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La imagen de nuestra identidad: el tono de piel sí determina resultados de vida

La imagen de nuestra identidad: el tono de piel sí determina resultados de vida

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
16
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21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Buscamos desmitificar la noción de que en México no existen la discriminación ni el racismo porque somos un país mestizo. La generación de datos duros ha jugado un rol primordial para rebatir esta imagen asociada a nuestra identidad y demostrar que el tono de piel puede ser decisivo para una elección política, la escolaridad y los ingresos econó­micos de una persona.

Hablar sobre el tono de piel en México resulta controversial. Existe la percepción de que “ventilar” estos temas en público fomenta el racismo o bien, la idea de que no tiene sentido discutirlo siquiera, dado que todos somos iguales: somos mestizos. Esta ideología del mestizaje, que viene desde el siglo XIX, se afianzó en la primera mitad del XX como un mecanismo para forjar la identidad nacional. Como tantas veces lo ha discutido el historiador Federico Navarrete, el planteamiento de la identidad mestiza no promovió que las élites adoptaran las costumbres de los pueblos indígenas. Así que el racismo nació junto con esta ideología, que fue tan poderosa como para asegurar que, si había diferencias entre mexicanas y mexicanos, no se debían a su etnicidad ni a su tono de piel, sino a la riqueza acumulada o heredada; es decir, se trataba de clasismo y no de racismo directamente.

Aunque hay quienes siguen convencidos de que en México no hay racismo, de que esto no ocurre, la sociedad respira otros aires. En redes sociales son abundantes los memes que se mofan de situaciones en las que el tono de piel más claro deter­mina la decisión más favorable. Se han creado hashtags para denunciar casos, como #HablemosDeRacismo, que provocan hilos de tuits infinitos, y tenemos colectivos y organizaciones que discuten sobre el color de la piel, como RacismoMX o Poder Prieto. Lo que sucede en la cultura y la agenda pública también ha sido importante: el mensaje de visibilización de la película Roma (2018) y los esfuerzos de los medios por cuestionar la pigmentocracia han sido muy fructíferos para mitigar este tabú. Como científico social no tengo duda de que la generación de datos duros sobre el tema en los últimos diez años ha jugado un rol primordial. Y que ha incluido a académicos, organismos del gobierno y de la sociedad civil como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

En este artículo abordaré algunas de estas contribuciones científicas, desde cómo se mide el tono de piel hasta qué im­plicaciones tiene la fotografía de una persona morena al momento de ser contratada, cuando se postula como candidata en una elección o, incluso, para determinar el precio de sus servicios sexuales. Con nuevos y mejores datos, en el siglo XXI sabemos que el tono de piel sí tiene impactos en resultados de vida —la escolaridad o el ingreso, por ejemplo—. Así, hoy sabemos con certidumbre que sí existe el racismo y sí existe la discriminación. No sólo hay diferencias que se deben a la pertenencia de las personas a una determinada clase social; el tono de piel añade más de­sigualdades. Por eso, es relevante discutir qué tanto y cómo afecta el tono de piel, y qué necesitamos hacer para combatir la discriminación. Pocos temas son tan importantes como la imagen de nuestra identidad.

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Tono de piel en México

Un gran reto es cómo medimos el tono de piel. Una forma sencilla de hacerlo es mediante fotografías. Los estudios que han usado este enfoque analizan las consecuencias de observar dichas imágenes o bien correlacionan la tonalidad con ciertos resultados que discutiré más adelante. Si se cuenta con pocas fotografías, por ejemplo, se categoriza sencillamente entre morenos y blancos; sin embargo, si son muchas las imágenes, con personas con tonos de piel distintos, se requiere de una metodología para contabilizar quién es más moreno o quién más blanco.

La paleta de colores más usada en México y en otros países latinoamericanos se conoce como PERLA (que son las siglas en inglés del Proyecto sobre Etnicidad y Raza en América Latina). Este proyecto de la Universidad de Princeton se concibió para estudiar el rol que tiene el color de la piel en la vida de las personas. Lo conformaron diferentes investigadores de la región, bajo el liderazgo del profesor Edward Telles. Esta paleta tiene un rango del uno al once, donde el uno es el tono de piel más claro y el once, el más oscuro; se puede usar para categorizar foto­grafías o bien, para anotar en una encuesta la to­nalidad de las personas entrevistadas. Las encuestas solicitan elegir un tono de piel, aunque también el entrevistador puede reportarla de acuerdo a su observación o utilizar un medidor, un pequeño instrumento que registra el tono al colocarse en el dorso de la mano o en la muñeca. Mi lectura de las diferentes investigaciones, incluidas la de Telles, es que, sin importar la forma en que se mida el tono de piel, éste sí llega a tener impactos.

En México se han hecho diversas encuestas de este tipo. Los resultados de algunas de ellas pueden consultarse en colordepiel.colmex.mx, una investigación de cuya dirección estuve a cargo. Estas encuestas, realizadas por el Inegi, la academia o asociaciones civiles, se dirigen a la población adulta entre los 25 y 64 años; el tono de piel lo registran los entrevistadores o bien, lo reportan los entrevistados con base en la paleta PERLA. Veamos la Figura 1 (sobre la distribución de la población por tonalidades). De acuerdo con la Encuesta de Movilidad Social de 2017 que realizó el CEEY, 12% de las personas en México son de tez blanca y 24% de tez muy morena, mientras que la gran mayoría de la población tiene un tono moreno o moreno claro. Estos porcentajes cambian por región geográfica. Otras encuestas, como la del Módulo de Movilidad Social Intergeneracional de 2016, del Inegi, o la Encuesta de Movilidad Social de 2015, de El Colegio de México, obtuvieron resultados similares.

Con esta información podemos averiguar, por ejemplo, si la tonalidad tiene o no que ver con la escolaridad; si no estuvieran relacionadas deberíamos observar a cada grupo igualmente representado en términos de tonalidad. Pero eso no sucede. La Figura 2 (sobre tono de piel y años de escolaridad) muestra que las personas con tono de piel más claro tienen un mayor número de años de formación escolar que las de tonos más oscuros. La distancia entre esos grupos es de 2.5 años. También podemos observar la pauta en términos de riqueza, así que dividimos a la población en cinco grupos del mismo ta­maño, ordenados de menor a mayor riqueza. Si el color de piel no tuviera nada que ver con el poder adquisitivo, deberíamos tener a cada grupo igualmente representado. Pero la Figura 3 (sobre tono de piel y riqueza) muestra claramente que, a mayor riqueza, más pro­babilidades de encontrar personas con tonos de piel claros, representadas 3.5 más veces en el 20% con mayor riqueza. Sucede lo opuesto con las de tez muy morena.

el-tono-de-piel-si-determina-resultados-de-vida
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Al analizar estas gráficas, las encuestas señalan que las personas con tez morena oscura tienen peores resultados de vida. Estos resultados pueden deberse a diferencias en cuanto a riqueza, discriminación, o bien, a aspiraciones de vida distintas. En la siguiente parte ilustro a fondo estos mecanismos potenciales.

Tres resultados científicos

La movilidad social indica qué tanto el nivel socioeconómico en la edad adulta depende del nivel que se tuvo en la niñez. De acuerdo con resultados del CEEY y de mis propias investigaciones, México es una sociedad relativamente inmóvil: los recursos familiares del pasado importan mucho para determinar qué nivel socioeconómico tenemos hoy. Dicha información podría reforzar el argumento de que lo que existe en México es clasismo, no racismo. Comparemos entonces personas de tez clara y tez muy morena dentro de un mismo nivel de riqueza familiar; es decir, personas que tuvieron la misma riqueza en la niñez. Lo que los datos nos dicen —en colordepiel.colmex.mx— es que, si las personas son muy pobres en la niñez, es más probable que las de tez muy blanca asciendan socialmente, o bien, que las de tez muy morena sean igualmente pobres que sus padres. Mientras que lo opuesto también ocurre: es más probable que las personas de tez muy morena que fueron ricas en la niñez desciendan socialmente. Ahora bien, las explicaciones del porqué se tienen que buscar en otro lado. Empecemos con la discriminación.

En nuestro país es común la inclusión de una fotografía en el curriculum vitae al momento de solicitar trabajo. De hecho, en muchos sitios de internet donde se publican las vacantes se pide explícitamente una fotografía, a pesar de que, en países como Reino Unido o Estados Unidos, esté prohibido o no se acostumbre hacerlo. A Eva Arceo, investigadora de la Univer­sidad Iberoamericana, y a mí se nos ocurrió que podíamos usar esa costumbre de las empresas mexicanas para determinar si había discriminación en el mercado laboral. Así que construimos currículums ficticios que fueran muy similares en su contenido, pero con fotografías muy distintas. Teníamos currículums con la fotografía de una persona con tez blanca, otra con tez morena clara y otra muy morena, y uno sin fotografía. Dado que el contenido del currículum era el mismo y bajo el supuesto de que las empresas sólo determinan contrataciones con base en la productividad observada, como la escolaridad o experiencia laboral, deberíamos entonces observar los mismos resultados, porque nuestras personas estaban registradas con la misma productividad. Para esta intervención enviamos más de ocho mil currículums a vacantes en la Ciudad de México y encontramos evidencia contundente de discriminación. Por ejemplo, 17.1% de los currículums de mujeres con tez más clara fue convocado a más entrevistas, contra 13.8% de las de tez muy morena; es decir, las mujeres muy morenas requieren enviar 23% más currículums para recibir el mismo número de llamados que las de tez blanca. Para los hombres también se encuentra una brecha a favor de la tez blanca, pero es más pequeña e incierta en términos estadísticos.

La discriminación no se da sólo en el mercado laboral, sino en otros ámbitos, como el político. En una investigación de la Universidad de Newcastle, la doctora Rosario Aguilar analizó si existía discriminación por tono de piel en una elección política ficticia. Como en el caso de los currículums, ella generó fotografías de personas con tez blanca y morena, así como una plataforma política, y las distribuyó de forma aleatoria a un grupo de estudiantes en un laboratorio. Lo que se buscaba analizar era si votarías más por cierto candidato al recibir la pla­taforma política con y sin fotografía. Las personas votaron más por candidatos con tez blanca, aun cuando la plataforma era la misma.

Este estudio realizado entre estudiantes hizo que me cuestionara si se podía extrapolar el resultado a una elección en México. Uní esfuerzos con Carolina Rivas, estudiante de posgrado en la Universidad de Columbia, para determinar si algo similar pasó en 2018. Con información publicada por el Instituto Nacional Electoral (INE), obtuvimos los nombres y par­tidos políticos de los candidatos a cualquier puesto de elección y luego, por medio de redes sociales, localizamos su fotografía, con la que asignamos un tono de piel de acuerdo con la escala PERLA. En promedio, en nuestro país, los candidatos con tez más clara tienen más probabilidades de ganar una elección, en una proporción similar a lo que obtuvo Aguilar en su intervención. Por ejemplo, si el candidato tiene un color de piel muy moreno, tiene 20% menos probabilidades de ganar y es 9% más propenso a quedar en cuarto lugar o más. Adicionalmente, se tienen pocas candidatas muy morenas. Por ejemplo, sólo 2.7% son de tez muy morena, cuando sabemos que la proporción en la población es mayor. Estos resultados pudieran deberse a dis­criminación en los partidos políticos o a las expectativas y la confianza que tienen los votantes de acuerdo con el color de piel. Los mecanismos esbozados parecen ser plausibles, pero no se tiene evidencia dura que los respalde. Así que probamos en otras situaciones lo que sucede.

Un mercado que podríamos analizar es el de los servicios sexuales por internet. Antes de continuar, quisiera recalcar que no discuto la moralidad de este mercado; es uno que existe y, como tal, lo estudio: quién participa y cuánto cobra. Si se valoraran por igual forma todos los fenotipos, blancos o morenos, entonces el precio no debería cambiar de acuerdo con la tonalidad.

Son muchas las páginas que ofrecen servicios sexuales; en éstas, encontramos varias fotografías de escorts y, gracias a la ciencia de datos y algoritmos computacionales automáticos, fue posible descargar la información de alrededor de tres mil escorts mujeres. Decidí enfocarme únicamente en ellas, puesto que el mercado masculino es pequeño. Con ayuda de un equipo de asistentes de investigación se pudo construir una base de datos que incluía precio por el servicio y características físicas como tono de piel, tamaño del busto, tipo de cintura o cadera y edad, entre otros. El primer aspecto notorio de este mercado es que no hay mujeres muy morenas. Sabemos que alrededor de 10% de la población de México lo es (Figura 1); sin embargo, aquí, casi no hay mujeres con ese tono de piel: sólo 0.2%. Aunque no hay información, también podría existir discriminación por parte de las mismas páginas de internet hacia esta población.

Ahora, cuando se relaciona el precio por hora con el color de piel se obtiene que las mujeres blancas cobraban, entre 2017 y 2018, tres mil pesos aproximadamente, mientras que las más morenas cobraban casi mil. Esta diferencia se mantiene cuan-do exploramos qué otros factores entran en juego dentro de este mercado, como que las mujeres más blancas suelen ser las más jóvenes o con más busto o más musculosas. El color de piel tiene un efecto neto sobre el precio solicitado; en otras palabras, tiene un valor monetario. Los resultados son sorprendentemente similares a los de los políticos: pocas personas muy morenas y un mejor resultado para la tez blanca.

Si sabemos que nuestras habilidades serán valoradas por nuestra apariencia física, las vamos a ir ajustando conforme crecemos; es decir, lo que suponemos que el mercado valora determina una posible ocupación laboral. Para probar esta hipótesis realicé un estudio en conjunto con Eduardo Medina, quien estudia un posgrado en la Universidad de Illinois. Hicimos un estudio en jóvenes adolescentes de secundaria, que ya han asimilado estereotipos y, a su vez, comienzan a plantearse sus aspiraciones de vida. Visitamos tres secundarias en la Ciudad de México y realizamos a los alumnos una serie de preguntas muy sencillas: “¿Qué tan probable es que termine la universidad?”, “¿Qué tanto cree que, en su trabajo futuro, los conocimientos obtenidos en el último grado de estudios serán importantes?” y “¿Qué tanto depende de usted que le vaya bien en este año y el próximo?”.

Para analizar el efecto de la apariencia física en las aspiraciones de vida, decidimos realizar una intervención previa a las preguntas. Aleatoriamente, unos estudiantes recibieron una hoja con ciertas características y otros estudiantes, no. La hoja incluía una serie de fotografías de políticos y personas de los medios de comunicación —en su mayoría, de tez blanca—, así como la paleta PERLA para que pudieran responder en esa escala. Esta hoja, por tanto, funciona como un recordatorio de su propio tono de piel y el de otros con ciertos logros mediáticos. Así, probamos empíricamente si existe una amenaza por es­tereotipos. Lo que encontramos refuerza los resultados en otros estudios: en el caso de los hombres, no se encontró amenaza alguna, pero, en contraste, en las mujeres sí hubo un claro efecto negativo: las que recibieron las fotos y tuvieron que reportar su tono de piel declararon tener menos aspiraciones que aquéllas que no recibieron esa amenaza de estereotipo.

¿Por qué sucede esto? Como sociedad, le damos mucho peso a la apariencia física, especialmente, a la de las mujeres. La lógica del resultado es que, al ver las fotografías de personajes públicos, nos hacemos una idea de lo que nosotros mismos podemos lograr: lo que vemos posible en el mercado afecta cuánto nos esforzamos y qué hacemos con nuestra vida. Esto no sólo indica el rol de la discriminación en nuestra conducta y decisiones —qué tipo de ocupación podré tener y qué tanto esfuerzo debo hacer el día de hoy—, sino también cómo nos afectan las normas sociales. Estamos acostumbrados a juzgar a las personas por las decisiones que tomaron, pero los resultados nos dicen que el contexto también importa.

Finalmente, un aspecto que falta abordar es por qué las personas de tez blanca inspiran más confianza (como los políticos o las escorts). Resulta difícil dar una sola explicación, pero hay varias razones sociales e históricas detrás. Como se ha men­cionado, en nuestro país se logró, o se trató de forjar, una idea de nación mestiza en la que lo indígena no tiene el mismo valor; se creó una conexión adversa entre etnicidad, color de piel y resultados políticos y económicos. Ese traslape no lo hemos podido superar del todo en nuestra historia. Esa carga nos lleva a asociar lo blanco con aspectos positivos y con el “éxito”. Lo otro, no. Dado que estas creencias se transmiten desde la infancia, entre generaciones, se vuelve complicado cambiar los estereotipos que tenemos sobre lo que esperamos de las personas.

¿Hacia dónde ir?

Tenemos que seguir tres políticas si no queremos vivir en una pigmentocracia donde, conforme aumenta la riqueza, se vuelve más claro el tono de piel (Figura 3). La primera —y la más obvia— es que se requieren inversiones en infraestructura, educación y salud para que las personas que viven en comunidades y entidades marginadas puedan tener las mismas oportunidades que el resto. Sin igualdad de oportunidades no se puede lograr un país con resultados más justos.

La segunda es que se requiere un combate frontal a la discriminación de cualquier tipo. Todavía en muchos anuncios de vacantes de trabajo se discrimina explícitamente, o bien, se solicitan personas con “buena presentación”, lo que alude a su tono de piel y aspecto físico. La labor no es sólo del Estado, por medio de penalizaciones y sanciones; también nosotros, como sociedad, debemos ser mucho más enérgicos contra quienes cometan actos discriminatorios.

Tercera: cambiar la norma social de asociar lo blanco con lo positivo va a llevar tiempo. Pero podemos acelerar ese cambio con la cooperación entre los sectores público y privado. Por ejemplo, es muy relevante que las niñas y jóvenes de hoy tengan modelos a seguir, en medios de comunicación o en plataformas políticas, racializados; en particular, que las personas que trabajan en televisión sean representativas de la población mexicana.

Las celebraciones de los doscientos años de la consumación de la Independencia, ocurridas el pasado 21 de septiembre, nos recuerdan el tiempo que ha pasado sin que logremos vivir en una sociedad en la que el tono de piel sea irrelevante. Queda en nuestra generación lograr el sueño de Morelos de que “sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud”, y no su tono de piel. Reconozcamos el problema, discutámoslo y ca­minemos hacia una sociedad más justa y próspera.

BIBLIOGRAFÍA

Aguilar, Rosario. (2011). “Social and political consequences of stereotypes related to racial phenotypes in Mexico”. Documentos de Trabajo del CIDE, 230. Recuperado de: https://drive.google.com/file/d/0BzRvGuy3lcMQY0gxd0RmRjJ1dzg/view.

Arceo Gomez, Eva O. y Raymundo M. Campos Vázquez. (2014). “Race and marriage in the labor market: a discrimination correspondence audit study in a developing country”, The American Economic Review, 104 (5): 376-380, https://doi.org/10.1257/aer.104.5.376

Campos Vázquez, Raymundo M. (2021). “The higher price of whiter skin: an analysis of escort services”, Applied Economic Letters, 28(1): 1–4, https://doi.org/10.1080/13504851.2020.1725229.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Carolina Rivas Herrera. (2021). “The color of electoral success: estimating the effect of skin tone on winning elections in Mexico”, Social Science Quarterly, 102(2): 844–864, https://doi.org/10.1111/ssqu.12933.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Eduardo Medina. (2018). “Identidad social y estereotipos por color de piel: aspiraciones y desempeño en jóvenes mexicanos”, El Trimestre Económico, 85(337): 53–79, http://dx.doi.org/10.20430/ete.v85i337.659.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Eduardo Medina. (2019). “Skin color and social mobility: evidence from Mexico”, Demography, 56(1): 321–343. https://doi.org/10.1007/s13524-018-0734-z.

Navarrete, Federico. (2016). México racista. Una denuncia. Editorial Grijalbo.

Telles, Edward. (2014). Pigmentocracies: ethnicity, race and color in Latin America. University of North Carolina Press.

Raymundo M. Campos Vázquez

Profesor Investigador en el Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México y miembro nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Obtuvo su doctorado en Economía en la Universidad de California, Berkeley, en 2009. En 2018 recibió el Premio Nacional de Investigación en Ciencias Sociales que la Academia Mexicana de Ciencias otorga a científicos jóvenes. Su investigación ha sido citada en medios de comunicación nacionales e internacionales como The Economist, The New York Times y El País, entre otros.

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La imagen de nuestra identidad: el tono de piel sí determina resultados de vida

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Buscamos desmitificar la noción de que en México no existen la discriminación ni el racismo porque somos un país mestizo. La generación de datos duros ha jugado un rol primordial para rebatir esta imagen asociada a nuestra identidad y demostrar que el tono de piel puede ser decisivo para una elección política, la escolaridad y los ingresos econó­micos de una persona.

Hablar sobre el tono de piel en México resulta controversial. Existe la percepción de que “ventilar” estos temas en público fomenta el racismo o bien, la idea de que no tiene sentido discutirlo siquiera, dado que todos somos iguales: somos mestizos. Esta ideología del mestizaje, que viene desde el siglo XIX, se afianzó en la primera mitad del XX como un mecanismo para forjar la identidad nacional. Como tantas veces lo ha discutido el historiador Federico Navarrete, el planteamiento de la identidad mestiza no promovió que las élites adoptaran las costumbres de los pueblos indígenas. Así que el racismo nació junto con esta ideología, que fue tan poderosa como para asegurar que, si había diferencias entre mexicanas y mexicanos, no se debían a su etnicidad ni a su tono de piel, sino a la riqueza acumulada o heredada; es decir, se trataba de clasismo y no de racismo directamente.

Aunque hay quienes siguen convencidos de que en México no hay racismo, de que esto no ocurre, la sociedad respira otros aires. En redes sociales son abundantes los memes que se mofan de situaciones en las que el tono de piel más claro deter­mina la decisión más favorable. Se han creado hashtags para denunciar casos, como #HablemosDeRacismo, que provocan hilos de tuits infinitos, y tenemos colectivos y organizaciones que discuten sobre el color de la piel, como RacismoMX o Poder Prieto. Lo que sucede en la cultura y la agenda pública también ha sido importante: el mensaje de visibilización de la película Roma (2018) y los esfuerzos de los medios por cuestionar la pigmentocracia han sido muy fructíferos para mitigar este tabú. Como científico social no tengo duda de que la generación de datos duros sobre el tema en los últimos diez años ha jugado un rol primordial. Y que ha incluido a académicos, organismos del gobierno y de la sociedad civil como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

En este artículo abordaré algunas de estas contribuciones científicas, desde cómo se mide el tono de piel hasta qué im­plicaciones tiene la fotografía de una persona morena al momento de ser contratada, cuando se postula como candidata en una elección o, incluso, para determinar el precio de sus servicios sexuales. Con nuevos y mejores datos, en el siglo XXI sabemos que el tono de piel sí tiene impactos en resultados de vida —la escolaridad o el ingreso, por ejemplo—. Así, hoy sabemos con certidumbre que sí existe el racismo y sí existe la discriminación. No sólo hay diferencias que se deben a la pertenencia de las personas a una determinada clase social; el tono de piel añade más de­sigualdades. Por eso, es relevante discutir qué tanto y cómo afecta el tono de piel, y qué necesitamos hacer para combatir la discriminación. Pocos temas son tan importantes como la imagen de nuestra identidad.

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Tono de piel en México

Un gran reto es cómo medimos el tono de piel. Una forma sencilla de hacerlo es mediante fotografías. Los estudios que han usado este enfoque analizan las consecuencias de observar dichas imágenes o bien correlacionan la tonalidad con ciertos resultados que discutiré más adelante. Si se cuenta con pocas fotografías, por ejemplo, se categoriza sencillamente entre morenos y blancos; sin embargo, si son muchas las imágenes, con personas con tonos de piel distintos, se requiere de una metodología para contabilizar quién es más moreno o quién más blanco.

La paleta de colores más usada en México y en otros países latinoamericanos se conoce como PERLA (que son las siglas en inglés del Proyecto sobre Etnicidad y Raza en América Latina). Este proyecto de la Universidad de Princeton se concibió para estudiar el rol que tiene el color de la piel en la vida de las personas. Lo conformaron diferentes investigadores de la región, bajo el liderazgo del profesor Edward Telles. Esta paleta tiene un rango del uno al once, donde el uno es el tono de piel más claro y el once, el más oscuro; se puede usar para categorizar foto­grafías o bien, para anotar en una encuesta la to­nalidad de las personas entrevistadas. Las encuestas solicitan elegir un tono de piel, aunque también el entrevistador puede reportarla de acuerdo a su observación o utilizar un medidor, un pequeño instrumento que registra el tono al colocarse en el dorso de la mano o en la muñeca. Mi lectura de las diferentes investigaciones, incluidas la de Telles, es que, sin importar la forma en que se mida el tono de piel, éste sí llega a tener impactos.

En México se han hecho diversas encuestas de este tipo. Los resultados de algunas de ellas pueden consultarse en colordepiel.colmex.mx, una investigación de cuya dirección estuve a cargo. Estas encuestas, realizadas por el Inegi, la academia o asociaciones civiles, se dirigen a la población adulta entre los 25 y 64 años; el tono de piel lo registran los entrevistadores o bien, lo reportan los entrevistados con base en la paleta PERLA. Veamos la Figura 1 (sobre la distribución de la población por tonalidades). De acuerdo con la Encuesta de Movilidad Social de 2017 que realizó el CEEY, 12% de las personas en México son de tez blanca y 24% de tez muy morena, mientras que la gran mayoría de la población tiene un tono moreno o moreno claro. Estos porcentajes cambian por región geográfica. Otras encuestas, como la del Módulo de Movilidad Social Intergeneracional de 2016, del Inegi, o la Encuesta de Movilidad Social de 2015, de El Colegio de México, obtuvieron resultados similares.

Con esta información podemos averiguar, por ejemplo, si la tonalidad tiene o no que ver con la escolaridad; si no estuvieran relacionadas deberíamos observar a cada grupo igualmente representado en términos de tonalidad. Pero eso no sucede. La Figura 2 (sobre tono de piel y años de escolaridad) muestra que las personas con tono de piel más claro tienen un mayor número de años de formación escolar que las de tonos más oscuros. La distancia entre esos grupos es de 2.5 años. También podemos observar la pauta en términos de riqueza, así que dividimos a la población en cinco grupos del mismo ta­maño, ordenados de menor a mayor riqueza. Si el color de piel no tuviera nada que ver con el poder adquisitivo, deberíamos tener a cada grupo igualmente representado. Pero la Figura 3 (sobre tono de piel y riqueza) muestra claramente que, a mayor riqueza, más pro­babilidades de encontrar personas con tonos de piel claros, representadas 3.5 más veces en el 20% con mayor riqueza. Sucede lo opuesto con las de tez muy morena.

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Al analizar estas gráficas, las encuestas señalan que las personas con tez morena oscura tienen peores resultados de vida. Estos resultados pueden deberse a diferencias en cuanto a riqueza, discriminación, o bien, a aspiraciones de vida distintas. En la siguiente parte ilustro a fondo estos mecanismos potenciales.

Tres resultados científicos

La movilidad social indica qué tanto el nivel socioeconómico en la edad adulta depende del nivel que se tuvo en la niñez. De acuerdo con resultados del CEEY y de mis propias investigaciones, México es una sociedad relativamente inmóvil: los recursos familiares del pasado importan mucho para determinar qué nivel socioeconómico tenemos hoy. Dicha información podría reforzar el argumento de que lo que existe en México es clasismo, no racismo. Comparemos entonces personas de tez clara y tez muy morena dentro de un mismo nivel de riqueza familiar; es decir, personas que tuvieron la misma riqueza en la niñez. Lo que los datos nos dicen —en colordepiel.colmex.mx— es que, si las personas son muy pobres en la niñez, es más probable que las de tez muy blanca asciendan socialmente, o bien, que las de tez muy morena sean igualmente pobres que sus padres. Mientras que lo opuesto también ocurre: es más probable que las personas de tez muy morena que fueron ricas en la niñez desciendan socialmente. Ahora bien, las explicaciones del porqué se tienen que buscar en otro lado. Empecemos con la discriminación.

En nuestro país es común la inclusión de una fotografía en el curriculum vitae al momento de solicitar trabajo. De hecho, en muchos sitios de internet donde se publican las vacantes se pide explícitamente una fotografía, a pesar de que, en países como Reino Unido o Estados Unidos, esté prohibido o no se acostumbre hacerlo. A Eva Arceo, investigadora de la Univer­sidad Iberoamericana, y a mí se nos ocurrió que podíamos usar esa costumbre de las empresas mexicanas para determinar si había discriminación en el mercado laboral. Así que construimos currículums ficticios que fueran muy similares en su contenido, pero con fotografías muy distintas. Teníamos currículums con la fotografía de una persona con tez blanca, otra con tez morena clara y otra muy morena, y uno sin fotografía. Dado que el contenido del currículum era el mismo y bajo el supuesto de que las empresas sólo determinan contrataciones con base en la productividad observada, como la escolaridad o experiencia laboral, deberíamos entonces observar los mismos resultados, porque nuestras personas estaban registradas con la misma productividad. Para esta intervención enviamos más de ocho mil currículums a vacantes en la Ciudad de México y encontramos evidencia contundente de discriminación. Por ejemplo, 17.1% de los currículums de mujeres con tez más clara fue convocado a más entrevistas, contra 13.8% de las de tez muy morena; es decir, las mujeres muy morenas requieren enviar 23% más currículums para recibir el mismo número de llamados que las de tez blanca. Para los hombres también se encuentra una brecha a favor de la tez blanca, pero es más pequeña e incierta en términos estadísticos.

La discriminación no se da sólo en el mercado laboral, sino en otros ámbitos, como el político. En una investigación de la Universidad de Newcastle, la doctora Rosario Aguilar analizó si existía discriminación por tono de piel en una elección política ficticia. Como en el caso de los currículums, ella generó fotografías de personas con tez blanca y morena, así como una plataforma política, y las distribuyó de forma aleatoria a un grupo de estudiantes en un laboratorio. Lo que se buscaba analizar era si votarías más por cierto candidato al recibir la pla­taforma política con y sin fotografía. Las personas votaron más por candidatos con tez blanca, aun cuando la plataforma era la misma.

Este estudio realizado entre estudiantes hizo que me cuestionara si se podía extrapolar el resultado a una elección en México. Uní esfuerzos con Carolina Rivas, estudiante de posgrado en la Universidad de Columbia, para determinar si algo similar pasó en 2018. Con información publicada por el Instituto Nacional Electoral (INE), obtuvimos los nombres y par­tidos políticos de los candidatos a cualquier puesto de elección y luego, por medio de redes sociales, localizamos su fotografía, con la que asignamos un tono de piel de acuerdo con la escala PERLA. En promedio, en nuestro país, los candidatos con tez más clara tienen más probabilidades de ganar una elección, en una proporción similar a lo que obtuvo Aguilar en su intervención. Por ejemplo, si el candidato tiene un color de piel muy moreno, tiene 20% menos probabilidades de ganar y es 9% más propenso a quedar en cuarto lugar o más. Adicionalmente, se tienen pocas candidatas muy morenas. Por ejemplo, sólo 2.7% son de tez muy morena, cuando sabemos que la proporción en la población es mayor. Estos resultados pudieran deberse a dis­criminación en los partidos políticos o a las expectativas y la confianza que tienen los votantes de acuerdo con el color de piel. Los mecanismos esbozados parecen ser plausibles, pero no se tiene evidencia dura que los respalde. Así que probamos en otras situaciones lo que sucede.

Un mercado que podríamos analizar es el de los servicios sexuales por internet. Antes de continuar, quisiera recalcar que no discuto la moralidad de este mercado; es uno que existe y, como tal, lo estudio: quién participa y cuánto cobra. Si se valoraran por igual forma todos los fenotipos, blancos o morenos, entonces el precio no debería cambiar de acuerdo con la tonalidad.

Son muchas las páginas que ofrecen servicios sexuales; en éstas, encontramos varias fotografías de escorts y, gracias a la ciencia de datos y algoritmos computacionales automáticos, fue posible descargar la información de alrededor de tres mil escorts mujeres. Decidí enfocarme únicamente en ellas, puesto que el mercado masculino es pequeño. Con ayuda de un equipo de asistentes de investigación se pudo construir una base de datos que incluía precio por el servicio y características físicas como tono de piel, tamaño del busto, tipo de cintura o cadera y edad, entre otros. El primer aspecto notorio de este mercado es que no hay mujeres muy morenas. Sabemos que alrededor de 10% de la población de México lo es (Figura 1); sin embargo, aquí, casi no hay mujeres con ese tono de piel: sólo 0.2%. Aunque no hay información, también podría existir discriminación por parte de las mismas páginas de internet hacia esta población.

Ahora, cuando se relaciona el precio por hora con el color de piel se obtiene que las mujeres blancas cobraban, entre 2017 y 2018, tres mil pesos aproximadamente, mientras que las más morenas cobraban casi mil. Esta diferencia se mantiene cuan-do exploramos qué otros factores entran en juego dentro de este mercado, como que las mujeres más blancas suelen ser las más jóvenes o con más busto o más musculosas. El color de piel tiene un efecto neto sobre el precio solicitado; en otras palabras, tiene un valor monetario. Los resultados son sorprendentemente similares a los de los políticos: pocas personas muy morenas y un mejor resultado para la tez blanca.

Si sabemos que nuestras habilidades serán valoradas por nuestra apariencia física, las vamos a ir ajustando conforme crecemos; es decir, lo que suponemos que el mercado valora determina una posible ocupación laboral. Para probar esta hipótesis realicé un estudio en conjunto con Eduardo Medina, quien estudia un posgrado en la Universidad de Illinois. Hicimos un estudio en jóvenes adolescentes de secundaria, que ya han asimilado estereotipos y, a su vez, comienzan a plantearse sus aspiraciones de vida. Visitamos tres secundarias en la Ciudad de México y realizamos a los alumnos una serie de preguntas muy sencillas: “¿Qué tan probable es que termine la universidad?”, “¿Qué tanto cree que, en su trabajo futuro, los conocimientos obtenidos en el último grado de estudios serán importantes?” y “¿Qué tanto depende de usted que le vaya bien en este año y el próximo?”.

Para analizar el efecto de la apariencia física en las aspiraciones de vida, decidimos realizar una intervención previa a las preguntas. Aleatoriamente, unos estudiantes recibieron una hoja con ciertas características y otros estudiantes, no. La hoja incluía una serie de fotografías de políticos y personas de los medios de comunicación —en su mayoría, de tez blanca—, así como la paleta PERLA para que pudieran responder en esa escala. Esta hoja, por tanto, funciona como un recordatorio de su propio tono de piel y el de otros con ciertos logros mediáticos. Así, probamos empíricamente si existe una amenaza por es­tereotipos. Lo que encontramos refuerza los resultados en otros estudios: en el caso de los hombres, no se encontró amenaza alguna, pero, en contraste, en las mujeres sí hubo un claro efecto negativo: las que recibieron las fotos y tuvieron que reportar su tono de piel declararon tener menos aspiraciones que aquéllas que no recibieron esa amenaza de estereotipo.

¿Por qué sucede esto? Como sociedad, le damos mucho peso a la apariencia física, especialmente, a la de las mujeres. La lógica del resultado es que, al ver las fotografías de personajes públicos, nos hacemos una idea de lo que nosotros mismos podemos lograr: lo que vemos posible en el mercado afecta cuánto nos esforzamos y qué hacemos con nuestra vida. Esto no sólo indica el rol de la discriminación en nuestra conducta y decisiones —qué tipo de ocupación podré tener y qué tanto esfuerzo debo hacer el día de hoy—, sino también cómo nos afectan las normas sociales. Estamos acostumbrados a juzgar a las personas por las decisiones que tomaron, pero los resultados nos dicen que el contexto también importa.

Finalmente, un aspecto que falta abordar es por qué las personas de tez blanca inspiran más confianza (como los políticos o las escorts). Resulta difícil dar una sola explicación, pero hay varias razones sociales e históricas detrás. Como se ha men­cionado, en nuestro país se logró, o se trató de forjar, una idea de nación mestiza en la que lo indígena no tiene el mismo valor; se creó una conexión adversa entre etnicidad, color de piel y resultados políticos y económicos. Ese traslape no lo hemos podido superar del todo en nuestra historia. Esa carga nos lleva a asociar lo blanco con aspectos positivos y con el “éxito”. Lo otro, no. Dado que estas creencias se transmiten desde la infancia, entre generaciones, se vuelve complicado cambiar los estereotipos que tenemos sobre lo que esperamos de las personas.

¿Hacia dónde ir?

Tenemos que seguir tres políticas si no queremos vivir en una pigmentocracia donde, conforme aumenta la riqueza, se vuelve más claro el tono de piel (Figura 3). La primera —y la más obvia— es que se requieren inversiones en infraestructura, educación y salud para que las personas que viven en comunidades y entidades marginadas puedan tener las mismas oportunidades que el resto. Sin igualdad de oportunidades no se puede lograr un país con resultados más justos.

La segunda es que se requiere un combate frontal a la discriminación de cualquier tipo. Todavía en muchos anuncios de vacantes de trabajo se discrimina explícitamente, o bien, se solicitan personas con “buena presentación”, lo que alude a su tono de piel y aspecto físico. La labor no es sólo del Estado, por medio de penalizaciones y sanciones; también nosotros, como sociedad, debemos ser mucho más enérgicos contra quienes cometan actos discriminatorios.

Tercera: cambiar la norma social de asociar lo blanco con lo positivo va a llevar tiempo. Pero podemos acelerar ese cambio con la cooperación entre los sectores público y privado. Por ejemplo, es muy relevante que las niñas y jóvenes de hoy tengan modelos a seguir, en medios de comunicación o en plataformas políticas, racializados; en particular, que las personas que trabajan en televisión sean representativas de la población mexicana.

Las celebraciones de los doscientos años de la consumación de la Independencia, ocurridas el pasado 21 de septiembre, nos recuerdan el tiempo que ha pasado sin que logremos vivir en una sociedad en la que el tono de piel sea irrelevante. Queda en nuestra generación lograr el sueño de Morelos de que “sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud”, y no su tono de piel. Reconozcamos el problema, discutámoslo y ca­minemos hacia una sociedad más justa y próspera.

BIBLIOGRAFÍA

Aguilar, Rosario. (2011). “Social and political consequences of stereotypes related to racial phenotypes in Mexico”. Documentos de Trabajo del CIDE, 230. Recuperado de: https://drive.google.com/file/d/0BzRvGuy3lcMQY0gxd0RmRjJ1dzg/view.

Arceo Gomez, Eva O. y Raymundo M. Campos Vázquez. (2014). “Race and marriage in the labor market: a discrimination correspondence audit study in a developing country”, The American Economic Review, 104 (5): 376-380, https://doi.org/10.1257/aer.104.5.376

Campos Vázquez, Raymundo M. (2021). “The higher price of whiter skin: an analysis of escort services”, Applied Economic Letters, 28(1): 1–4, https://doi.org/10.1080/13504851.2020.1725229.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Carolina Rivas Herrera. (2021). “The color of electoral success: estimating the effect of skin tone on winning elections in Mexico”, Social Science Quarterly, 102(2): 844–864, https://doi.org/10.1111/ssqu.12933.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Eduardo Medina. (2018). “Identidad social y estereotipos por color de piel: aspiraciones y desempeño en jóvenes mexicanos”, El Trimestre Económico, 85(337): 53–79, http://dx.doi.org/10.20430/ete.v85i337.659.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Eduardo Medina. (2019). “Skin color and social mobility: evidence from Mexico”, Demography, 56(1): 321–343. https://doi.org/10.1007/s13524-018-0734-z.

Navarrete, Federico. (2016). México racista. Una denuncia. Editorial Grijalbo.

Telles, Edward. (2014). Pigmentocracies: ethnicity, race and color in Latin America. University of North Carolina Press.

Raymundo M. Campos Vázquez

Profesor Investigador en el Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México y miembro nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Obtuvo su doctorado en Economía en la Universidad de California, Berkeley, en 2009. En 2018 recibió el Premio Nacional de Investigación en Ciencias Sociales que la Academia Mexicana de Ciencias otorga a científicos jóvenes. Su investigación ha sido citada en medios de comunicación nacionales e internacionales como The Economist, The New York Times y El País, entre otros.

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La imagen de nuestra identidad: el tono de piel sí determina resultados de vida

La imagen de nuestra identidad: el tono de piel sí determina resultados de vida

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Buscamos desmitificar la noción de que en México no existen la discriminación ni el racismo porque somos un país mestizo. La generación de datos duros ha jugado un rol primordial para rebatir esta imagen asociada a nuestra identidad y demostrar que el tono de piel puede ser decisivo para una elección política, la escolaridad y los ingresos econó­micos de una persona.

Hablar sobre el tono de piel en México resulta controversial. Existe la percepción de que “ventilar” estos temas en público fomenta el racismo o bien, la idea de que no tiene sentido discutirlo siquiera, dado que todos somos iguales: somos mestizos. Esta ideología del mestizaje, que viene desde el siglo XIX, se afianzó en la primera mitad del XX como un mecanismo para forjar la identidad nacional. Como tantas veces lo ha discutido el historiador Federico Navarrete, el planteamiento de la identidad mestiza no promovió que las élites adoptaran las costumbres de los pueblos indígenas. Así que el racismo nació junto con esta ideología, que fue tan poderosa como para asegurar que, si había diferencias entre mexicanas y mexicanos, no se debían a su etnicidad ni a su tono de piel, sino a la riqueza acumulada o heredada; es decir, se trataba de clasismo y no de racismo directamente.

Aunque hay quienes siguen convencidos de que en México no hay racismo, de que esto no ocurre, la sociedad respira otros aires. En redes sociales son abundantes los memes que se mofan de situaciones en las que el tono de piel más claro deter­mina la decisión más favorable. Se han creado hashtags para denunciar casos, como #HablemosDeRacismo, que provocan hilos de tuits infinitos, y tenemos colectivos y organizaciones que discuten sobre el color de la piel, como RacismoMX o Poder Prieto. Lo que sucede en la cultura y la agenda pública también ha sido importante: el mensaje de visibilización de la película Roma (2018) y los esfuerzos de los medios por cuestionar la pigmentocracia han sido muy fructíferos para mitigar este tabú. Como científico social no tengo duda de que la generación de datos duros sobre el tema en los últimos diez años ha jugado un rol primordial. Y que ha incluido a académicos, organismos del gobierno y de la sociedad civil como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

En este artículo abordaré algunas de estas contribuciones científicas, desde cómo se mide el tono de piel hasta qué im­plicaciones tiene la fotografía de una persona morena al momento de ser contratada, cuando se postula como candidata en una elección o, incluso, para determinar el precio de sus servicios sexuales. Con nuevos y mejores datos, en el siglo XXI sabemos que el tono de piel sí tiene impactos en resultados de vida —la escolaridad o el ingreso, por ejemplo—. Así, hoy sabemos con certidumbre que sí existe el racismo y sí existe la discriminación. No sólo hay diferencias que se deben a la pertenencia de las personas a una determinada clase social; el tono de piel añade más de­sigualdades. Por eso, es relevante discutir qué tanto y cómo afecta el tono de piel, y qué necesitamos hacer para combatir la discriminación. Pocos temas son tan importantes como la imagen de nuestra identidad.

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Tono de piel en México

Un gran reto es cómo medimos el tono de piel. Una forma sencilla de hacerlo es mediante fotografías. Los estudios que han usado este enfoque analizan las consecuencias de observar dichas imágenes o bien correlacionan la tonalidad con ciertos resultados que discutiré más adelante. Si se cuenta con pocas fotografías, por ejemplo, se categoriza sencillamente entre morenos y blancos; sin embargo, si son muchas las imágenes, con personas con tonos de piel distintos, se requiere de una metodología para contabilizar quién es más moreno o quién más blanco.

La paleta de colores más usada en México y en otros países latinoamericanos se conoce como PERLA (que son las siglas en inglés del Proyecto sobre Etnicidad y Raza en América Latina). Este proyecto de la Universidad de Princeton se concibió para estudiar el rol que tiene el color de la piel en la vida de las personas. Lo conformaron diferentes investigadores de la región, bajo el liderazgo del profesor Edward Telles. Esta paleta tiene un rango del uno al once, donde el uno es el tono de piel más claro y el once, el más oscuro; se puede usar para categorizar foto­grafías o bien, para anotar en una encuesta la to­nalidad de las personas entrevistadas. Las encuestas solicitan elegir un tono de piel, aunque también el entrevistador puede reportarla de acuerdo a su observación o utilizar un medidor, un pequeño instrumento que registra el tono al colocarse en el dorso de la mano o en la muñeca. Mi lectura de las diferentes investigaciones, incluidas la de Telles, es que, sin importar la forma en que se mida el tono de piel, éste sí llega a tener impactos.

En México se han hecho diversas encuestas de este tipo. Los resultados de algunas de ellas pueden consultarse en colordepiel.colmex.mx, una investigación de cuya dirección estuve a cargo. Estas encuestas, realizadas por el Inegi, la academia o asociaciones civiles, se dirigen a la población adulta entre los 25 y 64 años; el tono de piel lo registran los entrevistadores o bien, lo reportan los entrevistados con base en la paleta PERLA. Veamos la Figura 1 (sobre la distribución de la población por tonalidades). De acuerdo con la Encuesta de Movilidad Social de 2017 que realizó el CEEY, 12% de las personas en México son de tez blanca y 24% de tez muy morena, mientras que la gran mayoría de la población tiene un tono moreno o moreno claro. Estos porcentajes cambian por región geográfica. Otras encuestas, como la del Módulo de Movilidad Social Intergeneracional de 2016, del Inegi, o la Encuesta de Movilidad Social de 2015, de El Colegio de México, obtuvieron resultados similares.

Con esta información podemos averiguar, por ejemplo, si la tonalidad tiene o no que ver con la escolaridad; si no estuvieran relacionadas deberíamos observar a cada grupo igualmente representado en términos de tonalidad. Pero eso no sucede. La Figura 2 (sobre tono de piel y años de escolaridad) muestra que las personas con tono de piel más claro tienen un mayor número de años de formación escolar que las de tonos más oscuros. La distancia entre esos grupos es de 2.5 años. También podemos observar la pauta en términos de riqueza, así que dividimos a la población en cinco grupos del mismo ta­maño, ordenados de menor a mayor riqueza. Si el color de piel no tuviera nada que ver con el poder adquisitivo, deberíamos tener a cada grupo igualmente representado. Pero la Figura 3 (sobre tono de piel y riqueza) muestra claramente que, a mayor riqueza, más pro­babilidades de encontrar personas con tonos de piel claros, representadas 3.5 más veces en el 20% con mayor riqueza. Sucede lo opuesto con las de tez muy morena.

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Al analizar estas gráficas, las encuestas señalan que las personas con tez morena oscura tienen peores resultados de vida. Estos resultados pueden deberse a diferencias en cuanto a riqueza, discriminación, o bien, a aspiraciones de vida distintas. En la siguiente parte ilustro a fondo estos mecanismos potenciales.

Tres resultados científicos

La movilidad social indica qué tanto el nivel socioeconómico en la edad adulta depende del nivel que se tuvo en la niñez. De acuerdo con resultados del CEEY y de mis propias investigaciones, México es una sociedad relativamente inmóvil: los recursos familiares del pasado importan mucho para determinar qué nivel socioeconómico tenemos hoy. Dicha información podría reforzar el argumento de que lo que existe en México es clasismo, no racismo. Comparemos entonces personas de tez clara y tez muy morena dentro de un mismo nivel de riqueza familiar; es decir, personas que tuvieron la misma riqueza en la niñez. Lo que los datos nos dicen —en colordepiel.colmex.mx— es que, si las personas son muy pobres en la niñez, es más probable que las de tez muy blanca asciendan socialmente, o bien, que las de tez muy morena sean igualmente pobres que sus padres. Mientras que lo opuesto también ocurre: es más probable que las personas de tez muy morena que fueron ricas en la niñez desciendan socialmente. Ahora bien, las explicaciones del porqué se tienen que buscar en otro lado. Empecemos con la discriminación.

En nuestro país es común la inclusión de una fotografía en el curriculum vitae al momento de solicitar trabajo. De hecho, en muchos sitios de internet donde se publican las vacantes se pide explícitamente una fotografía, a pesar de que, en países como Reino Unido o Estados Unidos, esté prohibido o no se acostumbre hacerlo. A Eva Arceo, investigadora de la Univer­sidad Iberoamericana, y a mí se nos ocurrió que podíamos usar esa costumbre de las empresas mexicanas para determinar si había discriminación en el mercado laboral. Así que construimos currículums ficticios que fueran muy similares en su contenido, pero con fotografías muy distintas. Teníamos currículums con la fotografía de una persona con tez blanca, otra con tez morena clara y otra muy morena, y uno sin fotografía. Dado que el contenido del currículum era el mismo y bajo el supuesto de que las empresas sólo determinan contrataciones con base en la productividad observada, como la escolaridad o experiencia laboral, deberíamos entonces observar los mismos resultados, porque nuestras personas estaban registradas con la misma productividad. Para esta intervención enviamos más de ocho mil currículums a vacantes en la Ciudad de México y encontramos evidencia contundente de discriminación. Por ejemplo, 17.1% de los currículums de mujeres con tez más clara fue convocado a más entrevistas, contra 13.8% de las de tez muy morena; es decir, las mujeres muy morenas requieren enviar 23% más currículums para recibir el mismo número de llamados que las de tez blanca. Para los hombres también se encuentra una brecha a favor de la tez blanca, pero es más pequeña e incierta en términos estadísticos.

La discriminación no se da sólo en el mercado laboral, sino en otros ámbitos, como el político. En una investigación de la Universidad de Newcastle, la doctora Rosario Aguilar analizó si existía discriminación por tono de piel en una elección política ficticia. Como en el caso de los currículums, ella generó fotografías de personas con tez blanca y morena, así como una plataforma política, y las distribuyó de forma aleatoria a un grupo de estudiantes en un laboratorio. Lo que se buscaba analizar era si votarías más por cierto candidato al recibir la pla­taforma política con y sin fotografía. Las personas votaron más por candidatos con tez blanca, aun cuando la plataforma era la misma.

Este estudio realizado entre estudiantes hizo que me cuestionara si se podía extrapolar el resultado a una elección en México. Uní esfuerzos con Carolina Rivas, estudiante de posgrado en la Universidad de Columbia, para determinar si algo similar pasó en 2018. Con información publicada por el Instituto Nacional Electoral (INE), obtuvimos los nombres y par­tidos políticos de los candidatos a cualquier puesto de elección y luego, por medio de redes sociales, localizamos su fotografía, con la que asignamos un tono de piel de acuerdo con la escala PERLA. En promedio, en nuestro país, los candidatos con tez más clara tienen más probabilidades de ganar una elección, en una proporción similar a lo que obtuvo Aguilar en su intervención. Por ejemplo, si el candidato tiene un color de piel muy moreno, tiene 20% menos probabilidades de ganar y es 9% más propenso a quedar en cuarto lugar o más. Adicionalmente, se tienen pocas candidatas muy morenas. Por ejemplo, sólo 2.7% son de tez muy morena, cuando sabemos que la proporción en la población es mayor. Estos resultados pudieran deberse a dis­criminación en los partidos políticos o a las expectativas y la confianza que tienen los votantes de acuerdo con el color de piel. Los mecanismos esbozados parecen ser plausibles, pero no se tiene evidencia dura que los respalde. Así que probamos en otras situaciones lo que sucede.

Un mercado que podríamos analizar es el de los servicios sexuales por internet. Antes de continuar, quisiera recalcar que no discuto la moralidad de este mercado; es uno que existe y, como tal, lo estudio: quién participa y cuánto cobra. Si se valoraran por igual forma todos los fenotipos, blancos o morenos, entonces el precio no debería cambiar de acuerdo con la tonalidad.

Son muchas las páginas que ofrecen servicios sexuales; en éstas, encontramos varias fotografías de escorts y, gracias a la ciencia de datos y algoritmos computacionales automáticos, fue posible descargar la información de alrededor de tres mil escorts mujeres. Decidí enfocarme únicamente en ellas, puesto que el mercado masculino es pequeño. Con ayuda de un equipo de asistentes de investigación se pudo construir una base de datos que incluía precio por el servicio y características físicas como tono de piel, tamaño del busto, tipo de cintura o cadera y edad, entre otros. El primer aspecto notorio de este mercado es que no hay mujeres muy morenas. Sabemos que alrededor de 10% de la población de México lo es (Figura 1); sin embargo, aquí, casi no hay mujeres con ese tono de piel: sólo 0.2%. Aunque no hay información, también podría existir discriminación por parte de las mismas páginas de internet hacia esta población.

Ahora, cuando se relaciona el precio por hora con el color de piel se obtiene que las mujeres blancas cobraban, entre 2017 y 2018, tres mil pesos aproximadamente, mientras que las más morenas cobraban casi mil. Esta diferencia se mantiene cuan-do exploramos qué otros factores entran en juego dentro de este mercado, como que las mujeres más blancas suelen ser las más jóvenes o con más busto o más musculosas. El color de piel tiene un efecto neto sobre el precio solicitado; en otras palabras, tiene un valor monetario. Los resultados son sorprendentemente similares a los de los políticos: pocas personas muy morenas y un mejor resultado para la tez blanca.

Si sabemos que nuestras habilidades serán valoradas por nuestra apariencia física, las vamos a ir ajustando conforme crecemos; es decir, lo que suponemos que el mercado valora determina una posible ocupación laboral. Para probar esta hipótesis realicé un estudio en conjunto con Eduardo Medina, quien estudia un posgrado en la Universidad de Illinois. Hicimos un estudio en jóvenes adolescentes de secundaria, que ya han asimilado estereotipos y, a su vez, comienzan a plantearse sus aspiraciones de vida. Visitamos tres secundarias en la Ciudad de México y realizamos a los alumnos una serie de preguntas muy sencillas: “¿Qué tan probable es que termine la universidad?”, “¿Qué tanto cree que, en su trabajo futuro, los conocimientos obtenidos en el último grado de estudios serán importantes?” y “¿Qué tanto depende de usted que le vaya bien en este año y el próximo?”.

Para analizar el efecto de la apariencia física en las aspiraciones de vida, decidimos realizar una intervención previa a las preguntas. Aleatoriamente, unos estudiantes recibieron una hoja con ciertas características y otros estudiantes, no. La hoja incluía una serie de fotografías de políticos y personas de los medios de comunicación —en su mayoría, de tez blanca—, así como la paleta PERLA para que pudieran responder en esa escala. Esta hoja, por tanto, funciona como un recordatorio de su propio tono de piel y el de otros con ciertos logros mediáticos. Así, probamos empíricamente si existe una amenaza por es­tereotipos. Lo que encontramos refuerza los resultados en otros estudios: en el caso de los hombres, no se encontró amenaza alguna, pero, en contraste, en las mujeres sí hubo un claro efecto negativo: las que recibieron las fotos y tuvieron que reportar su tono de piel declararon tener menos aspiraciones que aquéllas que no recibieron esa amenaza de estereotipo.

¿Por qué sucede esto? Como sociedad, le damos mucho peso a la apariencia física, especialmente, a la de las mujeres. La lógica del resultado es que, al ver las fotografías de personajes públicos, nos hacemos una idea de lo que nosotros mismos podemos lograr: lo que vemos posible en el mercado afecta cuánto nos esforzamos y qué hacemos con nuestra vida. Esto no sólo indica el rol de la discriminación en nuestra conducta y decisiones —qué tipo de ocupación podré tener y qué tanto esfuerzo debo hacer el día de hoy—, sino también cómo nos afectan las normas sociales. Estamos acostumbrados a juzgar a las personas por las decisiones que tomaron, pero los resultados nos dicen que el contexto también importa.

Finalmente, un aspecto que falta abordar es por qué las personas de tez blanca inspiran más confianza (como los políticos o las escorts). Resulta difícil dar una sola explicación, pero hay varias razones sociales e históricas detrás. Como se ha men­cionado, en nuestro país se logró, o se trató de forjar, una idea de nación mestiza en la que lo indígena no tiene el mismo valor; se creó una conexión adversa entre etnicidad, color de piel y resultados políticos y económicos. Ese traslape no lo hemos podido superar del todo en nuestra historia. Esa carga nos lleva a asociar lo blanco con aspectos positivos y con el “éxito”. Lo otro, no. Dado que estas creencias se transmiten desde la infancia, entre generaciones, se vuelve complicado cambiar los estereotipos que tenemos sobre lo que esperamos de las personas.

¿Hacia dónde ir?

Tenemos que seguir tres políticas si no queremos vivir en una pigmentocracia donde, conforme aumenta la riqueza, se vuelve más claro el tono de piel (Figura 3). La primera —y la más obvia— es que se requieren inversiones en infraestructura, educación y salud para que las personas que viven en comunidades y entidades marginadas puedan tener las mismas oportunidades que el resto. Sin igualdad de oportunidades no se puede lograr un país con resultados más justos.

La segunda es que se requiere un combate frontal a la discriminación de cualquier tipo. Todavía en muchos anuncios de vacantes de trabajo se discrimina explícitamente, o bien, se solicitan personas con “buena presentación”, lo que alude a su tono de piel y aspecto físico. La labor no es sólo del Estado, por medio de penalizaciones y sanciones; también nosotros, como sociedad, debemos ser mucho más enérgicos contra quienes cometan actos discriminatorios.

Tercera: cambiar la norma social de asociar lo blanco con lo positivo va a llevar tiempo. Pero podemos acelerar ese cambio con la cooperación entre los sectores público y privado. Por ejemplo, es muy relevante que las niñas y jóvenes de hoy tengan modelos a seguir, en medios de comunicación o en plataformas políticas, racializados; en particular, que las personas que trabajan en televisión sean representativas de la población mexicana.

Las celebraciones de los doscientos años de la consumación de la Independencia, ocurridas el pasado 21 de septiembre, nos recuerdan el tiempo que ha pasado sin que logremos vivir en una sociedad en la que el tono de piel sea irrelevante. Queda en nuestra generación lograr el sueño de Morelos de que “sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud”, y no su tono de piel. Reconozcamos el problema, discutámoslo y ca­minemos hacia una sociedad más justa y próspera.

BIBLIOGRAFÍA

Aguilar, Rosario. (2011). “Social and political consequences of stereotypes related to racial phenotypes in Mexico”. Documentos de Trabajo del CIDE, 230. Recuperado de: https://drive.google.com/file/d/0BzRvGuy3lcMQY0gxd0RmRjJ1dzg/view.

Arceo Gomez, Eva O. y Raymundo M. Campos Vázquez. (2014). “Race and marriage in the labor market: a discrimination correspondence audit study in a developing country”, The American Economic Review, 104 (5): 376-380, https://doi.org/10.1257/aer.104.5.376

Campos Vázquez, Raymundo M. (2021). “The higher price of whiter skin: an analysis of escort services”, Applied Economic Letters, 28(1): 1–4, https://doi.org/10.1080/13504851.2020.1725229.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Carolina Rivas Herrera. (2021). “The color of electoral success: estimating the effect of skin tone on winning elections in Mexico”, Social Science Quarterly, 102(2): 844–864, https://doi.org/10.1111/ssqu.12933.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Eduardo Medina. (2018). “Identidad social y estereotipos por color de piel: aspiraciones y desempeño en jóvenes mexicanos”, El Trimestre Económico, 85(337): 53–79, http://dx.doi.org/10.20430/ete.v85i337.659.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Eduardo Medina. (2019). “Skin color and social mobility: evidence from Mexico”, Demography, 56(1): 321–343. https://doi.org/10.1007/s13524-018-0734-z.

Navarrete, Federico. (2016). México racista. Una denuncia. Editorial Grijalbo.

Telles, Edward. (2014). Pigmentocracies: ethnicity, race and color in Latin America. University of North Carolina Press.

Raymundo M. Campos Vázquez

Profesor Investigador en el Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México y miembro nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Obtuvo su doctorado en Economía en la Universidad de California, Berkeley, en 2009. En 2018 recibió el Premio Nacional de Investigación en Ciencias Sociales que la Academia Mexicana de Ciencias otorga a científicos jóvenes. Su investigación ha sido citada en medios de comunicación nacionales e internacionales como The Economist, The New York Times y El País, entre otros.

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La imagen de nuestra identidad: el tono de piel sí determina resultados de vida

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Buscamos desmitificar la noción de que en México no existen la discriminación ni el racismo porque somos un país mestizo. La generación de datos duros ha jugado un rol primordial para rebatir esta imagen asociada a nuestra identidad y demostrar que el tono de piel puede ser decisivo para una elección política, la escolaridad y los ingresos econó­micos de una persona.

Hablar sobre el tono de piel en México resulta controversial. Existe la percepción de que “ventilar” estos temas en público fomenta el racismo o bien, la idea de que no tiene sentido discutirlo siquiera, dado que todos somos iguales: somos mestizos. Esta ideología del mestizaje, que viene desde el siglo XIX, se afianzó en la primera mitad del XX como un mecanismo para forjar la identidad nacional. Como tantas veces lo ha discutido el historiador Federico Navarrete, el planteamiento de la identidad mestiza no promovió que las élites adoptaran las costumbres de los pueblos indígenas. Así que el racismo nació junto con esta ideología, que fue tan poderosa como para asegurar que, si había diferencias entre mexicanas y mexicanos, no se debían a su etnicidad ni a su tono de piel, sino a la riqueza acumulada o heredada; es decir, se trataba de clasismo y no de racismo directamente.

Aunque hay quienes siguen convencidos de que en México no hay racismo, de que esto no ocurre, la sociedad respira otros aires. En redes sociales son abundantes los memes que se mofan de situaciones en las que el tono de piel más claro deter­mina la decisión más favorable. Se han creado hashtags para denunciar casos, como #HablemosDeRacismo, que provocan hilos de tuits infinitos, y tenemos colectivos y organizaciones que discuten sobre el color de la piel, como RacismoMX o Poder Prieto. Lo que sucede en la cultura y la agenda pública también ha sido importante: el mensaje de visibilización de la película Roma (2018) y los esfuerzos de los medios por cuestionar la pigmentocracia han sido muy fructíferos para mitigar este tabú. Como científico social no tengo duda de que la generación de datos duros sobre el tema en los últimos diez años ha jugado un rol primordial. Y que ha incluido a académicos, organismos del gobierno y de la sociedad civil como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

En este artículo abordaré algunas de estas contribuciones científicas, desde cómo se mide el tono de piel hasta qué im­plicaciones tiene la fotografía de una persona morena al momento de ser contratada, cuando se postula como candidata en una elección o, incluso, para determinar el precio de sus servicios sexuales. Con nuevos y mejores datos, en el siglo XXI sabemos que el tono de piel sí tiene impactos en resultados de vida —la escolaridad o el ingreso, por ejemplo—. Así, hoy sabemos con certidumbre que sí existe el racismo y sí existe la discriminación. No sólo hay diferencias que se deben a la pertenencia de las personas a una determinada clase social; el tono de piel añade más de­sigualdades. Por eso, es relevante discutir qué tanto y cómo afecta el tono de piel, y qué necesitamos hacer para combatir la discriminación. Pocos temas son tan importantes como la imagen de nuestra identidad.

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Tono de piel en México

Un gran reto es cómo medimos el tono de piel. Una forma sencilla de hacerlo es mediante fotografías. Los estudios que han usado este enfoque analizan las consecuencias de observar dichas imágenes o bien correlacionan la tonalidad con ciertos resultados que discutiré más adelante. Si se cuenta con pocas fotografías, por ejemplo, se categoriza sencillamente entre morenos y blancos; sin embargo, si son muchas las imágenes, con personas con tonos de piel distintos, se requiere de una metodología para contabilizar quién es más moreno o quién más blanco.

La paleta de colores más usada en México y en otros países latinoamericanos se conoce como PERLA (que son las siglas en inglés del Proyecto sobre Etnicidad y Raza en América Latina). Este proyecto de la Universidad de Princeton se concibió para estudiar el rol que tiene el color de la piel en la vida de las personas. Lo conformaron diferentes investigadores de la región, bajo el liderazgo del profesor Edward Telles. Esta paleta tiene un rango del uno al once, donde el uno es el tono de piel más claro y el once, el más oscuro; se puede usar para categorizar foto­grafías o bien, para anotar en una encuesta la to­nalidad de las personas entrevistadas. Las encuestas solicitan elegir un tono de piel, aunque también el entrevistador puede reportarla de acuerdo a su observación o utilizar un medidor, un pequeño instrumento que registra el tono al colocarse en el dorso de la mano o en la muñeca. Mi lectura de las diferentes investigaciones, incluidas la de Telles, es que, sin importar la forma en que se mida el tono de piel, éste sí llega a tener impactos.

En México se han hecho diversas encuestas de este tipo. Los resultados de algunas de ellas pueden consultarse en colordepiel.colmex.mx, una investigación de cuya dirección estuve a cargo. Estas encuestas, realizadas por el Inegi, la academia o asociaciones civiles, se dirigen a la población adulta entre los 25 y 64 años; el tono de piel lo registran los entrevistadores o bien, lo reportan los entrevistados con base en la paleta PERLA. Veamos la Figura 1 (sobre la distribución de la población por tonalidades). De acuerdo con la Encuesta de Movilidad Social de 2017 que realizó el CEEY, 12% de las personas en México son de tez blanca y 24% de tez muy morena, mientras que la gran mayoría de la población tiene un tono moreno o moreno claro. Estos porcentajes cambian por región geográfica. Otras encuestas, como la del Módulo de Movilidad Social Intergeneracional de 2016, del Inegi, o la Encuesta de Movilidad Social de 2015, de El Colegio de México, obtuvieron resultados similares.

Con esta información podemos averiguar, por ejemplo, si la tonalidad tiene o no que ver con la escolaridad; si no estuvieran relacionadas deberíamos observar a cada grupo igualmente representado en términos de tonalidad. Pero eso no sucede. La Figura 2 (sobre tono de piel y años de escolaridad) muestra que las personas con tono de piel más claro tienen un mayor número de años de formación escolar que las de tonos más oscuros. La distancia entre esos grupos es de 2.5 años. También podemos observar la pauta en términos de riqueza, así que dividimos a la población en cinco grupos del mismo ta­maño, ordenados de menor a mayor riqueza. Si el color de piel no tuviera nada que ver con el poder adquisitivo, deberíamos tener a cada grupo igualmente representado. Pero la Figura 3 (sobre tono de piel y riqueza) muestra claramente que, a mayor riqueza, más pro­babilidades de encontrar personas con tonos de piel claros, representadas 3.5 más veces en el 20% con mayor riqueza. Sucede lo opuesto con las de tez muy morena.

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Al analizar estas gráficas, las encuestas señalan que las personas con tez morena oscura tienen peores resultados de vida. Estos resultados pueden deberse a diferencias en cuanto a riqueza, discriminación, o bien, a aspiraciones de vida distintas. En la siguiente parte ilustro a fondo estos mecanismos potenciales.

Tres resultados científicos

La movilidad social indica qué tanto el nivel socioeconómico en la edad adulta depende del nivel que se tuvo en la niñez. De acuerdo con resultados del CEEY y de mis propias investigaciones, México es una sociedad relativamente inmóvil: los recursos familiares del pasado importan mucho para determinar qué nivel socioeconómico tenemos hoy. Dicha información podría reforzar el argumento de que lo que existe en México es clasismo, no racismo. Comparemos entonces personas de tez clara y tez muy morena dentro de un mismo nivel de riqueza familiar; es decir, personas que tuvieron la misma riqueza en la niñez. Lo que los datos nos dicen —en colordepiel.colmex.mx— es que, si las personas son muy pobres en la niñez, es más probable que las de tez muy blanca asciendan socialmente, o bien, que las de tez muy morena sean igualmente pobres que sus padres. Mientras que lo opuesto también ocurre: es más probable que las personas de tez muy morena que fueron ricas en la niñez desciendan socialmente. Ahora bien, las explicaciones del porqué se tienen que buscar en otro lado. Empecemos con la discriminación.

En nuestro país es común la inclusión de una fotografía en el curriculum vitae al momento de solicitar trabajo. De hecho, en muchos sitios de internet donde se publican las vacantes se pide explícitamente una fotografía, a pesar de que, en países como Reino Unido o Estados Unidos, esté prohibido o no se acostumbre hacerlo. A Eva Arceo, investigadora de la Univer­sidad Iberoamericana, y a mí se nos ocurrió que podíamos usar esa costumbre de las empresas mexicanas para determinar si había discriminación en el mercado laboral. Así que construimos currículums ficticios que fueran muy similares en su contenido, pero con fotografías muy distintas. Teníamos currículums con la fotografía de una persona con tez blanca, otra con tez morena clara y otra muy morena, y uno sin fotografía. Dado que el contenido del currículum era el mismo y bajo el supuesto de que las empresas sólo determinan contrataciones con base en la productividad observada, como la escolaridad o experiencia laboral, deberíamos entonces observar los mismos resultados, porque nuestras personas estaban registradas con la misma productividad. Para esta intervención enviamos más de ocho mil currículums a vacantes en la Ciudad de México y encontramos evidencia contundente de discriminación. Por ejemplo, 17.1% de los currículums de mujeres con tez más clara fue convocado a más entrevistas, contra 13.8% de las de tez muy morena; es decir, las mujeres muy morenas requieren enviar 23% más currículums para recibir el mismo número de llamados que las de tez blanca. Para los hombres también se encuentra una brecha a favor de la tez blanca, pero es más pequeña e incierta en términos estadísticos.

La discriminación no se da sólo en el mercado laboral, sino en otros ámbitos, como el político. En una investigación de la Universidad de Newcastle, la doctora Rosario Aguilar analizó si existía discriminación por tono de piel en una elección política ficticia. Como en el caso de los currículums, ella generó fotografías de personas con tez blanca y morena, así como una plataforma política, y las distribuyó de forma aleatoria a un grupo de estudiantes en un laboratorio. Lo que se buscaba analizar era si votarías más por cierto candidato al recibir la pla­taforma política con y sin fotografía. Las personas votaron más por candidatos con tez blanca, aun cuando la plataforma era la misma.

Este estudio realizado entre estudiantes hizo que me cuestionara si se podía extrapolar el resultado a una elección en México. Uní esfuerzos con Carolina Rivas, estudiante de posgrado en la Universidad de Columbia, para determinar si algo similar pasó en 2018. Con información publicada por el Instituto Nacional Electoral (INE), obtuvimos los nombres y par­tidos políticos de los candidatos a cualquier puesto de elección y luego, por medio de redes sociales, localizamos su fotografía, con la que asignamos un tono de piel de acuerdo con la escala PERLA. En promedio, en nuestro país, los candidatos con tez más clara tienen más probabilidades de ganar una elección, en una proporción similar a lo que obtuvo Aguilar en su intervención. Por ejemplo, si el candidato tiene un color de piel muy moreno, tiene 20% menos probabilidades de ganar y es 9% más propenso a quedar en cuarto lugar o más. Adicionalmente, se tienen pocas candidatas muy morenas. Por ejemplo, sólo 2.7% son de tez muy morena, cuando sabemos que la proporción en la población es mayor. Estos resultados pudieran deberse a dis­criminación en los partidos políticos o a las expectativas y la confianza que tienen los votantes de acuerdo con el color de piel. Los mecanismos esbozados parecen ser plausibles, pero no se tiene evidencia dura que los respalde. Así que probamos en otras situaciones lo que sucede.

Un mercado que podríamos analizar es el de los servicios sexuales por internet. Antes de continuar, quisiera recalcar que no discuto la moralidad de este mercado; es uno que existe y, como tal, lo estudio: quién participa y cuánto cobra. Si se valoraran por igual forma todos los fenotipos, blancos o morenos, entonces el precio no debería cambiar de acuerdo con la tonalidad.

Son muchas las páginas que ofrecen servicios sexuales; en éstas, encontramos varias fotografías de escorts y, gracias a la ciencia de datos y algoritmos computacionales automáticos, fue posible descargar la información de alrededor de tres mil escorts mujeres. Decidí enfocarme únicamente en ellas, puesto que el mercado masculino es pequeño. Con ayuda de un equipo de asistentes de investigación se pudo construir una base de datos que incluía precio por el servicio y características físicas como tono de piel, tamaño del busto, tipo de cintura o cadera y edad, entre otros. El primer aspecto notorio de este mercado es que no hay mujeres muy morenas. Sabemos que alrededor de 10% de la población de México lo es (Figura 1); sin embargo, aquí, casi no hay mujeres con ese tono de piel: sólo 0.2%. Aunque no hay información, también podría existir discriminación por parte de las mismas páginas de internet hacia esta población.

Ahora, cuando se relaciona el precio por hora con el color de piel se obtiene que las mujeres blancas cobraban, entre 2017 y 2018, tres mil pesos aproximadamente, mientras que las más morenas cobraban casi mil. Esta diferencia se mantiene cuan-do exploramos qué otros factores entran en juego dentro de este mercado, como que las mujeres más blancas suelen ser las más jóvenes o con más busto o más musculosas. El color de piel tiene un efecto neto sobre el precio solicitado; en otras palabras, tiene un valor monetario. Los resultados son sorprendentemente similares a los de los políticos: pocas personas muy morenas y un mejor resultado para la tez blanca.

Si sabemos que nuestras habilidades serán valoradas por nuestra apariencia física, las vamos a ir ajustando conforme crecemos; es decir, lo que suponemos que el mercado valora determina una posible ocupación laboral. Para probar esta hipótesis realicé un estudio en conjunto con Eduardo Medina, quien estudia un posgrado en la Universidad de Illinois. Hicimos un estudio en jóvenes adolescentes de secundaria, que ya han asimilado estereotipos y, a su vez, comienzan a plantearse sus aspiraciones de vida. Visitamos tres secundarias en la Ciudad de México y realizamos a los alumnos una serie de preguntas muy sencillas: “¿Qué tan probable es que termine la universidad?”, “¿Qué tanto cree que, en su trabajo futuro, los conocimientos obtenidos en el último grado de estudios serán importantes?” y “¿Qué tanto depende de usted que le vaya bien en este año y el próximo?”.

Para analizar el efecto de la apariencia física en las aspiraciones de vida, decidimos realizar una intervención previa a las preguntas. Aleatoriamente, unos estudiantes recibieron una hoja con ciertas características y otros estudiantes, no. La hoja incluía una serie de fotografías de políticos y personas de los medios de comunicación —en su mayoría, de tez blanca—, así como la paleta PERLA para que pudieran responder en esa escala. Esta hoja, por tanto, funciona como un recordatorio de su propio tono de piel y el de otros con ciertos logros mediáticos. Así, probamos empíricamente si existe una amenaza por es­tereotipos. Lo que encontramos refuerza los resultados en otros estudios: en el caso de los hombres, no se encontró amenaza alguna, pero, en contraste, en las mujeres sí hubo un claro efecto negativo: las que recibieron las fotos y tuvieron que reportar su tono de piel declararon tener menos aspiraciones que aquéllas que no recibieron esa amenaza de estereotipo.

¿Por qué sucede esto? Como sociedad, le damos mucho peso a la apariencia física, especialmente, a la de las mujeres. La lógica del resultado es que, al ver las fotografías de personajes públicos, nos hacemos una idea de lo que nosotros mismos podemos lograr: lo que vemos posible en el mercado afecta cuánto nos esforzamos y qué hacemos con nuestra vida. Esto no sólo indica el rol de la discriminación en nuestra conducta y decisiones —qué tipo de ocupación podré tener y qué tanto esfuerzo debo hacer el día de hoy—, sino también cómo nos afectan las normas sociales. Estamos acostumbrados a juzgar a las personas por las decisiones que tomaron, pero los resultados nos dicen que el contexto también importa.

Finalmente, un aspecto que falta abordar es por qué las personas de tez blanca inspiran más confianza (como los políticos o las escorts). Resulta difícil dar una sola explicación, pero hay varias razones sociales e históricas detrás. Como se ha men­cionado, en nuestro país se logró, o se trató de forjar, una idea de nación mestiza en la que lo indígena no tiene el mismo valor; se creó una conexión adversa entre etnicidad, color de piel y resultados políticos y económicos. Ese traslape no lo hemos podido superar del todo en nuestra historia. Esa carga nos lleva a asociar lo blanco con aspectos positivos y con el “éxito”. Lo otro, no. Dado que estas creencias se transmiten desde la infancia, entre generaciones, se vuelve complicado cambiar los estereotipos que tenemos sobre lo que esperamos de las personas.

¿Hacia dónde ir?

Tenemos que seguir tres políticas si no queremos vivir en una pigmentocracia donde, conforme aumenta la riqueza, se vuelve más claro el tono de piel (Figura 3). La primera —y la más obvia— es que se requieren inversiones en infraestructura, educación y salud para que las personas que viven en comunidades y entidades marginadas puedan tener las mismas oportunidades que el resto. Sin igualdad de oportunidades no se puede lograr un país con resultados más justos.

La segunda es que se requiere un combate frontal a la discriminación de cualquier tipo. Todavía en muchos anuncios de vacantes de trabajo se discrimina explícitamente, o bien, se solicitan personas con “buena presentación”, lo que alude a su tono de piel y aspecto físico. La labor no es sólo del Estado, por medio de penalizaciones y sanciones; también nosotros, como sociedad, debemos ser mucho más enérgicos contra quienes cometan actos discriminatorios.

Tercera: cambiar la norma social de asociar lo blanco con lo positivo va a llevar tiempo. Pero podemos acelerar ese cambio con la cooperación entre los sectores público y privado. Por ejemplo, es muy relevante que las niñas y jóvenes de hoy tengan modelos a seguir, en medios de comunicación o en plataformas políticas, racializados; en particular, que las personas que trabajan en televisión sean representativas de la población mexicana.

Las celebraciones de los doscientos años de la consumación de la Independencia, ocurridas el pasado 21 de septiembre, nos recuerdan el tiempo que ha pasado sin que logremos vivir en una sociedad en la que el tono de piel sea irrelevante. Queda en nuestra generación lograr el sueño de Morelos de que “sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud”, y no su tono de piel. Reconozcamos el problema, discutámoslo y ca­minemos hacia una sociedad más justa y próspera.

BIBLIOGRAFÍA

Aguilar, Rosario. (2011). “Social and political consequences of stereotypes related to racial phenotypes in Mexico”. Documentos de Trabajo del CIDE, 230. Recuperado de: https://drive.google.com/file/d/0BzRvGuy3lcMQY0gxd0RmRjJ1dzg/view.

Arceo Gomez, Eva O. y Raymundo M. Campos Vázquez. (2014). “Race and marriage in the labor market: a discrimination correspondence audit study in a developing country”, The American Economic Review, 104 (5): 376-380, https://doi.org/10.1257/aer.104.5.376

Campos Vázquez, Raymundo M. (2021). “The higher price of whiter skin: an analysis of escort services”, Applied Economic Letters, 28(1): 1–4, https://doi.org/10.1080/13504851.2020.1725229.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Carolina Rivas Herrera. (2021). “The color of electoral success: estimating the effect of skin tone on winning elections in Mexico”, Social Science Quarterly, 102(2): 844–864, https://doi.org/10.1111/ssqu.12933.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Eduardo Medina. (2018). “Identidad social y estereotipos por color de piel: aspiraciones y desempeño en jóvenes mexicanos”, El Trimestre Económico, 85(337): 53–79, http://dx.doi.org/10.20430/ete.v85i337.659.

Campos Vázquez, Raymundo M. y Eduardo Medina. (2019). “Skin color and social mobility: evidence from Mexico”, Demography, 56(1): 321–343. https://doi.org/10.1007/s13524-018-0734-z.

Navarrete, Federico. (2016). México racista. Una denuncia. Editorial Grijalbo.

Telles, Edward. (2014). Pigmentocracies: ethnicity, race and color in Latin America. University of North Carolina Press.

Raymundo M. Campos Vázquez

Profesor Investigador en el Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México y miembro nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Obtuvo su doctorado en Economía en la Universidad de California, Berkeley, en 2009. En 2018 recibió el Premio Nacional de Investigación en Ciencias Sociales que la Academia Mexicana de Ciencias otorga a científicos jóvenes. Su investigación ha sido citada en medios de comunicación nacionales e internacionales como The Economist, The New York Times y El País, entre otros.

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La imagen de nuestra identidad: el tono de piel sí determina resultados de vida

La imagen de nuestra identidad: el tono de piel sí determina resultados de vida

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Buscamos desmitificar la noción de que en México no existen la discriminación ni el racismo porque somos un país mestizo. La generación de datos duros ha jugado un rol primordial para rebatir esta imagen asociada a nuestra identidad y demostrar que el tono de piel puede ser decisivo para una elección política, la escolaridad y los ingresos econó­micos de una persona.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Hablar sobre el tono de piel en México resulta controversial. Existe la percepción de que “ventilar” estos temas en público fomenta el racismo o bien, la idea de que no tiene sentido discutirlo siquiera, dado que todos somos iguales: somos mestizos. Esta ideología del mestizaje, que viene desde el siglo XIX, se afianzó en la primera mitad del XX como un mecanismo para forjar la identidad nacional. Como tantas veces lo ha discutido el historiador Federico Navarrete, el planteamiento de la identidad mestiza no promovió que las élites adoptaran las costumbres de los pueblos indígenas. Así que el racismo nació junto con esta ideología, que fue tan poderosa como para asegurar que, si había diferencias entre mexicanas y mexicanos, no se debían a su etnicidad ni a su tono de piel, sino a la riqueza acumulada o heredada; es decir, se trataba de clasismo y no de racismo directamente.

Aunque hay quienes siguen convencidos de que en México no hay racismo, de que esto no ocurre, la sociedad respira otros aires. En redes sociales son abundantes los memes que se mofan de situaciones en las que el tono de piel más claro deter­mina la decisión más favorable. Se han creado hashtags para denunciar casos, como #HablemosDeRacismo, que provocan hilos de tuits infinitos, y tenemos colectivos y organizaciones que discuten sobre el color de la piel, como RacismoMX o Poder Prieto. Lo que sucede en la cultura y la agenda pública también ha sido importante: el mensaje de visibilización de la película Roma (2018) y los esfuerzos de los medios por cuestionar la pigmentocracia han sido muy fructíferos para mitigar este tabú. Como científico social no tengo duda de que la generación de datos duros sobre el tema en los últimos diez años ha jugado un rol primordial. Y que ha incluido a académicos, organismos del gobierno y de la sociedad civil como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

En este artículo abordaré algunas de estas contribuciones científicas, desde cómo se mide el tono de piel hasta qué im­plicaciones tiene la fotografía de una persona morena al momento de ser contratada, cuando se postula como candidata en una elección o, incluso, para determinar el precio de sus servicios sexuales. Con nuevos y mejores datos, en el siglo XXI sabemos que el tono de piel sí tiene impactos en resultados de vida —la escolaridad o el ingreso, por ejemplo—. Así, hoy sabemos con certidumbre que sí existe el racismo y sí existe la discriminación. No sólo hay diferencias que se deben a la pertenencia de las personas a una determinada clase social; el tono de piel añade más de­sigualdades. Por eso, es relevante discutir qué tanto y cómo afecta el tono de piel, y qué necesitamos hacer para combatir la discriminación. Pocos temas son tan importantes como la imagen de nuestra identidad.

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Tono de piel en México

Un gran reto es cómo medimos el tono de piel. Una forma sencilla de hacerlo es mediante fotografías. Los estudios que han usado este enfoque analizan las consecuencias de observar dichas imágenes o bien correlacionan la tonalidad con ciertos resultados que discutiré más adelante. Si se cuenta con pocas fotografías, por ejemplo, se categoriza sencillamente entre morenos y blancos; sin embargo, si son muchas las imágenes, con personas con tonos de piel distintos, se requiere de una metodología para contabilizar quién es más moreno o quién más blanco.

La paleta de colores más usada en México y en otros países latinoamericanos se conoce como PERLA (que son las siglas en inglés del Proyecto sobre Etnicidad y Raza en América Latina). Este proyecto de la Universidad de Princeton se concibió para estudiar el rol que tiene el color de la piel en la vida de las personas. Lo conformaron diferentes investigadores de la región, bajo el liderazgo del profesor Edward Telles. Esta paleta tiene un rango del uno al once, donde el uno es el tono de piel más claro y el once, el más oscuro; se puede usar para categorizar foto­grafías o bien, para anotar en una encuesta la to­nalidad de las personas entrevistadas. Las encuestas solicitan elegir un tono de piel, aunque también el entrevistador puede reportarla de acuerdo a su observación o utilizar un medidor, un pequeño instrumento que registra el tono al colocarse en el dorso de la mano o en la muñeca. Mi lectura de las diferentes investigaciones, incluidas la de Telles, es que, sin importar la forma en que se mida el tono de piel, éste sí llega a tener impactos.

En México se han hecho diversas encuestas de este tipo. Los resultados de algunas de ellas pueden consultarse en colordepiel.colmex.mx, una investigación de cuya dirección estuve a cargo. Estas encuestas, realizadas por el Inegi, la academia o asociaciones civiles, se dirigen a la población adulta entre los 25 y 64 años; el tono de piel lo registran los entrevistadores o bien, lo reportan los entrevistados con base en la paleta PERLA. Veamos la Figura 1 (sobre la distribución de la población por tonalidades). De acuerdo con la Encuesta de Movilidad Social de 2017 que realizó el CEEY, 12% de las personas en México son de tez blanca y 24% de tez muy morena, mientras que la gran mayoría de la población tiene un tono moreno o moreno claro. Estos porcentajes cambian por región geográfica. Otras encuestas, como la del Módulo de Movilidad Social Intergeneracional de 2016, del Inegi, o la Encuesta de Movilidad Social de 2015, de El Colegio de México, obtuvieron resultados similares.

Con esta información podemos averiguar, por ejemplo, si la tonalidad tiene o no que ver con la escolaridad; si no estuvieran relacionadas deberíamos observar a cada grupo igualmente representado en términos de tonalidad. Pero eso no sucede. La Figura 2 (sobre tono de piel y años de escolaridad) muestra que las personas con tono de piel más claro tienen un mayor número de años de formación escolar que las de tonos más oscuros. La distancia entre esos grupos es de 2.5 años. También podemos observar la pauta en términos de riqueza, así que dividimos a la población en cinco grupos del mismo ta­maño, ordenados de menor a mayor riqueza. Si el color de piel no tuviera nada que ver con el poder adquisitivo, deberíamos tener a cada grupo igualmente representado. Pero la Figura 3 (sobre tono de piel y riqueza) muestra claramente que, a mayor riqueza, más pro­babilidades de encontrar personas con tonos de piel claros, representadas 3.5 más veces en el 20% con mayor riqueza. Sucede lo opuesto con las de tez muy morena.

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Al analizar estas gráficas, las encuestas señalan que las personas con tez morena oscura tienen peores resultados de vida. Estos resultados pueden deberse a diferencias en cuanto a riqueza, discriminación, o bien, a aspiraciones de vida distintas. En la siguiente parte ilustro a fondo estos mecanismos potenciales.

Tres resultados científicos

La movilidad social indica qué tanto el nivel socioeconómico en la edad adulta depende del nivel que se tuvo en la niñez. De acuerdo con resultados del CEEY y de mis propias investigaciones, México es una sociedad relativamente inmóvil: los recursos familiares del pasado importan mucho para determinar qué nivel socioeconómico tenemos hoy. Dicha información podría reforzar el argumento de que lo que existe en México es clasismo, no racismo. Comparemos entonces personas de tez clara y tez muy morena dentro de un mismo nivel de riqueza familiar; es decir, personas que tuvieron la misma riqueza en la niñez. Lo que los datos nos dicen —en colordepiel.colmex.mx— es que, si las personas son muy pobres en la niñez, es más probable que las de tez muy blanca asciendan socialmente, o bien, que las de tez muy morena sean igualmente pobres que sus padres. Mientras que lo opuesto también ocurre: es más probable que las personas de tez muy morena que fueron ricas en la niñez desciendan socialmente. Ahora bien, las explicaciones del porqué se tienen que buscar en otro lado. Empecemos con la discriminación.

En nuestro país es común la inclusión de una fotografía en el curriculum vitae al momento de solicitar trabajo. De hecho, en muchos sitios de internet donde se publican las vacantes se pide explícitamente una fotografía, a pesar de que, en países como Reino Unido o Estados Unidos, esté prohibido o no se acostumbre hacerlo. A Eva Arceo, investigadora de la Univer­sidad Iberoamericana, y a mí se nos ocurrió que podíamos usar esa costumbre de las empresas mexicanas para determinar si había discriminación en el mercado laboral. Así que construimos currículums ficticios que fueran muy similares en su contenido, pero con fotografías muy distintas. Teníamos currículums con la fotografía de una persona con tez blanca, otra con tez morena clara y otra muy morena, y uno sin fotografía. Dado que el contenido del currículum era el mismo y bajo el supuesto de que las empresas sólo determinan contrataciones con base en la productividad observada, como la escolaridad o experiencia laboral, deberíamos entonces observar los mismos resultados, porque nuestras personas estaban registradas con la misma productividad. Para esta intervención enviamos más de ocho mil currículums a vacantes en la Ciudad de México y encontramos evidencia contundente de discriminación. Por ejemplo, 17.1% de los currículums de mujeres con tez más clara fue convocado a más entrevistas, contra 13.8% de las de tez muy morena; es decir, las mujeres muy morenas requieren enviar 23% más currículums para recibir el mismo número de llamados que las de tez blanca. Para los hombres también se encuentra una brecha a favor de la tez blanca, pero es más pequeña e incierta en términos estadísticos.

La discriminación no se da sólo en el mercado laboral, sino en otros ámbitos, como el político. En una investigación de la Universidad de Newcastle, la doctora Rosario Aguilar analizó si existía discriminación por tono de piel en una elección política ficticia. Como en el caso de los currículums, ella generó fotografías de personas con tez blanca y morena, así como una plataforma política, y las distribuyó de forma aleatoria a un grupo de estudiantes en un laboratorio. Lo que se buscaba analizar era si votarías más por cierto candidato al recibir la pla­taforma política con y sin fotografía. Las personas votaron más por candidatos con tez blanca, aun cuando la plataforma era la misma.

Este estudio realizado entre estudiantes hizo que me cuestionara si se podía extrapolar el resultado a una elección en México. Uní esfuerzos con Carolina Rivas, estudiante de posgrado en la Universidad de Columbia, para determinar si algo similar pasó en 2018. Con información publicada por el Instituto Nacional Electoral (INE), obtuvimos los nombres y par­tidos políticos de los candidatos a cualquier puesto de elección y luego, por medio de redes sociales, localizamos su fotografía, con la que asignamos un tono de piel de acuerdo con la escala PERLA. En promedio, en nuestro país, los candidatos con tez más clara tienen más probabilidades de ganar una elección, en una proporción similar a lo que obtuvo Aguilar en su intervención. Por ejemplo, si el candidato tiene un color de piel muy moreno, tiene 20% menos probabilidades de ganar y es 9% más propenso a quedar en cuarto lugar o más. Adicionalmente, se tienen pocas candidatas muy morenas. Por ejemplo, sólo 2.7% son de tez muy morena, cuando sabemos que la proporción en la población es mayor. Estos resultados pudieran deberse a dis­criminación en los partidos políticos o a las expectativas y la confianza que tienen los votantes de acuerdo con el color de piel. Los mecanismos esbozados parecen ser plausibles, pero no se tiene evidencia dura que los respalde. Así que probamos en otras situaciones lo que sucede.

Un mercado que podríamos analizar es el de los servicios sexuales por internet. Antes de continuar, quisiera recalcar que no discuto la moralidad de este mercado; es uno que existe y, como tal, lo estudio: quién participa y cuánto cobra. Si se valoraran por igual forma todos los fenotipos, blancos o morenos, entonces el precio no debería cambiar de acuerdo con la tonalidad.

Son muchas las páginas que ofrecen servicios sexuales; en éstas, encontramos varias fotografías de escorts y, gracias a la ciencia de datos y algoritmos computacionales automáticos, fue posible descargar la información de alrededor de tres mil escorts mujeres. Decidí enfocarme únicamente en ellas, puesto que el mercado masculino es pequeño. Con ayuda de un equipo de asistentes de investigación se pudo construir una base de datos que incluía precio por el servicio y características físicas como tono de piel, tamaño del busto, tipo de cintura o cadera y edad, entre otros. El primer aspecto notorio de este mercado es que no hay mujeres muy morenas. Sabemos que alrededor de 10% de la población de México lo es (Figura 1); sin embargo, aquí, casi no hay mujeres con ese tono de piel: sólo 0.2%. Aunque no hay información, también podría existir discriminación por parte de las mismas páginas de internet hacia esta población.

Ahora, cuando se relaciona el precio por hora con el color de piel se obtiene que las mujeres blancas cobraban, entre 2017 y 2018, tres mil pesos aproximadamente, mientras que las más morenas cobraban casi mil. Esta diferencia se mantiene cuan-do exploramos qué otros factores entran en juego dentro de este mercado, como que las mujeres más blancas suelen ser las más jóvenes o con más busto o más musculosas. El color de piel tiene un efecto neto sobre el precio solicitado; en otras palabras, tiene un valor monetario. Los resultados son sorprendentemente similares a los de los políticos: pocas personas muy morenas y un mejor resultado para la tez blanca.

Si sabemos que nuestras habilidades serán valoradas por nuestra apariencia física, las vamos a ir ajustando conforme crecemos; es decir, lo que suponemos que el mercado valora determina una posible ocupación laboral. Para probar esta hipótesis realicé un estudio en conjunto con Eduardo Medina, quien estudia un posgrado en la Universidad de Illinois. Hicimos un estudio en jóvenes adolescentes de secundaria, que ya han asimilado estereotipos y, a su vez, comienzan a plantearse sus aspiraciones de vida. Visitamos tres secundarias en la Ciudad de México y realizamos a los alumnos una serie de preguntas muy sencillas: “¿Qué tan probable es que termine la universidad?”, “¿Qué tanto cree que, en su trabajo futuro, los conocimientos obtenidos en el último grado de estudios serán importantes?” y “¿Qué tanto depende de usted que le vaya bien en este año y el próximo?”.

Para analizar el efecto de la apariencia física en las aspiraciones de vida, decidimos realizar una intervención previa a las preguntas. Aleatoriamente, unos estudiantes recibieron una hoja con ciertas características y otros estudiantes, no. La hoja incluía una serie de fotografías de políticos y personas de los medios de comunicación —en su mayoría, de tez blanca—, así como la paleta PERLA para que pudieran responder en esa escala. Esta hoja, por tanto, funciona como un recordatorio de su propio tono de piel y el de otros con ciertos logros mediáticos. Así, probamos empíricamente si existe una amenaza por es­tereotipos. Lo que encontramos refuerza los resultados en otros estudios: en el caso de los hombres, no se encontró amenaza alguna, pero, en contraste, en las mujeres sí hubo un claro efecto negativo: las que recibieron las fotos y tuvieron que reportar su tono de piel declararon tener menos aspiraciones que aquéllas que no recibieron esa amenaza de estereotipo.

¿Por qué sucede esto? Como sociedad, le damos mucho peso a la apariencia física, especialmente, a la de las mujeres. La lógica del resultado es que, al ver las fotografías de personajes públicos, nos hacemos una idea de lo que nosotros mismos podemos lograr: lo que vemos posible en el mercado afecta cuánto nos esforzamos y qué hacemos con nuestra vida. Esto no sólo indica el rol de la discriminación en nuestra conducta y decisiones —qué tipo de ocupación podré tener y qué tanto esfuerzo debo hacer el día de hoy—, sino también cómo nos afectan las normas sociales. Estamos acostumbrados a juzgar a las personas por las decisiones que tomaron, pero los resultados nos dicen que el contexto también importa.

Finalmente, un aspecto que falta abordar es por qué las personas de tez blanca inspiran más confianza (como los políticos o las escorts). Resulta difícil dar una sola explicación, pero hay varias razones sociales e históricas detrás. Como se ha men­cionado, en nuestro país se logró, o se trató de forjar, una idea de nación mestiza en la que lo indígena no tiene el mismo valor; se creó una conexión adversa entre etnicidad, color de piel y resultados políticos y económicos. Ese traslape no lo hemos podido superar del todo en nuestra historia. Esa carga nos lleva a asociar lo blanco con aspectos positivos y con el “éxito”. Lo otro, no. Dado que estas creencias se transmiten desde la infancia, entre generaciones, se vuelve complicado cambiar los estereotipos que tenemos sobre lo que esperamos de las personas.

¿Hacia dónde ir?

Tenemos que seguir tres políticas si no queremos vivir en una pigmentocracia donde, conforme aumenta la riqueza, se vuelve más claro el tono de piel (Figura 3). La primera —y la más obvia— es que se requieren inversiones en infraestructura, educación y salud para que las personas que viven en comunidades y entidades marginadas puedan tener las mismas oportunidades que el resto. Sin igualdad de oportunidades no se puede lograr un país con resultados más justos.

La segunda es que se requiere un combate frontal a la discriminación de cualquier tipo. Todavía en muchos anuncios de vacantes de trabajo se discrimina explícitamente, o bien, se solicitan personas con “buena presentación”, lo que alude a su tono de piel y aspecto físico. La labor no es sólo del Estado, por medio de penalizaciones y sanciones; también nosotros, como sociedad, debemos ser mucho más enérgicos contra quienes cometan actos discriminatorios.

Tercera: cambiar la norma social de asociar lo blanco con lo positivo va a llevar tiempo. Pero podemos acelerar ese cambio con la cooperación entre los sectores público y privado. Por ejemplo, es muy relevante que las niñas y jóvenes de hoy tengan modelos a seguir, en medios de comunicación o en plataformas políticas, racializados; en particular, que las personas que trabajan en televisión sean representativas de la población mexicana.

Las celebraciones de los doscientos años de la consumación de la Independencia, ocurridas el pasado 21 de septiembre, nos recuerdan el tiempo que ha pasado sin que logremos vivir en una sociedad en la que el tono de piel sea irrelevante. Queda en nuestra generación lograr el sueño de Morelos de que “sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud”, y no su tono de piel. Reconozcamos el problema, discutámoslo y ca­minemos hacia una sociedad más justa y próspera.

BIBLIOGRAFÍA

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Telles, Edward. (2014). Pigmentocracies: ethnicity, race and color in Latin America. University of North Carolina Press.

Raymundo M. Campos Vázquez

Profesor Investigador en el Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México y miembro nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Obtuvo su doctorado en Economía en la Universidad de California, Berkeley, en 2009. En 2018 recibió el Premio Nacional de Investigación en Ciencias Sociales que la Academia Mexicana de Ciencias otorga a científicos jóvenes. Su investigación ha sido citada en medios de comunicación nacionales e internacionales como The Economist, The New York Times y El País, entre otros.

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