Natanael Cano, el plebe que se soñó rey
Muchos lo responsabilizan por hacer apología de la violencia, pero su música ha cautivado a millones, sobre todo a infancias y juventudes. Al rey de los corridos tumbados siempre le gustó la calle, las armas y la música. Este 23 de agosto dará su primer concierto ante más de 65 000 personas en el Estadio GNP y será transmitido en vivo en la plataforma Disney+.
Desde hace tres años en mi playlist suenan y resuenan las canciones de Natanael Cano. Es el primer artista en mi vida por el que viajo kilómetros y pago un boleto de avión para verlo en un palenque. Me recuerda a mi pueblo, aquel lugar donde crecí y del que incluso renegué. Esa Sonora tan contradictoria y conservadora, donde la presencia del crimen organizado es historia de todos los días.
Conocí a Natanael gracias a mi amigo Tito Garza Onofre y la primera vez que lo oí escogí una canción al azar. El fraseo de notas en el requinto de “Diamantes” me trajo recuerdos de la infancia en algún restaurante a la orilla de la playa en Sonora: ahí estaban de nuevo los músicos que se acercaban con sus guitarras a tocar corridos de Los Tigres del Norte, Los Tucanes de Tijuana o de Chalino. Sentí la brisa, el calor, la arena. Aquello me invitó a saber más sobre ese joven que había nacido en mi ciudad y ahora llenaba estadios en el norte de México y sur de Estados Unidos.
Natanael Rubén Cano Monge, el Nata —llamado así por sus fans—, nació el 27 de marzo de 2001 en Hermosillo, Sonora. Dice que no creció en el barrio, pero siempre le gustó la vagancia, la calle, las armas. Incluso, desde hace unos días, enfrenta un proceso penal por sobornar a un policía que lo intentó detener tras derrapar con su coche en un estacionamiento. Fue vinculado a proceso por el delito de cohecho.
El Nata cursó la primaria y secundaria en el Colegio Larrea, una escuela privada conservadora de clase media, fundada en 1918. Fue ahí donde grabó sus primeros videos tocando guitarra. Creció en un hogar cristiano, aunque él se define como “cristiano liberal”, pues, contrario a lo que marca su religión, le gusta mucho la fiesta y el alcohol. Es hijo de Siria, ama de casa, y de Francisco Rubén, antes mecánico, ahora apicultor y granjero.
En una charla con el periodista de espectáculos, Gustavo Adolfo Infante, el Nata lloró al recordar al músico sinaloense y fundador de Los Plebes del Rancho, Ariel Camacho, quien murió a los 22 años en un accidente automovilístico; las letras de Camacho lo inspiraron a ser compositor y cantante. También aseguró que a los 14 aprendió a tocar el requinto con tutoriales de YouTube y que en la secundaria era “un loco” que vendía vapeadores a sus compañeros para conseguir unos pesos extra.
Con 18 años Natanael abandonó su hogar y agarró rumbo a Culiacán, Sinaloa. Después vivió en hoteles y moteles en Tijuana, Baja California; aquel andar lo llevaría a Los Ángeles, California, donde, en 2018, una disquera independiente llamada Five Music lanzó su primer sencillo: “El de los lentes Gucci”. Aquel Nata aún luce como un niño con frenos en los dientes y sin tatuajes, que enfundado en un traje nos narra la historia de un chico —premonición de su historia— que no es traficante, pero tiene fama y dinero por su música.
Al inicio de su carrera componía y cantaba corridos, como Camacho, su ídolo, pero a diferencia de las generaciones con las que creció, nunca usó sombreros ni botas. Más tarde incursionó, mezcló géneros, sonidos y fue pionero de los corridos tumbados, una mezcla entre la música tradicional mexicana y un subgénero del rap, llamado trap. Ahora, incluso, tiene una marca con ese nombre con la que vende tanto souvenirs en los conciertos como Bacanora, un destilado de agave sonorense.
A pesar de ser conocido como el “padre” de los corridos tumbados, fue otro cantante, Hassan Emilio Kabande Laija, mejor conocido como Peso Pluma, quien logró la trascendencia de este género en todo el mundo. Las comparaciones y análisis al respecto van desde el clasismo a la disciminación, pues uno es moreno y el otro blanco, hasta la falta de consistencia en la carrera de Natanael, generalmente afectada por sus problemas de ansiedad, depresión y uso de sustancias psicoactivas.
“Son cosas profundas. Unas positivas y otras negativas. Soy un chico depresivo por gusto, la hice parte de mí porque me ayuda a la música. Sufro y hago dinero”, dijo Natanael en la entrevista con Infante, en la que por momentos se ve con la mirada perdida y le cuesta hilar ideas.
Peso Pluma lo invitó al concierto que dio en 2023 en la Ciudad de México y lo “coronó” como el Rey de los Corridos Tumbados. El Nata, además, ha realizado duetos con Bad Bunny, Ovi, Bizarrap, Belinda, Fuerza Regida, Óscar Maydon, Steve Aoki, entre otros, y tiene alrededor de 23 000 000 de escuchas mensuales en Spotify.
En mayo de 2024, por ejemplo, ofreció dos palenques en Hermosillo, uno para mayores de edad y otro para menores de 18 años. Ambos fueron sold out en horas. Para su concierto del 23 de agosto en el Estadio GNP, los boletos se vendieron en menos de tres días.
La primera vez que disfruté uno de sus conciertos fue en Hermosillo, en mayo de este año, y, más allá de lo emotivo del momento, surgió en mí el instinto maternal. El Nata lucía errático, le faltaba el aire; me hubiera gustado decirle: “mi’hijito, necesitas descansar para que nos sigas dando más canciones. Cuídate por favor, esa vida de fiesta no te va a llevar a nada”.
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¿Por qué llevar a Natanael a mi casa?
Confieso que, en un principio, sólo la música del Nata me resultaba atractiva y no prestaba mucha atención a las letras. También he de admitir que, desde niña, no me es extraño escuchar corridos que hablen sobre drogas, fiestas, crimen organizado o grandes capos.
Más allá de que hubiera sido imposible evitar que mis hijos no consumieran los corridos tumbados, ya que están en todos lados, preferí presentárselos y entablar un diálogo al respecto. Ahora tienen 18, 14 y 8 años y con todos he sido muy honesta sobre la letra de las canciones.
—¿Qué es la codeína, mamá?
—Una droga.
—¿Quién es Rafa Caro?
—Un narcotraficante.
Entiendo a los padres y madres que como una forma de defensa tratan de evitar que sus hijas o hijos consuman este tipo de contenido y más a quienes viven en regiones gobernadas por el narco; aun así, prefiero la información a la negación. Creo que nuestras infancias y juventudes no son ignorantes y que, en diferentes contextos y con varios niveles de privilegios, viven en el mismo país que Natanael.
Históricamente el arte muestra al artista o el contexto en el que vive o qué, ¿culpamos a Martin Scorsese porque gracias a sus películas de gángsters las juventudes quieren pertenecer al crimen organizado?, o ¿cancelamos al hip hop de la comunidad afro en Estados Unidos por hablar de violencia y drogas?
En el caso mexicano, no creo que los narcocorridos o los corridos tumbados sean apología de la violencia. Considero que son, y siempre han sido, reflejo de la realidad. Honestamente qué podíamos esperar que compusieran y cantaran Nata, Junior H, Óscar Maydón o Gabito Ballesteros si crecieron en pleno sexenio de Felipe Calderón y su “guerra” contra las drogas.
Mis hijos, y los tuyos, viven en un país con más de 120 000 personas desaparecidas, donde ya no podemos ir por la carretera a Sonora porque “no vaya a ser que nos secuestren”, donde le violencia está a la orden del día, donde no pueden salir a jugar en la calle y yo no me puedo dormir hasta que no llegan por la noche a casa por el temor de que no regresen.
Sin embargo, para este texto, a los tres les pregunté si habían sentido el impulso de usar drogas o dedicarse a la venta de ellas por escuchar los corridos tumbados y sus respuestas fueron las siguientes:
—Yo nunca lo he pensado, pero conozco amigos que sí se dedican a vender y todos tienen en común que sus familias no los pelan —me contestó el de 18 años.
—La verdad yo nunca escucho las letras —dijo quien tiene 14.
—Yo lo veo sólo como música, nada más. Me gusta la guitarra —respondió el de 8.
Para nada estoy de acuerdo en que prohírselos ayudará a que nuestras juventudes dejen de ver en estos cantantes, incluso en los integrantes del crimen organizado, modelos a seguir. ¿Qué pasó cuando prohibieron los narcocorridos de Los Tigres del Norte a finales de los ochenta? Se hicieron más populares.
Además, para la autoridad es muy sencillo responsabilizar a la música, a la cultura, incluso a las familias, como lo hizo recientemente el delegado de la Fiscalía General de la República en Sonora, Francisco Sergio Méndez, con el caso de los “niños sicarios” cuando declaró: “¿Dónde están los padres de estos menores? Deberían tener una responsabilidad penal porque no tuvieron la vigilancia de sus hijos”.
Y ojo, ni Natanael ni las madres ni padres de familia son responsables de que infancias y juventudes vean en el crimen organizado una opción exitosa de vida. Ésa es responsabilidad de un Estado fallido, rebasado, que le dio paso libre al crimen organizado y dejó a su suerte a las nuevas generaciones.
Glosario utilizado en las letras de corridos tumbados
Plebe.- Morro, chavo.
CH y la Pizza / Chapiza.- Hijos de Joaquín “Chapo” Guzmán.
Rosa pastel / Tusi.- Cocaína rosa.
El queso.- Cocaína
JGL.- Joaquín Guzmán Loera
El M.- Nemesio Oseguera Cervantes “El Mencho”.
4 letras.- Cártel Jalisco Nueva Generación
IXCHEL CISNEROS SOLTERO. Periodista desde hace 20 años y maestra en periodismo por el CIDE. Ha trabajado en los principales medios de comunicación en México. Fue coordinadora de Comunicación y Directora Ejecutiva del Centro Nacional de Comunicación Social AC (Cencos) y directora de El Día Después. Actualmente, enlace institucional de Gatopardo, co conduce el pódcast Derecho Remix y los programas de televisión, Dudantes en Calle Once, MexTranjeros en TV UNAM.
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