parecía una escena de ciencia ficción, de esas que, según los pronósticos más graves que se escuchan en la Conferencia de las Partes sobre el cambio climático, ocurriría hasta 2050, en ciudades como Tokio o Nueva York. Pero ocurrió demasiado pronto, en 2023, y más cerca de lo que podríamos haber imaginado: Guerrero, México.
Otis, una tormenta tropical que se formó a quinientos kilómetros de la costa de Acapulco, el 25 de octubre tocó tierra convirtiéndose en un huracán letal de categoría cinco. Nadie esperaba el poder destructor de vientos a 270 kilómetros por hora que provocaron inundaciones, deslizamientos de tierra, una cincuentena de muertos y más de treinta desaparecidos. Las cifras (más de 580 mil damnificados, siete mil hectáreas de construcción afectadas y 893 kilómetros de caminos dañados) podrían evitarse en el futuro gracias a la Inteligencia Artificial (IA).
Para muestra, el arribo de GraphCast, un avance significativo en la predicción meteorológica. Un modelo de Inteligencia Artificial que puede prever el clima de manera más rápida y económica que los sistemas tradicionales que usamos hoy en día. GraphCast es una creación de DeepMind, un laboratorio de tecnología fundado en el Reino Unido en 2010 y adquirido por Google en 2014, que ha creado modelos de redes neuronales que aprenden a jugar videojuegos. Para mejorar su precisión, GraphCast ha sido entrenado con casi cuarenta años de datos meteorológicos históricos, explica la revista Science. Puede predecir el clima hasta con diez días de anticipación y en menos de un minuto, utilizando una sola computadora de escritorio. “Sus pronósticos ofrecen una mejor predicción de eventos climáticos severos, incluyendo el seguimiento de ciclones tropicales, ríos atmosféricos y temperaturas extremas. Representa un avance clave en la predicción meteorológica precisa y eficiente, y contribuye a materializar el potencial del aprendizaje automático”, afirman los científicos de DeepMind. Su precisión supera a los sistemas actuales en un 90%.
La IA está generando un gran impacto mundial debido a su capacidad para procesar enormes volúmenes de información. Esta capacidad permite detectar patrones, relaciones y tendencias que profundizan nuestra comprensión del clima; además, permite modelar y simular los posibles impactos del cambio climático, en sectores como la agricultura o la infraestructura, proporcionando información para tomar mejores decisiones. Algunos proyectos están ya implementándose en México y América Latina.
“La IA puede tener un efecto transformador en la evolución del cambio climático y lo cierto es que ya está comenzando a abordar los desafíos que se nos presentan en tres áreas clave: brindar mejor información para tomar decisiones más sostenibles; ofrecer predicciones para ayudar a adaptarse al cambio climático; y realizar recomendaciones para optimizar la acción climática de alto impacto”, dice Adriana Noreña, Vicepresidenta de Google para Hispanoamérica, entrevistada para Gatopardo. “Una investigación que presentamos en noviembre, reveló que la Inteligencia Artificial tiene el potencial de ayudar a mitigar entre 5% y 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) para 2030, el equivalente a las emisiones anuales totales de la Unión Europea”, afirma.
“IA” EN LA PROTECCIÓN DE MANGLARES
Celestún, una encantadora localidad cerca de Mérida, se encuentra entre una extensa ría que serpentea de forma paralela a la costa occidental de la península de Yucatán, México. El sitio es famoso por sus flamencos rosados que habitan entre exuberantes manglares, un ecosistema donde converge el mar y la tierra, y que promete ser una de las esperanzas para combatir el cambio climático. Quizá por eso, estos bosques tropicales han cobrado fama al ser una de las barreras más importantes contra huracanes y tormentas.
Pero hay un problema: 20% de los manglares se ha perdido en los últimos cuarenta años debido al desarrollo costero y urbano, según el informe más reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). ManglarIA, una iniciativa que encabeza Google.org —el brazo filantrópico de Google— y World Wildlife Fund (WWF) busca revertir la tendencia a través de este proyecto dedicado a la recolección, análisis y sistematización de datos a gran escala, para lograr un mejor entendimiento de la conservación y la restauración de los manglares, que retienen hasta cuatro veces más carbono orgánico por hectárea que otros bosques (su pérdida implicaría una cantidad sumamente alta de emisiones de GEI). ManglarIA usa herramientas como imágenes satelitales de alta resolución, vuelos de drones y estaciones meteorológicas, respaldadas por IA.
En los próximos tres años se estará implementando en México, en la Reserva de la Biósfera Marismas Nacionales, de Nayarit, y en la Reserva de la Biósfera Ría Lagartos, Yucatán.
Alejandra Calzada, Coordinadora de Adaptación al Cambio Climático en WWF, menciona desde Mérida: “Buscamos establecer un sistema de monitoreo capaz de medir variables asociadas con los manglares, desde su cobertura, hasta cuestiones climáticas y meteorológicas para saber cómo responden al cambio climático y cuáles son los beneficios que recibimos de ellos. Utilizando diferentes herramientas, estos datos se levantan a gran escala para analizarlos y ofrecer algunas recomendaciones. Lo que nos permite la IA es analizar una cantidad de información tan grande, que un humano difícilmente podría procesar. En ManglarIA hay estaciones meteorológicas en puntos estratégicos de las reservas que recolectan ocho parámetros cada diez segundos. “Entonces, imagina la cantidad de datos que se pueden recopilar en año y medio. Con estas herramientas podemos hacer mejores análisis y ofrecer recomendaciones y análisis a las autoridades e investigadores”, dice Calzada.
En México los manglares están presentes en los diecisiete estados del país que tienen litoral y es el cuarto país con mayor cantidad en el mundo, tan solo por debajo de Indonesia, Australia y Brasil. Estos humedales costeros brindan una gran variedad de servicios ambientales: son zonas de alimentación, refugio y crecimiento de flora y fauna, por lo que sostienen gran parte de la producción pesquera; actúan como sistemas naturales de control de inundaciones y barreras contra huracanes e intrusión salina, contribuyendo a mantener el nivel del mar; controlan la erosión y protegen las costas; también mejoran la calidad del agua al funcionar como filtro biológico.
“Con estos nuevos conocimientos, ayudaremos a conservar casi 1.3 gigatoneladas de carbono, y a mejorar la subsistencia de casi un cuarto de millón de personas. Necesitamos a la naturaleza, la naturaleza necesita datos fiables, y ManglarIA puede ayudar”, dice Alejandra Calzada.
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“IA” EN LA ALIMENTACIÓN SOSTENIBLE
A sus 69 años, la incansable bióloga Julia Carabias, miembro del Colegio Nacional, medalla Belisario Domínguez y honoris causa de la UNAM, preside una mesa sobre la alimentación sustentable y saludable, desde el Centro Histórico de Ciudad de México.
La investigadora alerta: “Si las tendencias actuales del sistema alimentario persisten, será difícil garantizar la seguridad alimentaria, erradicar la pobreza asociada y detener el deterioro ambiental para el 2050”. Carabias, vestida con una camiseta verde agua, arranca un seminario para hablar acerca de los hábitos alimenticios, los posibles efectos de la erosión del capital natural y el cambio climático en la futura producción de alimentos. “Las dietas actuales sacaron del equilibrio a los sistemas planetarios. Alimentar a la humanidad requiere cambios radicales. Para alimentar a una población de más de nueve mil millones de personas, en 2050, será necesario incrementar la producción de alimentos en más del 60%, porque con los sistemas productivos actuales no será posible”, dice Carabias en el Colegio Nacional.
La bióloga asegura que, en los últimos setenta años, ha crecido el consumo de la sociedad lo que implicó un deterioro profundo del medio ambiente: “Hemos extraído mucho más de lo que se puede reponer y estamos regresando a la naturaleza mucho más de lo que puede asimilar”.
Alejandro de la Brena Meléndez, cofundador de griYUM, la primera empresa mexicana que apuesta por la elaboración de harinas a partir de insectos comestibles —la proteína más sustentable del planeta, según la FAO—, relata algunos de los avances que veremos. “El campo será impulsado por la Inteligencia Artificial con drones que identifican piedras en el campo, dificultando la circulación de tractores, hasta el desarrollo de nuevas cepas de hongos y bacterias que nutren la tierra. La agricultura está experimentando una revolución que incrementa la productividad por hectárea y simplifica uno de los trabajos más arduos”, dice el también doctorante en Biotecnología por el Tecnológico de Monterrey. “NutriCo, en Perú, y GriYUM y Propel Foods, en México, se han sumado a la tendencia de agregar IA a sus procesos”.
Según la FAO, más del 95% de los alimentos se cultivan en tierra, pero no hay mucho espacio para expandir esa superficie. El rápido crecimiento de las ciudades ha impactado los recursos, contaminando y ocupando tierras agrícolas esenciales. El uso de tierra por persona ha bajado un 20% a nivel mundial entre los años 2000 y 2017, y la escasez de agua amenaza la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible de 3 200 millones de personas en áreas agrícolas. “Ha iniciado una carrera para verticalizar nuestros modelos de producción de alimentos, aprovechando bacterias, cultivos celulares, insectos comestibles y otras tecnologías que prometen una transición a un sistema alimentario sostenible”, dice De la Brena Meléndez.
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La carne cultivada en laboratorio abre la oportunidad de diseñar células de animales extintos para creaciones culinarias, como una deliciosa albóndiga de mamut. La empresa australiana Vow y un equipo de expertos internacionales han revelado la primera albóndiga del mundo hecha a partir de ADN de mamut en el Museo de Ciencias NEMO en los Países Bajos, un experimento científico que utiliza ingeniería molecular avanzada para demostrar el potencial de la carne cultivada para revolucionar la industria alimentaria. Forged Serves ha presentado este concepto en Australia y se espera que propuestas como esta se desplieguen en cientos de restaurantes durante los años siguientes. La albóndiga de mamut fue creada a partir del ADN del extinto mamut lanudo (Mammuthus primigenius) y complementada con fragmentos de ADN del elefante africano, un pariente cercano del mamut. La carne cultivada puede ser diseñada para tener un mejor sabor y un mayor valor nutricional, y tiene el potencial de reducir los impactos ambientales asociados con la producción tradicional de carne.
Bismarck Lepe, fundador de Wizeline, una empresa basada en Guadalajara, Jalisco, que ofrece servicios de tecnología para acelerar la transformación digital de sus clientes, también tiene esperanzas en la IA. “Yo pienso que la IA nos va a ayudar a llegar a un mundo de abundancia, donde vamos a ser mucho más eficientes en la forma de producir comida o energía”, dice para Gatopardo. De hecho, Lepe ha fundado, junto con el Tecnológico de Monterrey (Campus Guadalajara), el primer laboratorio de IA generativa en América Latina: G.AI.L., que establecerá un observatorio encargado de producir informes, publicaciones y un exhaustivo mapa. “Tengo un amigo que trabaja en el negocio de las berries, él me invitó al campo y al almacén donde empacan, y me contó que se desperdiciaba entre 35% y 50% de sus frutos, y pensé que los algoritmos podrían ayudarlo. Entonces, pusimos cámaras muy altas que podían ver todo el campo, que eran capaces de distinguir cuáles estaban listas para piscar o no, por lo que podríamos designar dónde estaban las mejores para su cosecha. Gracias a la Inteligencia Artificial pudimos reducir el desperdicio, en días, de 35% a 5%”, dice Lepe.
Wizeline ya está ayudando a otros productores con la misma tecnología para productos parecidos como los cítricos, el aguacate o el maguey tequilero.
“IA”, UNA HERRAMIENTA PARA LA UTOPÍA
Para conocer más, conversé con Saiph Savage, experta en IA, quien ha sido reconocida por la Unesco por su proyecto de investigación enfocado en el empoderamiento de los trabajadores. Actualmente, desarrolla su labor en la UNAM y en el laboratorio Civic A.I., donde lidera el diseño, la construcción y el estudio de aplicaciones de IA. El laboratorio pertenece al Khoury College de Ciencias de la Computación de la Universidad Northeastern, estudia problemas que involucran a ciudadanos, gobiernos, colectivos de trabajadores y oenegés y utiliza sistemas computacionales novedosos para abordarlos y construir mejores sociedades. “El futuro está limitado a lo que las grandes empresas puedan hacer, pues ahora se necesita muchísimo poder de cómputo. Entonces, por ejemplo, OpenAI está necesitando grandes cantidades de datos” dice Savage. “Preocupan los huecos de conocimiento que van a empezar a existir debido a que, quienes pueden hacer investigación y procesar ese mundo de datos son los gigantes tecnológicos, y probablemente no lo querrán compartir con el mundo”, advierte.
En un mundo azotado por la amenaza del cambio climático, la Inteligencia Artificial emerge como una herramienta para la utopía. La IA demuestra que nos podría ayudar a imaginar un futuro menos apocalíptico.
Sebastián Tonda, CEO de Flock y autor del libro Irremplazables. Cómo sobrevivir a la Inteligencia Artificial (Elefanta Editorial, 2023), afirma que la IA se presenta como un arma de doble filo en la batalla contra el cambio climático: “Por un lado, los modelos de IA pueden analizar vastas cantidades de datos para mejorar las predicciones y ayudar a diseñar estrategias más eficientes y personalizadas para combatir el calentamiento global. Estos modelos pueden optimizar la generación y distribución de energías renovables, mejorar la eficiencia energética de ciudades y permitir una agricultura más sostenible mediante la predicción de patrones climáticos para el cultivo. Sin embargo, existe una cara menos favorable. Al potenciar algoritmos de aprendizaje que impulsan el consumismo a través de publicidad personalizada, la Inteligencia Artificial puede también fomentar un aumento en el consumo. Este aumento en la demanda de bienes conduce a una mayor producción, mayor uso de recursos naturales y generación de desechos, lo que intensifica la huella de carbono y el agotamiento de recursos. La fabricación y operación de tecnología necesaria para la IA requiere una cantidad significativa de energía, a menudo proveniente de fuentes no sostenibles, lo que contribuye directamente a las emisiones de GEI”, dice.
Proyectos como GraphCast y ManglarIA son ejemplos de cómo la IA puede redefinir nuestro enfoque hacia la sostenibilidad y la mitigación de desastres naturales. Pero el papel de la Inteligencia Artificial dependerá en gran medida de cómo equilibramos la innovación con la accesibilidad y la ética. Las alianzas entre instituciones, empresas y gobiernos serán cruciales para asegurar que la IA no solo beneficie a unos pocos, sino que se convierta en una herramienta poderosa para la humanidad.
“La balanza entre estos dos escenarios dependerá de cómo se gestione el uso de la Inteligencia Artificial. La realidad más probable es que sucedan ambos escenarios y que la contribución neta de la IA a favor o en contra del medio ambiente sea difícil de medir. La colaboración entre gobiernos, la industria y los consumidores será esencial para asegurar que la IA sea una fuerza para el bien. El futuro de la IA no está escrito en piedra: es una narrativa que todavía podemos influir y definir con acciones concretas y compromisos globales. La tecnología, en última instancia, refleja las prioridades y valores de la sociedad que la desarrolla y la utiliza”, concluye Tonda.
ANNA LAGOS. México, 1989. Periodista y editora. Su trabajo se ha desarrollado en temas relacionados con tecnología, ciencia y medio ambiente. Es una entusiasta de la arqueología, la historia y el arte. Estudió Ciencias de la Comunicación y Letras Hispánicas. Tiene un Máster en Mercadotecnia y Publicidad por la Universidad Iberoamericana. Ha publicado en medios nacionales e internacionales como Wired, El País, Entrepreneur, Terra y Reforma. Se ha especializado en periodismo en el CIDE, el Tecnológico de Monterrey, la UAM y Quinto Elemento Lab. Le apasiona el análisis de la intersección entre la tecnología, los medios y la sociedad.
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