El caso del ébola, por ejemplo, tuvo como causa principal la fragmentación del bosque tropical en Liberia y Sierra Leona, en África, lo cual causó que distintas especies de murciélagos se hacinaran en los pocos árboles que quedaban. Esta mezcla de especies cultivó la crisis sanitaria del 2014.
El contacto entre humanos y especies portadoras de infecciones aumenta a medida que sigue el implacable tránsito hacia las áreas naturales. Según la Plataforma de Ciencia-Política Intergubernamental en Servicios de Biodiversidad y Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), entre los años 1980 y 2000, cien millones de hectáreas fueron transformadas para la expansión agrícola en los trópicos. Esto es más o menos igual a lo que miden Francia y Alemania juntos.
“La cuarentena ha permitido ver algo de cómo es el mundo cuando se detiene la maquinaria de superhumanización, maquinaria devastadora de las formas de vida y contaminadora de todo el planeta”, escribió la filósofa Mónica Cragnolini. Desde principios de 2020, cuando la pandemia del coronavirus comenzó a expandirse por China, el planeta empezó a aprovechar la calma humana.
El 26 de febrero, la NASA publicó una nota sobre observaciones que se hicieron en China desde el espacio donde se muestra cómo, en cuestión de un mes, la concentración de dióxido de nitrógeno —gas contaminante producido por autos de combustión interna, fábricas, plantas eléctricas, entre otras— bajó considerablemente a raíz de la crisis sanitaria. Los cambios se notaron primero en Wuhan, la ciudad donde se dio el primer brote de COVID-19, pero después se empezaron a ver en el resto de las grandes ciudades. Según el Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China, el promedio de días sin contaminación atmosférica aumentó en un 21,5% en la provincia de Hubei (donde está Wuhan) en las primeras semanas de febrero, en comparación con las mismas fechas del año anterior.
«La falta de humanos en las calles, fábricas, sitios ecoturísticos, ríos, playas, lagunas, y demás, le dan cancha a todo lo demás de expandirse, de reconstruir, de crecer.»
Tras las medidas preventivas adoptadas por el brote del nuevo coronavirus, jabalies salvajes rumian los jardines de un edificio residencial el Haifa, Israel. Abril 16, 2020. / Reuters.
Además el Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), basado en Estados Unidos, declaró que en China hubo una disminución del 25% en las emisiones de dióxido de carbono en los primeros dos meses del año, comparado con la mismas fechas del 2019. Esto equivale a una reducción del 6% de emisiones a nivel mundial.
También, la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) reportó que de marzo a abril se han reducido entre un 45% y un 50% la emisión de dióxido de nitrógeno en ese continente. El primer país en el que se notó ese cambio fue en Italia, especialmente en el norte, que coincide con el incremento de contagios y el aumento de medidas de seguridad, como la cuarentena y el paro industrial.
Otros elementos también están sintiendo el cambio: el último fin de semana de marzo, las redes sociales voltearon hacia los canales de Venecia, que por primera vez en años, tenían aguas cristalinas. Y es que a causa del constante movimiento de las embarcaciones, el sedimento de los canales está desprendido y vuelve el agua siempre turbia. También, desde hace varios años, diversas organizaciones reclaman que, a causa de los 30 millones de turistas que recibe esta ciudad, el ecosistema de la laguna está en grave peligro, especialmente por los cruceros que sueltan químicos en las aguas de la laguna y traen bandadas de extranjeros que inundan la ciudad.
Los animales también han reaccionado a la falta de humanos. En Venecia, vieron peces que se aventuraban, una vez más, a pasar por donde suelen pesar las góndolas. En Nara, una ciudad japonesa, los turistas alimentan a ciervos que están en las afueras y ahora, sin gente que les lleve galletitas, se aventuran a las calles de la ciudad y se comen flores y otras cosas que se encuentran; en Oakland, California, se han visto pavos salvajes pasear por los campos de una escuela pública; en Barcelona, donde suelen tener problemas con los jabalíes que llegan a los basureros, ahora son ellos los dueños de las calles; y en México, en una playa de Oaxaca, se vieron cocodrilos que salieron a aprovechar la falta de humanos asoleándose.
“No pensamos las ciudades como parte de la naturaleza, pero sí lo son”, dijo Seth Magle, el director de Urban Wildlife Institute del Lincoln Park Zoo de Chicago, EUA. La falta de humanos en las calles, fábricas, sitios ecoturísticos, ríos, playas, lagunas, y demás, le dan cancha a todo lo demás de expandirse, de reconstruir, de crecer.
***
Quizá en los meses que quedan de cuarentena salgan más noticias sobre la naturaleza reconquistando. Pero ¿qué pasará después? ¿Será igual? ¿Será aún peor porque hay que regresar con más ganas de recuperar toda la producción perdida? ¿Hay oportunidad de tomar ese descanso obligatorio que la naturaleza está tomando? ¿Cómo le hacemos para que no sea sólo un alivio del momento?
“No todo es miel sobre hojuelas”, asevera Javier Warman, director de Bosques del World Resource Institute México (WRI). “Estamos muy concentrados en el tema del virus y la salud humana, y es una reafirmación del antropocentrismo que nos ha llevado a olvidarnos de las cuestiones ambientales”. Warman cree que es posible regresar a una mejor normalidad después del coronavirus, e impulsa a que así sea, pero no cree que suceda a menos de que se decida así hacerlo: “Solito no va a pasar”, dice en entrevista con Gatopardo.
A finales de febrero, la organización Oceans Asia encontró que, entre la basura que llega a las costas de Hong Kong, ahora predominan los cubrebocas. “Solo hemos usado máscaras por las pasadas seis u ocho semanas en volumen masivo, ahora vemos el efecto en el medio ambiente”, dijo el fundador del grupo medioambiental, Gary Strokes. La primera vez que fueron a la costa de la isla Soko, al sur del aeropuerto de Hong Kong, encontraron 70 cubrebocas en un área de 100 metros. Una semana después regresaron y ya había 30 más.
El incremento de material biosanitario (mascarillas, batas desechables, guantes, jeringas, etc) tendrá un impacto directo en el planeta: no es reciclable ni compostable en la mayoría de los casos y por ser materiales que aumentan la posibilidad de contagio, el procesamiento de esta basura representará un nuevo reto a nivel ambiental. Según el Ministerio de Salud de Madrid, en 15 días del 2020, la capital española ha tenido que digerir más toneladas de basura biosanitaria que en todo el 2019 y aún no tienen muy claro qué harán con ella.
“La cuarentena ha permitido ver algo de cómo es el mundo cuando se detiene la maquinaria de superhumanización, maquinaria devastadora de las formas de vida y contaminadora de todo el planeta.”
El Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), basado en Estados Unidos, declaró que en China hubo una disminución del 25% en las emisiones de dióxido de carbono en los primeros dos meses del año.
Por otro lado, en la ciudad de Monterrey, en México, se reportó un aumento del 30% de uso de agua en la zona metropolitana en la última semana de marzo y la primera de abril, a causa de la cuarentena domiciliaria.
Y el asunto sigue: en Sudáfrica se ha registrado un aumento altísimo de caza ilegal (poaching) después de que se declaró cuarentena el 23 de marzo. Nico Jacobs, fundador de Rino 911, una organización que se dedica a rescatar rinocerontes en helicóptero, declaró que desde el día que se declaró la emergencia hasta el 8 de abril se cazaron al menos nueve rinocerontes blancos; y la Rihino Conservation Botswana declaró otros seis más. Las áreas protegidas donde viven estos animales suelen recibir visitas, que mantienen a los cazadores ilegales al margen. Ahora, sin turistas, las matanzas aumentan.
Las reducciones en las emisiones de gases contaminantes son una gran noticia ahorita, pero detener la industria puede resultar mucho peor si, al terminar la crisis sanitaria, se intenta compensar en producción. Después de la crisis financiera del 2008, publicó WRI, las emisiones mundiales de CO2 procedentes de la combustión de combustibles fósiles y la producción de cemento aumentaron un 5,9% en 2010 lo que compensó con creces la disminución del 1,4% en 2009. “Puede convertirse en algo peor, algo otra vez más concentrado en la atención de la raza humana y el bienestar de la raza humana”, dice Warman. Después agrega que quizá, también, puede servir para darnos cuenta de la necesidad de regresarle espacio a especies que no son la humana, a la biodiversidad.
***
También esta pausa puede servir para implementar un sistema económico que tenga lógica con el medio ambiente. “Lo que sí sabemos es que, a lo largo de la historia, las grandes crisis son las que ayudan a provocar los cambios”, dice Javier Warman, director de WRI. “Justo es un momento en el que se detuvo la economía a nivel global y puede ser el punto de inflexión que nos lleve a hacer estos cambios. En las instituciones hemos visto que ese camino existe y nos toca hacer mucho más visible esta ruta que por tantos años hemos investigado”.
La directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Inger Andersen, también hizo un llamado a hacer un regreso diferente, a impulsar energías alternativas, agronomía sustentable, dejar espacios silvestres libres y crecientes. Sin embargo, en países como Estados Unidos, Brasil y México, parece que los planes van hacia otros lados.
Los dos proyectos más grandes de Andrés Manuel López Obrador son la construcción de la Refinería Dos Bocas y la del Tren Maya, cuyas implicaciones ambientales son muy considerables en múltiples sentidos, empezando por las emisiones contaminantes, la utilización excesiva de agua y la deforestación de áreas naturales. A la fecha, los proyectos siguen en pie.
«¿Qué pasará después? ¿Será igual? ¿Será aún peor porque hay que regresar con más ganas de recuperar lo perdido? ¿Cómo le hacemos para que no sea sólo un alivio del momento?»
Eliane Muller, 40, recorre un tramo del Amazonas después de una quema provocada por granjeros de la zona cerca del Rio Pardo, Rondonia, Brazil. / Reuters.
En Estados Unidos, Donald Trump instauró la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica Contra el Coronavirus (CARES, por sus siglas en inglés). Este es un paquete de estímulos de dos mil millones de dólares para rescatar sectores sensibles de la economía. Uno de los destacados es la industria del fracking, que se considera una de las más contaminantes y subsidiadas por el estado.
Jair Bolsonaro, en Brasil, ha basado la mayor parte de su proyecto de crecimiento económico en la devastación del Amazonas. “El suyo es un deliberado envite para fomentar un nuevo ciclo expansivo a través de la supresión de las cortapisas legales que protegen el medio ambiente y los derechos de los indios”, escribieron Heriberto Araújo y Melissa Chan en El País.
Los expertos contemplan una alternativa. En vez de pensar que el medio ambiente es un gasto o una inversión poco beneficiosa económicamente, proponer un formato en el que sí lo sea, cosa que las asociaciones han desarrollado desde hace mucho: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) lleva 25 años sucediendo y planteando alternativas de las cuales se han implementado a medias o nulamente. Ahí hay varios caminos trazados.
Si las cosas no cambian, han advertido organizaciones como la ONU y la Eco Health Aliance, el devenir humano estará en verdadero peligro. Las enfermedades y pandemias continuarán, así como los desastres naturales: ondas de calor mortíferas, huracanes, inundaciones, sequías e incendios, como ya se han visto.
Desde 1800 Von Humboldt habló del peligro del cambio climático. Desde entonces, incluso antes, se separaba la humanidad de la naturaleza, como la falacia más fatal de todas. Ahora, con miedo y desorden, quizá, por fin se escuche esa advertencia de alarma que promete que el mundo seguirá sin humanos.