Tiempo de lectura: 6 minutosTodos los días se le va en lo mismo: picar y lavar verduras, poner las ollas al fuego, servir porciones de sopa, repartir comida a pepenadores y niños que no tienen qué comer y hablar con los medios que no paran de buscarla para entrevistarla en Toluca, Estado de México, donde según las cifras oficiales del mapa de conteo federal suman 4 mil 661 casos de Covid-19 y 359 defunciones. Desde que el 7 de abril Tania Vázquez pegó en el zaguán del número 423 de la calle Puebla, una cartulina azul que decía: “Un toque de ayuda. Si estás en situación vulnerable no lo dudes, toca”.
La gente que acude al domicilio se encuentra con una mesa de mantel blanco y sillas negras, en las que se sientan a esperar a que les lleven comida, una sopa de fideos, arroz blanco, tortitas de pollo en jitomate, o chicharrón en salsa verde y frijoles negros, o lo piden para llevar. Así que los vecinos de la colonia Santa María de las Rosas van llegando a lo largo del día, pues ahí no hay horarios, quien quiera comida puede tocar y se le ayudará. De ahí el nombre: Un toque de ayuda, que Tania y sus hermanas transexuales pusieron al comedor comunitario en el que la comida cuesta 25 pesos.
En un inicio hacían 40 comidas al día, pero pronto resultaron insuficientes y en la cocina comenzó la batalla por hacer más de 100 diarias. Son 7 y cada una se encarga de un tiempo diferente, una hace el arroz, alguien más los frijoles, otra la sopa o el guisado, una el agua y otra hace las compras. Tania es la portavoz pero en realidad son un gran equipo.
Tania se expresa como poseedora de todo aquello que la ha lastimado. Habla claramente, con una voz modulada que no da espacio a la improvisación. Su piel es morena, casi cobriza, brillosa. Tiene unas cejas arrogantes y una mirada perpleja que le da un aire de diva, un efecto del maquillaje, el delineado, el rimel de sus pestañas cuidadas.
“El comedor fue pensando en mis hermanas, varias compañeras son de la tercera edad, quienes todavía trabajan en el trabajo sexual, otras son estilistas, otras son amas de casa, sobrevivientes ya, digo sobrevivientes porque la perspectiva de vida de una mujer trans no pasa de los 35 años, desafortunadamente nos están asesinando”, dice.
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Así que cuando la pandemia de Covid-19 llegó a finales de febrero a México, Tania les dijo: “A ver hermanas, a ponernos chingonas. Tenemos que crear un apoyo entre nosotras para poder amortiguar porque los ingresos van a ser mínimos y hay que seguir pagando renta, luz, gas, todo. No sé mucho de política, pero si los países de primer mundo pasaron la primera, segunda y tercera etapa, no creo que México realmente esté preparado en cuestión de salud ni en lo más mínimo para combatir esta pandemia”.
Si tiempo atrás la vida las había hecho hermanas, juntas enfrentarían los estragos de la precariedad. No solo son compañeras, sino que son hermanas de una familia que se formó por el desprecio y la censura de sus seres consanguíneos que las echaron hace años de sus casas al escuchar de sus bocas pintadas que no habían venido al mundo a cumplir más expectativas que las propias. La reconciliación con ellas mismas les ha costado la vergüenza de unos padres incomprensibles, el odio en sus barrios y la minimización que algunos han hecho del rumbo de sus vidas.
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Una vez que se encontraron necesitadas de trabajo porque las estéticas en las que se empleaban cerraron, mientras que a otras dejaron sus clientes de buscarlas a la avenida Alexander Von Humbolt, un punto permitido de prostitución en Toluca, y por el que hace años comenzaron a llamarlas Las Chicas de Humbolt, decidieron guiarse por su sentido de supervivencia, así que adaptaron el patio de una casa. Le pusieron un piso de concreto. En un día consiguieron una mesa y las sillas, y entonces cocinaron la primera despensa que Tania había llevado: arroz, frijoles y sopa. Las despensas posteriores las irían poniendo ellas mismas de sus bolsillos y poco a poco saldrían de la venta de comida.
Hicieron una transmisión en vivo por Facebook para presentar el comedor y Tania con un vestido estampado cortó el listón de inauguración, era morado y decía Mujeres Trans Famosas de Toluca juntas contra covid-19, colgaba entre los límites del zahúan blanco de la calle Puebla. Entre la curiosidad y la necesidad aparecieron los comensales.
“La mayoría es gente de la tercera edad y discapacitados, han venido parejas con su hijo y nos dicen: oye, es que no tenemos dinero. Sí claro, les damos el alimento sin ningún costo. Aquí puede venir quien quiera, es un comedor cien por ciento incluyente”, dice.
«A ver hermanas, a ponernos chingonas. Tenemos que crear un apoyo para poder amortiguar porque los ingresos van a ser mínimos . No sé mucho de política, pero no creo que México esté preparado combatir esta pandemia».
La idea empezó a recibir atención en las redes sociales, fue entonces que las donaciones de despensas llegaron hasta su cocina. Ellas salen a regalar la mitad de su producción a los pepenadores de la Central de Abasto, gente que vive en las calles, y a todo aquel que se acerca cada que bajan del carro negro en tacones y vestidos ajustados cuando reparten comida.“La gente está teniendo solidaridad hacia nosotras. Nosotras no lo hicimos con ningún afán de fama”, dice.
Tania le pide a alguien que le pase unas hojas, “permíteme tantito guapa”, alguien del otro lado del teléfono le aproxima los papeles y ella dice con mucho entusiasmo: “quiero que sepas que se acaban de acercar el ayuntamiento de Toluca, para que podamos ayudar a los sectores vulnerables y nosotras también recibir estos apoyos”.
“Para mí que he estado toda la vida aquí en Toluca, que nunca he recibido ni un chícharo por la mitad, es algo histórico. Y no sólo para mí, imagínate, también para las mujeres transexuales de 50 años que toda la vida estuvieron invisibilizadas, que no pudieron tener un trabajo, que no pudieron tener un fondo de retiro, ¿ellas de qué van a vivir en su vejez? Nosotras existimos por supuesto, pero se nos ha vulnerado”, dice.
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La vida de Tania ha sido siempre una fuga, pero en el andar se encontró con otras chicas transexuales con las que se acompañaría en el grupo de Humbolt, y pronto formaron una hermandad que vería por ellas mismas cuando sintieran que el mundo les daba la espalda.
Empezaron a hacer labor altruista y otras mujeres transexuales se unieron: estilistas, amas de casa, comerciantes y sexoservidoras retiradas, cuando el grupo creció más claridad tenían en su discurso, serían ellas quienes apaciguarían sus propios temores y consolarían sus profundas tristezas, buscarían la normalización e inclusión de colectivos transexuales y acompañarían a personas con las mismas dudas que ellas.
«El comedor fue creado pensando en mis hermanas, compañeras de la tercera edad que todavía están en el trabajo sexual, otras son estilistas, amas de casa, sobrevivientes ya, sobrevivientes».
Pero sobretodo lucharían para que sus nuevas identidades fueran reconocidas, empezarían por exigir la aceptación de la identidad sexogenérica, aquella que se refiere a cómo una persona se identifica con su sexo y género, de modo que puedan cambiar su documentación oficial para que coincida con sus nuevos nombres y apariencia física, pelearían también por no ser ignoradas ni en lo jurídico ni en lo laboral, ni en lo social. Cuando comenzaron ese camino, dejaron de ser las Famosas de Humbolt y se consolidaron 20 integrantes como el colectivo Mujeres Trans Famosas de Toluca, del que forma parte el comedor Un toque de ayuda, y claro, Tania Vásquez como su directora. De algún modo todas habían pasado por un proceso parecido en la asimilación de sus identidades.
“Cuando era pequeña, de 12 años, me miraba al espejo y decía ‘quiero tener senos’, y se me quitaba de la cabeza. Me decía: pero si soy un niño. A los 15, hice públicos mis pensamientos pero no logré reunir el valor para contárselo a mi madre. Mi cambio empezó al dejarme crecer el cabello y mi madre no dejaba de decirme que era lo que murmuraban los vecinos, una mujercita. Fue hasta la edad adulta que todo mi rompecabezas tomó forma”, contó Tania en un evento de la Facultad de Antropología de la Universidad del Estado de México.
Han sido violentadas desde el núcleo familiar, salieron expulsadas de sus casas, y en las calles se enfrentan al rechazo y la segregación social. “He visto morir a muchas de mis hermanas trans, me he visto triste, desesperada, insegura. Si la gente nos ha discriminado, nosotras no podemos discriminar. Si nos han orillado a la violencia y a la precarización, tenemos que ayudar a otros. Me cansé de la violencia que hemos pasado, de las desigualdades. Alguien tiene que alzar la voz, me harté de ver a mis hermanas trans asesinadas y que nadie dijera nada, porque muchas instituciones según nos apoyaban y, cuando ocurrían estos casos, nadie veía por nosotras. Ese mismo coraje me hizo activista, y luchar por erradicar las desigualdades”, dice.
“Que en estos tiempos de odio nuestro amor sea la mejor militancia. Nosotras ya demostramos que también somos personas”, concluye Tania.