Israel y Palestina, ¿cómo entender el conflicto en Medio Oriente?

Israel, Palestina y la inconquistable tierra prometida

La paz aún no se vislumbra entre Israel y Palestina, naciones que se disputan el mismo espacio territorial desde hace décadas. El 7 de octubre de 2023, Hamás lanzó un ataque en territorio israelí que desató una extensa campaña de bombardeos sobre la franja de Gaza; en medio del conflicto quedaron miles de desplazados con suministros muy limitados para sobrevivir y más de cuatro mil personas fallecidas.

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El epicentro del conflicto palestino se sitúa en la franja de Gaza, una tierra con cuatro mil años de asedios y ocupaciones, gobernada por distintos imperios desde el antiguo Egipto al Romano, y el mandato británico de principios del siglo XX. En 2012, la dibujante Nina Paley retrató la disputa con maestría en un video animado: a lo largo de tres minutos, el espectador recorre las conquistas militares de cananeos, egipcios, asirios, griegos, romanos, árabes, británicos, y el conflicto se extiende hasta nuestros días entre el Estado de Israel y los terroristas de la región. “Esta tierra es mía. Dios me dio esta tierra”, canta Andy Williams mientras la animación nos muestra el triunfo del Ángel de la Muerte –asociado con Samael o Azrael en el judaísmo y como Malak Al-Mawt en el Islam– sobre los cadáveres apilados encima de la tierra prometida.

Israel ocupa el dieciochoavo lugar de las naciones con mayor poderío militar del mundo, según datos del portal especializado en asuntos militares Global Firepower (GFP), casi a la par de otros países de la región como Turquía, Egipto o Irán. Cuenta con el llamado Domo de Hierro, un sofisticado sistema defensivo que integra radar de detección y seguimiento, control de armas y gestión de batalla, así como una unidad de disparo de misiles. El sistema detecta misiles lanzados en un rango de cuatro a setenta kilómetros. Aún con esas capacidades, el 7 de octubre de 2023 la inteligencia militar israelí no pudo detectar y contrarrestar el ataque de Hamás dentro de sus fronteras. Al menos 1 400 personas murieron y el grupo extremista capturó a 222 individuos de distintas nacionalidades. La mediación de Qatar y Egipto solo ha conseguido liberar a dos mujeres estadounidenses: Judith Tai Raanan, de 59 años, y su hija Natalie, de diecisiete, el 20 de octubre.

Los bombardeos por parte de Israel dejaron quinientos muertos en un hospital de la ciudad de Gaza el 17 de octubre y un acumulado de 4 469 ciudadanos fallecidos, según el Ministerio de Sanidad palestino. A inicios de 2023, Israel y Palestina intercambiaron ataques aéreos y, desde entonces, el recrudecimiento del conflicto se ha dado paulatinamente. El 9 de mayo ocurrió una nueva oleada de violencia cuando se lanzaron 547 cohetes y morteros y, para el 21 de junio, el ejército israelí lanzó un ataque aéreo con drones sobre Cisjordania; en julio, lanzó sobre Yenín una operación militar a gran escala llamada “Casa y Jardín”. La respuesta de los partidarios de Hamás fue el ataque sorpresa por aire, tierra, incluso contra cientos de jóvenes que acudieron al festival de música Tribe of Nova, realizado al sur de Israel.

La primera intifada atestiguó el nacimiento de Hamás –acrónimo de Harakat al-Muqawama al-Islamiyya–, un movimiento nacional palestino de la resistencia islámica establecido en Gaza, durante 1987, por el líder religioso Ahmed Yassin. La ideología de Hamás combina el nacionalismo e islamismo político; opera a través de brigadas y en sus orígenes, se enfrentaron a las fuerzas de seguridad israelíes. Hamás también desafió la supremacía de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Actualmente, cuentan con una amplia red de servicios sociales, además de tener una considerable capacidad armada. Sus objetivos son la liberación de todo el territorio palestino, mediante la destrucción del Estado de Israel a cambio de la instauración de un Estado islámico. A través de movilizaciones sociales y el uso de la violencia fuerzan las negociaciones políticas, por ello Hamás es considerado por muchos países como un grupo terrorista. Mientras que el pueblo palestino se compone de todas las personas civiles que viven en medio de esta situación bélica.

Ambas naciones se acusan entre sí y justifican el exceso de sus acciones, producto del odio acumulado a lo largo de las décadas a pesar de los intentos que se han dado en el pasado para restablecer la paz en la zona. Una vez más retumba la letra de la “Canción del Éxodo”, tema principal de la película de 1960, Exodus, protagonizada por Paul Newman: “Si debo luchar, lucharé para hacer nuestra esta tierra. Hasta que muera, esta tierra es mía”.

La división de la tierra prometida

Para entender el actual conflicto entre Israel y Palestina debemos regresar un siglo atrás, al XX. La inestabilidad de este territorio es producto de aspectos históricos y religiosos, a los que se suma un cúmulo de decisiones políticas arrastradas desde la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En 1917 la Sociedad de Naciones designó al Reino Unido como administrador del territorio de Palestina, pero fue hasta 1922 que se formalizó tras el fin del Imperio Otomano, cuando se abolió el cargo de sultán y nació la República de Turquía.

En 1917, los británicos elaboraron la Declaración Balfour, un breve texto en el que se decreta la creación de un hogar nacional judío en Palestina para apoyar al movimiento sionista, una ideología que se propuso crear un Estado bajo la creencia que el pueblo judío debe habitar la tierra prometida. La tradición judía señala que la zona de asentamiento israelí es la tierra  prometida por Dios al primer patriarca, Abraham, él es el primero de sus tres patriarcas; Isaac, su hijo, y Jacob, su nieto. El pueblo judío –desde la perspectiva monoteísta– es descendiente de la tribu de Judá, cuarto hijo de Jacob el fundador de las doce tribus de Israel. A partir de esta concepción se construye la identidad espiritual, religiosa, cultural y nacional del pueblo judío; es decir, son todas las personas que viven en el territorio de Israel.

La Declaración Balfour es el primer reconocimiento a los derechos del pueblo judío y una de las piedras angulares de la creación del Estado de Israel; con ello ocurrió la primera inmigración judía proveniente de Europa Oriental. La tensión entre árabes y colonos judíos provocó disturbios que escalaron hacia la violencia y el terrorismo de 1936 a 1939. La recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU) se enfrentó en 1947 a la división de Palestina en dos estados independientes: Cisjordania (que incluye Jerusalén Oriental) y la franja de Gaza.

La policía israelí ingresa a la aldea de Beit Hanina en Jerusalén Oriental para sellar la casa de Muhyi el-Deen al-Sharif, señalado de planificar al menos uno de los atentados suicidas de 1995. Fotografía de Reuters.

Los primeros enfrentamientos del Estado de Israel

Es común que se suela confundir al Estado y al pueblo judíos, pero son dos conceptos diferentes.

El primero, creado el 29 de noviembre de 1947, se asocia fundamentalmente al nacionalismo. Cuenta con una democracia parlamentaria con división tripartita de poderes que son el legislativo, el ejecutivo y el judicial, además de contar con una figura presidencial como jefe del Estado. Por consiguiente, gobierna al país, dictamina las leyes tanto internas como externas, reconoce al hebreo como el idioma oficial –aunque existe libertad de lengua–; también permite la libertad de culto, de conciencia, de educación, de cultura, de expresión y defiende los derechos civiles.

El 14 de mayo de 1948, Israel declara su independencia al mismo tiempo que finaliza el mandato británico sobre Palestina, para crear la figura del Estado, acontecimiento que elevó las tensiones en la región. Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Iraq no tardaron mucho en declararle la guerra para iniciar la primera de una serie de confrontaciones árabe-israelíes. Tras un año de enfrentamientos fue declarado un armisticio, con Israel como vencedor, y una gran cantidad de palestinos convertidos en refugiados.

En occidente la década de los sesenta prometía amor, paz y una utopía incumplida. Es así como en 1964 nació la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), impulsada por la liga árabe en un congreso celebrado en Jerusalén Oriental. La OLP estuvo integrada por una coalición de movimientos militares y políticos que creció bajo el mandato de Yasser Arafat.

Tres décadas de invasiones y una promesa de paz

La Guerra de los Seis Días ocasionó un cambio geopolítico, con consecuencias favorables para Israel en expansión territorial. En junio de 1967 la región atestiguó el enfrentamiento de este país, Egipto, Jordania y Siria. Los territorios de la península del Sinaí quedaron en manos de Israel, mientras que Egipto se quedó con la franja de Gaza; Jerusalén Oriental y Cisjordania, para Jordania, y los altos del Golán, para Siria.

En 1974 y a diez años de su creación la OLP obtuvo el reconocimiento de la Asamblea General de la ONU como el único representante del pueblo palestino y fue invitada a participar como observadora. Durante esos años, la OLP pugnó por enmarcar que el pueblo palestino tiene derecho a la libre determinación, la independencia nacional y a la soberanía.

Durante los dieciocho días de la Guerra de Yom Kipur, en 1973, Egipto y Siria se aliaron para enfrentar a Israel. Egipto recuperó el Sinaí, a cambio de sacrificar a Gaza. El conflicto culminó en 1979 con la firma de los Acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel, el primer acuerdo de paz que un país árabe firma con Israel.

La década de los ochenta no sería la excepción en cuanto a confrontaciones: Israel invadió el Líbano con la intención de sacar a las fuerzas de la OLP en 1982, lo que le permitió mantener una presencia militar en ese territorio durante dieciocho años.  Por el otro lado, estalla la revuelta de las piedras conocida como la primera intifada o levantamiento en contra de las fuerzas israelíes, cuyo objetivo era finalizar con las condiciones en las que vivía el pueblo palestino.

Con la caída del Muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética se pensaba que el mundo entraría en una era de paz sin precedentes; incluso en 1991, durante la Conferencia de Paz de Madrid, israelíes y palestinos sostuvieron mesas de acercamiento. Dos años después, en 1993, los Acuerdos de Oslo fueron una promesa de pacificación de la región acompañados por el reconocimiento a la Autoridad Nacional Palestina. Hoy luce bastante lejano aquel 1996 cuando Yasser Arafat ganó las elecciones para liderar la Autoridad Nacional Palestina y, un año después, su reunión con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para firmar la retirada israelí de Hebrón.

Atrás quedaron las postales de los encuentros con el entonces presidente Bill Clinton que llevaron a que en 1998 Arafat y Netanyahu signaran el Acuerdo Wye Plantation, cuyo fin era liberar Cisjordania a cambio de paz. El nuevo primer ministro israelita, Ehud Barak, sostuvo el ritmo de negociaciones.

Paz efímera

La paz es escurridiza en la tierra prometida y con la llegada del siglo XXI se esfumó. En 2002 sucedió la segunda intifada. El entonces presidente de Israel, Ariel Sharon, manda construir un muro para dividir el territorio palestino en Cisjordania, a pesar de la condena de ilegalidad por parte de la Corte internacional de Justicia. A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la ONU por presentar un proyecto con fases, calendarios, plazos y puntos para avanzar hacia una solución biestatal –que contaba con el visto bueno de Ginebra, pero no de carácter oficial– y la participación de personalidades destacadas israelíes y palestinas, las tensiones volvieron al mapa de la región.

En 2005, Israel retiró tanto a sus colonos como a sus tropas de Gaza; aunque mantuvo el control de sus fronteras, costas y espacio aéreo. Un año más tarde, luego de las elecciones palestinas, la nación fue condicionada a comprometerse en la detención de la violencia para recibir asistencia humanitaria y reconociera al Estado de Israel. Pero todo cambió cuando Hamás se levantó en armas para tomar el control de Gaza en 2007. La respuesta de Israel fue un bloqueo que provocaría una crisis humanitaria y el derrumbe de las negociaciones de paz.

La Franja de Gaza está situada en la costa oriental del mar Mediterráneo. Tiene solamente dos salidas hacia Israel y a Egipto, ambas altamente restringidas. Las tensiones geopolíticas y conflictos armados han dejado en el centro a la población palestina que depende de la ayuda humanitaria, con un comercio muy limitado. Hacinados en un territorio que cabría dentro de la ciudad de Toluca: en poco más de 360 kilómetros cuadrados, superficie de la franja de Gaza, habitan al menos dos millones de palestinos.

El presidente palestino Yasser Arafat (derecha) y Leah Rabin firman el 11 de septiembre un compromiso conjunto árabe-israelí con la paz para conmemorar el cuarto aniversario de la firma de los acuerdos de paz de Oslo. Fotografía de Reuters.

Jerusalén es reconocida como capital de Israel

La operación “Plomo fundido” ocurrió a fines del 2008 con una serie de ataques aéreos y con cohetes sobre la ciudad de Gaza. Benjamín Netanyahu volvió al poder en 2009. Con Barak Obama al frente de Estados Unidos, se abren negociaciones con el dirigente de Palestina, Mahmoud Abás; sin embargo, estas fracasan al reanudarse la construcción de colonias por parte de Israel. Abás solicitó ante la ONU el ingreso de Palestina como miembro de pleno derecho, petición que, en 2012, desembocó en el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro.

Con el paso de los años, la tensión continúa en esta región de medio oriente y, en 2014, Israel lanza una nueva operación denominada “Margen protector” contra Gaza. Por primera vez en cuarenta años, fueron cerrados los accesos a la Mezquita de Al-Aqsa. Para 2017, bajo la administración de Donald Trump en Estados Unidos, Jerusalén es reconocida como la capital de Israel, con la implicación del traslado de las embajadas de los Estados Unidos y otros países a Jerusalén.

En mayo de 2019 se vivió una fuerte protesta en campos de refugiados como Jabaliya y Deir al-Balah, así como en las ciudades de Gaza y Khan Younis por la grave situación de precariedad entre el pueblo palestino. Ni siquiera la pandemia por el covid-19 significó un alto al conflicto. Como medida de seguridad, en 2021, Israel terminó de construir una barrera subterránea en la frontera con la franja de Gaza con el fin de mitigar la amenaza de los túneles utilizados por milicias en conflictos anteriores. Un año más tarde, en 2022, la operación “Romper la ola” reactivó los combates en Cisjordania.

Desde las primeras semanas de octubre de 2023, cada país busca salvar a sus connacionales que se encuentran en medio de esta guerra. Estados Unidos ha reafirmado su apoyo a Israel, mientras que en la ONU busca alternativas para lograr un cese al conflicto. El ministro de Asuntos Exteriores de Jordania, Ayman Safadi, manifestó su preocupación por la propagación del conflicto en Israel al considerar que únicamente hay paz con Jordania y Egipto. Cabe destacar que, oficialmente, Israel se encuentra en estado de guerra con Líbano y Siria, por lo que un ataque de estos países es un riesgo latente. A futuro inmediato no se vislumbra un acuerdo de paz; el conflicto seguirá en tanto Israel y Palestina eviten reconocerse mutuamente como naciones independientes que cohabitan en el mismo espacio territorial.

Más allá de los recuentos históricos hace falta que los países integrantes de la Unión Europea, sumados a Estados Unidos, funjan como negociadores en el conflicto. Se requiere ganar tiempo antes de empeorar la situación y atender a las víctimas de los enfrentamientos para que los suministros así como la ayuda médica se restablezcan. Si bien es complejo hallar soluciones a un conflicto así de longevo, en el centro debe imperar la acción humanitaria. Este es un momento crucial en la diplomacia internacional para impedir una escalada sin control de la violencia que derive en el exilio de los habitantes de la franja de Gaza.

Este artículo fue realizado con el apoyo de la Universidad La Salle.


NORMA SOTO CASTAÑEDA es licenciada en Relaciones Internacionales y maestra en Negocios Internacionales por la UNAM. Cuenta con la certificación Effective Teaching and Training Strategies otorgada por The Confederation College of Applied Art and Technology, en Ontario, Canadá. Es docente en la Facultad de Negocios de la Universidad La Salle.


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