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Crecer en distopía: un pódcast sobre la pandemia que viven los niños

Crecer en distopía: un pódcast sobre la pandemia que viven los niños

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
04
.
09
.
21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

En esta serie de pódcast queremos poner atención a sus palabras, preguntarles cómo están, qué les duele, qué les falta y responder así al compromiso que pactamos con elles al darles vida.

En México viven poco más de 30 millones de niñes y adolescentes que durante la pandemia permanecieron encerrades en sus casas, relegades mientras los adultes resolvíamos lo importante: mantener la vida, mantener el trabajo, mantenernos al salvo. En ese intento imperioso nos olvidamos de elles. Quizás porque no les pensamos como personas completas, sus problemas no nos parecieron tan importantes. Quizás porque descansamos el cuidado en sus hogares y dentro de estos en sus madres, abuelas, hermanas, el Estado sintió que podía desentenderse de elles, confiando en que alguien más haría su trabajo. Esta ha sido una pandemia adultocéntrica, de parques, museos y escuelas cerradas, pero bares, empresas y centros comerciales abiertos. Lo que nuestros ñiñes están viviendo es crecer en distopía.

Durante más de 15 meses, les niñes y adolescentes han permanecido sin escuelas con secuelas evidentes. Casi 3 millones de estudiantes menores de 18 años desertaron y el trabajo realizado por elles aumentó un 5%. Eso sin mencionar las consecuencias menos evidentes: la ansiedad, la depresión, la soledad, la frustración, la falta de confianza en sí mismes y la casi nula socialización.

La pandemia no sólo les dejó sin escuelas, amigues y espacios de esparcimiento, también les dejó atrapades en la casa del ogro. La violencia doméstica contra la infancia aumentó sin que hubiera manera de pedir auxilio. Once mil niñes llegaron a hospitales con heridas, golpes, fracturas provocadas por quienes se supone que deberían cuidarles. Les niñes y adolescentes habitan el presente y desde ese lugar nos alertan de lo que les lastima, nos enseñan y sí, también nos cuidan.

Se calcula que durante esta pandemia 37 mil niñes y adolescentes perdieron a su mamá o papá por el coronavirus sin haber podido vivir un duelo normal, despedirse de ellos, de ellas, o acompañarse de la familia o amigues en estos momentos oscuros.

Al mismo tiempo, casi 2 millones de bebés nacieron en México durante la pandemia. Nacieron en medio de la distopía y con su llegada nos interpelan.

Infans en Latín significa "el que no habla", pero esta pandemia nos enseñó que es, más bien, "el que no es escuchado".  La escritora Verónica Munguía plantea que antes del siglo XIX los niños eran abundantes pero frágiles y frecuentemente ignorados, por miedo a encariñarse con elles y que murieran, luego se descubrió que era más fácil percibirles como adultes chiquites, igualmente explotables como mano de obra. Y fue hasta ya entrado el siglo XIX que descubrimos a les niñes y empezamos a cuidar de su inocencia, que no por eso ha dejado de estar en peligro. En esta serie de pódcast queremos poner atención a sus palabras, preguntarles cómo están, qué les duele, qué les falta y responder así al compromiso que pactamos con elles al darles vida.

Escucha la serie completa en Spotify, Apple o tu plataforma de pódcast preferida.

Episodio 1: Un salón vacío 

Episodio 2: La casa del ogro

Episodio 3:   Una manzana en la habitación

Episodio 4: Nacer en pandemia (A partir del domingo 19 de septiembre de 2021)

Episodio 5: Una canción para decir adiós (A partir del domingo 26 de septiembre de 2021)

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En esta serie de pódcast queremos poner atención a sus palabras, preguntarles cómo están, qué les duele, qué les falta y responder así al compromiso que pactamos con elles al darles vida.

En México viven poco más de 30 millones de niñes y adolescentes que durante la pandemia permanecieron encerrades en sus casas, relegades mientras los adultes resolvíamos lo importante: mantener la vida, mantener el trabajo, mantenernos al salvo. En ese intento imperioso nos olvidamos de elles. Quizás porque no les pensamos como personas completas, sus problemas no nos parecieron tan importantes. Quizás porque descansamos el cuidado en sus hogares y dentro de estos en sus madres, abuelas, hermanas, el Estado sintió que podía desentenderse de elles, confiando en que alguien más haría su trabajo. Esta ha sido una pandemia adultocéntrica, de parques, museos y escuelas cerradas, pero bares, empresas y centros comerciales abiertos. Lo que nuestros ñiñes están viviendo es crecer en distopía.

Durante más de 15 meses, les niñes y adolescentes han permanecido sin escuelas con secuelas evidentes. Casi 3 millones de estudiantes menores de 18 años desertaron y el trabajo realizado por elles aumentó un 5%. Eso sin mencionar las consecuencias menos evidentes: la ansiedad, la depresión, la soledad, la frustración, la falta de confianza en sí mismes y la casi nula socialización.

La pandemia no sólo les dejó sin escuelas, amigues y espacios de esparcimiento, también les dejó atrapades en la casa del ogro. La violencia doméstica contra la infancia aumentó sin que hubiera manera de pedir auxilio. Once mil niñes llegaron a hospitales con heridas, golpes, fracturas provocadas por quienes se supone que deberían cuidarles. Les niñes y adolescentes habitan el presente y desde ese lugar nos alertan de lo que les lastima, nos enseñan y sí, también nos cuidan.

Se calcula que durante esta pandemia 37 mil niñes y adolescentes perdieron a su mamá o papá por el coronavirus sin haber podido vivir un duelo normal, despedirse de ellos, de ellas, o acompañarse de la familia o amigues en estos momentos oscuros.

Al mismo tiempo, casi 2 millones de bebés nacieron en México durante la pandemia. Nacieron en medio de la distopía y con su llegada nos interpelan.

Infans en Latín significa "el que no habla", pero esta pandemia nos enseñó que es, más bien, "el que no es escuchado".  La escritora Verónica Munguía plantea que antes del siglo XIX los niños eran abundantes pero frágiles y frecuentemente ignorados, por miedo a encariñarse con elles y que murieran, luego se descubrió que era más fácil percibirles como adultes chiquites, igualmente explotables como mano de obra. Y fue hasta ya entrado el siglo XIX que descubrimos a les niñes y empezamos a cuidar de su inocencia, que no por eso ha dejado de estar en peligro. En esta serie de pódcast queremos poner atención a sus palabras, preguntarles cómo están, qué les duele, qué les falta y responder así al compromiso que pactamos con elles al darles vida.

Escucha la serie completa en Spotify, Apple o tu plataforma de pódcast preferida.

Episodio 1: Un salón vacío 

Episodio 2: La casa del ogro

Episodio 3:   Una manzana en la habitación

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En esta serie de pódcast queremos poner atención a sus palabras, preguntarles cómo están, qué les duele, qué les falta y responder así al compromiso que pactamos con elles al darles vida.

En México viven poco más de 30 millones de niñes y adolescentes que durante la pandemia permanecieron encerrades en sus casas, relegades mientras los adultes resolvíamos lo importante: mantener la vida, mantener el trabajo, mantenernos al salvo. En ese intento imperioso nos olvidamos de elles. Quizás porque no les pensamos como personas completas, sus problemas no nos parecieron tan importantes. Quizás porque descansamos el cuidado en sus hogares y dentro de estos en sus madres, abuelas, hermanas, el Estado sintió que podía desentenderse de elles, confiando en que alguien más haría su trabajo. Esta ha sido una pandemia adultocéntrica, de parques, museos y escuelas cerradas, pero bares, empresas y centros comerciales abiertos. Lo que nuestros ñiñes están viviendo es crecer en distopía.

Durante más de 15 meses, les niñes y adolescentes han permanecido sin escuelas con secuelas evidentes. Casi 3 millones de estudiantes menores de 18 años desertaron y el trabajo realizado por elles aumentó un 5%. Eso sin mencionar las consecuencias menos evidentes: la ansiedad, la depresión, la soledad, la frustración, la falta de confianza en sí mismes y la casi nula socialización.

La pandemia no sólo les dejó sin escuelas, amigues y espacios de esparcimiento, también les dejó atrapades en la casa del ogro. La violencia doméstica contra la infancia aumentó sin que hubiera manera de pedir auxilio. Once mil niñes llegaron a hospitales con heridas, golpes, fracturas provocadas por quienes se supone que deberían cuidarles. Les niñes y adolescentes habitan el presente y desde ese lugar nos alertan de lo que les lastima, nos enseñan y sí, también nos cuidan.

Se calcula que durante esta pandemia 37 mil niñes y adolescentes perdieron a su mamá o papá por el coronavirus sin haber podido vivir un duelo normal, despedirse de ellos, de ellas, o acompañarse de la familia o amigues en estos momentos oscuros.

Al mismo tiempo, casi 2 millones de bebés nacieron en México durante la pandemia. Nacieron en medio de la distopía y con su llegada nos interpelan.

Infans en Latín significa "el que no habla", pero esta pandemia nos enseñó que es, más bien, "el que no es escuchado".  La escritora Verónica Munguía plantea que antes del siglo XIX los niños eran abundantes pero frágiles y frecuentemente ignorados, por miedo a encariñarse con elles y que murieran, luego se descubrió que era más fácil percibirles como adultes chiquites, igualmente explotables como mano de obra. Y fue hasta ya entrado el siglo XIX que descubrimos a les niñes y empezamos a cuidar de su inocencia, que no por eso ha dejado de estar en peligro. En esta serie de pódcast queremos poner atención a sus palabras, preguntarles cómo están, qué les duele, qué les falta y responder así al compromiso que pactamos con elles al darles vida.

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En México viven poco más de 30 millones de niñes y adolescentes que durante la pandemia permanecieron encerrades en sus casas, relegades mientras los adultes resolvíamos lo importante: mantener la vida, mantener el trabajo, mantenernos al salvo. En ese intento imperioso nos olvidamos de elles. Quizás porque no les pensamos como personas completas, sus problemas no nos parecieron tan importantes. Quizás porque descansamos el cuidado en sus hogares y dentro de estos en sus madres, abuelas, hermanas, el Estado sintió que podía desentenderse de elles, confiando en que alguien más haría su trabajo. Esta ha sido una pandemia adultocéntrica, de parques, museos y escuelas cerradas, pero bares, empresas y centros comerciales abiertos. Lo que nuestros ñiñes están viviendo es crecer en distopía.

Durante más de 15 meses, les niñes y adolescentes han permanecido sin escuelas con secuelas evidentes. Casi 3 millones de estudiantes menores de 18 años desertaron y el trabajo realizado por elles aumentó un 5%. Eso sin mencionar las consecuencias menos evidentes: la ansiedad, la depresión, la soledad, la frustración, la falta de confianza en sí mismes y la casi nula socialización.

La pandemia no sólo les dejó sin escuelas, amigues y espacios de esparcimiento, también les dejó atrapades en la casa del ogro. La violencia doméstica contra la infancia aumentó sin que hubiera manera de pedir auxilio. Once mil niñes llegaron a hospitales con heridas, golpes, fracturas provocadas por quienes se supone que deberían cuidarles. Les niñes y adolescentes habitan el presente y desde ese lugar nos alertan de lo que les lastima, nos enseñan y sí, también nos cuidan.

Se calcula que durante esta pandemia 37 mil niñes y adolescentes perdieron a su mamá o papá por el coronavirus sin haber podido vivir un duelo normal, despedirse de ellos, de ellas, o acompañarse de la familia o amigues en estos momentos oscuros.

Al mismo tiempo, casi 2 millones de bebés nacieron en México durante la pandemia. Nacieron en medio de la distopía y con su llegada nos interpelan.

Infans en Latín significa "el que no habla", pero esta pandemia nos enseñó que es, más bien, "el que no es escuchado".  La escritora Verónica Munguía plantea que antes del siglo XIX los niños eran abundantes pero frágiles y frecuentemente ignorados, por miedo a encariñarse con elles y que murieran, luego se descubrió que era más fácil percibirles como adultes chiquites, igualmente explotables como mano de obra. Y fue hasta ya entrado el siglo XIX que descubrimos a les niñes y empezamos a cuidar de su inocencia, que no por eso ha dejado de estar en peligro. En esta serie de pódcast queremos poner atención a sus palabras, preguntarles cómo están, qué les duele, qué les falta y responder así al compromiso que pactamos con elles al darles vida.

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En México viven poco más de 30 millones de niñes y adolescentes que durante la pandemia permanecieron encerrades en sus casas, relegades mientras los adultes resolvíamos lo importante: mantener la vida, mantener el trabajo, mantenernos al salvo. En ese intento imperioso nos olvidamos de elles. Quizás porque no les pensamos como personas completas, sus problemas no nos parecieron tan importantes. Quizás porque descansamos el cuidado en sus hogares y dentro de estos en sus madres, abuelas, hermanas, el Estado sintió que podía desentenderse de elles, confiando en que alguien más haría su trabajo. Esta ha sido una pandemia adultocéntrica, de parques, museos y escuelas cerradas, pero bares, empresas y centros comerciales abiertos. Lo que nuestros ñiñes están viviendo es crecer en distopía.

Durante más de 15 meses, les niñes y adolescentes han permanecido sin escuelas con secuelas evidentes. Casi 3 millones de estudiantes menores de 18 años desertaron y el trabajo realizado por elles aumentó un 5%. Eso sin mencionar las consecuencias menos evidentes: la ansiedad, la depresión, la soledad, la frustración, la falta de confianza en sí mismes y la casi nula socialización.

La pandemia no sólo les dejó sin escuelas, amigues y espacios de esparcimiento, también les dejó atrapades en la casa del ogro. La violencia doméstica contra la infancia aumentó sin que hubiera manera de pedir auxilio. Once mil niñes llegaron a hospitales con heridas, golpes, fracturas provocadas por quienes se supone que deberían cuidarles. Les niñes y adolescentes habitan el presente y desde ese lugar nos alertan de lo que les lastima, nos enseñan y sí, también nos cuidan.

Se calcula que durante esta pandemia 37 mil niñes y adolescentes perdieron a su mamá o papá por el coronavirus sin haber podido vivir un duelo normal, despedirse de ellos, de ellas, o acompañarse de la familia o amigues en estos momentos oscuros.

Al mismo tiempo, casi 2 millones de bebés nacieron en México durante la pandemia. Nacieron en medio de la distopía y con su llegada nos interpelan.

Infans en Latín significa "el que no habla", pero esta pandemia nos enseñó que es, más bien, "el que no es escuchado".  La escritora Verónica Munguía plantea que antes del siglo XIX los niños eran abundantes pero frágiles y frecuentemente ignorados, por miedo a encariñarse con elles y que murieran, luego se descubrió que era más fácil percibirles como adultes chiquites, igualmente explotables como mano de obra. Y fue hasta ya entrado el siglo XIX que descubrimos a les niñes y empezamos a cuidar de su inocencia, que no por eso ha dejado de estar en peligro. En esta serie de pódcast queremos poner atención a sus palabras, preguntarles cómo están, qué les duele, qué les falta y responder así al compromiso que pactamos con elles al darles vida.

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