Todo lo que Xochimilco hace por el medio ambiente de la CDMX

Todo lo que Xochimilco hace por el ambiente de la CDMX

En el área natural protegida de Xochimilco la gente sigue cambiando el uso de suelo, aunque esté prohibido hacerlo: el urbano ha aumentado 4% en diecinueve años y el de cultivo ha caído en 3%. Esta zona brinda importantes servicios ecológicos a la CDMX, por ejemplo: regula el calor y contiene las inundaciones. Restaurar Xochimilco es posible y aquí se habla de un proyecto que intenta conseguirlo.

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La mayoría de los mexicanos hemos oído hablar de Xochimilco; muchos hemos paseado por sus canales y navegado sobre sus trajineras entre mariachis, tequila y elotes. Con demasiada frecuencia, estos paseos empiezan y terminan sin que los visitantes estén conscientes del ecosistema donde se encuentran. Poca gente está al tanto, por ejemplo, de que esta zona que consideran “de esparcimiento” es, en realidad, un área natural protegida (ANP). Se le catalogó así desde 1992 y suman 2,552 las hectáreas bajo protección, que se extienden por los pueblos de Xochimilco, San Gregorio Atlapulco y San Luis Tlaxialtemalco.

¿Qué significa que esta parte de la alcaldía Xochimilco sea un área natural protegida? De acuerdo con la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial de la Ciudad de México, la principal función de este tipo de áreas es la “protección y la conservación de recursos naturales de importancia especial, ya sean especies de fauna o flora catalogadas en algún estatus de riesgo (raras, amenazadas, endémicas, en peligro de extinción) o bien ecosistemas representativos a nivel local, regional, país e incluso internacionalmente”. Para estas áreas hay, entonces, “políticas de manejo” y de “aprovechamiento de los recursos naturales”. En ese sentido, el turismo recreativo es lo menos importante para su sostenibilidad.

En términos ambientales, Xochimilco es una zona reguladora del clima de la Ciudad de México porque amortigua los eventos de calor extremo —un beneficio nada despreciable en vista de las altas temperaturas que se vivieron recientemente en la capital del país—, pero ese no es el único servicio ecosistémico que brinda: también alberga una gran diversidad de polinizadores, regula las inundaciones en época de lluvias extremas y captura grandes cantidades de carbono de la atmósfera.

Por si fuera poco, esta zona provee alimentos desde la era prehispánica, pues los antiguos xochimilcas adecuaron los humedales como chinampas —aunque no es ahí donde realmente hacen parada las trajineras para que los turistas entren a un temazcal o a comprar plantas de ornato—. Hoy en día las chinampas producen principalmente hortalizas, como diversos tipos de lechugas, espinaca, betabel, brócoli, rábano, nabo, colinabo, acelga, kale y calabazas, que se pueden adquirir en mercados locales.

Al respecto, una chinampa es más que un pedazo de tierra cultivable. Su estructura se construye a partir de plantas acuáticas, con las que se forma un “colchón” que después se cubre con fango extraído del fondo de los canales. Este lodo es rico en materia orgánica, humedad y nutrientes, por eso es perfecto para el desarrollo de las semillas. El lodo se extiende sobre la chinampa en una capa de aproximadamente ocho centímetros de grosor, conocida como “almácigo”. A su vez el almácigo se divide en pequeños cuadros de cinco por cinco centímetros —a cada uno se le llama “chapín”—: es ahí donde se depositan las semillas para que germinen y se desarrolle la plántula que luego se trasladará a una zona más grande, donde crecerá plenamente.

La pureza y la belleza de las chinampas radica en su nula necesidad de fertilizantes y agroquímicos. Sin embargo, pese a que son un sistema de producción integral agroecológico, se están perdiendo poco a poco por diversas razones, como la necedad gubernamental de incluir agroquímicos —basada en la visión de la “revolución verde” de los setenta—, la erosión de los suelos y el aumento de su salinidad, la contaminación y, principalmente, por el cambio de uso de suelo. Por ello, no toda la ANP de los pueblos de Xochimilco, San Gregorio Atlapulco y San Luis Tlaxialtemalco conserva la tradición de las chinampas.

Para conocer el cambio de uso de suelo en los últimos veinte años dentro de esta ANP, realizamos un análisis de imágenes de satélite. Lo que muestran es preocupante: los recursos naturales están siendo afectados en una zona donde deberían conservarse.

Los principales usos de suelo en la ANP de Xochimilco son de cultivo, urbano y tierras abandonadas. Pero el uso de suelo urbano ha ido en aumento: en 2002 representaba el 7 % de la ANP; para 2021 representa el 11 %. Este cambio supone un incremento en el número de habitantes, más contaminación y la pérdida de flora y fauna. Aunque la urbanización de las zonas rurales es un fenómeno recurrente en todo el país, en las áreas naturales protegidas, sus procesos —como la instalación de infraestructura eléctrica, de drenaje y otros servicios— están prohibidos. Pero es eso lo que está ocurriendo en la ANP de Xochimilco. La urbanización, por ejemplo, aumenta la contaminación del agua porque el drenaje de las casas va directamente hacia los canales. También se pierde la capacidad de infiltración del agua porque el suelo natural se cambia por una cubierta de cemento.

A la vez que se incrementa el suelo urbano, disminuyen las zonas de cultivo: en el 2002 ocupaban el 14% de la ANP de Xochimilco, pero en 2021 disminuyeron a 11%. Y también se debe a los cambios de uso de suelo: en vez de cultivarlos, se usan para actividades más rentables, como la construcción de canchas de futbol, de jardines para eventos sociales o de invernaderos. El abandono de las zonas de cultivo es muy frecuente porque las nuevas generaciones buscan empleos mejor remunerados y cada vez son menos las personas que tratan de mantener viva la tradición de las chinampas.

Otra actividad que ha crecido principalmente en San Gregorio Atlapulco y San Luis Tlaxialtemalco es la instalación de invernaderos: en los últimos veinte años han aumentado 3% en la superficie de esta ANP. Los invernaderos se ubican en lugares que antes eran zonas de cultivo y se emplean sobre todo para producir plantas y flores de ornato. Representan un foco de contaminación en este ecosistema porque utilizan fertilizantes y pesticidas que afectan el suelo y el agua, y que se depositan en el fondo de los canales, dañando la flora y la fauna originales del lugar (encima, hacen a un lado a las chinampas).

El agua de los canales de Xochimilco proviene de plantas de tratamiento localizadas en las alcaldías de Iztapalapa y Xochimilco. Originalmente, sale de los drenajes de las casas pero, aunque es tratada, no llega limpia a los canales. Incluso se han encontrado bacterias como el Helicobacter pylori en grandes cantidades, la cual está asociada a la acidez gástrica y a las úlceras, si bien mucha gente es asintomática. En estos canales hay muchos otros contaminantes un poco más graves y otras bacterias coliformes fecales que causan distintos tipos de enfermedades del estómago.

La restauración
No todo son malas noticias. Actualmente las zonas abandonadas en Xochimilco representan un 43% de la ANP, y gran parte de esta superficie es apta para el cultivo, de modo que si se restauraran estas tierras abandonadas, se reactivaría la producción de hortalizas y alimentos y la tradición de las chinampas. Por eso, los autores de este texto hemos construido el proyecto Chinampa-Refugio.

La lógica de restauración de Chinampa-Refugio se basa en la relación simbiótica de los xochimilcas con su lago: por un lado, este los beneficia con su agua y sus nutrientes; por el otro, las chinampas de los humanos forman el laberinto de los canales y aumentan el hábitat de los organismos que viven en ese lago. Para retomar esta relación simbiótica positiva, se pueden instalar biofiltros hechos de plantas nativas que limpian el agua de los canales circundantes a las chinampas. Con ellos, el agua se vuelve útil para regar los cultivos, se restauran los propios canales y la mayoría de las especies logran vivir por sí mismas, pues mejora la calidad de su hábitat.

Xochimilco tiene 228 kilómetros de canales, pero los más aptos para la instalación de refugios para los axolotes y otras especies acuáticas (como los charales y los acociles) son los que tienen un ancho de entre 2.3 y cuatro metros, los cuales se extienden por 103 kilómetros. Para instalar refugios en ellos, primero habría que limpiar el 45% de los canales y reactivar las chinampas. Valdría la pena hacerlo, no solo por las especies que ahí viven, sino porque esto aumentaría la producción de alimentos agroecológicos que podrían consumir los habitantes de la Ciudad de México, principalmente. Aunque aún falta mucho por hacer, desde que comenzó el proyecto Chinampa-Refugio en 2011 ha crecido el número de personas interesadas en mantener la tradición de las chinampas y en conservar las especies nativas.

A la par, en Xochimilco se están haciendo estudios sobre la fragmentación del paisaje, algo que ocurre cuando la cobertura natural del suelo pierde superficie y se forman “islas” o parches de diversos tamaños. Esto tiene consecuencias graves para las especies que allí habitan, ya que primero limitan el movimiento de los individuos pero eventualmente sus poblaciones se reducen e incluso pueden desaparecer. La fragmentación del paisaje es provocada generalmente por el cambio de uso de suelo, empleado sobre todo para actividades antrópicas.

En la ANP de Xochimilco también se están haciendo estudios sobre conectividad ecológica, una estrategia para mitigar la fragmentación del paisaje que busca mantener el contacto entre los parches a través de corredores de vegetación natural que favorezcan el movimiento de las especies. Por ejemplo, la capacidad de los axolotes para moverse en ciertos espacios está condicionada por factores físicos —como el ancho y la profundidad del canal— y biológicos —como la disponibilidad de alimento o la abundancia de depredadores—. Los análisis de las redes de parches y conectores retoman elementos naturales del paisaje con el objetivo de mantener o restaurar el ecosistema y preservar la biodiversidad. También se hacen análisis geográficos del paisaje aledaño al canal para identificar qué tipo de uso de suelo es mejor para el desarrollo de las especies; con este tipo de análisis se pueden identificar los canales que podrían restaurarse mejor.

Finalmente, además de los problemas ambientales, en Xochimilco hay problemas sociales como la gentrificación. Muchas personas quieren apoyar a Xochimilco regenerando su economía mediante la compra de chinampas. Aunque tengan buenas intenciones, si esto se hace masivamente, terminarán desplazando a los dueños de la tierra, que son los xochimilcas. En otros casos, entran personas con mayor poder adquisitivo a utilizar las prácticas chinamperas, lo que se podría considerar como una apropiación cultural, muy similar a lo que sucede con los diseños de los textiles oaxaqueños por altas casas de moda. En suma, la restauración del área natural protegida de Xochimilco no solo requiere de técnica ecológica y cultura chinampera, sino también de entendimiento social, para no incrementar la inequidad económica.

No olvidemos que restaurando la ANP de Xochimilco a través de la actividad chinampera podríamos recuperar servicios ecosistémicos de regulación, como el secuestro y el almacenamiento de carbono, el tratamiento de aguas residuales, la conservación de suelos, la polinización y la regulación del clima, entre otros más. Son pocos los espacios naturales dentro de la gran mancha de asfalto de la Ciudad de México: nos conviene, como sus habitantes, preservar los que quedan. Para lograrlo, el público debe empezar a pensar en Xochimilco como un espacio ambiental, y no solo como un lugar recreativo y turístico.


Tania Fernández es doctora en Geografía por la UNAM. Tiene más de quince años de experiencia en el manejo de sistemas de información geográfica y percepción remota, en la evaluación del programa de Pago por Servicios Ambientales ejecutado por la Comisión Nacional Forestal, en el modelado de infiltración e inundaciones para la Ciudad de México, São Paulo y Buenos Aires, en áreas verdes urbanas y conectividad ecológica, entre otros temas. Fue jefa del Departamento de Información y Sistematización Ambiental en el Inecc. Actualmente hace su posdoctorado en el Instituto de Biología de la UNAM, con el tema “Conectividad ecológica del paisaje para la conservación del axolote en el área natural de ejidos de Xochimilco y San Gregorio Atlapulco”, de donde provienen los datos de este texto.

Enrique Martínez Meyer es doctor en Geografía por la Universidad de Kansas y biólogo por la UNAM, donde es investigador desde 2002, en el Instituto de Biología. Combina ambas disciplinas para entender cómo las especies interactúan con el medio ambiente y cómo las alteraciones a este —por ejemplo, el cambio climático y la pérdida de hábitat— las afectan. Su objetivo es ayudar en la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales. Su grupo biológico de experiencia es el de los mamíferos y de 2008 a 2022 fue presidente de la Asociación Mexicana de Mastozoología. Es miembro del SNI, con nivel 3, y del Comité Ejecutivo del Programa Nacional Estratégico sobre Sistemas Socioecológicos y Sustentabilidad.

Luis Zambrano es biólogo y doctor en Ecología Básica por la UNAM, donde es investigador del Instituto de Biología. Fue curador de la Colección Nacional de Peces y durante cuatro años fue el encargado de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel. Ha dado clases de ecología para urbanistas en la Facultad de Arquitectura. Es miembro del Aldo Leopold Leadership Program de la Universidad de Stanford y colaborador frecuente de Gatopardo.

Referencias

Luis Zambrano y Rubén Rojas, Xochimilco en el siglo XXI, Turner, 2021.

Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial de la CDMX (PAOT).

Boletín Dirección General de Comunicación Social UNAM-DGCS-1026.

Michel Alejandra Olguín y Roberto Torres, «El ajolote de Xochimilco, a punto de la extinción», en Gaceta UNAM, febrero 2023.

Erwin Stephan-Otto y Aurora Zlotnik Espinosa, La chinampa. Evaluación y sustentabilidad, UAM, 2001.
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