Tiempo de lectura: 4 minutosEn textos anteriores he hablado de los 20 años de trabajo que hemos dedicado a devolverle el agua al valle de Cuatro Ciénegas y que culminaron con el cierre del canal de Saca Salada, por el que, desde los años setenta, salían millones de litros diarios rumbo al ejido 8 de enero en el municipio de Frontera, pegadito a Monclova, a 80 kilómetros de distancia. La construcción de la represa que logró frenar esta salida de agua, se hizo para recuperar el humedal de uno de los lugares más biodiversos del planeta y fue totalmente legal, estaba amparada por jueces, se hizo en un terreno privado con el permiso de su dueño y por el mandato de ciudadanos mexicanos que donaron 700,000 pesos a través de fondeadora.org para restaurar este extraordinario humedal en el desierto en el estado de Coahuila.
El 19 octubre 2020 fui a ser testigo de las obras para cerrar el canal junto con David Jaramillo, documentalista y Mauricio de la Maza, entonces director de Pronatura Noreste. Sin embargo, esta acción ciudadana fue interrumpida violentamente por los miembros del ejido San Juan Boquillas, azuzados por la presidenta municipal del PAN, Yolanda Cantú, quien envió a la fuerza pública para secuestrar a Mauricio y a David (Yo tuve la suerte de estar a salvo, resguardada en la camioneta de Mauricio, con el encargado de la obra y dos chicos del Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTA22)). Una vez que liberaron a mis amigos, mientras que ellos iban a denunciar los hechos al ministerio público, los chicos, hijos de ejidatarios de Cuatro Ciénegas, nos llevaron a donde nace el canal en su ejido, donde sus padres y tíos llevaban semanas limpiando el lecho seco del río para que el agua retomara su cauce original, tras ser desviada por obras cada vez más profundas a lo largo de 130 años de la existencia del poblado de Cuatro Ciénegas y del canal de Saca Salada.
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Ese día los chavos estaban frustrados y enojados por la violencia que ejercieron los miembros del otro ejido. Ellos ya estaban plenamente convencidos de la importancia de restaurar el humedal, pues era el camino más claro para lograr un mejor futuro para todos. Ese día decidieron comprometerse para que el río renaciera y así fue. Yo fui inmensamente feliz de ser testigo de ese renacimiento. Entre octubre de 2020 y el 5 de mayo de 2021, el rio creció, engordo y llego a verse desde Google Earth, es decir, había vuelto a ser una corriente de agua real y no un chorrito.
Es interesante recordar que apenas unas semanas atrás, este 29 de marzo, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, junto con el gobernador de Coahuila, la secretaria de Medio Ambiente, el comisionado de Áreas Protegidas y la antes comisionada de CONAGUA, Blanca Jiménez, visitaron la zona y ante un templete alabaron la recuperación del humedal; dijeron haber sido los artífices de ese logro, en pocas palabras, fueron a pararse el cuello. A mí, la verdad, me dio entre risa y gusto, “si se adjudican al río, tal vez lo protejan”, pensé. Me pareció que ya no tenía sentido mencionar todas las batallas anteriores, ni que el dinero para esa obra vino de los bolsillos de más de 250 ciudadanos preocupados por la ecología. Me sentía feliz de haber logrado algo relevante y consideraba el renacer del río, un renacer de la conciencia. Así lo describía en todas mis conferencias.
¡Pero qué ilusa palomita que no entiende los enredos del poder, el cinismo de sus gobernantes, o peor aún, la posible ingobernabilidad del país! Eso me dije a mí misma este viernes 7 de mayo, cuando mi amigo Héctor Arocha me llamó para avisarme que el milagroso río que un par de días atrás pasaba por la propiedad de su familia, había muerto. Murió estrangulado a los seis meses de renacido. Murió a manos de miembros del ejido 8 de enero, a quienes alguien les pagó la jornada de trabajo, las tortas y tres camiones para acabar con los logros de 20 años de trabajo.
Llegaron al lugar de la obra el 5 de mayo, con machetes y palas, a destruir lo construido por el bien de todos, a destruir la esperanza de revertir algo del daño que le hemos hecho a la tierra. Las autoridades locales, del PAN, no levantaron la voz ante lo sucedido, tampoco los funcionarios del Área Protegida de Flora y Fauna de Cuatro Ciénegas (un área federal y por lo tanto, de MORENA). Los miembros del Ejido de Cuatro Ciénegas estaban muy asustados al ver tanta gente enojada pisoteando sus campos, los tomaron por sorpresa y no pudieron hacer nada para evitarlo. La Guardia Nacional tampoco hizo nada ante esta invasión, tampoco chistó el gobernador priista de Coahuila, la SEMARNAT o la CONAGUA. ¿Dónde andaban? Se supone que son ellos quienes deben aclarar quiénes son usuarios legales del agua, quién tiene derecho de qué y asegurarse de que todos respeten las reglas. Si no lo hacen ahora, en plena crisis de agua, no sé cuándo será el momento.
Hay dos hipótesis, o todos son cómplices, aún en tiempos electorales, o no hay nadie en Palacio Nacional y en sus oficinas. No sé cuál de las dos sea verdadera, lo que si sé es que lo que sucedió ese día fue un ecocidio cometido por el Estado. Las tortugas que habían retomado el río y los peces que nadaban en él ya no tendrán agua y morirán. Los estromatolitos renacidos se secarán de nuevo y perderán la oportunidad de revivir ese valiosísimo ecosistema. ¿Qué pasará con los niños de Cuatro Ciénegas que iban a ver el río, encantados ante el espectáculo maravilloso del agua que canta?
Yo sé que la lucha nunca termina y que las victorias son frágiles, lo que me niego a aceptar es el cinismo de gobernantes que han demostrado una y otra vez, independientemente del color, que no sirven para nada, al menos no para lo que realmente importa. Pero no es al gobierno al que hay que cambiar, de eso yo ya perdí toda la esperanza, somos nosotros, todos, quienes tenemos cambiar. Yo sí creo en la fuerza inquebrantable que tenemos quienes aman a la naturaleza, en los niños de Coahuila, de México, del mundo y en los chavos que lucharon junto conmigo por el río, por ellos sí doy la vida. En ellos seguiré poniendo toda mi energía.