El camino a ser una mujer trans en Mérida

Emi, la historia de una joven científica transicionando en Mérida

Miguel G. Galicia
Fotografía de Emi


La trama de vida de Emi no encaja en el género dramático con el que desafortunadamente podrían categorizarse las de la mayoría de mujeres trans de generaciones pasadas. La identidad de género no es el resultado de un pasado traumático, sino una condición natural de cada persona.

Tiempo de lectura: 23 minutos

Emi camina por la plaza del centro de Coyoacán, en la Ciudad de México. Los olanes de su vestido ondean con el viento. Hace poco, la joven de 1.73 metros de altura estrenó su credencial para votar y comienza a familiarizarse con el uso de un vestido negro que luce por primera vez. En su rostro resaltan los ojos delineados y los labios pintados de rojo. Sus aretes brillan en la incipiente noche citadina.

La joven pasa desapercibida para muchas personas, pero otras no la pierden de vista. No está acostumbrada a llamar la atención, aunque ahora también a eso deberá acostumbrarse, a ser el centro de atención. Por acto reflejo aprieta contra su pecho el bolso que le ha prestado su madre, se siente insegura pero sonríe.

El día pierde calor en esta romería coyoacanense que recibe por miles a hordas de paseantes que dificultan el avance y complican por momentos la comunicación, por lo que antes de entrar en la laberíntica Plaza de Artesanos, los padres de Emi desisten y cambian el rumbo hacia un café. Sortean puestos ambulantes que venden elotes, dulces, artesanías y al fin llegan a un cafetín en el que piden bebidas y charlan sobre todo y nada.

Emi ha viajado desde Mérida, Yucatán, en donde vive con su padre y su madrastra para vacacionar con su mamá, su padrastro, sus hermanos y la familia materna. Con su voz templada describe lo que sintió la primera vez que se vistió como mujer, a los 18 años de edad. Recuerda que sus hermanas la maquillaron y el toque final fue ponerse un vestido de su mamá.

“Cuando me puse todo eso en conjunto y me vi al espejo, fue un shock. No me gustaba mucho tomarme fotos y en ese momento fue como un despertar. Me vi y lo primero que pensé fue ‘me siento bonita’. No fue un ‘me siento guapo’. No. Fue ‘me siento bonita’, no había otra palabra para describir el sentimiento”.

Una mirada cotidiana que tengo es el espejo de mi baño, antes de mi transición no me gustaba mucho
ver mi cara en espejos o fotos. Actualmente, me encanta siempre ver el resultado de mi maquillaje y la ropa que escogí en ese espejo tan largo.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), entidad que en 2021 realizó por primera vez la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG), en México, 5.1 % de las 97.2 millones de personas de 15 años y más edad se autoidentifican como LGBTIQ+; es decir, 5 000 000 de personas de las que “el 81.8 % se asume parte de esta población por su orientación sexual, 7.6 %, por su identidad de género y 10.6 %, por ambas”.

En tanto, en el rubro de Orientación sexual e Identidad de género, el Inegi detalla en la misma encuesta que “de las personas que se autoidentifican como LGBTI+ por su orientación sexual, 2.3 millones son bisexuales, lo que representa 51.7 % del total de esta población. El 34.8 % es transgénero o transexual”.

Emi, que considera al episodio del vestido como revelador y desde el cual se identifica como mujer trans, bebe frente a mí una cerveza artesanal dorada en un restaurante de la colonia México, en el norte de Mérida, en donde vive desde los 11 años con su padre, tras el divorcio de éste con su madre, y luego de haber cursado un año escolar en Filadelfia, Estados Unidos. Ya no presta atención, como aquella ocasión en Ciudad de México, a las personas que desde otras mesas la observan de reojo y cuchichean.

De hablar pausado y seguro, sus dedos delicados juegan durante toda la plática con su pelo largo. Viste de negro: falda corta, botas industriales, una cadena alrededor de la cintura, usa piercings, un choker en el cuello con picos, y lleva los ojos delineados de negro y los labios pintados del mismo color.

Desde el episodio revelador, comenzó a experimentar. Compró ropa, se maquilló y le pidió a sus amigos que le empezaran a llamar con pronombres femeninos.

“Fue un proceso como de, ¿qué será?, dos años, en los que fui experimentando y en los que, pues, hablé con mis papás y todo eso”.

Reconoce que al inicio de su transición, su padre y su madrastra mostraron cierta resistencia a sus cambios; pero dice que con el tiempo eso ha ido cambiando. Ahora su padre es quien le da dinero para que se compre la ropa que a ella le gusta, siempre de color negro, estilo “urbana darketa”, como ella se define.

Estos son los primeros objetos que fui obteniendo en mi transición, varios regalados por parte de mis
amigos. Primero, los labiales y el espejo fueron lo primero que compré, acompañada de una amiga, después en mi cumpleaños 18 una amiga me regaló las sombras rosas. Tiempo después, una amiga me acompañó a comprar la falda y crop top que fueron lo único que utilicé en reuniones por casi un año. Finalmente, en mi cumpleaños 19 y 20 me regalaron la bolsa y la paleta de sombras grandota.

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Emi nació en Peterborough, Canadá. La estancia de posgrado de su padre en una universidad de ese país propició fortuitamente que esa ciudad le diera la nacionalidad canadiense por nacimiento. Allí permanecieron sus padres hasta que el bebé cumplió seis meses.

Su madre cuenta que cuando nació Emi, la temperatura en Peterborough estaba por debajo de los 0 grados centígrados y que la labor de parto duró 18 horas, que se encontraba sola en esa ciudad y tuvo que ser asistida por una doula, quien por estar realizando sus prácticas profesionales sólo les cobró una cuota mínima.

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La madre me comparte otros datos de primera mano mientras me muestra un baby book , una especie de libro–álbum muy común en tierras canadienses, que registra y cuenta la historia de un bebé, desde antes de su nacimiento, con fotografías, imágenes de ultrasonidos, referencias, mensajes de familiares y amistades de la familia, su árbol genealógico, y el registro de las huellas de manos, pies y otros detalles.

A lo largo de 72 páginas se puede atestiguar el amor con el que sus padres esperaron y recibieron a Emi. Gracias al baby book  sabemos que se les avisó a 16 personas del nacimiento. Al abrirlo vemos un mechón de cabello de su primera visita al peluquero; también registra que nació un 23 de abril de 2003, a las 16:37 horas; que pesó 7 libras y 9.6 onzas; que tuvo una calificación Apgar de 8.9 puntos, que nació por parto natural y que de acuerdo con lo previsto con su doctor, el alumbramiento llegó siete días posteriores a la fecha programada.

“El doctor que me atendía me dijo que si no nacía ese fin de semana tendría que sacarlo, literalmente, porque estaba muy a gusto”, dice ella un poco divertida y nostálgica al contar esa historia que conoce muy bien.

Emocionada, su madre recuerda que Emi fue su segundo bebé porque antes perdió a uno por aborto espontáneo. “Este libro me pareció una estupenda idea para regalarle porque daba cuenta de información y detalles que yo podría darle cuando él creciera”.

Tal colección de recuerdos, asegura, “tiene que ver conmigo; a mí me hubiera gustado tener algo así”.

La madre aún se refiere a su “bebé” con su nombre de nacimiento: Emiliano, ese con el que actualmente, a la edad de 21 años, aún se le identifica en documentos oficiales, pero que gracias a la aprobación de la llamada Ley de Identidad de Género en Yucatán, pronto cambiará.

“Yo quería ponerle Alejandro, como uno de mis hermanos; el mayor, que falleció de manera trágica, pero una de mis hermanas me había dicho que se lo cambiara porque él debía tener su propia historia. De hecho Emi iba a nacer cerca de la fecha del cumpleaños de mi hermano, e incluso mi hermana lo predijo, que era un niño índigo, de esos que se sabe han venido a este plano a cambiar la historia”. Un amigo peruano y poeta de aquella época en Canadá, le sugirió el nombre: “Por qué buscan tanto el nombre, si en la historia de México hay tantos próceres”; entonces pensé: “Claro, este chico viene a revolucionar el mundo”. Le llamó como uno de los héroes revolucionarios de México más populares.

Mi mamá leyendo mi baby book, es un libro que ella lleva actualizando desde que nací y que tiene todo.

En el baby book de la vida de Emi se consigna que su signo zodiacal es Tauro; dice que los nacidos bajo este signo se caracterizan por ser personas que cuidan y protegen a los demás; que se preocupan por la gente y por su manera de pensar; que valoran mucho a la familia y que serán excelentes padres o madres, según sea el caso; no obstante, su carrera profesional es lo más importante, y también que el matrimonio y las relaciones interpersonales son bien favorecidas para los nacidos exactamente el 23 de abril.

La madre recuerda con claridad las noticias que en recortes de diarios locales de Peterborough pegó en este libro de memorias: “Estados Unidos pidió a Canadá que enviara efectivos para sumarse a las filas estadounidenses en su guerra contra Irak”; “El SARS fue declarado epidemia y emergencia nacional por el gobierno”.

A los 20 años de edad, ya en Mérida, su madre y su padrastro le organizaron una comida de cumpleaños a la que Emi invitó a sus amigos más cercanos, quienes le escribieron y dibujaron en el baby book  mensajes de felicitación:

Emi, has sido mi amiga por aproximadamente siete años. Fuiste la primera persona en hablarme e integrarme a un nuevo lugar. Aunque a veces no hablemos tanto o ya no vaya a las reuniones, siempre estaré para ti. Eres mi hermana y te amo mucho. 

Atentamente A.

Otra de sus personas más queridas le escribió:

Son pocas las personas por las cuales el cielo encuentra un propósito; para mí, su propósito es brillar en tus ojos. Sigue llenando de luz la vida de las personas. Tu amistad es sumamente valiosa para mí, robas mi soledad, pero, me brindas la mejor compañía.

Espero encuentres el espacio para ti en este mundo, si no lo encuentras, créalo. Eres más que capaz y fuerte para hacerlo.

Cuando lo hagas, voy a estar ahí, con todo el cariño del mundo. […]

TQM

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Pese a radicar en Mérida, una ciudad en la que gran parte de la sociedad aún es sumamente conservadora, la red familiar y de amistades que tiene le han ayudado a esta joven a resistir con éxito su primer año de transición social y vive una vida común y corriente. Va a la escuela, investiga en zonas marginales temas relacionados con la geografía, juega videojuegos, acude a fiestas con sus amigos de la universidad y con los de toda la vida, que la conocen desde su infancia y han visto su transformación en los años recientes.

Todos ellos la han acogido abiertamente y sin condiciones tal cual y como Emi se define a sí misma y en sus reuniones; la nombran y se dirigen a ella en femenino, como la joven que es, aunque de pronto ocurre que alguien la llama con un pronombre masculino, pero Emi asegura que no le genera ningún problema.

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Durante una reunión organizada por un amigo suyo en un paraje de la comisaría Dzitya, al norte de la capital yucateca, Emi y su familia conviven con la naturalidad de quien se sabe y se siente en familia, y si bien cuentan anécdotas de cuando ella era aún un chiquillo y  la recuerdan como el hermano travieso y juguetón que todos trataron, hoy en día es una joven de estilo urbano, maquillada y vestida con falda y tops a la que como a cualquier otra le gustan los tatuajes, los gadgets, estudiar, la comida, viajar, la ropa de moda y la música de Kanye West.

 

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Es mediodía y Emi ingresa a una tienda de mascotas en The Harbor, una de las plazas con algunas de las marcas más exclusivas de Mérida, busca alimento para su gecko leopardo. Me explica, sin prisa pero sin pausa, que a su mascota no le gustan las cucarachas y sólo le da de comer tenebrios, unas larvas vivas que parece que le encantan.

En el trayecto de las escaleras eléctricas a la entrada de la tienda de mascotas, conté al menos a 10 personas que han mirado a Emi disimulada y abiertamente. Emi se despacha rápido, coge tres recipientes y se dirige a la caja, en donde una mujer menuda de pelo rubio y que le mira con asombro, escanea los vasos con larvas y sin pensarlo se dirige a ella con pronombres masculinos. La cajera pregunta como autómata si eso es todo lo que llevaremos. Emi paga y nos marchamos.

“Entiendo que hay gente a la que le cuesta trabajo hablarme como mujer u hombre; pero entiendo que no lo hacen de mala fe”, dice Emi excusando a la empleada.

Conocedora de que en nuestro país, y sobre todo en Mérida, la sociedad es muy conservadora hacia lo distinto y en su entendimiento sobre las personas de la comunidad sexodiversa, Emi comparte que tiene planes de continuar sus estudios de posgrado en Estados Unidos o Canadá, su país natal, y de quedarse a vivir allá.

Mi hermanita siempre toma fotos donde me veo rara o chistosa, y yo le hago lo mismo. Aprovecho
cuando está haciendo una cara rara o algo para burlarme, y a ella le gusta mucho tomar fotos muy cerca de arriba abajo. Le pedí que me tomara una foto y obviamente quiso aprovechar la oportunidad.

 

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Otra tarde cualquiera en esta ciudad capital, de esas de 40 grados centígrados a la sombra, que huelen a humedad y provocan una sensación de sudor chicloso en la piel, charlo de nuevo con Emi, quien se disculpa porque le toma mucho tiempo explicarme lo relacionado con una investigación que realiza como parte de sus prácticas profesionales.

Planificadora e investigadora apasionada como es —de su padre científico sacó ese rasgo, dice— ya ha empezado a dar sus primeros pasos tras contactar y trabajar actualmente con un investigador de la Texas Tech University, en Estados Unidos, el doctor Carlos Portillo, y se ha sumado a su proyecto trazando mapas que diseña con Sistemas de Información Geográfica, algoritmos y satélites.

De hecho, Emi acaba de terminar un mapa sobre el impacto que genera el Tren Maya —multimillonario proyecto del actual gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en el sureste mexicano—, en el llamado Tramo 7 que atraviesa la selva de Calakmul, en la reserva de la biósfera del estado de Campeche, al sur del país.

Luego de terminar su primer avance cartográfico, tras meses de preparación y en el que ha empleado gráficas e imágenes satelitales comparativas y que será expuesto en el Research Day en la institución universitaria, lo que sigue, asevera, es seguir haciendo estudios geográficos del impacto de la actividad humana en esa región. Sin embargo, recalca que eso lo tendrá que hacer un especialista en ecología y deberá incluir estudios sobre especies vegetales y animales cuyos hábitats quedarán divididos en norte y sur en ese trecho de selva en la que habita una megadiversidad de especies.

Comemos chicharrón en salsa verde, y la nobel investigadora no ha dejado ni rastro; entre sabores y aromas de cilantro, arroz y tortilla amarilla, y aunque siempre le apasiona hablar sobre “su tema”, Emi expresa sin emoción una conclusión a la que ha llegado: “No soy ecóloga, pero de algo estoy segura, ese tramo del Tren Maya sí generará un impacto en esa región megadiversa: ha partido en dos la selva de Calakmul”.

 

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Debido al calor infernal de esta ciudad, llamada T’Hó (Cinco Cerros) por los mayas, y cuyo origen se remonta a más 2 000 años, la vida ocurre muy de mañana o por las tardes y noches; es por ello que hemos venido a Plaza Galerías –uno de los centros comerciales más grandes y concurridos de esta urbe que ha crecido de manera exponencial en la última década– a charlar sobre otra de sus pasiones: la escritura de artículos científicos.

Y es que, además, la geógrafa ya cuenta con un artículo de divulgación titulado “La pandemia de los anfibios: el caso del hongo Batrachochytrium dendrobatidis”, sobre un hongo patógeno descubierto hace unos 20 años, pero que aún no es muy conocido y que ha provocado la desaparición de 200 especies. El patógeno se inserta en la piel de una gran cantidad de anfibios impidiéndoles respirar, lo que ha generado ya una pandemia que ha afectado a ese grupo animal y, por ende, a la biodiversidad del planeta.

Emi es firme al comentar que sus estudios serán a nivel posdoctoral, pero mientras se consuman ella continúa planificando su vida profesional: quiere enfocarse en Sistemas de Información Geográfica y en distribución de especies y revelar cuáles factores de sus territorios las afectan y modifican su distribución, o qué provoca la disminución de las poblaciones.

Las horas van pasando y mientras seguimos platicando el personal de servicio sigue limpiando y recogiendo la mesa de este lugar, una y otra vez. Limpian y preguntan si deseamos algo más, limpian y preguntan si todo está bien…

Convencida, Emi afirma que quiere ser una mujer trans importante. “Creo que el hecho de ser una mujer trans en el mundo de la ciencia y poder avanzar tanto como me gustaría, sería una forma de decirle al mundo que serlo no es una limitante, soy igual que todos ¿no?; creo que sería una forma también de demostrar que la comunidad trans es fuerte y puede lograr lo que sea; entonces creo que sí es una buena forma de empoderamiento”.

 

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Pero el hecho de que Emi pueda salir a las plazas meridanas sin ser molestada, más allá de las miradas y cuchicheos, tal y como lo que hacen otras jóvenes trans en la actualidad, es una libertad que tiene que ver con la lucha por los derechos fundamentales que viene de más atrás.

Esos esfuerzos a favor de las personas sexo diversas empezaron en la década de los setenta, explica Armando Rivas Lugo, antropólogo social especializado en materia de derechos humanos y políticas de gobierno, con personas como Germán Pasos, quien “vivió todas estas redadas” institucionales.

De igual manera, hasta hace poco tiempo el trabajo sexual ejercido por las personas trans era criminalizado; sin embargo, eso cambió tras las modificaciones al Bando de Buen Gobierno, logro alcanzado por los esfuerzos de activistas como Abigail Trillo de la asociación civil Yucatrans y otros organismos, como el Consejo contra la Discriminación del Ayuntamiento de Mérida, del que Rivas Lugo forma parte.

 

 

En Mérida, hasta antes de 2016, si dos personas del mismo sexo se besaban en público o se tomaban de la mano o se vestían de mujer y alguien “se sentía ofendido”, se le podía pedir a la policía que las detuviera “por faltas a la moral”, y se les llevaba a la cárcel, en donde eran revictimizadas, sus derechos nuevamente vulnerados e incluso corrían peligro de ser violadas.

No obstante, en el Bando de Policía y Buen Gobierno de Mérida se eliminó “la porción normativa donde decía que estaban prohibidas las faltas a la moral y a las buenas costumbres; eso lo eliminamos en el 2016 y fue algo histórico, muy importante; lo celebramos mucho porque con esa redacción en el pasado se detuvo, se molestó y se utilizó en contra de las personas LGBT porque era una redacción aparentemente neutral pero que se utilizaba en contra de alguien; o sea, una falta a la moral era una persona vestida de mujer porque así lo decían:  ‘Un hombre vestido de mujer’”, agrega Armando Rivas.

Este año abril se le adelantó a mayo como el mes más caluroso hasta el momento. Una de esas tardes calurosas de abril Emi y su familia fueron de compras a la Gran Plaza, otro centro comercial al que la pandemia le arrebató su esplendor. Para sobrellevar el calor, Emi viste shorts y una playera ajustada que deja ver su tuch (ombligo en maya); en la parte posterior de sus muslos muestra un gran tatuaje —proyecto que tomó varios meses de ejecución— de un corazón partido en dos, cada una de las partes dibujada, y cuyo contorno está delineado por grecas neotribales en las que se aprecia una araña, un ciempiés y que en conjunto forman una mariposa. Cada vez esquiva menos las miradas porque cada vez le importan menos. Emi se disculpa para ir al baño y, antes de que otra cosa suceda, su madre interrumpe un sorbo de su bebida y se apresura a acompañarla.

En la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES-UNAM) donde estudia Emi, hay una comisión de género para atender ese tema, Emi cuenta que sí hay baños de género: “pero también hay neutros y yo entro generalmente a esos, aunque también a los femeninos. Creo que el baño es un espacio que permite sentirte fuera de cualquier prejuicio y no tengo el miedo de que alguien me diga algo.

“En la ENES hay uno que era de hombres, pero los estudiantes rayaron eso y pusieron que era mixto. Antes me daba miedo entrar a los baños femeninos por si alguien me decía algo, pero ha sido lo contrario, a lo mucho una señora se me queda viendo feo o algo así, pero las chavas incluso de 30 (años) y más hasta me hacen plática en la fila”.

En los baños públicos hay una batalla que la comunidad trans ha ido ganando y, al mismo tiempo, ha vencido el miedo a que la gente les censure y les rechace.

Aquí está todo mi kit de maquillaje, mis espejos, base, rímel, delineador, labiales, rubor,
desmaquillantes, brochas, cotonetes, entro otros. Mi conocimiento de maquillaje es un conjunto de recomendaciones, videos, tutoriales y tips de amigos y amigas que he recibido a lo largo de los años, además de una práctica constante. Y aún así, a veces queda chueco mi delineado.

 

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Para Rivas Lugo otro de los logros que se observan entre miembros de la comunidad trans es que “yo veo que cada vez más personas trans están estudiando, y eso nos da un gusto enorme, porque la mayoría de las personas trans que conocimos, hace 10, 15 años, son personas que no lograron estudiar. Las nuevas generaciones ya están estudiando”.

Y esto ocurre en todos los ámbitos y áreas, como sucede con otras figuras como Violeta Olivas, quien junto con otra activista, Muñeca Aguilar, forma parte del colectivo Comando Trans Interseccional, y revela que la ONG acaba de ganar un fondo internacional para trabajar con mujeres trans en Yucatán; o Abril Cris May Estrada, que es la primera persona trans no binaria en obtener la presidencia de la Sociedad de Alumnos de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), y ya está trabajando en un protocolo de atención a personas trans en las universidades del estado.

 

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Los logros de la comunidad trans han sido obtenidos por etapas y tienen un origen que se puede identificar, comenta la socióloga Nancy Walker, quien se dedica a la academia, cuenta con una maestría en desarrollo humano, ha cursado diplomados en teología feminista y pertenece a la red Todos los Derechos para Todas, Todos y Todes formada por 87 organizaciones de todo el país, y que desde hace cuatro décadas tiene una presencia importante en el activismo en defensa de los derechos humanos, de mujeres, el medio ambiente y la diversidad, en Yucatán.

Con esa larga historia en el activismo, Nancy Walker explica que quienes abrieron los caminos al movimiento trans fueron “los gays, o sea, los varones; con una brecha significativa de las mujeres lesbianas”.

Y dado que “primero salen homosexuales, lesbianas y bisexuales” a librar esa lucha en todo el mundo, en 1990 se logró que la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminará de su lista de trastornos mentales a la homosexualidad, pero es hasta 2018 cuando ese mismo organismo elimina el concepto de trans como un trastorno mental, y lo declara una disforia de género; es decir, una condición relativa a la salud sexual. Eso fue “un hito en el andar por el reconocimiento de los derechos de la comunidad sexodiversa”.

Por su parte, Armando Rivas Lugo, con quien conversé una mañana fresca de Mérida, en una cafetería, y quien también forma parte de Buenas Intenciones A.C., hace hincapié en que no hay que olvidar esas luchas.

“A mí me parece que a veces se olvida… qué tanto se tuvo que pasar para que hoy en día tú puedas pedir permiso para montar acá un show drag, por ejemplo. Tú lo vas a poder hacer, pero en los (años) setenta, ochenta, noventa, era una falta a la moral y de las buenas costumbres que ameritaba que, de haber una redada, detuvieran a la gente y se la llevaran a la cárcel”.

A lo largo de 20 años de labor profesional, el experto en políticas públicas ha visto avances importantes en el terreno de los derechos humanos como la aprobación del matrimonio igualitario; la visibilización y toma de  acciones legales para que se respeten sus derechos; la ejecución de campañas para asesorar a las personas que se dedican al trabajo sexual, entregándoles información sobre prevención de enfermedades y condones, convenciéndoles de que realicen su labor en puntos seguros para todas las partes, y muy importante: la capacitación al personal de policía y a los funcionarios del gobierno estatal para evitar la discriminación.

Este es un espacio entre mi closet que tiene varias cosas que siento que me representan: cartas de
Pokémon y Magic the Gathering; mis Pokémon; una guitarra de Guitar Hero decorada de stickers; mis Bionicles que tengo desde chiquita; libros con un poco de todo, desde Junji ito hasta México Bárbaro; varias figuras de Funko Pop que me han regalado; piedras que he coleccionado en mis prácticas de campo; y otros libros que aún tengo en mi lista de leer.

 

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En los últimos meses, Emi ha comenzado a aprender a andar en patineta y se ha acercado a la poesía, de tal manera que ha empezado a leer y a investigar sobre el tema. Aquí un ejemplo de lo que ha resultado:

No sé si fui plantada en el jardín incorrecto

porque las otras flores no tienen malas miradas del jardinero.

No sé si es mi culpa por tener un aspecto malogrado.

Sólo sé que puedo ser deshierbada en cualquier momento.

Pienso y siento como una flor,

pero mis pétalos no son delicados y pequeños.

 

Soy delicada, pero mis pétalos son torpes y ásperos. 

Soy sensible, pero mi tallo es grueso y sin color.

Me llamo Orquídea, pero me dicen Narciso. 

 

Me consideran una ilusión, una hierba mala,

que se hace pasar por una flor.

Para algunos soy un fetiche, una abominación.

Para otros, una lucha constante de derechos y liberación.

Sólo quiero ser yo, femenina, llena de amor.

Quiero vivir en el jardín, sin necesidad de resaltar.

Existiendo y sintiendo el viento pasar,

justo como una flor.

 

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En enero de 2023, días después de llegar a vivir a Mérida luego de estar residiendo en la Ciudad de México, la madre y el padrastro de Emiliano fueron a un bar del centro histórico, a unos pasos de la Plaza Grande, convocados por su hijo Emiliano que quería contarles algo importante. Ordenaron bebidas y nachos. En un ambiente dominado por un aroma acendrado a cerveza, intercambiaron las impresiones de la semana.

El sol del mediodía es implacable, pero como se acostumbra en estas latitudes, con una chela bien fría todo pasa con más tranquilidad.

A la mitad del plato de nachos —acá se les llama tostadas— Emi aclara la voz y adelanta que quiere contarles algo. Con voz titubeante, empieza diciendo que sigue tomando terapia psicológica, y pregunta si recuerdan aquel viaje de vacaciones a la CDMX, en el que se vistió de mujer.

Sus manos se anudan y desatan, clava la mirada en la superficie de la mesa. La madre y su padrastro están atentos y esperan. Las botellas escurren humedad pese a que está encendido el aire acondicionado. La periquera vibra, el tiempo encalla.

Ambos adultos intercambian miradas. Emi toma un respiro profundo, su piel cobriza cambia hacia tonos cálidos. Ahora respira con dificultad y dice, determinante: “Me identifico como una mujer. Soy mujer transgénero”. Su madre le sonríe y el padrastro se acerca a Emi, le rodea el cuello con los brazos y le besa el pelo largo. Su mamá se une al abrazo y los tres son uno por un instante. No les importa que la poca gente que se encuentra en el lugar los vea llorar y suspirar, en silencio se miran a los ojos, por unos minutos.

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Piden otra cubeta de cervezas, y ella, que desde ese momento no será más un “él”, toma la palabra para explicarle a su madre qué ha estado pasando desde aquella vez que sus hermanitas la maquillaron y vistieron de mujer, y ella se sintió linda, el mismo año cuando llegó a los 18, su mayoría de edad. Emi le explica a su mamá que al verse maquillada y ataviada de mujer se cuestionó su identidad, como nunca antes en su vida. Ahora, al escuchar que sus amigos le llaman guapa o preciosa, siente mucha alegría.

Hace un año de aquel momento en el bar, misma cantidad de tiempo en la que Emi ha seguido tomando terapia psicológica con perspectiva de género para aprender a lidiar con ciertos temas que existen en el hogar donde vive con su padre, su madrastra y su hermanita. Porque aún quedan desafíos por resolver, como ese que le genera cierta ansiedad y que ella misma reconoce: “Si tuviera un superpoder, yo creo que sería el de bloquear pensamientos. Creo que a veces tiendo a ser una persona un poco insegura en varios aspectos y el hecho de ser una persona trans aumenta esa inseguridad. Los estándares de belleza de la sociedad de hoy son altísimos y difíciles de alcanzar para una mujer cisgénero; entonces, para una mujer transgénero son 10 000 veces más porque no tengo el cuerpo biológico”.

Esta foto me gusta aunque salió medio rara, definitivamente tiene que ver con que no sabíamos muy
bien como calcular las fotos. Sin embargo, fue una experiencia divertida buscar momentos para tomar fotos con mis amigos. Me encanta que es un poco caótica, algunos con los ojos cerrados y otros creo que no se dieron cuenta en qué momento se tomó la foto. Estábamos en un parque, y de izquierda a derecha son: Manuel, Diego, Mauricio y Andrés. Lamentablemente ese día faltaron mucho porque era semana de proyectos finales, pero aún así, nos la pasamos bien como siempre.

 

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El 2024 pinta que será un año definitorio para Emi, pues pretende comenzar con la terapia de reemplazo hormonal (TRH) para continuar con su transición médica, luego de 12 meses de haberla comenzado en el ámbito social, y piensa hacerlo apoyada por la agrupación Yucatrans, que brinda asistencia y acompañamiento de psicólogos, endocrinólogos y especialistas, además de ofrecer medicamentos a precios accesibles.

Para Emi, Yucatrans es la mejor opción —actualmente la agrupación apoya a 120 personas con su TRH en todo el estado— porque en el sector salud público no existe esa posibilidad, comenta Abigail Trillo, presidenta de Yucatrans.

En este momento, asegura, “todavía el gobierno no está preparado para empezar a ver lo que son las necesidades de las poblaciones trans. Ciertos sectores están siendo abandonados, por ejemplo, el cáncer, que es algo tan complicado, que mucha gente se está enfermando, y que mucha gente se está muriendo porque no hay medicamentos, ¿cómo le vamos a pedir al gobierno estatal que me dé un programa exclusivamente para población trans que incluya un cuadro médico?”. Abigail acepta que en ninguno de los niveles de gobierno estatal se cubre esa atención.

 

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El día de su cumpleaños número 21, Emi, acompañada de una de sus hermanas y de su madre y padrastro acudieron a saber más sobre el TRH con Abigail Trillo, quien trabaja de cerca con las autoridades municipales sobre políticas para la comunidad LGBTTIQ+ y será diputada suplente de Manuela Cocom en la diputación plurinominal local del IV Distrito por Mérida, la cual representa al PAN en la LXIV legislatura que comienza en septiembre próximo). Las preguntas se suceden en rosario y la líder de Yucatrans las va respondiendo una a una, acotando y precisando.

En algunos momentos, mientras Abigail da los pormenores de la transición, Emi resalta que sí quiere transicionar al grado en el que pueda llegar a cispasar, lo que significa que quiere alcanzar a tener una apariencia física totalmente femenina. Lo que más le importa a Emi del proceso de la TRH es la atención empática y profesional que ofrece Yucatrans, algo difícil de conseguir en esta ciudad.

El proceso de TRH que siguen las personas de la comunidad trans en Mérida es una odisea, una realidad a la que se le suman los prejuicios morales y la falta de empatía de algunos galenos en el sector público, como lo relata Trillo Herrera: “Hay que ver si los médicos tienen perspectiva de género con temática trans porque no todo mundo quiere trabajar con población trans; hay mucho doctor homofóbico que no trabaja con población trans”.

En tanto, Dorian Herrera, lideresa de la asociación Princesas Mayas, refuerza lo dicho por Abigail. Comenta que sus compañeras que ejercen el comercio sexual como ella, se le acercan porque la consideran una autoridad y porque les apoya económicamente y con asesorías de diversa índole, incluida la médica.

Hay que ver si los médicos tienen perspectiva de género con temática trans porque no todo mundo quiere trabajar con población trans; hay mucho doctor homofóbic

Dorian relata que en una ocasión que acudió al médico en el Hospital General Agustín O’ Horan —que pertenece a la Secretaría de Salud Federal y es uno de los más importantes de toda la península一 sufrió trato discriminatorio y ofensivo por el doctor que le atendió, y que incluso le advirtió con negarle el acceso a una consulta si no cambiaba su manera de vivir y de ganarse la vida.

El doctor, además de no cumplir con la garantía del acceso sin discriminación a los servicios de salud de la activista y de cualquier persona, derecho protegido en el Protocolo para el Acceso sin Discriminación a la Prestación de Servicios de Atención Médica de las Personas Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, Transgénero e Intersexual y Guías de Atención Específicas, publicado por el gobierno federal; el médico tampoco respetó el Artículo 4° de la Constitución Mexicana que garantiza la protección de la salud y el derecho que tiene toda persona a recibirla.

De acuerdo con el antropólogo Armando Rivas Lugo, en Yucatán hay personas que “desde los años setenta, están tomando hormonas”, y lo hacen por cuenta propia, “pero de manera institucional, no hay ese programa; de unos años para acá, las compañeras trans acceden a terapia de reemplazo hormonal, pero con medicina privada; contratan a un endocrinólogo que les receta la terapia. Eso habrá sido de 2010 para acá”.

Mientras tanto, Bárbara Guerrero ―activista de los derechos de las familias de las personas trans y quien actualmente está criando a dos hijes trans y se ha convertido en una de las voces más visibles en los últimos nueve años en Yucatán por su trabajo en su asociación civil (aún en formación) Abrazos Arcoíris, que acompaña a familias LGBTQ+― asegura que la mala atención médica del sector público de salud en Mérida va más allá de lo trans y denuncia que el maltrato de los galenos en instituciones públicas es igual “hasta para las personas que tienen cáncer”.

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Emi tiene la certeza de que ella, como otras personas trans, seguirán cambiando paradigmas no sólo en Yucatán, sino también en el mundo. “Sí, sí, yo creo que nací en la época perfecta para que pueda yo empezar a ayudar con el cambio. Creo que antes era muchisisísimo más complicado por la mentalidad de todos y creo que esta época permite más el cambio, todavía no al cien por ciento, pero me gusta poder ser parte de lo que no sólo rompe los estereotipos”.

Desde su trinchera quiere unirse a la lucha iniciada y continuada por otras personas de la comunidad trans como Leo Burgos, quien con su grupo Azul Transparente acompaña a las familias con hijes trans. “Yo creo que no hay que reducir los esfuerzos. Yo creo que hay que estar todos en la comunidad trans abiertos a seguir luchando por respeto, por visibilidad y por una normalidad en la comunidad trans. Me gustaría solo existir, no tener que resaltar en el público, solo ser una persona más en la calle”.

Mi mamá y Miguel (su esposo) comiendo en su casa. Ese día hicieron una de mis comidas favoritas, chicharrón en salsa verde y arroz. Ambos son excelentes cocineros, mi mamá hizo el arroz y Miguel el chicharrón. En palabras de ellos, se complementan a la perfección en su trabajo en equipo, así como el chicharrón y arroz. Estaba delicioso como siempre.

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Hasta la fecha, la mayoría de las predicciones del horóscopo del baby book de Emi se han cumplido, salvo el matrimonio y la crianza de hijos, y aunque aún es pronto para que estos eventos sucedan, Emi sí los tiene contemplados para su vida

A 21 años de su nacimiento y a un año de haber iniciado su transición social, y aunque sabe que su hija adora revisar su propia historia y revisitarse a sí misma cuando era menor de edad, la madre se pregunta si en la actualidad a ésta le gustará este recuento gráfico “porque fue creado para Emi siendo niño, y ahora que es una chica no lo sé”, dice al cerrar la última página del baby book.

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De vuelta en el céntrico bar en donde ocurrió la revelación de Emi, por la hora, cerca del mediodía, el lugar está prácticamente vacío. Ha pasado el trago más duro. El ambiente pierde su aire enrarecido gracias al gesto y las palabras de respaldo y de aprobación que resaltan el amor, y el reconocimiento al derecho que todos tenemos de ser quienes deseamos ser. Ha llegado el momento de dejar de llamarle por su antiguo nombre masculino y empezar a llamarla por su nombre elegido: Emi. El tiempo retoma su cauce.

De aquella tarde persiste aún el luminoso recuerdo en su madre, y en quien esto escribe, pues ambos asistimos a un nuevo alumbramiento, uno que llevó 19 años de labor de parto.

La foto la tomó mi hermanita, afortunadamente ese día sí tendió su cama. Me encanta que se ve el
contraste entre su estilo tan rosita y de colores, mientras yo tengo un estilo mucho más alternativo y de
colores negros al compararlo con mi cuarto. No me encanta la foto porque se nota el calor de Mérida en
mi pelo, pero fue divertido tomar fotos con Cami.

 

Este reportaje se realizó con el apoyo de la Fundación W. K. Kellogg.

 


Miguel G. Galicia es escritor de tiempo completo, locutor y periodista egresado de la FCPyS-UNAM. Ha participado en diversas antologías como “Periodistas de a pie” y “100 Discos Esenciales del Rock Mexicano”. Ha publicado cuentos y relatos en revistas, medios impresos y digitales. Se ha desempeñado como reportero, editor y jefe de prensa desde 1996.

 

 

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